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La obra de Dios a través de Samuel Heinrich Fröhlich

La fundación de los “Cristianos apostólicos” en Suiza a la obra (predicación) de S. H. Fröhlich, nacido el 4 de julio de 1803 en Brugg (Argovia)

Samuel Heinrich Fröhlich era descendiente de una antigua familia de hugonotes[1] de Francia, cuyo apellido era DeJoyeau. Cuando el rey Luis XIV de Francia revocó el edicto de Nantes, según el cual les era permitido a los hugonotes vivir tranquilamente en Francia, y cuando en aquella noche de San Bartolomé fueron asesinados más de 40.000 de ellos, se escaparon los sobrevivientes en todas direcciones.

La familia DeJoyeau buscó refugio en Suiza y allí tradujo su apellido en Fröhlich (que es lo mismo).[2]

El padre de Fröhlich ere sacristán en Brugg, y por obediencia a los padres el joven Fröhlich estudió Teología. La educación humanista absolvió en el Gimnasio de Zurich, para pasar luego a la nueva Universidad de Basilea.

En aquella época, la doctrina del racionalismo y la Lógica desempeñaba un rol importante en la Teología. También Fröhlich la aceptó al principio, pero esta doctrina no pudo preservar a Fröhlich de errores y pecados.

Pero estos pecados no le pesaban, gracias a dicha doctrina, y hasta llegó a engañarse a sí mismo diciéndose: “Lo que yo hago no es pecado”; y por último se convirtió en un burlón, calumniador y blasfemador, y en este estado estaba cuando hizo su estreno como predicador. Con todo, esta ocasión fue, al mismo tiempo, la última predicación que él hizo estando en tales condiciones.

Por la fuerza de la Palabra de Dios y por la piedad de Cristo, fue llevado al arrepentimiento y se dio cuenta de su estado calamitoso y perdido. Le daba escalofríos el sólo pensar en esto.

Parece que una voz suave, pero persuasiva y penetrante, le decía: “Así no puedes seguir, tienes que cambiar.” Y se sentía atraído, por primera vez, de doblar en silencia sus rodillas, para orar a aquel Dios desconocido, el cual prometió cambiarle la vida (abril de 1825).

Desde ese día, se verificó en él un gran cambio; ya no estaba tranquilo y ni se hallaba a gusto en ninguna parte, y buscaba algo para llenar el vacío que había en él. Su vida entera se tornó anhelo, amargura y temor; y buscaba al Señor Jesús con muchas lágrimas y con ardor.

El Salvador se convirtió en el punto céntrico de sus pensamientos y así escribió:

“Todo mi ser fue mantenido constantemente bajo la disciplina del Espíritu Santo, pues la lucha contra la naturaleza antigua, contra la ley del pecado que vivía en mis miembros, recién se tornó grave, más en todas las debilidades que aún me llegaron a vencer, jamás me desamparó la fidelidad del Señor.

Tantos mis pecados como también la piedad del Señor me humillaban de igual modo. En este horno purificador yo permanecía por mucho tiempo, hasta por fin, puesta mi fe completamente hacia Cristo el Crucificado, me concedió la paz, tranquilidad y luz, y me convirtió en un nuevo ser.” (Octubre de 1825)

Ni siquiera su cuerpo quedó intacto en aquella ocasión, pues le sobrevino una enfermedad del pecho de la cual padeció durante un año. Pero nunca se le presentó más viva la benignidad del Señor en su corazón, que en aquella temporada (1826).

El día 27 de mayo de 1827, después de repetidas exámenes, Fröhlich fue confirmado como predicador de la iglesia protestante, concibiendo después de una prolongada espera un puesto de vicario interino en Wagenhausen (Turgovia) y luego de pastor en Leutwill en la costa del lago Hallwil (Argovia)

El poder del Señor le acompañaba y le dio a sus palabras tal fuerza, que su predicación de Cristo Resucitado pasaba como una espada de dos filos por los corazones de los oyentes y originó una gran incitación, tanto que muchos se postraron a los pies de Jesús. También de los pueblos vecinos acudían gentes ansiosas de su salvación, para escuchar su Palabra, tal era así que la iglesia, antes poco frecuentada, resultaba después chica. Pero los contrarios del evangelio buscaban motivos para eliminar a este nuevo predicador de la Verdad, que les era muy incómodo. El mismo anciano y enfermo predicador de esa iglesia se convirtió, al escuchar la doctrina evangélica de Fröhlich. En el servicio funeral de él, Fröhlich predicó que ése recién había recibido el perdón de pecados en sus horas finales, a través de poner su fe en Cristo: lo cual no les dio gusto a los otros predicadores protestantes.

En los días de pascua de 1830, el consejo eclesiástico reemplazó al anterior catecismo de Heidelbern por uno nuevo de tendencia racionalista, para las enseñanzas religiosas de los niños. Después de un minucioso examen, no se podía decidir Fröhlich de hacer uso de este nuevo compendio porque: “en vez de guiar a la verdadera fe de Cristo, contiene los fundamentos de la doctrina de la lógica racionalista”.

Por este motivo y por otros, según los cuales Fröhlich se permitió oponer cierta resistencia, fue llamado a rendir cuenta ante el consejo eclesiástico (27 de septiembre de 1830). Se defendió bien y se impuso con los fundamentos de su persuasión de modo que le despidieron sin resultados, luego de someterlo a varias preguntas. Pero los eclesiásticos de Argovia resolvieron censurar, por el decano Frikart, sus futuras predicaciones.

