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Francis Asbury--Obispo ambulante

Francis Asbury nació el 20 o 21 de agosto de 1745, cerca de Harrodsworth, ubicado a unos seis kilómetros de Birmingham, Inglaterra.  Sus padres: José y Elizabet, fueron pobres, pero honestos y muy diligentes, y así pudieron satisfacer todas sus necesidades en la vida.  Tuvieron dos hijos nada más, un varón y una mujer, pero solamente Francis sobrevivió a la infancia.  La muerte de su hermanita: Sara, afectó enormemente a Elizabet, causándole mucha desesperanza durante muchos años.  Pero, por fin, ese acontecimiento mostró ser el comienzo de una búsqueda para conocer a Dios.

No se sabe mucho de la niñez de Francis.  De su educación, se percata que asistió a una escuela hasta que llegó alrededor de los trece años.  Porque un profesor le maltrató, fue que prefirió dejar la escuela y aprender una profesión, ocupándose en ese trabajo hasta los 19 años.

Pero, es mejor que Francis mismo relate su propio testimonio.  Lo siguiente es una mezcla de varias introducciones de su diario personal:

 

“Recuerdo que cuando era niño, a la edad del primer ingreso a la escuela, tuve serias inquietudes y una gran impresión de que Dios estaba cerca, y, en esa época de mi vida sentí pavor de decir palabras sucias y mentir. La debilidad de mi niñez fue la de cada niño: el amar el jugar. Yo aborrecía las peleas y las disputas, tanto, que siempre que ocurrían las mismas, volví a casa disgustado.  Sin embargo, amaba a lo que se le llaman “diversiones inocentes”, y siempre busqué a mis amigos, esperando encontrar felicidad entre ellos, a causa de los buenos principios que tenía me vi forzado a apartarme de ellos varias veces.  Ahora me da vergüenza recordar la cantidad de ‘días del Señor’ que malgasté vanamente.  Los amigos se burlaban de mí, llamándome “El Ministro Metodista”, a razón de que mi madre invitaba a cualquier persona religiosa a visitarnos.  Con todo, aunque mis compañeros fueron muy malos y yo amaba la diversión, nunca participé en sus vicios.

El amar la verdad no es natural para los hombres.  Sin embargo, desde muy temprana edad fui enseñado a siempre decir la verdad.  Así, mi conciencia nunca me permitió decir palabras sucias.  De mis padres, aprendí una oración formal, y bien recuerdo cómo mi madre animó a mi padre a leer y orar en los devocionales familiares.  También, a menudo los dos cantaron salmos.[1]

A los doce años, el Espíritu de Dios peleó en mí, convenciéndome para que yo me entregara a Dios.  Pero, puesto que yo no tenía acceso a las medidas[2] y ya que estaba en medio de compañeros depravados, por ello nada se efectuó en mi mente en ese entonces.

Asistí la escuela desde temprana edad, y empecé a leer la Biblia desde los seis o siete años.  ¡ Me gustaban mucho las partes históricas!  Mi profesor fue muy malo, a menudo me pegaba cruelmente; pero, esto me estimuló a la oración, y me parecía que Dios estaba muy cerca de mí.  Ya que fui el único hijo de mi padre, él deseaba mucho que yo siguiera mis estudios en la escuela.  No obstante, a causa de la severidad del profesor, quise escaparme de allí.  Fue así como durante unos meses me fui a vivir con una de las ricas, pero muy impías, familias de mi comunidad.  En este hogar, aprendí a vivir muy vanamente.  Luego, regresé a vivir con mis padres, y escogí, a la edad de los trece años y medio, entrar a un estudio práctico, y permanecí en el mismo durante unos seis años y medio.  Con ellos tuve mucha libertad y la familia que me dio la oportunidad de estudio me trató más como un hijo que como un aprendiz.

Alrededor de los trece o catorce años, el Señor, en su misericordia, visitó mi alma otra vez.  Un poco después de iniciar el aprendizaje, Dios mandó a un hombre pío, no metodista, a nuestra comunidad y mi madre le invitó a casa.  A través de sus charlas y oraciones, otra vez fui despertado espiritualmente, antes de llegar a los catorce años.

Al despertar, ya fue más fácil el apartarme de mis carnales amigos, aun hasta que me agradó mucho el hacerlo.  Y, empecé a orar cada mañana y cada tarde, sintiendo el atrayente amor de Dios.  Pronto, dejé a nuestro ciego sacerdote, y fui a la Iglesia de West Bromwich; allí escuché a los predicadores Ryland, Stillingfleet, Talbot, Bagnall, Mansfield, Haweis y Venn: todos ministros renombrados.  Llegué a ser muy serio, leyendo muchos escritos de Jorge Whitefield, Los Sermones de Cennick y cualquier otro buen libro que pudiera encontrar.

Poco después inquirí a mi madre acerca de quiénes fueron los metodistas, dónde se encontraron y en qué consistieron sus enseñanzas.  Ella me dijo cosas favorables, dirigiéndome a alguien que pudiese llevarme a Wednesbury para que escuchara a los metodistas de primera mano.  Pronto me percató que eso no fue la Iglesia, ¡de veras fue algo mejor!  La gente era muy devota, y todos los hombres y las mujeres se arrodillaban, diciendo en voz alta: “¡Amen!”  Además, ¡cantaban himnos!  ¡Qué dulces sonidos!  Y, ¡Qué cosa tan extraña: el predicador no tenía libro de oración, pero oraba de maravilla!  Y más extrañamente, leyó un texto bíblico y predicó: ¡sin usar el libro de sermones!  Pensé: “¡Todo esto es maravilloso!  De veras es un camino extraño para mí, pero es el mejor.

El predicador habló acerca de la confianza, la seguridad, etc., cosas de las cuales no había experimentado.  Hasta ese entonces yo no sentía la profunda convicción del pecado, pero tampoco había cometido los pecados más feos.

Durante una de las posteriores predicaciones, mi compañero fue tocado hasta en lo más profundo de su corazón.  Esto me dio gran consternación, porque yo no podía llorar como él lo hacía.  Reconocí que yo estaba en un estado de incredulidad.  Cierta vez, orando él y yo en la granja de mi padre, creí que el Señor me había perdonado mis pecados, dándome su justicia.  Pero, mis compañeros argumentaron conmigo, diciéndome: —El señor Mather dijo que el creyente se siente tan feliz como que si estuviera en el mismo cielo.

Esto me desanimó durante unos meses, pues no creí ser tan feliz como alguien lo sería en el cielo.  No obstante, fui feliz, y no sentí ni culpa ni temor.  Además, tenía poder sobre el pecado y tuve una gran paz en el hombre interior.  También, en esa época de mi vida, empecé a examinarme más cuidadosamente, guardándome del pecado exterior y manteniendo una conciencia limpia.

Empezamos a reunimos para leer y orar, con buenos resultados.  También recibimos mucha persecución, hasta que los dueños de la casa en la que nos reuníamos llegaron a temer y nos pidieron que suspendiéramos las reuniones allí.  Así, empecé a hacer cultos en la casa de mi papá y la de Sutton Colefield, exhortando a la gente.  En esos cultos, varios confesaron haber hallado la paz por medio de mis labores.”

Francis Asbury- Predicador

Después de esto, Francis empezó a expandir sus labores, predicando en las sociedades metodistas de lugares cercanos a su hogar.  Predicaba tres o cuatro, y a veces cinco veces por semana, yendo a cualquier lugar que pudiera alcanzar, y a la vez trabajando en su empleo.  A los 21 o 22 años de edad, se consagró a la obra a tiempo completo, habiendo predicado ya, durante cinco años, en los lugares cercanos.  Se sometió a sí mismo bajo la guianza de Juan Wesley.  El señor Wesley le dio como encargo un circuito[3], y Francis trabajó fielmente durante cinco años como predicador itinerante.

Durante la conferencia metodista en Bristol de agosto de 1771, el señor Wesley hizo un llamado por obreros para trabajar en América del Norte.  Francis se ofreció para ése trabajo y de inmediato fue aceptado.  Al terminar la conferencia, se apresuró para visitar a sus padres e informarles de sus planes.  Su madre, a pesar de tener una extraordinaria relación con su único hijo, le dio su bendición.  En este momento será interesante leer una introducción del diario de Francis, fechado 17 de junio de 1798, parte que escribió muchos años después de su salida de Inglaterra.  El día anterior a la redacción de esta parte del diario, le había llegado la noticia de la muerte de su padre.

 

“…Hoy sí me siento como un huérfano a razón de la muerte de mi padre.  Es una dolorosa memoria, el recuerdo de mi partida de su lado, hace ya casi 27 años.  Mi papá fue un hombre que casi nunca lloró, pero al partir yo para América, las lágrimas y el dolor le vencieron y él exclamó: —¡Nunca más veré a Francis otra vez!…”

 

Fue como una profecía, porque una vez en América, Francis nunca volvió a Inglaterra ni vio a sus padres otra vez.

Luego de visitar a sus padres, volvió a sus antiguos circuitos para despedirse de sus amados amigos.  Muchos de estos le admiraron, por todo lo que iba a abandonar, como dice el refrán:

“Un país encantador y un feliz hogar,

Para, en las tierras lejanas, morar”

Con todo, nadie se le opuso, tomando en cuenta este hecho como su llamado, y después de visitarles deprisa, regresó en el mismo mes a Bristol para encontrarse con Ricardo Wright, quién igualmente iba a salir para América.  Tan pobre estaba Francis en ese entonces, que al llegar a Bristol, ¡no tenía ni siquiera un centavo!  Pero pronto el Señor abrió los corazones de sus amigos y le regalaron ropa y diez libras[4].

