Libros    Tratados    Música    Prédicas

 

Pedro era un joven hispano. Un día, mientras paseaba por las calles de la ciudad capital de su país, él pasó junto a un hombre trabajador que parecía tener un gozo poco común en su vida.

Se trataba de un creyente. Pedro se le acercó y platicó un rato con él. Luego el creyente le preguntó: ¿Pedro, conoces a Jesús?

—No —dijo Pedro—, no lo conozco. ¿Quién es él?

El hombre le explicó que Jesús había nacido en un pesebre hacía muchos años. Le dijo además que Jesús nació y vivió en circunstancias muy pobres. Pedro escuchó con mucha atención y su corazón se emocionó profundamente. Pedro ya sabía lo que era no tener un hogar. Él conocía también lo que era tener frío y hambre.

Este bondadoso creyente siguió contándole cómo Jesús creció hasta convertirse en un hombre. A Pedro le sorprendió mucho saber que Jesús nunca había hecho nada malo. Pacientemente y mostrando el gozo del Señor, este trabajador le explicó a Pedro que Jesús era el Hijo unigénito de Dios, y que Dios amó tanto al mundo que dio a Jesús para que muriera en la cruz y llevara nuestros pecados en su propio cuerpo.

—Pero si él era tan bueno —dijo Pedro—, ¿por qué permitió que ellos lo crucificaran?

El hombre le explicó que Jesús, aunque tenía toda clase de poder, obedeció a su Padre, sabiendo que moría por los pecados del mundo.

—Por favor, cuénteme más acerca de Jesús —dijo Pedro. Entonces juntos llegaron a un lugar apacible bajo una sombra y el creyente comenzó a decirle:

—Esta es una historia maravillosa del amor de Dios. Jesús nos ama muchísimo y está ansioso por ser nuestro amigo. Pero existe otro que se llama Satanás que es el enemigo de nuestras almas. Satanás en estos momentos está procurando destruirte a ti.

»La palabra de Dios nos dice: “Escogeos hoy a quién sirváis”. También dice: “Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”.

»Pedro, si pudiéramos ver nuestros corazones como los ve el ojo de Dios, entonces nos sentiríamos sorprendidos y avergonzados delante de él.

El hombre simpático le mostró a Pedro el siguiente cuadro y le dijo:

—Este cuadro representa el ojo de Dios que está presente en todas partes. Él ve todo lo que hacemos y sabe todo lo que pensamos.

»Pedro, probablemente algunas veces piensas cosas malas de otras personas. Y, ¿acaso alguna vez no has pensado que tú eres mejor que los demás? Eso es lo que llamamos orgullo y envidia. Pongamos el ejemplo de un pavo real para representar el orgullo, porque como tú sabrás, el pavo real es un ave muy orgullosa.

»Pedro, ¿alguna vez has tenido dificultades y has hecho cosas que tú sabías que estaban mal hechas? Pongamos el ejemplo de un chivo para representar este pecado, porque el chivo es un animal negligente y sin control.

»Al comer, ¿lo haces con exceso? Usemos al cerdo como símbolo para representar la glotonería.

»Pedro, ¿has prestado atención alguna vez a los cuentos indecentes y has hablado mal de otras personas o has escuchado chismes? Eso es pecado.

Pondremos aquí la imagen de un sapo para que represente las cosas indecentes y el chisme.

»A veces no queremos reconocer que hay envidia o engaño en nuestros corazones. Ilustraremos el engaño y la envidia con una víbora que se retuerce.

»¿Te enojas y quieres hacerle mal a tu prójimo y vengarte del mal que te ha hecho? Este tigre representa la ira y la venganza.

»Y, ¿no es cierto que algunas veces te sientes con mucha flojera y no te gusta obedecer cuando se te manda hacer algo bueno? Podríamos usar esta tortuga lenta y torpe para representar esos momentos en que hiciste el trabajo de mala gana.

—¡Ay!, señor creyente, creo que yo tengo todos esos pecados en mi corazón. ¿Cómo podré dejarlos por completo?