Por supuesto, una doctrina que enseñaba el renacimiento por arrepentimiento, fe y bautismo era obligado a luchar contra el consistorio; el cual ejercía una doctrina de fórmula sin vida.

Después del envío de dos pastores de Basilea quienes tuvieron la misión de examinar y convencer a Fröhlich, que no tuvieron éxito, se persuadió el consejo eclesiástico de lo inútil de sus esfuerzos.

Acerca de su desplazamiento de su puesto en la iglesia Leutwil, con cuyos componentes se había encariñado, escribió una carta:

“Mi desplazamiento me fue comunicado prontamente el día 22 del octubre de 1830, por el Consejo, de modo que ni siquiera me permitió realizar una predicación de despedida a mis amigos tan queridos. Acompañado de miles de lágrimas y bendiciones, seguía mi camino el día 25 de octubre.”

El día 4 de julio de 1831, el jefe de departamento de Brugg lo citó para comunicarle las siguientes resoluciones del gobierno de Argovia:

a)      Queda borrado su nombre de la lista de los pastores de la provincia de Argovia.

b)      Cualquier función, como enseñar, bautizar y repartir la Santa Cena le son prohibidas.

c)      A todas las dependencias protestantes y católicas de la provincia, se les ha impartido la orden severa, en caso de desobediencia, de arrestarlo por los gendarmes y enviarlo, después de duras reprensiones, a su pueblo natal.

Después, la ruptura con la iglesia oficial fue un hecho consumado. ¿Qué hacer ahora?... ¿Someterse a luchar contra el poderío de las tinieblas? Buscando esclarecimiento de estas preguntas, se entrega en sus aflicciones a Dios.

Luego, se fue a su casa paterna en Brugg, donde preparaba en silencio durante un año, su vida para la obra para la cual le tenía destinado Dios. Se sentía como zarandeado y como Josué en la cárcel, esperando que Dios lo libre de ella. Pero no podía estar ocioso tampoco, pues una vertiente viva y fuerte no se tapa tan fácil.

Aceptó como una providencia divina a una invitación de Wilhelmsford en Wurtemburg (Alemania) para predicar a un grupo de creyentes (1831) que se había apartado de la iglesia estatal. No obstante, a estos tampoco les agradaba la doctrina de Fröhlich, pues apoyaban el bautismo de las criaturitas y sólo por fórmulas de la liturgia bautismal se habían apartado de la iglesia oficial.

Pero la convicción interna de Fröhlich no le permitía bautizar a las criaturitas, en la cual se acostumbraba (según la liturgia antigua) llamar a los niñitos con su nombre y formularles cinco preguntas, a las cuales debían contestar los testigos “a ruego”. Las preguntas y respuestas eran las siguientes:

1)      ¿Contradices tú a Satán y a todas sus obras? Respuesta: “¡Sí, contradigo!”

2)      ¿Crees tú en Dios, el Padre Celestial? Respuesta: “¡Sí, creo!”

3)      ¿Crees tú en Jesucristo? Respuesta: “¡Sí, creo!”

4)      ¿Crees tú en el Espíritu Santo? Respuesta: “¡Sí, creo!”

5)      ¿Quieres hacerte bautizar pues en esa fe? Respuesta: “¡Sí, quiero!”

Fröhlich escribió acerca de esto: “Este juego con lo sagrado, yo no me permitía ya hacer mi convicción”. Por este motivo, le resultó imposible ya solicitar o aceptar un puesto como predicador en cualquier parte.

 Mediante un predicador de Frankfort-am-Main, tuvo luego conocimiento de la Sociedad Continental en Londres, la cual sostenía a misioneros y predicadores. Uno de éstos, el también desplazado pastor Bost, ya consiguió un puesto en Ginebra. Por intermedio de él, solicitó y consiguió Fröhlich un puesto de predicador-diáspora en las orillas del río Rin.

Primeramente Fröhlich revestía un puesto como maestro privado en distintas familias y en diferentes pueblos. Al mismo tiempo frecuentaba los círculos de los “Antiguos Bautistas”[3] (Menonitas), a los cuales también predicaba. También quedaba aún en comunicación con su parroquia anterior de Leutwil (Suiza).

En febrero de 1832, fue bautizado por Bost en Ginebra y comenzó otra vez a predicar en comuniones privadas aquí y allá, pero ahora predicaba el verdadero evangelio. Dirigía a sus oyentes hacia Cristo por medio del arrepentimiento, fe y bautismo, según la palabra del Señor y así como lo hacían los primeros cristianos.

El día 9 de enero de 1836 Fröhlich escribe en una carta:

“Jamás tenía la intención de fundar una secta, sino mi fin era y es juntar a los hijos de Dios.

Si yo no hubiera puesto mi confianza en el Señor, mi Dios, convencido de que él me había ordenado para predicar el Evangelio, me tendría que lamentar de haber empezado una obra sin contar con la bendición divina o en contra la voluntad de Dios. Mas ahora yo le encomendaba toda la obra en sus mano, para que él la guíe conforme a su voluntad.”