Fue así como el 2 de septiembre de 1771, Francis y Ricardo salieron de Inglaterra rumbo a América del Norte, teniendo Francis 26 años de edad.  Una vez iniciado el viaje en pleno mar, Francis se examinó a sí mismo en cuanto a sus motivos para ir a América.  Y se preguntó:

 

“1. ¿Adónde voy?  Se respondió: Al nuevo mundo.

2. ¿Para qué?  ¿Para ganar la honra?   Se respondió:  No; si conozco mi propio corazón.

3. ¿Para ganar dinero?  Se respondió: No, voy a vivir para la gloria de Dios, y para procurar hacer volver a otros al mismo sentir. 

Francis Asbury llega a América

En América, ya había existido una obra de Dios: primero entre “los amigos”[5], pero esa obra se terminó con el tiempo; posteriormente entre los presbiterianos, pero de igual modo esa obra se desmenguó.  La gente que Dios está bendiciendo en estos momentos es los metodistas.  Las doctrinas que predican y la disciplina que requieren son, yo creo, las más puras doctrinas y disciplinas en el mundo actual.  El Señor ha bendecido grandemente estas doctrinas y disciplinas en los tres reinados;[6] Por esto, pienso que le agradecen a Él.  Si Dios no me bendice en América, pronto volveré a Inglaterra.  Sé que mis propósitos son rectos en este momento, ¡qué sigan así para siempre!”

 

Después de un quieto viaje de cinco semanas, los dos misioneros llegaron a Filadelfia, Pennsylvania, dónde se encontraron con el señor Pilmore, otro predicador metodista.  Luego de quedarse unos días con él, Francis salió rumbo a Nueva York, donde llegó el 12 de noviembre.  Pronto se inició en la obra de Dios, predicando al siguiente día en la iglesia de la calle Juan, sobre el verso: “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado.” (1º Co. 2:2)

En esa ciudad, Francis encontró al señor Boardman, quién junto con el señor Pilmore, eran los únicos misioneros metodistas en América hasta ese entonces.  Ellos dos habían limitado sus labores casi totalmente a las dos ciudades mencionadas: Filadelfia y Nueva York.  A la llegada de Francis, los metodistas de Nueva York eran en total como 300, y los que habían en Filadelfia, como 250, y, además había unos cuantos en Maryland, cosechados estos últimos por las labores de Roberto Strawbridge, un predicador “local”.  Sumándolos a todos, en los tres lugares, eran alrededor de 600 personas.

Con todo, a principios del año 1772, Francis se propuso no trabajar solamente en las ciudades, planteando salir también al campo para alcanzar a los que vivían allí.  De acuerdo a esto, pronto hizo viajes a West Farms y Westchester, y luego a Rye, Nueva Rochelle y la isla de Staten[7].  En todos esos lugares fue recibido como un mensajero de Dios y tuvo buen éxito entre la gente, a pesar de que a veces tuvo que sufrir persecución.

En octubre de 1772, Francis recibió una carta de Juan Wesley, la cual le otorgaba la autoridad de ser “Ayudante General”, o sea “Superintendente”[8], de todos los predicadores y sociedades metodistas de América, y, le instó a que fuese muy atento a las reglas de la sociedad, en cuanto a los predicadores y a los laicos.  Hasta ese entonces, los predicadores no se habían reunido en una conferencia anual, como se hicieron en los años posteriores.  Más bien, los predicadores itinerantes intercambiaban sus circuitos entre sí según sus propios acuerdos, en las conferencias trimestrales.  Al ser nombrado como superintendente, la responsabilidad de asignarle a los predicadores sus circuitos fue encargada a Francis.

En diciembre del mismo año, Francis se encontraba en el condado de Kent, Maryland.  Allí, en cierta ocasión, un ministro de la Iglesia Anglicana vino a una de las reuniones, queriendo saber quién era, y si tenía licencia para predicar.  A estas preguntas, Francis le dijo su nombre, y que sí, tenía licencia como predicador metodista.  Inmediatamente el hombre empezó a jactarse, diciendo que él mismo tenía la autoridad sobre la gente, y que él mismo había sido encargado de sus almas.  Además, le informó a Francis que si él persistiese en predicar a la gente, él mismo le llevaría al juzgado; porque Francis no tenía permiso para predicar y no debía intentarlo.

Como respuesta a todo esto, Francis le informó que había venido a Maryland con un solo propósito: a predicar el evangelio.  Así, pues, predicaría.  Luego, le preguntó al ministro si él, como un predicador anglicano, tenía la autoridad de atar las conciencias de la gente, y si él era “juez de la paz”.[9]

Con todo, el clérigo anglicano acusó a Francis de hacer una desavenencia (1 Co.12: 25) y de estorbar a la gente en su trabajo.  A esas acusaciones, Francis replicó que no vino para apartar de la iglesia a la gente[10], y si le permitía, predicaría en su iglesia.  Además, Francis le preguntó si las ferias y las carreras de caballos no interrumpían a la gente en su trabajo.  Conjuntamente, le informó que había llegado para ayudar en la obra de Dios, no para molestarle.

—No te pido como ayudante, tampoco quiero tu ayuda, —le dijo el ministro.

Luego Francis le dio a saber que si no había maldecidores u otros pecadores en su iglesia, entonces él estaba cumpliendo su trabajo, pero si había de éstos, necesitaba ayuda.

—¿A qué has venido acá?, —el ministro le preguntó.

—Para convertir a la gente a Dios, —replicó Francis.

—Pero, ¿no puedo yo hacer esto igual que tú?

A esto, Francis respondió que él, como cristiano, tenía la autoridad de Dios para predicar el evangelio.

 Al final, el clérigo se burló de él, y, saliendo del lugar muy enojado, le dijo a la gente que no debían escuchar a Francis.  Con todo, mucha gente escuchó la Palabra, recibiéndola con corazones buenos y honestos.

Por medio de sucesos como éste, podemos comprender de qué manera recibieron a los predicadores metodistas muchas personas de las iglesias formales.  Ellos fueron calumniados y burlados, pero despecho a todo, siguieron adelante en la gran obra de salvar almas.

Pasado el tiempo, en el año 1773 dos predicadores más llegaron de Inglaterra para cooperar con la obra, en América.  Puesto que uno de ellos: El señor Rankin, era mayor que Francis, tomando en cuenta a ambos por su edad y posición ministerial, le pareció mejor a Wesley nombrar al señor Rankin como superintendente, en lugar de Francis.  Esta carga incluyó el derecho de convocar a los predicadores a una conferencia anual, y así hizo el señor Rankin.  Con todo, el 4 de julio de 1773, la primera Conferencia Anual de las sociedades metodistas en América se reunió en la ciudad de Filadelfia.  Solamente había diez predicadores itinerantes, con 1160 miembros en las sociedades en ese entonces.  Puede ser que estos números parecen suficientemente grandes a algunos de nosotros, pero en las décadas siguientes a esta historia, sucedió un tremendo aumento en las mismas.

Durante esta conferencia, Francis fue enviado a predicar otra vez al circuito de Baltimore, lugar en que laboró eficazmente, a veces saliendo a los alrededores para predicar en nuevos lugares.  Al siguiente año, le tocó predicar en Nueva York y Filadelfia, junto con el señor Rankin.   Sin embargo, su diario demuestra que también viajaba a varios otros lugares, predicando y formando nuevas sociedades.  Tal fue su labor en esto, que dañó su salud, forzándole a quedarse en lecho de enfermedad durante un tiempo.  Al llegar el año 1775, su campo de labor fue el circuito de Norfolk, Virginia, lugar no muy importante, pues encontró solamente a unos treinta miembros en esa sociedad.  Así, vemos que pese a que ya no era el superintendente de las sociedades, Francis siguió trabajando en la viña del Señor fielmente.  Demostró que su deseo no era el de ganar la honra o una posición.

Pruebas

Siempre existen dificultades en las relaciones durante la vida de una persona.  Y, Francis no fue una excepción a esto.  En esa época de su vida, parece que hubo una diferencia, entre él y el señor Rankin, sobre el punto de vista de la aplicación de la disciplina en la iglesia.  Los dos aplicaban una estricta disciplina, pero parece ser que el señor Rankin a veces fue un poco severo, tanto que algunos de los hermanos estuvieron insatisfechos que él fuera nombrado superintendente en lugar de Francis.  Sea como fuera, se sabe que el señor Rankin escribió una carta a Wesley, en la cual acusó a Francis de actuar injustamente con respecto a una supuesta subordinación.  Muchos piensan que esa acusación no tenía razón. Lo que quiero hacer notar es la actitud de Francis en medio de esa prueba.  A continuación se dan unas introducciones de su diario referente a ese tiempo.

 

“15 de agosto de 1774— Sentí la convicción, por el dormir demasiado; y mi mente se turbó a razón de una charla que tuve con los señores Rankin y Sause.  Pero el gran Escudriñador de corazones conoce mis intenciones, y a Él le encomiendo todo el futuro.

23 de septiembre de 1774— Me trajeron una carta de Tomás Rankin, quien pensó que él había sido perjudicado; pero yo estoy determinado a poner a un lado todas disputas, lo más posible.

6 de diciembre de 1774— Visité a unos de mis amigos que viven en la ciudad, y le escribí una carta al señor Wesley, la que leí al señor Rankin, para que él viese que no tenía intenciones de astucia o tratos secretos.

2 de enero de 1775— … Durante la cena en la casa del señor Bell, estaba muy entristecido a causa de la charla del señor Rankin; pero eso me sea una advertencia para ser prudente y velador.  Al día siguiente mi alma estaba muy viva en Dios.”

 

Así Francis pasó la tempestad sin dañar su propia alma. En otra ocasión escribió: “… todas contenciones hieren mi espíritu, y por esto, siempre me someto, sin resistir.  No voy a hacer nada que me separe de mis hermanos.”[11] ¡Que diferente habría sido la historia si hubiera tratado a sus acusadores con un espíritu contencioso!

