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Como introducción a esta serie, hay que decir que falta mucho en la vida familiar de los cristianos de hoy. El hogar debe ser un refugio ante las tentaciones del mundo y los pecados. Debe ser un lugar donde reine el amor de Dios; lleno de paz y gozo. Pero, tristemente, no son así la mayoría de los hogares cristianos. Los padres discuten entre sí, casi nunca se sientan juntos todos de la familia para comer a la misma mesa, faltan miembros de la familia en muchos de los cultos públicos de la iglesia y un tiempo diario de culto familiar falta en muchos hogares.

Pero, Dios quiere cambiar todo esto. Y para animar a los padres en el quehacer ante esta falta, se les da estas "Historias del Hogar" de cristianos muy conocidos. Tengo que decir que tal vez no fueran buenas todas las doctrinas y prácticas de las personas quienes se escriben. De igual modo, las denominaciones mencionadas no fueran siempre rectas en cuanto a sus doctrinas y prácticas. Sin embargo, podemos aprender de los puntos correctos y desechar lo demás.

Samuel Chadwick

Antes de empezar esta historia, será beneficioso declarar el propósito de los estudios sobre los hogares cristianos. Nuestro deseo es indagar y estudiar los ejemplos de la piedad en el hogar. No estamos de acuerdo con algunas de las doctrinas y prácticas de las personas que estamos estudiando. Lo mismo es con respecto a algunas denominaciones acá mencionadas. Mucho de lo bueno en éstas, tanto de las personas como de las denominaciones, se ha perdido al pasar los años, a pesar de que algunas fueron usadas de antaño por Dios. Pero, podemos aprender algo de cualquier persona piadosa.

Samuel Chadwick nació en el año 1860, y pasó a recibir su galardón eterno en 1932. Muchos no le conocen y por esto voy a compartir algo de su historia. Era un predicador y maestro metodista, poderosamente usado por Dios durante su vida. Durante su vida, Dios lo usó para revivir el espíritu del metodismo primitivo. Analizando su vida, fácilmente se comprende que Juan Wesley era para él un personaje ejemplar. Samuel, igual que Wesley, madrugó siempre, ocupó el día sirviendo a los demás, y era ferviente en el evangelismo. El nombre de Samuel Chadwick era muy conocido entre todos los metodistas de su mundo, durante su época. Él invirtió muchos años como predicador ambulante al modo de los primitivos metodistas. Mientras maduraba espiritualmente, se ocupó en varios papeles administrativos, hasta que llegó a ser el presidente de la denominación metodista. Fue redactor en una revista semanal y autor de varios libros. Su libro sobre la oración se considera un clásico, y merece esta valoración a razón de que Samuel vivía en oración desde mucho tiempo antes de escribir sobre el tema. Sobre todas sus cargos, se reconoce más el de Director del Colegio de Cliff (Las universidades llevan el nombre Colegio en inglés). Allí, centenares de estudiantes fueron influenciados por él. Inició varias campañas evangelísticas. En ese puesto (Director), servía como predicador, maestro, administrador y guerrero de oración. Al leer su biografía, escrita por Norman Dunning en 1933, estuve continuamente influenciado por la virtud de este siervo de Dios. Sé que la virtud de un hombre proviene de su andar con Dios; pero, también sé que esa virtud es producto de su piadoso entrenamiento, recibido en su hogar. Por esto, vamos a estudiar acerca de la vida hogareña de Samuel.

El padre y abuelo de Samuel eran hombres piadosos y celosos de su Dios. Su abuelo se convirtió al Señor, a través de la predicación de un predicador de Wesley, y se hizo un sincero y dedicado cristiano, desde aquel momento. Después, fue conocido siempre por su amor a la oración y su constancia en asistir a las reuniones. Muchas veces viajaba durante muchas horas para poder estar en tres diferentes reuniones en el mismo día— ¡sabiendo que escucharía el mismo sermón en cada una! Así, el abuelo sentó un firme cimiento en el padre de Samuel. El padre de Samuel era un sincero y piadoso hombre de igual forma, con una mansa integridad. A menudo se sentó y le contó historias a su hijo Samuel de los grandes predicadores de la época de su niñez. Quizás él no entendía el cómo le inspiraban tales historias a su hijo, a amar a Dios como aquellos hombres le amaban. Hay mucha sabiduría al reflexionar sobre las vidas de los santos hombres. Esto es una hermosa herramienta en las manos de Dios, para iluminar a la siguiente generación. Samuel dijo tocante a su padre, “Él era el hombre más benévolo y amable que conocía yo.” Ese padre tuvo excelentes ojos espirituales y su juzgar siempre fue justo. Fue un hombre tierno, con un espíritu bueno.

La madre de Samuel sufrió mucho en su juventud. Su familia la rechazó y tuvo que vivir en la pobreza. Fue criada por una estricta pareja bautista, quienes vivían en un pequeño sótano. Eran pobres, pero amaban a Dios y la criaron “en disciplina y amonestación del Señor” (Ef. 6:4). Los padres de Samuel se encontraron la primera vez en la Escuela Dominical. Su mamá fue una mujer comprensiva, y Samuel no recordaba de alguna discusión entre sus padres, en todos los años que él vivió con ellos. ¡ALELUYA! Samuel describió a su madre así:

Ella era inteligente sin educación,
Una reina sin vanidad,
Santa sin ritual,
Capaz sin inquietud,
Ingeniosa sin veneno,
Festiva sin frivolidad.