—Cuando todos estos pecados están en nuestros corazones, Satanás reina allí y no podemos tener verdadero gozo ni verdadera paz. Pero Dios que está en los cielos ve todo y el ángel que ahora pongo aquí para representar la gracia de Dios quiere que tú estés dispuesto a escuchar la palabra de Dios.

»Dios enviará a su Espíritu Santo para que te ayude a entender su palabra. Pedro, el Espíritu Santo es quien transforma nuestros corazones y nos guía por los caminos de Dios. Así pues, ahora tenemos esta ilustración de la paloma que representa al Espíritu Santo.

»Pedro, tu corazón experimenta algo maravilloso cuando Dios toma el control de él por medio de su Espíritu Santo. Tu corazón puede convertirse en un corazón nuevo y limpio por la sangre del Señor Jesucristo. Pedro, si tú estás dispuesto a confesar tus pecados y pedirle a Dios que por los méritos de Jesús te perdone tus pecados, él puede hacer que tu corazón sea como si nunca hubieras pecado. ¿Harás esto, Pedro, en este mismo momento?

Pedro, humildemente y con lágrimas en sus ojos, hizo una confesión de los pecados a los cuales se había estado refiriendo el creyente. Él le pidió a Dios que por los méritos de Jesús le perdonara todos sus pecados y limpiara por completo su corazón. Mientras por su rostro aún corrían las lágrimas, Pedro le dijo al humilde creyente que él se sentía ahora muy diferente, con un extraño calor en su interior, y que todo le parecía maravilloso. El hombre le explicó pacientemente que eso se llamaba “paz”. Entonces el hombre le dijo:

—¡Cuán maravilloso es saber que la gracia de nuestro Señor se encontraba cerca de ti! El Espíritu Santo estaba luchando por entrar en tu corazón. Cuando tú te arrepentiste y confesaste tus pecados, Jesús entró y la luz del Espíritu Santo inundó tu corazón. Entonces todos estos pecados de orgullo, impureza, desenfreno, ira, venganza, cuentos indecentes y cosas parecidas no pudieron permanecer en tu corazón ni un minuto más.

Pedro no pudo explicar de momento lo que le había pasado. Por eso el hombre le alcanzó una Biblia y siguió diciéndole:

—En este libro maravilloso, que es la Biblia, podemos leer lo siguiente: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye me voz y abre la puerta, entraré a él”. Pedro, tu corazón es una habitación con una sola puerta. Antes guardabas ahí dentro de tu corazón un montón de pecados feos y sucios. Fue Jesús a quien oíste tocar a tu puerta. Pedro, él no podía entrar a menos que tú le abrieras la puerta, porque la llave de la puerta de tu corazón está en tu interior. Abriste la puerta cuando estuviste dispuesto a arrepentirte y confesar tus pecados. Ahora Jesús ha entrado y está viviendo y morando ahí dentro de tu corazón.

»Pedro, tu corazón ahora es completamente diferente. Los pecados que habían hecho que tu corazón fuera sucio y feo ya han desaparecido. Ahora tu corazón está lleno del Espíritu Santo. En lugar de sentir odio por los demás, ahora encontrarás que amas a todo el mundo.

»El mismo ojo de Dios, que todo lo ve, te observa a ti constantemente. Antes este mismo ojo de Dios estaba buscando con amor y ansiedad salvar a tu corazón pecador. Ahora está cuidando celosamente a tu corazón para protegerlo de los dardos de fuego del enemigo.

»Pedro, el Señor Jesucristo vive y habita ahora en tu corazón. ¿No es esto maravilloso? Has obedecido a Dios y ahora Jesús se complace en morar en tu corazón. Jesús es muy bondadoso y fiel. Él está ansioso por ser tu amigo y compañero constante. El Señor quiere compartir contigo tus momentos de gozo y ayudarte a cargar tus dificultades y tus penas.