Al pasar esa tormenta personal, empezó otra en todo rededor: la guerra de la rebelión.[12]  Algunos de los predicadores metodistas pensaron huir de las colonias, a razón de la persecución que les esperaba a todos los “tory”.[13]  El señor Rankin fue uno de los que pensaban volver a su país, y escribió una carta a Francis aconsejándole lo mismo.  Con todo, parece ser que la respuesta de Francis lo detuvo para cumplir su propósito durante dos años.

Muchos de los metodistas no quisieron participar en la guerra.  De hecho, algunos sí entraron al ejército, en ambos bandos.  ¡Qué tristeza!  ¡Los que se llamaban el uno al otro “hermanos en la fe”, se estaban matando el uno al otro!  Por supuesto, esto no es bíblico.  Sin embargo, muchos de los líderes, como Francis, rehusaron el tomar las armas.  Y, algunos sufrieron gravemente a causa de esto.  Algunos fueron echados en la cárcel.  Otros recibieron castigos públicos, o por lo menos, tuvieron que pagar multas.  A Francis, le dieron una multa de cinco libras.  Por fin, tuvo que salir del estado de Maryland y refugiarse en la casa de un juez amigo suyo en Delaware.  Los diferentes Estados requirieron que todas las personas que vivían dentro de sus fronteras juraran lealtad al Estado.  Y, Francis no quiso hacerlo, porque el juramento era tal que requeriría al jurador participar en la guerra.  Entonces, por ello, durante unos dos años se escondió en casas de sus amigos.  A continuación se dan algunas de introducciones de su diario, escritas durante esa época:

 

“14 de agosto de 1775: Prediqué esta mañana y también por la tarde, pero fuimos interrumpidos por el estruendo de las armas y por las preparaciones para la guerra.  Mi negocio es estar más intensamente devoto a Dios.

10 de marzo de 1776: Las congregaciones fueron pequeñas, por causa de la gran preocupación.  Pero yo sé que el Señor gobierna al mundo; así que estas cosas no me perturban.  Trataré de estar listo ya sea para la vida como para la muerte; de modo que si viene la muerte, mi alma pueda dejar esta tierra de tristeza con gozo, para ir a descansar en los brazos del bendito Jesús.  ¡Qué encantadora felicidad!  Allí no hay ruido de guerra, no hay enemigos perseguidores de la piedad tampoco hay espíritu malo que estorbe nuestra paz; sino que todo es pureza, paz y gozo.  Adaptando mi discurso a la ocasión, prediqué en la tarde sobre Is. 1:19-20: ‘Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra; si no quisiereis y fuereis rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca de Jehová lo ha dicho.’

19 de marzo de 1776: Mi deseo es vivir en amor y paz con todos los hombres, no haciéndoles daño alguno, más bien, haciéndoles todo el bien que pueda.

23 de abril de 1776: Cabalgué a Burlington y durante el viaje mi alma se llenó de santa paz y se ocupó en meditaciones celestiales.  Sin embargo, para mi tristeza, encontré allí que muchos habían tomado el espíritu de guerra, pues habían perdido el espíritu de la pura y cristalina religión.[14]  Prediqué sobre Romanos 13:11, pero fue un tiempo seco y sin fruto.  Algunos que habían caminado bien ahora andan desordenadamente.

1 de septiembre de 1776: Cabalgué a Gunpowder Neck y prediqué allí dos veces.  Mi alma era feliz en Dios en gran manera.  Pero, ¡Ay! Escuchamos noticias de matanzas y mortandad.  Muchas almas inmortales van a la eternidad a causa de la sangrienta espada.  Esto es tristeza para mi alma.  ¡Señor, dispersa a los que les encanta la guerra y tienen sed de sangre humana!  Es bueno para los justos el que este mundo no sea su hogar.  No, ellos son bendecidos con un espíritu pacificador…”

 

A través de estas referencias sobre la guerra en su diario, entendemos el corazón de Francis en cuanto a la misma.  Él escogió padecer la persecución y sufrir la falsa acusación[15] en lugar de tener la aprobación de los hombres, siguiendo así en pos de su Señor: el Príncipe de paz.

En medio de tales turbados tiempos, otro suceso trataba de abatir a Francis: muchos de los predicadores británicos se regresaron a Inglaterra, dándole a Francis otro golpe.  Para él, la idea de abandonar a las “ovejas esparcidas” no parecía correcta.  Su diario reporta lo siguiente en la fecha de 21 de enero de 1777:

 

“Un mensajero de la casa del señor Gough me encontró en la casa de la viuda B.[16], informándome que el señor Rolla y Jorge Shadford me esperaban en la casa de Gough.  Después de predicar, me fui, y fue así que me encontré con mis hermanos esa misma noche.  Los hallé dispuestos para salir de América rumbo a Inglaterra.  Pero yo había resuelto no apartarme de la obra a pesar de ninguna consideración.”

a última oración de la introducción arriba citada nos aclara su modo de pensar.  ¡Qué corazón tan valiente!  Parece que el consejo de Francis detuvo por un rato a algunos de los que querían volver a Inglaterra.  Sin embargo, encontramos lo siguiente en su diario, fechado 22 de septiembre de 1777:

 

“Me reuní con el hermano Jorge Shadford, quien me informó que mis hermanos Rankin y Rodda habían salido del continente[17].  Entonces, estábamos solos.  Pero, yo estoy en la mano de Dios, confiando que su buena providencia nos dirigirá y protegerá; estoy persuadido de que nada me sucederá, sino solamente lo que aumentará Su gloria y mi beneficio.

10 de marzo de 1778: Ayer Samuel Spragg llegó de recorrer el circuito de arriba, y hoy él y Jorge Shadford[18] se apartaron de mí.”

Más pruebas

Ese mismo día las autoridades del Estado de Maryland demandaron a Francis que jurara lealtad al Estado.  Pero no quiso hacerlo, pues esto le forzaría a entrar en la guerra, cosa que no deseaba hacer, pues los cristianos deben amar a sus enemigos.  Tres días más tarde escribió lo siguiente en su diario:

 

“13 de marzo de 1778: Estaba [hoy] bajo lobreguez mental.  Pero, no es cosa maravillosa: estoy a 4000 kilómetros de mi hogar, mis amigos me han dejado y muchos me consideran como enemigo del país, lo cual me hace vulnerable a ser aprehendido y abusado violentamente en cualquier momento.  Sin embargo, todo esto no es nada, y así poder sufrir por Cristo y por la salvación de las almas.  Señor, ¡Ayúdame!”

 

Pronto, Francis se dio cuenta que debía huir al Estado de Delaware y refugiarse en la casa de un amigo.  Y así lo hizo, escondiéndose de las autoridades durante casi dos años.  A veces podía salir un poco para ministrar en áreas cercanas, pero la mayoría del tiempo se le pasaba en su cuarto, solo, peleando a veces contra el aburrimiento y la frustración de no poder predicar.  Sin embargo, aun allí no malgastó el tiempo, sino que lo invirtió en el estudio.

 

“16 de marzo de 1778: Me esforcé en estudiar el Nuevo Testamento en griego y latín; pero para mí, no es igual que predicar el evangelio.  No obstante, cuando uno no puede hacer lo que quiere, tiene que hacer lo que puede.[19]

18 de marzo de 1778: Para invertir mejor el tiempo en esta reclusión parcial, me he esforzado más en mis estudios, he invertido un rato en instruir a los niños y a menudo tengo ganas de pronunciar lecturas para la familia.   El día de hoy he recibido la noticia de que el hermano W. fue encarcelado en Annapolis.

16 de mayo de 1778: Se debe hacer notar que a dos de nuestros[20] predicadores los han capturado.  A cambio de violar sus conciencias lo permitieron [los hermanos].  Y, los hombres que aprehendieron a los hermanos fueron heridos de gravedad unas semanas después.”[21]

La vida devocional de Francis

Mientras conocemos esta época en la vida de Francis, vale la pena fijarse de los hábitos en sus devocionales personales.  Cada cristiano necesita una constante comunión con Dios, porque, de hecho, esto es lo que Dios desea.  A continuación se citan algunas partes de su diario.  Las mismas abarcan varios años, y no son todas las alusiones que contiene su diario acerca de sus devocionales.

 

“29 de julio de 1776: Mi jornada actual consiste normalmente en esto: leo cerca de cien páginas, oro públicamente cinco veces, predico al aire libre una vez cada dos días y cada tarde pronuncio un discurso en la reunión de oración.  Y, si pudiera hacerlo, haría mil veces más por tal misericordioso y bendito Maestro que tengo.  Pero en medio de todas estas pequeñas obras que hago, siento como que si no fuera nada, y Cristo a mí me es todo en todo.

31 de julio de 1776: Invertí un rato a solas con Dios en el bosque, y encontré un glorioso tiempo de amor y gozo.  ¡Oh! ¡Qué actividad tan encantadora!...

12 de diciembre de 1776: …Mi deseo es vivir más para Dios hoy de lo que hice ayer, y ser más santo en esta hora que la pasada.

15 de febrero de 1777: Estaba leyendo algo en griego y en hebreo; pero mi alma anhela sentir más mortandad en todo, excepto en Dios, y sentir un aumento de luz espiritual, vida y amor.

12 de mayo de 1777: Nuestra conferencia terminó con un banquete de ágape[22] y una vigilia.  Pero al llegar el tiempo para despedirnos, muchos de los participantes lloraron como que si hubieran perdido a su hijo primogénito…

12 de noviembre de 1777: Me propongo, por la gracia de Dios, leer seis capítulos de la Biblia diariamente, cuando las circunstancias me lo permiten.