 

La evangelización

El día de abril de 1831 Fröhlich comenzó con su misión en aquella parroquia Leutwil, donde ya actuó anteriormente como pastor protestante. Ni bien se divulgó la noticia de su llegada, se juntaban diariamente (al atardecer) de 200 a 300 personas para escuchar de él el Evangelio de Cristo. Y aunque la mayoría acudían ansiosos, había entre ellos también espías. Ya a los 8 días le solicitaron muchos oyentes, que ya ante habían recibido sus enseñanzas, a los cuales Dios ya había preparado, que los bautizase. Fröhlich los examinaba primero con profundidad, para quedar completamente convencido de la sinceridad de su fe y de su conocimiento de la Palabra, y les pedía de sacar bien la cuenta y pensar en la consecuencia, antes de cargar la cruz de Cristo. Recién después, los bautizaba según las instrucciones del Señor; y en el día de Pentecostés del año 1831, tomó por primera vez la Santa Cena con 38 miembros.

Empero, mientras tanto, no quedaron con los brazos cruzados los enemigos o mejor dicho, Satanás. El día de 13 de abril de 1831, al atardecer, habiéndose reunido muchos, apareció un gendarme ordenado que todas los que habían dado albergue a Fröhlich apareciesen ante el alcalde. No obstante, Fröhlich seguía sin temor predicando la Buena Nueva, lo que tuvo por consecuencia de tener que presentarse también al alcalde. Allí le ordenaron de abandonar inmediatamente al pueblo y de irse a su pueblo natal, Brugg. Infructuosamente apelaba a la última instancia provincial, presentándose personalmente. Bajo amenazas, fue despedido.

El 6 de mayo, un gendarme lo arrancó del medio de la reunión y lo llevó hacia Lenzburg para dar cuenta con su proceder. A la pregunta: ¿Quién te ordenó que predicara?, Fröhlich respondió tranquilamente:

—¡Cristo!

El enojado alcalde alzó la mano para pegarle, pero la volvió a retirar con un torrente de insultos. Al último, le abrió su ropa y le vació sus bolsillos, buscando sus libros y luego ordenó al gendarme de echarlo al calabozo. Pero como Fröhlich alegaba que el alcalde de la provincia de Argovia no le había arrestado, lo soltaron. Afuera, le esperaban dos hermanos que le habían seguido hasta allí para ver lo que le hacían. Los saludó como si fueran ángeles, y los tres volvieron juntos hasta Brugg.

Ya que parecía imposible poder seguir predicando en la provincia de Argovia, Fröhlich se dirigió otra vez al pastor Bost en Ginebra con las palabras:

—Aquí en Argovia soy declarado proscrito. ¿A dónde me debo dirigir?

Y se consideraba a sí mismo en su misión como “principiante o aprendiz”. De hecho, deseaba que pudiera haber acompañado a San Pablo para aprender “cómo se divulga el Evangelio con sencillez y sabiduría”.

Cuando Fröhlich apeló a las autoridades alegando la “libertad de confesiones”, le contestaron:

—Puede creer lo que quiera, pero no divulgarlo.

En julio de 1832, Fröhlich viajó hacia Berna donde planteaba encontrarse con el pastor Bost, pero éste ya se había ido otra vez, pues le decían que Fröhlich no iba a venir, a razón de que estaba preso en Argovia. Y con tal de no desperdiciar el largo y costoso viaje que hubo hecho, Fröhlich decidió iniciar desde Berna misma en viaje misionero. Su camino le condujo a Thun, donde halló amable acogida en la casa del Gobernador Goumoens, quien en su casa ya celebraban reuniones de culto cristiano, y por ello éste ya había sido acusado públicamente. El día 21 de julio, Fröhlich predicaba allí, en presencia de unos 30 hermanos, de Lucas 14.25-27. El domingo siguiente, predicó en una aldea cercana y también a los niños. Allí entendió que justamente aquellos que parecen tener buen fundamento en el Evangelio son los que más se oponen a la pura verdad, y dijo al respecto:

“He adquirido la experiencia de que no es bueno suponer a sus semejantes suficientemente instruidos ya, pues así se corre el peligro de edificar sobre fundamento a ajeno, y que conviene mucho más poner primero, buen cimiento para poder construir con toda confianza.”

En Lauterbrunnen, se encontró con otro pastor creyente, el cual también esperaba su desplazamiento, y juntos predicaron allí el Evangelio. Estas reuniones fueron muy bendecidas.

El 4 de agosto de 1832, marcharon estos dos evangelistas a una distancia de ocho leguas, siendo sorprendidos por el camino por un fuerte lluvia, pero por fin llegaron, por la abra de Wengernalps, a Grindelwald (provincia de Grisón). Allí justamente celebraron la fiesta tradicional de los montañeses, o sea la “lucha suiza”. Por lo tanto, poco era el deseo de las gentes de escuchar las palabras de Fröhlich, quien les dirigió algunas palabras del Evangelio. El día siguiente, en el camino hacia Interlaken, Fröhlich se enfermó gravemente de un resfrío con fiebre y se vio obligado a pasar la noche en Gsteig, donde, a pesar de todo, habló ante una reunión que se formó allí. Y le sucedió lo de siempre, es decir: mientras predicaba, se sentía regular, pero no bien terminó, le abandonaron las fuerzas.

Sin embargo, se levantó el otro día, pero muy enfermo, y como no podía quedar allí, caminó como pudo hacia Unterseen, donde se embarcó hacia Thun. El ya mencionado Gobernador Goumens se asustó al verle tan decaído y lo envió inmediatamente a un médico cristiano en Berna que se llamaba Dr. Niehms; y allí recuperó sus fuerzas luego de dos semanas.

