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El primer amor

Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor.

Apocalipsis 2:4

Quizá unos se preguntan por qué escribimos tanto acerca del amor. Es por el motivo más tremendo que existe: nada es tan maravilloso como el amor divino, ni hay otra senda tan excelente. Es difícil unir a las personas cuando les falta el amor. Las personas religiosas pueden proponerse vivir en paz y confianza entre sí; pero les será muy difícil si carecen de amor. El amor resuelve los problemas; quita toda dificultad y es el vínculo perfecto de la unidad. Nada puede separar a los corazones llenos de amor. El amor tiene que ser erradicado antes que pueda entrar la división. Las exhortaciones y súplicas urgentes, así como las reprensiones fuertes fracasan al querer cambiar a los negligentes, cuando buscamos que ellos cumplan con sus deberes, si el amor es escaso. Pero, no es difícil animarlos a que obedezcan a Dios y que hagan todo lo que puedan para gloriarle, cuando el amor hacia Dios es de todo corazón y sincero.

Había mucho en la iglesia de Efeso digno de elogio; sin embargo, algo faltaba. Habían dejado su primer amor. Pues, ¿qué es el primer amor?

No hay diferencia en el primero y el último amor, si los dos son realmente el único y verdadero amor divino. El amor genuino y puro siempre es igual y constante, sea el primero, el último o el de en medio. Los obispos de esa iglesia, y sin duda toda la congregación en general, habían perdido el fuego del amor que experimentaron al principio de su andar con Cristo. Oh, ¡el calor y la dulzura del primer amor! ¿Recuerdas, querido lector? Cuando naciste tan evidente y maravillosamente, ¡cuán apasionado era el amor en tu corazón! Te emocionó con delicia. Había un gusto sabroso y dulce en todo tu espíritu. ¡Tan listo estabas para volar como águila a los brazos de tu Redentor, a quien tu alma amaba! La palabra de Dios era como miel a tus labios. ¡Cuán deleitoso era trabajar para Jesús! ¡Qué precioso gozo sentiste al sacrificarle a Él algo grande! E irte a un lugar apartado para orar era más bello para ti de lo que se pueda expresar. Encontrabas alegría en cualquier deber cristiano. No puedo yo, realmente, detallar exactamente cómo era ese primer amor en tu corazón. Yo no puedo, tampoco tú puedes. No obstante, tú sabes cómo te sentías y cuán gozoso estaba tu espíritu. Oh, ¡día bendito y feliz, cuando fuiste lavado de tus pecados y lleno con la plena presencia de Dios y el amor cantó un himno de rescate para tu alma!

Entonces, si ya no tienes el mismo ardor, el mismo fervor, el mismo deseo para orar, para oír la Palabra de Dios, para asistir a un culto; el mismo sentimiento de dulzura en tu espíritu; el mismo anhelo precioso por acercarte a Dios y los hermanos; el mismo deleite en trabajar para Jesús; el mismo gozo y felicidad en obedecerle y trabajar por el bienestar de tus vecinos; si ya no tienes estos productos del amor tan abundantemente y si ya no están obrando en tu vida como al principio: estás como la iglesia de Efeso— has dejado tu primer amor. En otra traducción, la de Wilson, esta frase se traduce así: ‘Has aflojado (o disipado) tu primer amor’. Has perdido la primera intensidad. Se ha relajado, o sea, has perdido su tensión y llegó el amor a ser flojo. No importa lo que digas o quien eres, si no tienes el mismo ardor y profunda intensidad del amor que tenías al principio, has relajado el amor.

No te engañes. No hagas excusas. No hay necesidad de perder lo ferviente del amor. El amor encantador, gozoso y rebosante se puede mantener en la plenitud de su primer vigor y por el resto de tu vida. Nunca se puede justificar un bajón en el amor. No importa las circunstancias que vengan; aun con ellas podemos aumentar y sobreabundar más y más en amor. Puede ser que tienes obras, arduo trabajo y paciencia. También los tenía la iglesia de Efeso. Pero había relajado su primer amor.

Guárdate, oh querido lector; no dejes la intensa efervescencia del primer amor. Cuídalo y mantenlo en todo su fulgor y vehemencia; las obras, el arduo trabajo y la paciencia lo seguirán- ¡seguro! Pero no permitas que tus obras, arduo trabajo y paciencia sean sin amor. Guárdate, que siempre tengas el cimiento del amor sobre todo lo que haces. Si tus obras, arduo trabajo y paciencia carecen de amor, habrás un deseo secreto en tu corazón de atraerte atención, y afición por el honor. Pero si haces todo en el amor puro, sincero y pío; suficiente te será el gozo que corresponde a esto. Dios te dé buen entendimiento y te bendiga.

--Por C.E. Orr (traducido y cambiado ligeramente por M. Atnip)

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