21 de noviembre de 1777: He tratado de aprovechar del tiempo por leer y he visto tanto de la hermosura de la santidad, que ya tengo sed y un gran deseo por más de ella”

 

Francis fue conocido por muchos como un hombre de oración.  Y, tiene razón.  A menos que hubiera sido mentiroso, cosa que no creo yo, su diario afirma claramente para probar este testimonio.  Fíjate en las siguientes citas:

 

“8 de diciembre de 1776: Mi práctica en el presente es dedicar unas tres horas de cada 24 a la oración privada; pero Satanás trabaja mucho para interrumpirme.

2 de enero de 1777: Mi alma tuvo que luchar contra los principados y potestades; pero, por la gracia de Dios, a través de resistir al tentador firmemente, he conseguido ser “más que vencedor”, y ya tengo paz.

22 de marzo de 1777: Al acercarnos a Él en sinceridad, Él se acercará a nosotros.  Me he consagrado a mí mismo a la oración privada siete veces al día, y encontré que mi amor se ha engrandecido por los predicadores, las sociedades; especialmente las que están en los nuevos lugares, y por mis viejos padres.  Mientras me ejercitaba así, mi alma fue avivada y purificada.  ¡Glorificado sea Dios!

4 de abril de 1778: El día hoy fue un día de mucho poder divino y amor para mi alma.  No fui molestado e invertí una parte de cada hora en la oración.  Cristo estaba cerca de mí y él me fue muy precioso.[23]

21 de abril de 1778: Me propongo invertir en la oración diez minutos de cada hora, de las que estoy despierto.

20 de septiembre de 1779: Leí trece capítulos del Apocalipsis.  Una parte de estos debía leer ayer, pero no tuve tiempo.  También leí cerca de cien páginas del libro de Camper sobre la consagración de los obispos… Leí cincuenta páginas de “Salmon’s Grammar”.  Ahora tengo claro que el diablo nos permitirá leer en todo tiempo, si esto nos imposibilita el orar; pero la oración es la espada del predicador[24], la vida del cristiano[25], el terror del infierno y una plaga para el diablo.

17 de noviembre de 1779: Me propuse levantarme [cada día] a las cuatro de la mañana en cuanto pueda, invirtiendo dos horas en la oración y meditación, dos horas en leer y una en relajarme y conversar, y, a las nueve de la noche acostarme para dormir.  Todo esto me propongo cumplir, si no estoy viajando…

28 de enero de 1780: Un buen día para viajar.  Ayer hubo tanto frío, que así casi no se puede viajar sin congelarse los brazos o piernas.[26]  Me levanté un poco después de las cinco, oré cuatro veces antes de salir de mi cuarto, y dos veces con la familia.  Luego salí rumbo a la casa de Isaac Moore, quien vive abajo de la quebrada Broad.  Tuve molestias en el camino, a razón del mucho hielo, pero llegué sano y salvo.  En el viaje, tuve varios pensamientos y duras luchas interiores.  Después de cabalgar 35 kilómetros, comí un poco de comida, pues el día de hoy es un día de ayuno y oración para mí.[27]

 

Freeborn Garrettson, otro predicador metodista de esa época, dijo referente a Francis: “Él oraba mejor y más que cualquier persona que yo conocía.”  En esto, hermanos, está el secreto de su éxito.  ¡Ojalá qué nosotros la pongamos en práctica en el siglo XXI!

Francis Asbury-incansable trabajador

Pero Francis sobresalió en otro detalle más que el solo orar.  Puso su mano en el arado en términos muy prácticos.  El leer su diario es estimulante, pues no se ve nada de pereza en su vida.  Si no podía servir en una obra exterior, entonces o leería o estudiaría u oraría.  No se sentó diciéndose: —Bueno, pues no hay nada que hacer, entonces voy a divertirme en una pelea de gallos.[28]

En sus viajes, parecía ser incansable.  ¡Durante su vida, viajó una distancia igual a la de circundar el mundo unas once veces, ya sea cabalgando o en carruaje jalado por caballos!  Pero, realmente, sí, se cansaba, aunque muy pocas veces se paró solamente para tener descanso.  A continuación se cita más de su diario, pero realmente las siguientes citas son unas pocas de tales semejantes:

 

“28 de abril de 1777: Unas 200 personas, quienes parecían apáticas todas, vinieron a escuchar la Palabra a Pig Point.  Parecían ser completamente extrañas a mi doctrina; y por esto algunos se reían mientras otras lloraban.  Cabalgué 85 kilómetros, ida y vuelta, para predicar aquel sermón, pero espero que no haya sido una labor totalmente en vano.

5 de noviembre de 1784: Llegué otra vez a la casa de Coronel Burton.  Desde que salí de su casa hace tres días, he cabalgado casi 166 kilómetros, he invertido cinco horas predicando públicamente y diez horas orando públicamente y con familias, y además, he leído 200 páginas del libro “Obras de Young”.  He gozado de una gran paz y espero ver una gran y gloriosa obra en el futuro.”

 

Se pueden añadir muchas otras partes semejantes de su diario.  Durantes los últimos años de su vida, Francis anotó en su diario, que más o menos escribió unas mil cartas por año.  Y, que en algunos días tuvo de promedio unos 50-60 kilómetros de recorrido.  Pero su pesar fue más allá que sus propios sufrimientos.  ¡Tanto sufrió en su corazón al ver a algunos de sus hermanos: A los africanos en esclavitud!

Francis y la esclavitud de los africanos

La esclavitud de los africanos es un verdadero capítulo negro en la historia Norteamericana.  Lo peor es que muchos “cristianos” la soportaban, hasta el tener sus propios esclavos, comprados como pertinencias en los mercados.  Por supuesto, los que llevaban el nombre de Cristo los trataban mejor del trato que les daban sus vecinos no cristianos, pero, con todo, la idea de liberarlos no fue aceptada por muchos.

Los metodistas, junto con muchos cuáqueros, se opusieron a la esclavitud o por lo menos, les pagaron a sus esclavos el trabajo que hacían igual que a otro peón.[29]   A continuación, se citan de las propias palabras de Francis:

 

“10 de junio de 1778: Encuentro que la parte más piadosa de la gente llamada ‘cuáqueros’[30] se esfuerza para liberar a los esclavos.  La misma es una obra digna de alabar, y, los metodistas tienen que ponerla en práctica o, yo temo, el Señor se apartará de ellos.

4 de junio de 1780: Cabalgué 18 kilómetros a la capilla de la Señora Merritt, donde se congregaron unas 300 personas, tanto negros como blancos.  Hablé sobre Romanos 2:7-9.  Luego de predicar, le pregunté a la Sociedad: algunos de ellos eran felices, pero faltan en reunirse y ,de igual modo, las reglas de la sociedad no se guardan allí.  Les hablé a algunos de ellos en cuanto a la esclavitud, pero no pudieron recibir mis palabras.  De esto estoy asegurado: Dios abogará la causa de los oprimidos, aunque decir esto en este lugar es ofensa.  ¡Oh Señor! ¡Elimina ese espíritu del infierno, el de la esclavitud, de entre tu amada Sion!

27 de junio de 1780: Hay muchas cosas dolorosas para mí, que no pueden eliminarse todavía; en especial la esclavitud y todas las circunstancias que ella conlleva.  El Señor ciertamente escuchará los gemidos de estas criaturas oprimidas, desnudas y hambrientas.  ¡Oh, Dios mío! ¡Ten misericordia de esta tierra!  ¡No permitas que el desastre venga sobre Unión América!  Amen.

3 de julio de 1780: Me da pena, viendo la esclavitud y la manera en que se trata a esa pobre gente.

19 de diciembre de 1796: Tuvimos que madrugar.  Mi caballo trota pesadamente; pero con razón, pues lo he hecho cabalgar un promedio de 7500 kilómetros durante cinco años seguidos.  Prediqué sobre Hebreos 3:7 y 8.  Sentí como si el Señor y sus mensajeros hubieran abandonado este lugar.  Mi espíritu se ha entristecido por la conducta de algunos de los metodistas, que alquilan a sus esclavos en los mercados públicos a la persona que ofreciera más dinero, para que éste maltrate al esclavo.  Creo que tales miembros necesitan ser disciplinados por la iglesia.  Al lado de los opresores está la ley y el poder, ¿pero dónde está la justicia y la misericordia para los esclavos?  ¿Cuál ojo tendrá misericordia o cuál mano ayudará o cuál oído escuchará sus gemidos?  Yo trataré, si las palabras puedan ser iguales a las espadas para penetrar los corazones de los dueños.”

 

En la última cita, se nota que Francis creyó en el aplicar la disciplina en la iglesia, tal tarea hizo, a pesar de que muchas personas le maldijeron a razón de la misma.  Los miembros de las sociedades que no mostraron sinceridad a través del arrepentimiento y las buenas obras, fueron expulsados de la sociedad, luego de ser avisados unas veces con anterioridad.  Tal disciplina hace falta hoy en día en muchas iglesias.  Algunos piensan que el limpiar la iglesia, quitando a los hipócritas, la dañará y la vaciará.  Puede ser que ello la vaciará, pero no la dañará.  De hecho, muchas veces la llenará, pero con gente más sincera, pues la gente sincera no quiere la hipocresía, y no se unirá a una iglesia llena de gente mundana.

 

A consecuencia de su mucha labor, la salud de Francis empeoró tanto, que en el año 1800, pidió a la Conferencia que le librase del cargo de obispo.  No obstante, al considerarlo, la Conferencia le pidió que continuase como pudiera.  Además, la Conferencia eligió a Ricardo Whatcoat como obispo, para ayudar a Francis.  El hermano Tomás Coke había colaborado con Francis hasta entonces, pero él estaba tan ocupado en otros cargos en Europa y otros lugares, que no podía quedarse mucho tiempo en América.