El 11 de agosto de 1832, Fröhlich se comunicó por escrito con Cristian Gerber, Langnau (Enmenthal), quien dirigía allí una congregación de Bautistas; aunque nunca lo había visto, sí había oído hablar de este Gerber, y del cual sabía que pensaba del mismo modo como él acerca del bautismo.

Diez días más tarde, se fue personalmente a Langnau a visitarle. Gerber era un anciano de barba larga y blanca, y se aproximaba a los 70 años de edad. En una reunión de todos los diáconos (de los Bautistas) de aquel lugar, Fröhlich presentó como legitimación[4] la copia de aquella carta que contenía las respuestas a seis preguntas que le habían sido presentados al día 14 de mayo del mismo año. Los presentes parecían satisfechos con esto, solamente observaron que en la carta no había tocado el tema del servicio militar.[5]

Fröhlich predicaba diariamente en aquellos lugares, casi siempre acompañaba de Gerber. El interés para estas reuniones crecía constantemente y el día domingo, 2 de octubre, osciló el número de creyentes y oyentes entre 400 y 500, en Laugnau. Según le costumbre de entonces, la predicación duró 3 horas, y el tema fue de San Juan 16.7. La palabra no quedó infructuosa, no obstante, el enemigo advirtió el peligro para él. A la mañana siguiente, el pastor de la iglesia protestante alzó la voz, previniendo al pueblo el “peligro”. A pesar de la defensa que un diácono presente se animó a hacer a favor del acusado Fröhlich, éste fue invitado a presentarse al Gobernador, el cual resolvió, después de un breve interrogatorio, que el acusado debía abandonar el pueblo dentro de 24 horas. El anciano Gerber lo llevó con su propio carruaje por 4 leguas de camino y de allí siguió a pie, el valiente predicador Fröhlich.

Llegado a su pueblo natal: Brugg, no pudo resistir la tentación, aunque le estaba prohibido, de visitar a las congregaciones perseguidos en Argovia. En Leutwil, donde había 45 almas bautizados, se había aplicado multas a aquellos que toleraban reuniones en sus casas. En aquella ocasión Fröhlich escribió:

Tenemos en rededor una gran nube de testigos, los cuales han sacrificado su sangre y sus bienes para conseguir la libertad en Cristo; y nosotros les debemos seguir en fe y paciencia. (24-9-1832)

En octubre comenzó su misión en Zurich, donde vivían dos hermanas suyas. Aunque éstas se rehusaron de seguirle en su camino, por lo menos ya no se escandalizaban de él. Entre sus conocidos de antes, no halló oídos, en cambio, se encontró con un humilde obrero: Adolf, quien le ayudó en su obra. Además, en Winterthur llegó a conocer a un hombre joven quien se había convertido en Ginebra, y ahora esparcía del evangelio.

Grande fue la alegría cuando volvió a ver sus conocidos de Wagenhausen (Turgovia), donde hacía 4 años revestía el puesto de vicario, ya aunque no compartían su opinión acerca del bautismo, se despidió de ellos en la confianza de que ya lo entenderían en el futuro.

También en la provincia San Galo, halló obstáculos, a causa del bautismo, mientras que en Ferisan (provincia de Appenzell) halló a muchas almas receptivas.

El día 21 de noviembre de 1832, llegó en Wattwill, donde ya había actuado aquel obrero Adolf de Zurich, quien habiendo sido expulsado por las autoridades de Zurich, esparció la palabra y dejó allí (Watwill) a varias almas ansiosas. En este lugar, Fröhlich quedó durante varias semanas, predicando y afirmando los conocimientos de los creyentes del bautismo de la fe. Luego volvió a Herisan y San Calo. En Hautwil (Turgovia) donde nunca estuvo antes, conoció a cierta Familia Brunschwiler que estaba deseosa para hallar la verdad divina, y que se emocionó mucho por la palabra de Fröhlich y su interpretación del bautismo de la fe. Con una de las hijas de esta familia, Fröhlich se casó, en el año 1836.

En Hauptwil, él recibió una invitación de la Sociedad Continental de Londres, para una temporada de tres meses. Quedó sorprendido por la oferta, pero resolvió aceptarla. Pero antes de salir, terminó con sus visitas y visitó a su pueblo natal. En Argovia, había un hermano que rehusó permitir que bautizaran a su hijito. Por eso, lo pusieron preso y bautizaron a la criaturita, a la fuerza. Algunas recaídas de creyentes aumentaban la aflicción, por la prosperidad de la obra.

A fines de enero de 1833, Fröhlich se fue a Londres, donde permaneció casi cinco meses. Este viaje, que se proyectó por del Rhin hacia Antwerpen, lo llevó en cambio por París. En los archivos de la “Strict Baptist Church” (Iglesia Bautista Estricta), la cual era partidaria del bautismo de la fe, hay acotaciones sobre la estadía de Fröhlich en Londres. Pero, se sentía en esta gran ciudad como Elías encima de la montaña Horeb y escribió:

“¿Qué estoy haciendo aquí en Londres? No sé bien el porqué de este viaje por aquí. Sólo sé que fue por la voluntad del Señor y guiado por él he venido; y aquí estoy esperando lo que tengo que hacer.”