La habla de ella estaba llena de proverbios (o sea, pequeños refranes que había aprendido) y sus palabras siempre eran “sazonadas con sal” (Col. 4:6). Nunca mandó a los pobres que llegaron a su casa, vacíos, sino que mostraba compasión, dándoles algo si podía. El padre de Samuel siempre fue pobre y durante sus últimos años, enfermo. Sin embargo, la madre vivió toda su vida contenta con él. La madre fue muy estricta en su disciplina, pero nadie fuera de la familia lo supo, porque el hogar estaba lleno de risa y bondad. Cada tarde, antes de la hora de llegada de su marido del trabajo, ella se vistió con un delantal limpio y puso especial atención a los sonidos de los pasos de él, llegando a la casa. Al escucharlos, salía de la casa para saludarle. La madre de Samuel se situó a sí misma, en el hogar, como una ayuda idónea (Gén. 2:20), y Samuel nunca escuchó un argumento en el hogar. No sabemos exactamente cuantos hijos tuvieron, sólo que había muchos que comían de la escasa comida.

SABIDURÍA DE LOS PRIMEROS AÑOS

—La madre era la persona estricta en este hogar, y dio la disciplina con firmeza. Esto fue una bendición a los hijos, y en un sentido fue la salvación para ellos. Samuel dijo acerca de sus padres: “Mi padre hubiera sido una gran mujer, por sus tiernas y mansas maneras de ser, y mi madre asimismo hubiera sido un gran hombre por su firmeza.” En esto vemos una falta de parte del padre. Muchos padres con tiernos corazones, por su amor “natural”, se han negado en las partes más difíciles en el amar a sus hijos con amor sobrenatural. En esto, se necesita la santificación, porque necesitamos un cambio en nuestra naturaleza. De igual modo, a veces ésta falta en algunas mujeres y de la misma santificación se requiere en ellas.

—El malgastar no se permitía en el hogar. Estoy seguro que la pobreza de la madre durante su niñez y la de su propio hogar hizo florecer esta hermosa virtud, con buenos efectos que duraron toda su vida. ¿Era Samuel un niño pobre o rico? ¿Qué diríamos? Sus propias palabras fueron: “Igual que José fue vendido como esclavo, según plan divino, así me tocó a mí la pobreza.” Dios usó esa pobreza para moldear y formar a un siervo escogido en su reino.

—A sus ocho años, Samuel tuvo que ir a trabajar para ayudar a su papá a proveer para la familia. Siempre se fue para su trabajo, a la hilandería, a las seis de la mañana. Esto requirió que se levantara a las cinco con quince. La auto-disciplina y otras experiencias las aprendió de la necesidad puesta sobre el muchacho por la Providencia Divina. Los dueños de la fábrica eran metodistas piadosos. Esta fue una bendición que hizo que Samuel tuviera un buen ambiente como niño trabajador. La mayoría de sus colaboradores fueron adultos, y por esto aprendió a charlar con los mayores durante las comidas y meriendas. Los sucesos de la época fueron debatidos cada día, y el joven muchacho desarrolló convicciones sobre muchas áreas de la vida, antes de llegar a sus diez años.

—A razón de la necesidad de proveer para la familia, Samuel no asistió a la escuela pública; aprendió en el hogar. Sus padres le enseñaron en parte, además aprendió a través de su propia motivación en la mucha lectura. . La geografía, la historia y otros libros fueron consumidos continuamente. También, leyó con constancia la Biblia y un libro sobre la vida de Cristo, durante sus años en formación.

—La Escuela Dominical y el culto normal, realizado después de la clase, constituyeron una parte normal en la vida del hogar Chadwick. Durante un servicio de Aniversario, Samuel se convirtió a Cristo a la edad de diez años. Poco tiempo después, Dios le impresionó profundamente en hacer todo como para Cristo. Esto le impactó tanto que nunca lo olvidó. Él estaba lustrando las botas de su papá, tarea que no le gustaba. Mientras tanto, el pensamiento de hacerlo como que si fuera para el Señor tocó su corazón. No había cumplido bien el trabajo, pero al reflexionarlo, agarró las botas otra vez y terminó, lustrándolas hasta brillar— ¡para Jesús! Después de esto, Samuel nunca fue el mismo, porque esto afectó su carácter profundamente. Cumpliendo los quehaceres humildes “como para Jesús” se hizo una gozosa costumbre. Dios es bondadoso con los muchachos de diez años, ¿verdad?

—A pesar de que su familia era pobre, sus padres planificaron una semana de vacaciones anualmente. Cada semana, antes de ésta actividad, ahorraron un poquito de dinero. Los niños durante todo el año planificaban estar semana a la orilla del mar. Las vacaciones las ocuparon en paseos, nadando en las olas, con risas y mucho pan. Tales memorias ayudan a unir los corazones de una familia. Aunque era pobre, la familia Chadwick hizo de esas vacaciones una prioridad.