A veces Francis fue acusado de tener deseos de ahorrar riquezas para sí mismo.  Tal acusación no tuvo ninguna base.  Su sueldo hasta el año de 1800 fue US$64.00 anuales, y luego se lo incrementaron a US$80.00 anuales[31]  Para ayudar al lector a comprender cómo ese sueldo se puede comparar con los costos de sobrevivencia, se sabe que un buen caballo costaba en ese entonces alrededor de US$90.00.  ¡Imagínate!  Un sueldo de un año, igual al precio de un caballo.  Vale la pena leer las siguientes citas, que abarcan muchos años y épocas de la vida de Francis.

 

 “5 de abril de 1783: Escuché la noticia de que se ha confirmado la paz entre Inglaterra y la Unión América.[32]  Tuve varios pensamientos referentes a la misma; puede ser que vamos a ver grandes cambios entre nosotros, algunos para lo mejor, otros para lo peor.  Tal vez la paz dañará la obra de Dios: nuestros predicadores pueden ser tentados a acomodarse con el mundo; y nuestra gente, al entrar en el mundo del negocio y adquirir riqueza, tal vez van a tomar de su espíritu…

16 de mayo de 1791: He servido a la iglesia durante casi 25 años en Europa y en América.  Todo lo que he ganado consiste de dos viejos caballos, que son mis constantes compañeros en mis labores, viajando más o menos 10.000 kilómetros por año.  Cuando no hay lanchones, cruzan los ríos nadando.  En cuanto a ropa, tengo casi igual a la que tenía al comienzo; no tengo plata ni oro, tampoco propiedad cualquiera.  Mis amigos íntimos saben que no miento en este asunto.  Estoy resuelto a no hacer reclamos por cualquier propiedad de la Biblioteca[33].  Aunque su capital abunde, voy a dejarlo para los predicadores enfermos, la universidad y las escuelas.  No quiero que mi nombre sea nombrado de haber hecho, tenido o sido cualquier cosa; sino que únicamente haber sido polvo.

21 de febrero de 1797: Una africana pobre, de sesenta años de edad, que se gana la vida colectando hierbas silvestres y por la caridad de sus amigos; me trajo una moneda diciendo que estuvo preocupada por mí y que yo debía recibir su dinero.  Pero, ¡No!  Aunque tengo menos de tres dólares para hacer un viaje de 3000 kilómetros, no tomaré el dinero de los pobres.

3 de marzo de 1782: Prediqué un sermón en el funeral de la señora Harrison… El señor Harrison parece estar bien triste por haber perdido a su esposa; ojalá que esto termine en una tristeza de parte de su propia alma.  Él me ofreció una gran remuneración por mis servicios— el dinero no es mi fin.

1 de mayo de 1796: …Mi mente está turbada en cuanto al futuro.  No sé si debo continuar soportando mi carga o retirarme a otra tierra.  Tengo miedo a que se me abra una puerta hacia el honor, la comodidad y la mezquindad.  Entonces, adiós a la verdadera religión de la Conexión Metodista Americana; pero, tal vez mi muerte pronto termine con todos estos pensamientos dentro de mí, y entonces se calmen todas mis turbaciones.

15 de marzo de 1800: …Uno de mis amigos quiso prestar o mendigar £ 50.00[34] de mí.  Hubiera sido igual que pedirme todo el país de Perú.  Le mostré todo el dinero que tenía, casi $ 12.00, y le regalé $ 5.00 de éstos.  Es extraño, pero ni mis amigos ni mis enemigos creen que ni tengo ni busco paquetes de dinero.  Bueno, creerán, por medio de la demostración de lo que trato de probar: Viviré y moriré como un hombre pobre.

12 de septiembre de 1780: Visité mis amigos.  Ellos me hicieron un vestido de tela Virginia, el cual mucho necesitaba yo, pues mi antiguo era andrajoso…

30 de octubre de 1780: He gastado el último centavo de mi dinero…

11 de noviembre de 1804: Prediqué, muy débilmente, sobre Juan 1:50.  El obispo de la Iglesia Metodista Americana, teniendo solamente $ 2.00, se vio obligado a revelar su necesidad.[35]

20 de septiembre de 1806: Los hermanos estaban necesitados y no tenían para proveerse a sí mismos, de modo que les compartí mi reloj, mi abrigo y mi camisa. [¡Que ejemplo, para un obispo!]

25 de julio de 1807: …¡Lo qué Dios ha obrado en América!  En menos de 36 años, encontramos 144,590 miembros.  En Inglaterra, después de 77 años, se cuentan 150,974.  Pero ellos tienen 30 millones de almas donde cosechar, mientras que nosotros, no más de cinco millones.  Nuestros predicadores itinerantes son 536, y los locales se cuentan en más o menos 1400.  Pero todos estos son hombres pobres y sin letras, además sin libros, dinero e influencia carnal.

17 de marzo de 1811: En la capilla encontré a muchos predicadores y a una congregación más grande de lo que imaginaba.  Ya que tenía una cita para predicar, tuve que hacerlo.  ¡Cuán difícil es, para los predicadores bien suplidos, mantener el genuino espíritu de religión!…[36]

31 de marzo de 1812: …Hay muchos recién convertidos acá, entre ellos: Francis Hollingswoth y su esposa, Enrique Willis y una joven con una fortuna de $ 50.000— ¿Podrá ella alcanzar y mantener la religión verdadera?  ¡No creo!

30 de junio de 1813: …Hemos gastado cerca de $ 10.00 mensualmente por los costos del viaje.  Pero, ¿de dónde vendrá el dinero para nuestras ropas y caballos?  ¿Y para ayudar a los pobres?  Tendremos que usar el $ 200.00 que la conferencia nos regaló.  ¿Podemos mendigar?  Para nuestras necesidades, ¡Nunca![37]

 

Por medio de estas citas, se ve claramente que Francis no buscaba la riqueza, tampoco pensaba que la obra de Dios dependía del mucho dinero.  Esto es una buena lección para nosotros hoy en día.  Es tan fácil pensar que se necesita mucho dinero para llevar a cabo una obra salvadora.  ¡¡No es así!!

Francis Asbury-Obispo ambulante

Al terminar la conferencia del año 1800, Francis siguió viajando, pero padeciendo dolores a veces.  Con respecto a sus labores, él comentó: “¿Por qué debe quejarse un hombre?  Pero [es difícil] estar tres meses seguidos en la selva, en casas de un solo cuarto con una sola chimenea[38], y además, con media docena de personas desconocidas alrededor, juntamente con sus familias, las que usualmente son grandes: una verdadera multitud.  Entre tales circunstancias, uno se ve obligado a meditar, si es posible, en medio de la bulla, y además necesita cumplir sus deberes de predicar, leer, escribir, orar, cantar, charlar, comer, beber y dormir, ¡o huir al bosque!  Bueno, tengo un dolor en mi cuerpo, el que siento muy agudamente cuando estoy montado, pero me consuelo con ‘canciones en la noche’.” (Job 35:10)

A pesar de todo, el año 1802 ve a Francis viajando unos seis mil kilómetros, la mayoría cabalgando, y bajo la lluvia, nieve; con mosquitos y calor.  En ese año llegó a su 57avo cumpleaños.  Parece que su salud mejoró otra vez, y en la Conferencia General de 1804, los tres obispos: Coke, Asbury y Whatcoat estaban presentes.

Pero el tiempo del obispo Whatcoat pronto se acabó.  En 1806, murió, dejando a Francis solo otra vez en la superintendencia.  El obispo Coke seguía muy ocupado en la obra en Europa, y realmente no hizo mucho en América.  Así, Francis presidió en siete diferente conferencias regionales en el año 1807, viajando para cumplir esto nueve mil kilómetros en diez meses.  Ahora, tenía 62 años: ¡Qué hazaña para un anciano!

Muchos acusaron a Francis de querer controlar la iglesia, como los papas controlan la iglesia católica.  De la veracidad de esto es imposible saber hoy en día, dos siglos después.  Pero una cosa resulta evidente: Francis no quería nada con la política.  Fíjate otra vez en sus palabras:

 

“21 de octubre de 1781: Celebramos un banquete ágape.  Visité la Iglesia Episcopal dos veces.  Nuestra propia capilla estuvo atestada.  La obra de Dios, según apariencias, sigue avivándose, y espero que la sociedad aumente en gracia al igual de lo que aumenta en número.  Entre demasiados ciudadanos, el espíritu de política ha, en parte o totalmente, destruido el espíritu de la verdadera religión…

27 de mayo de 1803: Los bautistas del Estado de Connecticut enviaron su petición para la tolerancia religiosa a los obispos de la Iglesia Metodista, para que les apoyen para obtener la tolerancia en ese Estado.[39]  ¿Qué podemos hacer, y por qué es esto nuestro trabajo?  No somos Papas católicos, tampoco políticos.  Vamos a permitirles a nuestros hermanos[40] conseguir sus libertades.  Además, ¿A quién podemos confiar con poder?  Los bautistas son enemigos grandes de la administración episcopal, aunque ésta sea muy liberal.[41]  Ahora, parece que ellos quieren la ayuda de ‘los papas metodistas’, como nos llaman, y no son demasiado orgullosos para pedirla.  Pero nuestra gente no se alejarán más allá de su medida: realmente sus obispos no tienen tal poder, como piensan los bautistas…[42]

5 de marzo de 1806: Estuve ocupado escribiendo cartas a los misioneros del Territorio[43] de Mississippi.  Las visitas no me divierten, y no tengo interés en el Congreso.  Soy un hombre de otro mundo, en mente y llamado; soy de Cristo, y para el servicio de su Iglesia.[44]

7 de diciembre de 1806: …Visité al juez Carlos Tait.  No me presenté a él como un hombre dignatario, pero sí como un cristiano y ministro.  Visitaría al Presidente de los Estados Unidos del mismo modo.  Por supuesto, me comportaría decentemente y con respeto, pero nada más…[45]

10 de septiembre de 1809: …Esas largas charlas acerca de la tierra y la política no me gustaban.  No tengo mucho interés ni en la una ni en la otra.