»Pedro, ahora que tienes un corazón transformado y has aceptado a Jesús como tu Salvador, tú puedes considerarte creyente. Ahora te toca bautizarte como manda Jesús. Tal y como es necesario que te alimentes todos los días y tengas tu cuerpo sano y fuerte, así también es preciso que alimentes a tu corazón para seguir creciendo como creyente. Algunas veces decimos “alma” en lugar de “corazón”. El alimento necesario para mantener viva a tu alma y para que siga creciendo es la Biblia, que es la palabra de Dios.

»Cuando te alimentas de la comida natural, el alimento entra en tu cuerpo. Ahora como creyente guardas dentro de tu corazón la palabra de Dios. Ella hace que crezcas en tu vida espiritual y que no peques.

»Acuérdate que Dios es tu Padre celestial. Él desea que le hables. Hablarle a Dios es lo que nosotros llamamos “oración”. Le hablamos a él como si estuviéramos hablando con nuestros padres terrenales.

»Así como Dios siempre te cuida, Satanás está listo en todo momento para hacerte caer en pecado. Pedro, cada vez que Satanás te tiente, tú debes acordarte de lo que tienes que hacer para que no caigas en pecado: Debes acudir a Jesús, leyendo la palabra y orando a Dios.

»Si en algún momento dejas de tener tu corazón lleno de la palabra de Dios y dejas de tener una estrecha comunión con él, Satanás estará listo para tentarte y hacer que te vuelvas celoso, que te enojes, que pienses cosas impuras y que escuches los chismes. A Satanás le encanta que te descuides porque así él puede introducir otra vez en tu corazón todos estos pecados y muchos más.

»Pedro, cuanto más cerca estés de Dios y más comunión tengas con él, más fuerte estarás para resistir a Satanás cuando venga a tentarte. Es como si estuvieras en una guerra. Para vencer al enemigo, tú tienes que ceñir tus lomos con la verdad, tienes que ponerte la coraza de justicia y tienes que calzar tus pies con el apresto del evangelio de paz. Así podrás seguir venciendo a Satanás.

Cada día, al andar con Dios y hablar con él por medio de Jesucristo, Pedro experimentó más gozo y más paz. Él se dio cuenta de cuánto Dios realmente lo amaba. Pedro comprendió el precio tan grande que fue pagado para que él pudiera pertenecer a la familia de Dios.

___________________________________

Joven o señorita, hombre o mujer, hoy Jesús está tocando a la puerta de tu corazón. De la misma manera que él entró en el corazón de Pedro y lo transformó, así también él puede hacer cosas maravillosas por ti. Hoy es el día indicado para que tú te arrepientas y permitas que Cristo sea el que mande en tu vida.

Jesús sufrió la terrible agonía de la cruz por ti. Él pudo haber descendido de la cruz, pero se dio a sí mismo en sacrificio porque quería salvarte a ti. Tres días después de su muerte y sepultura se levantó de los muertos, venciendo al pecado, a la muerte y al infierno. Esperar más tiempo para decidirte es peligroso. La enfermedad y la muerte amenazan a cada momento; nadie puede estar seguro de lo que pasará mañana. Si mueres sin Cristo entonces estarás perdido y apartado de Dios por toda la eternidad.

En cambio, si te arrepientes y te conviertes en cristiano, tú podrás morir en Cristo y vivir con él para siempre. Entonces lo alabarás en aquel lugar donde nunca tendremos hambre ni sed y donde no hay enfermedad ni muerte.

Pídele hoy a Jesús que venga a tu corazón y more en él. Bautízate y únete a una iglesia obediente a Cristo. Él te dará un gozo y una paz que nunca antes has conocido.

Ven, Salvador; ven, Salvador, Oh ven, Salvador, a mi alma;

Ven sin tardar, ven a morar, Oh ven, Salvador, a mi alma.

Mi corazón todo te doy, Te ruego, lo limpies, Cristo;

Ven, tómalo, ven, mora en él, Desde hoy y por siempre, Cristo.