Aunque Fröhlich mucho lo hubiera apreciado de tener un fuerte respaldo económico, se dio cuenta de lo difícil que resultaba, pues también se hallaba la Sociedad en dificultades económicas, y de tal modo que ya ni podía sostener al pastor Bost en Ginebra. Por consejo de la Sociedad, volvió al continente para trabajar donde no era conocido aún el Evangelio y donde hubiese más consideración y tolerancia. Sin embargo, la indicación de Fröhlich de seguir se obra en Estrasburgo (porque Francia era entonces el único país que permitía la predicación libre del Evangelio) fracasó, pues el traslado, seguramente por motivos políticos, resultaba imposible. Y así volvió a Brugg.

 

Tiempo de lucha

Con nuevos bríos, luego de su viaje a Londres, Fröhlich prosiguió su obra en su patria. Durante su ausencia, dos hermanos administraron, desde Wurttemberg (Alemania), las congregaciones en Argovia. A uno de ellos, la policía lo llevó del medio de la reunión, y al otro cuando visitaba a un enfermo; así los dos tuvieron durante semanas en el calabozo de Lenzberg. En septiembre de 1833, fueron llevados a la frontera, y sus bienes fueron vendidos en subasta, “para gastos”.

Un hermano de Berna: Matías Hauptm, fue desterrado de la provincia de Argovia y se fue a Toggemburg, de dónde hizo un urgente llamado a Fröhlich, pues había varias almas que pedían ser bautizadas. Con todo, Fröhlich escribió en su diario (septiembre 1833):

“No hay que apurarse tanto en esto, pues la experiencia me lo ha enseñado, y varios se han vuelto atrás cuando Satanás los perseguía demasiado. Todos quienes que se permiten bautizarse, deben estar dispuestos no solamente a participar de las bendiciones de la cruz de Cristo, sino también deben cargar esta cruz.”

A principio de octubre, llegó la noticia de Londres (del Dr. Cose) que se había disuelto la Sociedad Continental por falta de medios. Pero Fröhlich no se desalentó por esta mala noticia. Con gran valor, inició un viaje por Argovia, pasando por los pueblos: Luhr, Rupperwil, Hunzenschil, Schafisheim, Aesch, y Teufenthal.

En todas partes, organiza reuniones y predica, a pesar del terrible dolor de muela que le aquejaba constantemente. La persecución se levanta. Dijo Fröhlich:

“Mientras yo me callaba, me dejaban en paz; pero ni bien comencé a hablar y testificar de Cristo, vino la persecución.”

Por primera vez, fueron nombrados tres ancianos (obispos) para cuidar de las congregaciones (de los Bautistas) en la provincia Argovia.

 También en Hauptwil (Turgovia), adonde Fröhlich continuó su obra, había aceptación de la Palabra. Las reuniones se componían de hasta 200 personas y ya al principio del año 1834, se había aumentado el número de los bautizados a 60. Este progreso forzosamente tenía que preocupar al opositor. En público y hasta en los diarios, se amonestaba y se advertía a la gente de cuidarse de estos “sectarios o idealistas”. El resultado era que muchos de los que iban a las reuniones fueron castigados con palos y apedreados. Doce pastores (Protestantes) solicitaron la expulsión de Fröhlich de Hauptwil. A fin de febrero, fue allanada y destrozada una casa (usada por los hermanos bautistas) por una horda de varios centenas de exaltados y mal-informados, y los habitantes se escaparon a duras penas.

¡Y ya estalló la tormenta! Todos los diarios publicaron noticias de modo que Fröhlich se hizo célebre en toda Suiza, siendo calumniado y contradicho. Tuvo que huir de Turgovia, y en su pasaporte figuraba como sectario; de este modo fue vigilado en todas partes con la mayor atención de las autoridades.

Las persecuciones le llevaban varias veces a Zurich, donde vivían sus hermanos, y se albergaba por un tiempo. En este lugar, llegó a conocer a Jacques Jacot, con el cual mantuvo activa correspondencia a partir de ese tiempo.

En Zurich, la verdad ganó terreno. Jacot se convierte y halla a otros que armonizan con él y que trabajaban en la obra, no solamente en los alrededores, sino también en toda la provincia. Los hermanos se juntan principalmente en el Rohr, cerca de Kloten, lugar que durante años era “punto de contacto” no solamente para reuniones dominicales, sino para asambleas generales.

El movimiento se divulgó, gracias a la incesante labor de Fröhlich, siempre más y más y se extendió así también a otras provincias. Y esto ni los diarios conseguían impedir con su propaganda en contra:

“Los Bautistas se aumentan en las provincias San Galo, Appenzell, Turgovia y Zurich”.

Y en la Argovia, calificaron a Fröhlich como “sectario peligroso” y recomendaron de ponerle fin a sus andanzas. En Appenzell, castigaron a algunos creyentes hasta la sangre y los condenaron además a pagar una elevada multa (100 florines). Un hermano puso el Nuevo Testamento delante del juez con las palabras:

—Ésta es la doctrina de nuestra fe, y si ésta es una doctrina de sectarios, entonces nosotros somos sectarios.