19 de noviembre de 1811: Hoy envié once cartas oficiales.  Hilliard Judge se ha nombrado como capellán de la legislatura de Carolina del Sur; ¡y el gran Snethem es capellán al Congreso!  Entonces, empezamos a participar del honor que proviene del hombre.  ¡Ahora es el tiempo de peligro!  ¡Oh Señor!  ¡Mantennos rectos, mantennos santos!

23 de agosto de 1815: Salimos de Chillicothe [Ohio] bajo la lluvia.  A algunos les gusta insultar a los metodistas, usando a los peores de nosotros como ejemplos.  Con todo, aunque sí, algunos de nosotros somos malos ejemplos, no quiero cambiar al peor metodista por un burlador no arrepentido.  ¡Oh! Cuidémonos que el cisma y la política no expulsen la piedad: tales cosas no se mezclan bien.

 

En la conferencia general de 1808, Guillermo McKendree fue elegido obispo para ayudar a Francis.  Él era más joven y sirvió de mucha ayuda a Francis.  Los dos viajaron juntos durante el siguiente año, y así dar oportunidad para introducir a Guillermo a la obra.

Llegando al año 1811, encontramos a Francis cumpliendo un deseo que tuvo durante muchos años: el visitar Canadá y la obra desarrollada allí.  De allí regresó otra vez a los EE.UU., y en de dos meses había viajado más de 2400 kilómetros, y esto en caminos bien malos.

Durante los primeros años del siglo XIX, se inició otro tipo de reunión, la cual fue una gran bendición para muchas personas: la reunión de campamento.[46]  Las primeras de estas reuniones comenzaron en el Estado de Kentucky, y varias denominaciones participaron en ellas, sin celos denominacionales.  A veces hubo problemas con la gente inconversa, que vinieron a los campamentos a tomar alcohol y a vender el mismo a otras personas.  Pero el bien venció al mal, a pesar de que también se vieron casos de exceso de emociones.  Algunas personas se caían al suelo, sin poder moverse o hacían sonidos como animales etc.  Todo esto les ocurrió a personas inconversas y los cristianos lo consideraron como la venganza de Dios.  Con todo, algunos de los mismos se convirtieron.  La mayoría de los cristianos no hicieron hincapié en tales experiencias emocionantes, más bien prefiriendo ver un corazón cambiado por la gracia de Cristo.

A continuación, se comparte la opinión de Francis, en cuanto a tales experiencias:

 

“9 de agosto de 1778: Pues me han informado que algunos están en peligro de desviarse por impresiones y sueños, y que un hombre de mente débil ya ha descarriado a unas cuantas almas sencillas, pensé que sería bueno predicar acerca de Isaías 8:20: “¡A la ley y al testimonio! Si ellos no hablan de acuerdo con esta palabra, es que no les ha amanecido.”  Mientras que permanecemos cerca de la Palabra escrita de Dios, con respecto a nuestras experiencias, prácticas y teorías, estamos seguros.  Pero si un ángel del cielo predica otro evangelio, Pablo dice que “sea anatema” (Gálatas 1:8) Los sueños pueden manar de varias fuentes, y aun las impresiones demoníacas pueden parecer como las del Espíritu de Dios.  Resulta evidente que cualquier impresión que quiera influir en división, estorbar la paz de la iglesia, descarriar de la obediencia o consolarnos en medio de la tibieza, no es de Dios, pues no está de acuerdo con lo que el Espíritu Santo ha revelado; y el Espíritu Santo no puede contradecirse a sí mismo.  Así, cada impresión, sueño, visión, etc. debe compararse ante las Santas Escrituras, y si no concordaran perfectamente con ellas, deben ser rechazadas.

29 de agosto de 1803: …encontré a un viejo Presbiteriano, quien me informó que había un avivamiento de religión en la congregación del señor Wood, tanto que ayer algunos cayeron al suelo, al estar escuchando la predicación.  Luego, me pidió mi opinión acerca de tal obra; a tal pregunta di respuesta que, según me pareció, cualquier persona que no puede dar testimonio del poder convencedor y convertidor de Dios en su vida es posiblemente engañado: caerse al suelo no hace nada.”

 

El año 1812 ve el comienzo de otra guerra entre los EE.UU. e Inglaterra.  A pesar de todo, Francis continuó sus visitaciones.  Dos años más tarde, se enfermó tanto que muchos pensaron que iba a partir de este mundo.  Pero pronto se mejoró, y con un carruaje nuevo, regalo de sus amigos de Filadelfia, fue hasta Pittsburg a los pocos días: ¡Una distancia de 450 kilómetros![47]

Leyendo el diario de Francis, se nota que en los últimos años de su vida tuvo más sucesos referentes a un triste tema: él vio un relajamiento entre los metodistas en vivir santo.  Los primeros metodistas creyeron y practicaban una vida separada el mundo y la santificación a Dios.  Lo mismo tocó toda parte de la vida, lo interior y lo exterior.  El resultado fue igual a lo que pasaría en cualquier iglesia que pone en práctica la santidad: los metodistas vivían de manera muy diferente que sus vecinos.  No buscaban el deseo de la carne, el deseo de los ojos y la soberbia de la vida (1º Juan 2:16), más bien buscaban a Cristo de todo corazón.[48]

¿Cómo miró Francis las pompas de este mundo?  Las siguientes citas de su diario aclaran su valoración acerca de las vanidades que nos tientan por todos lados.

 

“6 de junio de 1777: Descontinué el uso de mi peluca…[49]

16 de noviembre de 1806: …He aquí, hay una campana sobre la capilla… Es la primera en una capilla metodista en América.  ¡Ojalá que se quiebre!

13 de junio de 1813: Nos levantamos a las cuatro de la mañana para poder viajar 18 kilómetros a la reunión trimestral en Somerset.  Discursé sobre el Padrenuestro.  Luego almorcé con el Capitán Reed y di otra exhortación en la tarde.  Me dicen que hay un avivamiento en la obra de Dios aquí, en Warren y en Bristol también.  Tengo dificultades para encontrarlo, pero tengo que guardar silencio.  Mi mente está en Dios.  En Nueva Inglaterra cantamos, construimos capillas, comemos y nos ponemos de pie para orar.[50]  En este lugar, los predicadores se asientan y la gente les paga, además del hecho que tienen a otros predicadores itinerantes que les ministran.  Si yo trabajase otros 42 años más, supongo que no podría corregir todo… ¡Oh!  ¡Capillas con campanarios en forma de agujas y campanas!  (¿Iremos a usar órganos en el futuro también?)[51]  Todas estas cosas están en contra de mí pensamiento y de la simplicidad de Cristo.  En Nueva Inglaterra nos hemos resistido a la idea de campanarios con arquitectura en forma de agujas y a los asientos especiales; hasta que los asientos especiales no sean quitados, vamos abandonar las capillas…”

 

En su diario, Francis no menciona su forma de vestir.  No obstante, por otros libros de historia se entiende que no usaba adornos, llevaba ropa sencilla y práctica.  Un historiador le describió vestido casi igual como un cuáquero, gente que también obedeció al mandamiento bíblico de no conformarse al mundo.  A continuación se da una cita de la historia de la Iglesia Metodista, escrita por Santiago Finley:

 

“Al terminar la reunión, salí con el obispo [Asbury] rumbo a Springfield [Ohio], a donde llegamos el martes por la tarde.  Nos paramos para visitar a una familia metodista.  Entrando a la casa, vimos a la hija y a otras chicas, quienes estaban vestidas a la moda.  La hija tocaba el piano, y mientras atravesamos el cuarto, sin duda alguna que les provocamos a esas muchachas bien vestidas, el comentar acerca de nuestro sencillo modo de vestir, tal vez causándoles el adivinar de dónde vinieron a esos vulgares campesinos.

El obispo se sentó, y pronto entró el padre y la madre de la chica que tocaba el piano.  Ellos saludaron al obispo, y luego entraron los abuelos.  Cuando la abuela saludó al obispo, él asió la mano de ella, mirando intensamente a la cara.  Con lágrimas rodando por sus mejillas le dijo a ella: —Estaba mirándola para ver si pudiera encontrar la semejanza de su santa madre en las líneas de su cara.  Ella fue la primera generación de metodistas.  Vivió una vida santa y murió triunfantemente.

—Usted, —siguió el obispo—, y su esposo son la segunda generación de metodistas.  Su hijo y la esposa de él son la tercera y aquella muchacha, la nieta de usted, es la cuarta.  Ella ha aprendido a vestirse de moda y a tocar piano, y sabe todas las artes de una vida de moda.  Me supongo que, si esto continúa, la quinta generación de metodistas va a asistir a las escuelas de baile.”

 

Esas palabras afectaron profundamente a los abuelos.  No se sabe como afectaron a la muchacha.  Con todo, se ve la doctrina que Francis predicaba.  ¡Qué tristeza que actualmente la generación de metodistas incluya hasta homosexuales— como predicadores!  ¡Francis tuvo razón!

