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¡Bum! ¡Bum! Suenan los tambores a las cinco de la mañana. Cimbran las ventanas. Cantan los gallos. El pueblo está de fiesta.

Fiestas. Fiestas. Todos los pueblos celebran sus fiestas.

¡Bum! ¡Bum! Los tambores anuncian corridas de toros, bailes, vino. Suenan a diversión. Suenan a fiesta y todo lo que la acompaña...

¿A qué más suenan los tambores?

Para muchos los tambores suenan a dolor. Dolor del muchacho cuando un toro le atropella, dejándole quebrado y machucado. Dolor de la madre cuando se le avisa de lo que pasó.  ¿Qué fiesta es ésa donde se tiene que tener una ambulancia lista para sacar a los heridos?  ¿Qué fiesta es ésa donde se goza al ver sufrir a los animales inocentes?

Para muchos los tambores suenan a desperdicio. ¡Cuánto dinero se malgasta en una fiesta! Se bota en trajes de gala, en diversiones locas, en licor. Dinero que hubiera comprado comida o ropa o medicina para la familia,

Para muchos los tambores suenan a celos. Celos de una esposa al ver que su marido baila con otra mujer. Celos de un joven, al ver que su novia se encuentra con otro muchacho más galán que él.

Para muchos los tambores suenan a pecado, Pecado que abunda durante y después del baile. Pecado de la lascivia, la fornicación, y el adulterio. Pecado de jóvenes que pierden su virginidad y entran en vergüenza y desgracia.

Para muchos los tambores suenan a hambre. Hambre porque papá se tomó el dinero en licor y los niños no tienen que comer. Hambre porque el lunes su papá está tan agotado que no puede trabajar.

Para muchos los tambores suenan a temor. Temor de los niños que no pueden dormir en sus camitas por miedo de lo que pueda hacer su papá cuando llegue borracho. Temor de la ma­dre quien pasa sola las horas hasta la madru­gada, preguntándose dónde estarán sus hijos.

Para todos los tambores suenan a vacío. Aunque todo el pueblo pasa un fin de semana lleno de diversiones, nadie halla satisfacción.

Algunos amanecen el lunes sin dinero y sin trabajo. Algunos amanecen agotados y golpeados. Pero todos amanecen con un gran vacío en su corazón.

¡Bum! ¡Bum! Suenan los tambores a las cinco de la mañana. Cimbran las ventanas. Cantan los gallos. El pueblo está de fiesta.

¿Suenan los tambores a alegría? ¡Nunca! No dan alegría duradera. Los tambores suenan a dolor. A desperdicio. A celos. A pecado. A hambre. A temor. A vacío. Los tambores suenan a todo lo que Dios abomina. Son tambores de maldición. Tambores de condenación.

¿Tenemos que ir a esta clase de fiesta? No. Hay una fiesta mejor, y yo quisiera invitarte a ésa. Quisiera invitarte a la fiesta espiritual.

Hace unos días celebramos una fiesta espiritual en nuestro pueblo. Era una semana de predicaciones de evangelismo, Repartimos más de doscientas invitaciones. Pero vino poca gente.  ¿Por qué? Prefirieron la fiesta del mundo. Durante los servicios podíamos oír el zumbido de la música de algún conjunto. Y yo sabía que el salón de baile estaba lleno.

Oye la conversación que tuve con una señorita simpática al repartir las invitaciones: Te traigo una invitación le dije.

¿Es para un baile? preguntó rápida­mente. ¡Es que me encanta bailar!

No le dije, es una invitación a algo mucho más importante. Es de las cosas de Dios.

Ah, a mí me encantan la cosas de Dios me dijo, pero también me encanta bailar.

Le voy a hacer una pregunta le dije. ¿Crees tú que esas dos cosas se mezclan?

¿Qué crees que contestó la señorita? ¿Se mezclan esas dos cosas? No. Todos sabemos que no, Todos sabemos que tenemos que escoger cuál fiesta queremos celebrar.

La fiesta espiritual lleva muchas ventajas. Hablemos de tres:

(1) La fiesta espiritual te ofrece una relación rica con Dios. Luego produce una vida de gozo y alabanza. "

He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él' y él conmigo" (Apocalipsis 3,20).

(2) La fiesta espiritual te ofrece comunión fraternal.

"Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo... Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado" (l Juan 1.3, 7).

(3) La fiesta espiritual celebrará su culminación en el cielo en la presencia de Dios. Será la última y más gozosa fiesta: una fiesta eterna e increíblemente hermosa.

"'Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Ya ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos. Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventu­rado los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios " (Apocalipsis 19.7-9).

¡Esta sí es fiesta!

Para poder tomar parte en la fiesta espiritual tienes que dejar las fiestas mundanas. Tienes que decir no a los deseos de la carne. Tienes que nacer de nuevo… y andar en el camino angosto.

Pero la fiesta espiritual es una fiesta libre de pecado. Es una fiesta continua de gozo y paz. Es una fiesta de comunión con Dios. Es una fiesta de amor y satisfacción.

Y ¿cómo termina la fiesta espiritual? En el cielo en la presencia de Dios, en comunión fraternal con Jesús y los santos.

¿Cómo termina la fiesta del mundo? En dolor… desperdicio… celos… peca­do... hambre… temor… vacío… y al fin en el fuego eterno.

Tú has recibido invitación a las dos fiestas a la fiesta del mundo y a la fiesta espiritual. ¿A cuál fiesta irás?

Pablo Yoder