El 26 de febrero de 1836, Fröhlich escribió al comité de la Asociación de los Bautistas en Londres a los efectos de conseguir la unión de las diferentes congregaciones partidarios del bautismo de la fe. Pero, convenciéndose de lo imposible de su iniciativa, se tuvo que conformar con las diferentes congregaciones fundadas por él. Mas tarde (16 de agosto de 1836), se disolvió también la Asociación de los Bautistas en Londres por motivos de economía, y como Fröhlich estaba al servicio de esta Asociación, después de apagarse la “Sociedad Continental”, ahora quedó completamente atendido a sus propios medios. Y en esta situación, él escribió:

“Me parecía que se quería edificar una casa, sin hacer antes el presupuesto. En cuanto a mí, yo esperaba y confiaba en Dios, sin cuya voluntad no caía ni un cabello de mi cabeza. Jamás depositaba mi confianza sólo en estas Asociaciones, sino en el Dios viviente: y él que sabe lo que significa esto no debe temer a nada, aunque pase su camino por el valle de las tinieblas. El Señor al cual sirvo, me enseñó desde un principio que su camino es angosto y donde se originan gastos que solamente la piedad de Cristo puede salvar, así como Pablo experimentó en 2 Corintios 12.9; que en su debilidad se manifiesta el poder de Cristo.”

A Jos Curney en Londres, Fröhlich escribió:

“El Señor me dé sabiduría y piedad para administrar fielmente esta parte de su casa y para que yo sepa como andar en cualquier situación. Además, es posible que el Señor se aparte aún un grande pueblo para sí, y es posible que para este fin llegue a utilizar amigos y enemigos.”

 

Aflicciones

En el año 1837, Fröhlich se convenció de la imposibilidad de permanecer por más tiempo en su pueble natal de Brugg. Hasta la esposa del pastor le advirtió “amistosamente” que no era bueno que los adictos de Fröhlich se apartaran todos de la iglesia oficial, lo que sucedía hasta con los plebeyos.

Alistándose para su peregrinación, le llega una mala noticia de Zurich: La sínodo eclesiástico prohibió (11 de febrero de 1837) las reuniones de los Bautistas, amonestando seriamente al principal Jacot. Con el tren del correo expreso, Fröhlich se traslada a Zurich y nota en todas partes aversión y persecución. Participantes de una reunión nocturna fueron castigados. En Rumlang, sacaron de en medio de una reunión al hermano Huni y lo castigaron.

En su diario personal, Fröhlich ilustra con todos los detalles las aflicciones de aquella época. En Zurich, se intentó conseguir una revisión del artículo sobre libertad religiosa de la Constitución (26 de febrero de 1837), a fin de anular esta libertad e imponer la prohibición de las reuniones de los Bautistas. Se aplicaba multas a granel. En Berna, fue asaltada una reunión y castigados los predicadores. Un maestro de escuela: Marti, que se convirtió en Bautista, fue suspendido de su cargo y expulsado de la provincia. En Turgovia, se zambulló a recién bautizados infinidad de veces en el agua, ahogándolos casi. Luchador inmutable como era Fröhlich, viajaba sin cesar de una parte a la otra, para fortificar y consolar a los hermanos en la fe, hallándose en constante peligro. Su matrimonio con Susana Brunschwiler, el cual no se realizó por la iglesia estatal, quedó también anulado a razón de esto, por las autoridades civiles. Se originaron trastornos sin fin para él.

Durante meses, Jacot trató de procurar, en la parte francesa de Suiza, ciudadanía para Fröhlich, pero sin éxito, pues se exigía estadía de varios años en aquellos lugares.

Mientras tanto, las autoridades de Argovia se apoderaron de los documentos matrimoniales de los esponsales, los cuales se hallaban en Zurich, y los reemplazaron por una legitimación para Fröhlich solo. De este modo, quedó definitivamente ilegal su matrimonio. Ni siquiera le permitieron a él estar presente (en el pueblo de ella) al nacer su primer hijo, y el pastor del pueblo requirió de la esposa (9 de febrero de 1841) de demandar a Fröhlich por delito de paternidad. El 8 de julio del mismo año, su hijita se enfermó de gravedad, y al acudir el afligido padre, ni le permitieron permanecer junto a su esposa e hijita por una sola noche. El 3 de julio, la hijita falleció, en ausencia obligada del padre. El 10 de octubre, le fue aplicada una multa de 500 Francos a la esposa de Fröhlich.

El 14 de abril de 1842, a Fröhlich le nació un hijo, y al llegar a una breve visita a causa del acontecimiento, fue encarcelado en Hauptwil, y a su esposa se le aplicó otra multa de 150 Francos. Desde entonces, quedó cruelmente separado de su familia, en Zurich, donde se radicaba él.

El 6 de febrero, en el Rhor, se realizó una asamblea general de los hermanos, para discutir la situación originada por una nueva ley, la cual aplicaba un castigo de 3 años de presidio correccional para padres que no bautizaban sus hijos, y 9 años para los que se negaban a casarse por iglesia oficial.

Poco tiempo después, una reunión grande en Freienstein fue asaltado por un grupo de burladores y trabajadores (varios centenares), con gritos y brutalidades. Pero, al querer apoderarse los asaltantes de Fröhlich, se originó una confusión y se castigaron los intrusos mutuamente, mientras los reunidos hermanos permanecían tranquilos, alejándose luego cada cual a su casa.

El 20 de marzo de 1843, Fröhlich fue expulsado de la ciudad de Zurich por “sectario”. Una apelación de él fue rechazada, y se le concedió un plazo de 5 días para abandonar la ciudad. El 18 de abril, se despide de Zurich, hablando a los hermanos, a pesar de todo, con mucha alegría, del Salmo 22.15.

Viaja hacia Wil, luego a San Galo, donde un día lo visitó su familia. Una permanencia en Hauptwil no le fue posible, pues habían puesto premio a su captura. El 27 de junio, fue expulsado también de San Galo. Se fuga de noche y llega a Rapperswil, buscando refugio en el Hirzel.