—A sus quince años, se hizo miembro de una “clase” metodista. [Una clase metodista consistía de unas 12 a 25 personas, que se reunían semanalmente para compartir testimonios, confesar pecados y preguntarse unos a otros acerca de su relación actual con Dios. No era una clase de escuela.] Un dedicado y serio hombre fue el encargado de la clase de Samuel. Todos los miembros podían participar en las clases. ¡Qué hermoso entrenamiento! Tales ejercicios desarrollaron dones de hablar y pensar.

—Desde su conversión a Cristo, Samuel oraba. Tres veces al día, se alejó y oró fervientemente. No era fácil, pues tenía que trabajar y la casa de sus padres era pequeña, pero lo hizo. Él escribió después: "Me aparté tres veces al día y oré en espíritu entre tanto.” Sus padres le animaron en esto y posteriormente, al ver el celo de Samuel en prepararse para el ministerio, construyeron un cuarto especial para darle la oportunidad a estar solo.

—Samuel amaba la soledad con Dios, apartándose por días enteros, excepto para los tiempos de los cultos públicos. Le gustaba pasear solito cuando iba a las reuniones, y le gustaban los cultos quietos de los adultos.

—Un poco después de asociarse con la clase, empezó a recibir impresiones del Señor que debía prepararse para el ministerio. Samuel no lo entendía al principio, porque él no tenía mucha educación y su familia era una de las más pobres de la iglesia. Pero, Dios persistía en tocar su corazón, y una vez que Samuel lo comprendió, enfocó su vida muy intensamente en cumplirlo. Trabajó desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde. A las siete, empezaba a estudiar hasta llegar a la media noche, luchando para educarse. Sus estudios se basaron en la gramática, la aritmética, la geografía, la historia, la teología y la Biblia. Al ver sus deseosos intereses, los padres se trasladaron a una casa más amplia, para suplir a Samuel un lugar más cómodo para estudiar.

—A la edad de 17 años, Samuel sintió que ya era tiempo de empezar a predicar. Como la costumbre de entonces, fue al ministro de su distrito para que le diera la bendición. Para Samuel, esto fue un paso temeroso, pero pronto le otorgaron el permiso y le fue dado un circuito de tres iglesias. Tuvo que caminar unos treinta kilómetros (id y vuelta) cada domingo para predicar en ellas. Sin embargo, los domingos fueron su delicia, no sintiendo ninguna pena en su encargo, aunque la temporada estuviera bien fea ese día. Esto fue el empiezo del degustar la miel del dar, dar y dar más a otros. Quizás podamos quejarnos nosotros que él era demasiado joven para predicar, pero nadie quería ese trabajo en ese entonces. Pero, miremos más profundo. Ese joven estaba ocupado "en los negocios de su Padre (LC. 2:49). Crecía en su amor a Dios y a los hombres. Esto es una piedra fundamental para un ministerio amplio y fructuoso. Debemos ayudar a nuestros jóvenes a entrar en la obra de Dios, porque esto es una llave para entrar a una firme y constante vida cristiana.

—El último punto que vamos hacer notar acerca de la juventud de Samuel toca el área de las finanzas. Todo el tiempo que estuvo en el hogar de sus padres (pues el salió a la edad de 21 años), les dio todo su dinero a ellos. Luego, le devolvían un chelín a cada semana para que él lo gastara como quisiera. Su sueldo era necesario para ayudar a mantener a la familia. Podemos decir: <<¡No era justo!>> Pero miremos más profundo. Samuel desarrolló la calidad de ser un humilde siervo. Heredó durante su juventud la actitud varonil de ser proveedor- ¡sin saber lo que pasaba! Era fiel ante las riquezas injustas y cuando recibió las riquezas verdaderas (Lucas 16:11), ¡las buscó de todo corazón!

Así terminamos el estudio del hogar, acerca de Samuel Chadwick. Hay muchos de sus principios que podemos aplicar a los nuestros. Debemos invertir el tiempo necesario, meditándolos hasta encontrar el cómo podemos aplicarlos. Una cosa real es que no hay muchas historias disponibles para estudios como éste. No sé por qué. Pero esto me hace reflexionar intensamente. ¿Cómo puede ser que la parte fundamental, la parte más importante, hace falta en las biografías? ¿Eran tan débiles los hogares de antaño, que no había mucho por hacer notar y escribir en cuanto a ellos? ¿No había una visión, una carga que pasar a la siguiente generación? No sé las respuestas a estas preguntas. Pero estoy meditando que pasaría si una generación completa de padres se levantara para dedicarse a Dios, derramando sus vidas en la crianza de sus hijos. ¿Sabes cómo afectaría esto a los hijos y también a todo el mundo? ¡Examinemos nuestros corazones! ¿Cómo valoramos a nuestros hijos? ¿Vale la pena hacer un sacrificio por su entrenamiento? Esto es un paso gigante de fe, que necesita muchos años para probarse. Pero, ¡creo que cosecharemos mucho más de lo que podemos imaginarnos!

Serie Vida Hogareña

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