Entrado en la época final, su edad avanzada empezó a afectarle más.  Sin embargo, siguió viajando hasta el año 1816.  En este año, fue a Richmond, Virginia; en el mes de marzo, donde predicó sobre Romanos 9:28, “Porque terminará su obra, y la cortará en justicia; porque una obra pronta hará el Señor en la tierra”.[52]  Ésta fue su última predicación, y la predicó como su Señor predicaba el sermón del monte: sentado.  Tan débil estaba, que tuvo que ser llevado hasta el púlpito.  Desde Richmond, viajó hasta la casa de un amigo en Spottsylvania, Virginia.  Estuvo allí durante una semana cuando el llamado final le llegó: falleció el 31 de marzo de 1816, a la edad de 71 años.  Sirvió en el ministerio de la Palabra durante 55 años.  A su muerte, levantó las dos manos, como una demostración de que en el momento de su partida hacia la eternidad, Jesucristo era precioso.

Nunca se casó, y según se sabe, ni siquiera tuvo ganas de hacerlo.  De hecho, su diario contiene varios comentarios, acerca de la pena en su corazón cuando muchos de los predicadores itinerantes se casaron.  A Francis, le pareció que muchos de estos se relajaron en cuanto a su consagración al Señor al casarse.  De veras, lo que habló el apóstol Pablo en 1º Corintios 7:32-35 es legítimo: los casados tienen más que ver con este mundo.  Sin embargo, no despreció el matrimonio, porque reconoció que en su lugar bíblico, es algo maravilloso.

¿Perfecto?

¿Tuvo Francis fallas y errores?  Sin duda alguna, que sí.  Pero no quiero enfocar en este estudio lo erróneo en gran manera.  Los reyes mencionados en los libros de Reyes y Crónicas no fueron perfectos y rectos en todo.  De hecho, casi todos tenían fallas, a pesar de que hicieron reformas notables.  No obstante, podemos aprender tanto de lo erróneo de sus vidas como de lo recto.  Por ello, a continuación, voy a citar algunas fallas que veo en la vida de Francis.

Los metodistas trataron de reformar la apostatada iglesia anglicana.  Juan Wesley estuvo muy firme en su propósito de no separarse de esa iglesia, aunque realmente no tenía mucha confianza en ella.  Francis, según se sabe, fue del mismo modo de pensar en cierto sentido.

Sea como fuera, Francis continuó en el bautizo de los bebés.  Me parece que en esto, no hizo bien.  No obstante, los metodistas primitivos no enseñaron que este bautismo salvara a los bebés, más bien, enseñaron que si alguien no se arrepentía, su bautismo infantil no le servía nada.  Parece ser que en este asunto, Francis siguió las costumbres de los hombres.  Mayormente, vemos a Francis siguiendo en pos de Cristo, dejando las costumbres de los hombres atrás. 

Otra cosa que noté, estudiando su vida, es que, después de ser nominado como superintendente, su comunión personal con Dios sufrió un poco.  Lo mismo debe haber sido a causa de sus muchas responsabilidades y mucho viajar, las que no le permitieron invertir mucho tiempo a solas con Dios.  En su diario, hay comentarios acerca de esto, dándonos a entender que Francis mismo sintió este deterioro.  Registró las siguientes redacciones en su diario, durante el año 1792:

 

“…Deploro la pérdida de mi superabundante comunión con Dios, a causa de mi necesidad de cabalgar constantemente, cambio de casas, estar entre muchas personas diferentes, pérdida de tiempo en el dormir, viajar sobre piedras y montañas y esto en un promedio de 1000-1100 kilómetros por mes.

…Hablé demasiado, y oré muy poco, lo cual me causó sentirme estéril en el alma…

También siento la falta de tiempo para continuar mi práctica de la oración a solas, pues tengo que cabalgar todo el día hasta muy de noche, para poder llegar a mis citas y predicar: Tengo que, de manera alguna, encontrar tiempo para orar.

He estado deprisa, y sin mucho tiempo para retirarme a la soledad, como mi alma anhela.  No debo negarme mis devocionales, sin importar el tiempo.

Mi alma goza de la dulce paz.  Pero veo un gran peligro en el perder el sencillo andar y vivir, disfrutando el gozo de Dios.”

 

Es una advertencia para nosotros.  No debemos permitir que la actividad estorbe nuestra comunión personal con Dios.  Mi opinión es que hubiera sido mejor nombrar a más obispos, quienes habrían podido quedarse más tiempo entre las iglesias locales, para guiar y edificar con más eficacia.

Pese a estas pocas fallas, la vida de Francis sigue desafiándome.  Y, creo que muy pocos de los que leen esta biografía podrán decir, en cuanto a su dedicación a Cristo y a la iglesia, que su vida ha sobrepasado a la de Francis.  ¡Qué Dios levante a otro hombre igual (¡o aun mejor!), para los actuales países de habla castellana!  Amado lector: “Los ojos de Jehová recorren toda la tierra para fortalecer a los que tienen un corazón íntegro para con él.” 2ª Crónicas 16:9

Para terminar esta biografía, se comparten dos fragmentos del diario personal de Francis.  Los mismos son algunos de los últimos que escribió, y revelan el corazón del obispo, quien entendió que su fin ya se acercaba:

 

“6 de agosto de 1815: Prediqué en la casa de Juan Beck a las cuatro de la tarde sobre 1º Corintios 7:28-30: “El tiempo es corto.”  En el tiempo del apóstol, esta frase debe haber sido bien verídica en las vidas de todos los seguidores del Señor Jesús.  Es igualmente verídico en tiempos de pestes, hambrunas y guerras desoladoras.  Pero la constante incertidumbre, en todos siglos y todas tierras, sobre las cosas terrenales, que tan profundamente atraen a los pensamientos y aficiones de los mortales insensatos, hace hincapié también en la admonición apostólica: porque de veras, “El tiempo es corto.”  ¡Cuántos padres, han descubierto en sus hijos, en sus caracteres maduros y conducta recta, las cualidades y virtudes que justifican todo el esfuerzo que pusieron en criarlos! ¡Cuántos especuladores, que invierten en las probabilidades y posibilidades del futuro, arriesgando crédito y propiedades para poder enriquecerse más que sus vecinos! ¡Cuántas personas avaras, que laboran y se niegan a sí mismos para aumentar sus riquezas! ¡Cuántos de estos encuentran que el tiempo es corto!  ¡Ay!  ¡Demasiado corto!  Esfuércense, agonicen para entrar.  Oh, regresado al pecado a tu vida, ¡de veras el tiempo es corto para ti!  ¡Creyentes, ¡oh! ¡Recuerden que el tiempo es corto!  Y si estás llevando tu cruz diariamente, fielmente combatiendo bajo la guía del gran Capitán de tu salvación, te vas a regocijar que el tiempo sea corto.  ¡Oh!  ¡Qué gozo para los que se han vestido en el Señor Jesucristo, y que amen su apariencia!  ¡Este tiempo de sufrimiento es corto!

20 de agosto de 1815: Prediqué a una pequeña congregación en la capilla de Chillicothe [Ohio].  Hay una reunión de campamento unos quince kilómetros de aquí, y unos están enfermos, otros moribundos, y otros más, ya están muertos.[53]  Mi tema fue Lucas 22:61. “Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro…”  Pedro le había negado tres veces: Primero a la criada que guardaba la puerta, pues Juan había pedido al Sumo sacerdote permiso que Pedro entrara; luego, cuando otro le dijo, ‘¿No te vi en el jardín con él?’; y luego, cuando otro le preguntó, ‘¿No eres tú uno de sus discípulos?’  Anteriormente el carácter demostrado muchas veces por Pedro era como de un hombre casado, no el de un joven; osado y ardiente.  Al ser avisado de su debilidad, dio juramento, jactanciosamente.  Su error fue, primeramente, el de usar una defensa profana, igual que sus pretenciosos sucesores, los papas; luego, erró en seguir al Señor Jesús de lejos; y luego erró al negar a su Señor.  La mentira y el juramento posteriores son naturales, por supuesto.  ¿Qué fue lo que Pedro negó?  ¿Negó que Cristo fuera el Hijo Eterno de Dios, el único Salvador del mundo?  No, el crimen de Pedro fue que negó ser su discípulo, y es el mismo crimen que practican tantos apostatas de hoy.  ¿Quiénes niegan ahora a su Señor?  Los errantes que ha regresado, los infieles que ya han sido bautizados, los que buscan insinceramente la salvación, los creyentes perezosos y los que han caídos del estado santo por negar las obras de misericordia, amor y piedad: Todos niegan a su Señor.  ‘Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro.’  ¡Ay! Pedro se vio forzado a salir con vergüenza: había entrado con honor.  Pero no podía llorar y arrepentirse en medio de gente mala, no, buscó la soledad…  Pero, he aquí, Jesús envió una palabra de consuelo para no quebrantarle demasiado, diciendo a María Magdalena: —Ve, y diles a mis hermanos…[54]  —Tres veces Pedro negó a su Señor, y tres veces el Señor le preguntó a su discípulo: —¿Simón, me amas?  —¡Oh!  ¡Tan grande es el amor de Dios, el amor de Cristo y el amor del Espíritu Santo!  La redención es amor.

¿Y nosotros, qué haremos?

Lo que falta hoy día, muchas veces, es la consagración y la santidad con Dios.  Dios no puede obrar en una vasija sucia.  El 50 por ciento no sirve.  Tampoco el 95 por ciento, ni el 99,9 por ciento.  Los ojos de Dios buscan a una persona que le rinda a Él el 100 por ciento de su vida, sin reservas.

¿Lo harás?


[1] ¡Un buen testimonio del poder de los cultos familiares!

[2] Francis refiere, yo creo, a las oportunidades de escuchar buenas predicaciones, leer la Biblia y tener compañerismo cristiano: las cuales no son la salvación misma, pero sí ayudan al creyente a entender el camino correcto.