En el Rhor, se resolvió, en otra asamblea general de los hermanos (10 de julio de 1843) de solicitar nuevamente la aprobación de los Bautistas por el Gobernador, y además convinieron todos de permanecer fiel y firme en su fe y sus propósitos, “cueste lo que cueste”. Se concordaron que los hijos deben ser retirados de la enseñanza religiosa oficial y en cambio se debe instruirlos en la verdadera fe.

Luego viaja el tan perseguido peregrino Fröhlich hacia Hoochfelden, Freinstein, Hirzel, Wadenwil, Mannedorf, Oetwil, Binzikon, Hziken, Ehrenstick, Abis y Danikon; predicando en las reuniones. Y como había sido expulsado también, en septiembre de 1843, de todo el territorio de la provincia de Zurich, no podía permanecer en ninguna parte por mucho tiempo si no quería correr de ser arrestado y castigado. En estas aflicciones, él se acordó del consejo que le dieron en Londres de establecerse en Estrasburgo, donde existía libertad de la palabra.

Y así comenzó a hacer los preparativos necesarios, durante los cuales llegó 3 veces a Zurich todavía. El 13 de noviembre de 1843, participó en la Asamblea General en el Rohr y de allí se trasladó a Lenzburgo, En Basilea, le solicitaron los creyentes ubicarse en San Luis, para que así esté cerca de ellos; pero un pedido a las autoridades en este sentido fue rechazado, y en esto Fröhlich vio una señal para seguir hasta Estrasburgo.

En febrero de 1844, volvió a Suiza para contemplar sus preparativos de su traslado definitivo a Estrasburgo. Y otra vez, tuvo en esta ocasión un conflicto con las autoridades. El 11 de junio de 1844, el hermano Jean Leuthold en Wadenswil falleció. La comuna se hizo cargo del cadáver y negó a los Bautistas el derecho de sepultarlo según sus costumbres. En esta ocasión, Fröhlich fue acusado otra vez por su presencia, y escribe:

“De todas partes me acosan y por eso debo irme. Mi lucha interior también es grande y mi camino me aparece oculto.”

Pero, se afirmó su decisión de emigrar y su partida estaba muy próxima.

El 14 de junio, abandonó Zurich, pasando por su pueblo natal Brugg, donde trató de nuevo de recuperar sus documentos matrimoniales. Pero fue en vano, pues le manifestaron que solamente permitiendo bautizar sus hijos le sería concedida su solicitud. No obstante, como su conciencia no le permitía esto, no le quedó otra alternativa que el de sacudir el polvo de su patria terrenal de su pies e irse a Estrasburgo, donde esperaba hallar segunda patria. Al inicio, no le fue posible llevar consigo a su familia y recién el 3 de junio de 1846 (después de una separación forzada de 7 años) consiguió definitivamente la autorización correspondiente de reunirse en Estrasburgo con su familia.

La ausencia de Fröhlich de Suiza significaba para sus hermanos allá una prueba muy dura. En las tribulaciones de aquellos años, les hubiera sido de suma utilidad su experiencia. Abundante era la correspondencia que le unía con sus hermanos suizos y para este fin fueron utilizados muchas veces los servicios de hermanos que viajaban a Suiza en calidad de turistas. Se cuenta que uno de ellos llevó en una ocasión atado de 70 cartas escritas por Fröhlich.

Por mutuas visitas quedó también intacto las comunicaciones y mayormente las giras del mismo Fröhlich a Suiza les traían muchas bendiciones a sus hermanos allá. Su primera visita a Zurich le emprendió en marzo de 1845, la segunda en agosto, las dos originadas por graves aflicciones internas de las congregaciones. Otras visitas efectuaron desde abril a julio de 1850, las cuales le llevaron a Zurich, Oberrieden, Meilen, Oetwil, Bachanbulach, Eglisan, Seglingen, Tossriedern, Lenzburg, Schaffhausen, Giebel, Berna, Diessbach, Reiben, Buren en el Valle del Aar, Wil y Hauptwil; y en septiembre participó en la inauguración de la nueva sala de reunión en el Tapetenhof, Zurich. En el verano de 1854, volvió a Zurich, donde hacían viva propaganda los mormones. De allí, se fue a Berna donde había una epidemia de cólera y se enfermó. Afortunadamente, no era la cólera que le atacó, pues su cuerpo debilitado no lo habría resistido. Por última vez, de julio a octubre de 1856, hizo una extrema gira por Suiza.

Mientras tanto, las persecuciones continuaron, mayormente en la provincia de Argovia, donde sólo les era posible a los hermanos reunirse en lugares apartados y en bosques, muchas veces de noche (23 de septiembre de 1846).

En el ya mencionado viaje del año 1853 de Fröhlich, se juntaron casi todos los hermanos, una mañana en el bosque de Rupperswil. Fröhlich cuenta de aquella reunión en su diario:

“¡Que reunión en el medio del bosque! Fue un día de gozo y de bendición, junto al Señor. Al último, tomamos la Santa Cena y cada cual se retiró a su casa.”

Varias veces fueron interrumpidas las reuniones por la policía, la cual les ponía los grillos y los llevaba junto con delincuentes comunes.

Durante los agitados años a mediados del siglo XIX, muchas conversiones fueron registradas, a pesar de las persecuciones. Y durante las turbulentos políticas, llegaron noticias favorables de Mulhausen (Alsacia) Miedereggenen (Baden), Nagold (Wurttemberg), Pest (Hungría) y de Pruntaut (Suiza francesa), además de muchos otros lugares.

A partir del año 1850, fue introducido en Suiza el casamiento por registro civil, lo cual significaba un gran alivio para los Bautistas. Y aunque los pastores de la iglesia oficial aún ejercían este cargo, se limitaba la ceremonia a la pregunta sobre fidelidad matrimonial. De este modo, se realizó la boda del hermano Enrique Geistlich en Greifensee (5 de enero de 1852). En junio de 1854, fue introducida esta innovación en la provincia de Zurich.

En julio de 1854, al pastor de Frankendorf (Basilea) se le otorgó en la ocasión de un entierro leer las personarías del difunto, seguido por una oración. Luego al hermano Fröhlich, le fue concedido hablar sobre la tumba, de San Juan 1.51; y al último cantaron entre todos el canto Nº 104, del himnario “Arpa de Sion”.

Pero estando aún en aprietos y persecuciones en los años malos, (1850-1860), muchas familias optaron emigrar a América, donde había completa libertad religiosa y donde tenían esperanza de mejorar su situación económica. El diario de Fröhlich, fecha 28 de febrero de 1855, cuenta:

“Esta mañana llegó la hermana Bárbara Ingold (Brunner) de Niederwil (Argovia) en mi casa con su esposo y cinco hijos menores y otras 33 personas, manifestándome que emigraban a Norteamérica, pues quedaron tan pobre que las autoridades de su pueblo los tenía que mantener. El Consejo Superior les costeaba el viaje por medio de Nuevo Orleans a San Luis. Su destino era (Estado de) Illinios y yo les di las direcciones de los hermanos que vivían allí. (Ella no sabía leer.)

 

Fin de la obra de Fröhlich

La última prédica de Fröhlich (antes de la enfermedad que le llevó al sepulcro) la realizó en Estrasburgo el día 28 de diciembre de 1856, teniendo por texto Isaías 24.21-23. Estas palabras fueron como un regalo espiritual para sus queridos hermanos, las que se comparte a continuación:

“Acontecerá en aquel día, que Jehová castigará al ejército de los cielos en lo alto, y a los reyes de la tierra sobre la tierra. Y serán amontonados como se amontona a los encarcelados en mazmorra, y en prisión quedarán encerrados, y serán castigados después de muchos días. La luna se avergonzará, y el sol se confundirá, cuando Jehová de los ejércitos reine en el monte de Sion y en Jerusalén, y delante de sus ancianos sea glorioso.”

Las últimas palabras de Fröhlich eran:

“Yo me muero oh Señor, mi Dios; te ruego que preserves a tus santos de la corrupción que reina en el mundo, para que no perezcan, sino que queden contigo, para que tú les des la vida eterna. Pues el rey de este siglo se ha alistado con su tenebroso poderío y los predicadores de injusticia, y busca de destrozar tu obra y de engañar a tus elegidos. Empero, tú sabes que yo no he buscado honores de hombres, sino solamente tu honor yo procuraba de ampliar y he predicado tu nombre ante todos, no avergonzándome de ti y luchando hasta esta hora.”

Después de hablar aún con el hermano Weiler de su experimentación en la fe y de sus temores por la misma, se encomendó él a su familia y a las congregaciones en general al amparo del Señor y dijo:

“Cuando yo llegó en un cierto punto de reposo, armó mi carpa; pero de repente estallaba una gran tormenta y echó abajo mi refugio, viéndome obligado de nuevo a peregrinar. No debemos arrepentirnos de nuestro camino, no debemos ni queremos asustarnos por nada; y si todos se unen en balanza a Dios, no hay lugar para los enemigos y tampoco se puede infiltrar un espíritu extraño. No conozco nada mejor. Mi alma está salvada y estoy consolado en el Señor.”

El día 15 de enero de 1857, Fröhlich cierra sus ojos, teniendo 53 y medio años de edad. Demasiado temprano, al parecer de sus queridos; no obstante nos maravillaba la gigantesca obra de un cuerpo tan débil y afligido por tantas enfermedades, persecuciones y privaciones. En un solo año, presidía hasta 450 reuniones, empezando en sus predicaciones del principio del Evangelio, capítulo por capítulo y versículo por versículo. A veces se encontraba tan debilitado que tenía que ser conducido del brazo a la reunión, donde recobraba fuerza y satisfacción al predicar la Palabra de Dios.

Además de esto, predicaba en reuniones infantiles, hizo viajes esforzados y cansadores, escribía y copiaba por año de 200 a 300 cartas, y su diario además.

Estos diarios se han conservado hasta la actualidad (los años 1827 a 1856, excepto un año) y fueron puestos a nuestra disposición por su familia, por lo cual estamos muy agradecidos.

A Dios sea toda la gloria. Amén.


[1] Nombre dado a ciertos cristianos “Protestante” franceses.

[2] Los dos apellidos significan “gozoso” en cada cual su idioma.

[3] Mejor dicho, “anabautistas” (palabra que significa “uno que bautiza de nuevo”, pues no avaloraban el bautismo infantil).

[4] O sea, como prueba de su ortodoxia doctrinal.

[5] Debe ser que estos “Bautistas” eran los “Antiguos”, que, de acuerdo al Sermón del monte de Cristo, no llevaban armas en las guerras terrenales.