[3] Un “circuito” metodista consistía de varias iglesias, en las cuales el predicador itinerante predicaba en turnos.  Al terminar de predicar en una, salió para predicar en la próxima.  Al terminar de predicar en la última, empezó de nuevo con la primera.  Algunos de los circuitos eran muy extensos, hasta el punto de incluir iglesias que estaban apartadas por unos 300 kilómetros.  Generalmente, cada iglesia recibía al predicador itinerante una o dos veces al mes.  Pero algunos circuitos tenían dos o más predicadores itinerantes, y así estas iglesias pudieron recibir a un diferente predicador cada semana.

[4] La “libra” se refiere a la Libra Esterlina, medida inglesa de dinero.  No sé el valor exacto de 10 libras en ese entonces, pero creo que era una cantidad correspondiente al sueldo de un jornalero durante unos 2-4 meses.

[5] Quiere decir “los cuáqueros”; los que siguieron las enseñanzas de Jorge Fox.

[6] Inglaterra, Gales y Escocia

[7] En aquel tiempo estos lugares eran pueblecitos apartados, aunque hoy en día son los suburbios de la gran ciudad de Nueva York.

[8] Posteriormente, llegó a ser conocido como “obispo”, pero a Juan Wesley no le gustaba este título, prefiriendo “superintendente”.  De hecho, los tres términos (incluso, “ayudante general”) tienen un solo sentido.

[9] En los EE.UU. éste es el nombre de un tipo de jueces.

[10] Los metodistas primitivos no se separaron de la iglesia anglicana, sino que trataron de reformarla.

[11] No creo que Francis quisiera decir que no respaldaría la verdad, o dejaría de predicar la misma para tener una paz y unidad fingida.  Lo que sí quiso decir es que en asuntos no importantes, mejor es someterse, en lugar de ser contencioso por su opinión particular.

[12] En los EE.UU., a esta guerra se le llama “la guerra revolucionaria” o “la guerra de independencia”.  Por el otro lado, los británicos la nombran “la guerra de la rebelión”.  Este nombre es, de hecho, más correcto desde el punto de vista cristiano, pues las colonias se rebelaron contra el rey de Inglaterra.  Quizás los impuestos fueran injustos, pero la Biblia nos enseña, no a rebelarnos, sino que a someternos al gobierno (por supuesto, no debemos someternos a prácticas no-bíblicas).

[13] Nombre dado a los que fueron fieles al rey de Inglaterra.

[14] Hoy en día, la palabra “religión” se usa a veces como algo indeseado.  En el tiempo de Francis, se usaba en el sentido de Santiago 1:27.

[15] Muchos de los americanos acusaron a Francis y a todos los metodistas de ser “tories”.  Eso no era verdad.  Algunos, pero muy pocos, sí, abiertamente predicaron fidelidad al rey de Inglaterra.  Sin embargo, la mayoría de los predicadores metodistas no entraron en las políticas del día, y, de hecho soportaron la idea de la independencia política americana en sus propias mentes.  Pero no querían conseguir la misma a través de la rebelión y la guerra.

[16] Muchas veces en su diario sólo se escribía la letra inicial de un nombre, para no dañar la reputación de la persona mencionada.  Tal fue la práctica de la época.

[17] O sea, América.

[18] Francis se sintió muy apegado al hermano Shadford.  Repetidamente le había pedido a Jorge que se quedase con él en América, pero Jorge sintió que su trabajo en América estaba acabado y que debía regresar a Inglaterra.  Nunca se encontraron otra vez.

[19] ¡Buen consejo!

[20] Se refiere a predicadores metodistas.  “Nuestros” es referente a la hermandad.

[21] Creo que Francis quiere hacer notar la venganza de Dios, porque esas personas habían molestado a Sus siervos.

[22] En estos “banquetes de ágape”, la sociedad metodista se reunió para compartir una comida bien sencilla (pan y agua), pero más importante, compartían sus testimonios, etc.  Coloco esta cita aquí para demostrar tal como fue la comunión que Francis tuvo con sus hermanos en la fe.

[23] Igual que Pablo en la cárcel, Francis tenía gloriosos encuentros con su Salvador en su escondite.  Esta cita se escribió mientras estaba escondido de las autoridades, quienes quisieron perseguirle, a razón de no expresar juramento al Estado y no participar en la guerra.

[24] Por supuesto, la Palabra de Dios es la espada del Espíritu.  ¡Se nos permite ocupar ésta también!

[25] En el sentido que la oración es un canal que permite fluir la vida de Cristo en nosotros.  No es la vida misma.  Solo Cristo es la vida misma.

[26] Recuérdense los que viven en áreas del trópico o subtrópico, que en Norteamérica hace mucho más frío que en las áreas tropicales y subtropicales.  Las áreas donde frecuentaba Francis, a veces el frío alcanza hasta 30 grados Celsius bajo cero.

[27] Muchos de los metodistas primitivos, regularmente ayunaron dos veces a la semana, los días miércoles y viernes. 

[28] ¡De hecho, llamó a tal cosa pecado!

[29] En algunos estados, no era legal liberar a un esclavo.  ¡Qué tratamiento inhumano!

[30] Los ‘cuáqueros’ fueron seguidores de la doctrina de Jorge Fox, predicador inglés del siglo XVII.  A veces se les llaman ‘Los Amigos’.  El nombre ‘cuáquero’ proviene de ‘Quaker’ en inglés, nombre que quiere decir ‘temblar’.  Jorge, en cierta ocasión, le dijo a un juez que éste debe ‘temblar ante la Palabra de Dios’.  Aunque no es seguro, muchos piensan que de allí provino el nombre ‘cuáquero’ (persona que tiembla).

[31] Los predicadores itinerantes recibieron una ayuda extra, para los gastos en sus viajes, pero no mucho.

[32] Terminando la guerra de “la rebelión” (guerra de la independencia).

[33] La Sociedad Metodista imprimió y vendió libros, con lo cual ganaba dinero para sostener a los predicadores itinerantes.

[34] Una libra valía más o menos, $ 3.00.  Entonces, 50 libras igualaban $ 150.00; casi doblaba su sueldo de un año.

[35] Habla de sí mismo.

[36] Se dijo que Francis consideraba adecuado pagar a los predicadores el sueldo mínimo.  Esto, dijo él, eliminaría a los que no predicaban para el bien de la gente.  Así andaba el primitivo metodismo, ¡y cosechó muchas almas para Dios!

[37] A veces Francis recogió ofrendas para otras necesidades, pero nunca para sí mismo.  Nótese que gastó $ 10.00 mensualmente en los costos de viaje, y que su sueldo por año era algo acerca de $ 80.00 - 100.00.

[38] ¡Para calentarse del mucho frío!

[39] Varios de los Estados en la ‘Nueva Inglaterra’ todavía no les permitían a otras denominaciones trabajar en su territorio.  Posteriormente, todos los Estados permitieron la completa libertad religiosa.

[40] Aunque no quiso entrar a la escena política, Francis dejó a los bautistas seguir sus sendas, aun hasta en llamarlos aquí “hermanos”.

[41] Francis quiere decir que él no confía en que los bautistas (o los metodistas) no regresarían muy duros, una vez alcanzado el poder político.  Tal es la naturaleza humana: una vez conseguido el poder, lo usa malvadamente.

[42] Francis en estas últimas frases quiere decir que, según su punto de vista, los bautistas jugaron a la política espiritualmente, en pedir la ayuda de los obispos metodistas, porque, anteriormente, les habían acusado, a los obispos, de ser igual que los papas de Roma.  Luego, los bautistas quisieron ser amigos para razones políticas.  Tiene razón Francis.  ¡Cuidémonos de la misma ‘política espiritual’!

[43] Antes de llegar a ser considerados Estados, muchos de los Estados actuales fueron Territorios, propiedad de los EE.UU., pero sin derechos políticos en la unión.

[44] ¡Palabras dignas de meditar!

[45] Más palabras dignas de meditar.  Quiere decir que no quiso la lisonja ni el orgullo, tampoco quiso usar la política como aliada.  Pareció ser igual al comportamiento de Jesús.

[46] Estas “reuniones de campamentos” consistían de cientos (hasta aun miles) de personas que se reunían en un lugar, usualmente en el bosque, para poder tener varios días seguidos de alabanza, predicaciones y oraciones.  Mientras estaban allí, vivían en carpas.  Tales reuniones comenzaron más o menos en el año 1800 y fueron un medio para alcanzar a miles de almas para Cristo, pues se escuchaban mensajes y testimonios de continuo.  (A veces, a causa de la muchedumbre, se dieron varias predicaciones a la vez, en diferentes lugares del campamento.)  Las “reuniones de campamento” se hacen aún en los EE.UU., pero rápidamente se están olvidando, a causa del materialismo y de la pérdida de la verdadera religión.

[47] Tuvo que pasar las montañas “Allegheny”, que no son pequeñas.

[48] Estoy hablando de los verdaderos metodistas.  Siempre había hipócritas entre ellos que trataban de vivir con un pie en el cristianismo y el otro en el mundo.

[49] En esa época fue una costumbre inglesa, que los hombres llevaran una peluca blanca.

[50] Francis se refiere, pienso yo, a una vida suave y cómoda.  Los primitivos metodistas siempre se arrodillaron para orar; de aquí nace su comentario sobre “ponemos de pie para orar”.

[51] Se refiere a una capilla metodista con esos adornos, y se pregunta a sí mismo, si en el futuro los metodistas empezarían a usar instrumentos musicales en sus reuniones, pues hasta entonces no los usaban en sus cultos.

[52] Traducido de la versión King James (inglés).

[53] Creo que se refiere a su condición espiritual.

[54] Francis quiere decir aquí que el Señor amó a Pedro y le llamó ‘hermano’ a pesar de su falla.  Por supuesto, Jesús sabía del arrepentimiento de Pedro.

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