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PAPÁ GRINGS- UN PADRE DE MISIONEROS

La Vida Hogareño de Heriberto y Rut Grings

Como introducción a esta serie, hay que decir que falta mucho en la vida familiar de los cristianos de hoy. El hogar debe ser un refugio ante las tentaciones del mundo y los pecados. Debe ser un lugar donde reine el amor de Dios; lleno de paz y gozo. Pero, tristemente, no son así la mayoría de los hogares cristianos. Los padres discuten entre sí, casi nunca se sientan juntos todos de la familia para comer a la misma mesa, faltan miembros de la familia en muchos de los cultos públicos de la iglesia y un tiempo diario de culto familiar falta en muchos hogares.

Pero, Dios quiere cambiar todo esto. Y para animar a los padres en el quehacer ante esta falta, se les da estas "Historias del Hogar" de cristianos muy conocidos. Tengo que decir que tal vez no fueran buenas todas las doctrinas y prácticas de las personas quienes se escriben. De igual modo, las denominaciones mencionadas no fueran siempre rectas en cuanto a sus doctrinas y prácticas. Sin embargo, podemos aprender de los puntos correctos y desechar lo demás.


Y vosotros seréis llamados sacerdotes de Jehová, ministros de nuestro Dios seréis llamados; comeréis las riquezas de las naciones, y con su gloria seréis sublimes.

Y la descendencia de ellos será conocida entre las naciones, y sus renuevos en medio de los pueblos; todos los que los vieron, reconocerán que son linaje de Jehová. 

Isaías 60:6,9

         Me da gozo escribir la historia de este misionero patriarca y de las descendientes que salieron de él.  Un patriarca es uno que extiende su influencia mucho más allá de su propia vida en la tierra.  <<Papá Grings>>, el nombre dado a Heriberto por sus amados, era tal hombre.  Aunque un peregrino y extranjero en la tierra, sin un lugar para nombrar <<Mi Hogar>>, podía depositar más en sus hijos que lo que depositan muchos de los que tienen casas lindas.

         Lo siguiente es producto de una charla con la hija de Heriberto por teléfono y de una autobiografía escrita por él.  Hay docenas de misioneros que son productos del matrimonio y de la dedicación de Heriberto y Rut.  Como siempre, hay razones en el tener tantos misioneros en las siguientes generaciones.  Quiero estudiar esas razones.  Este estudio se enfocará más en Heriberto, porque Rut murió de la fiebre negra cuando estaba en el campo misionero, siendo sus hijos todavía jóvenes.  Esto dejó a Heriberto con cinco hijos por criar, sin esposa, trabajando como misionero a la vez.  Al fallecimiento de ella, el mayor, Roberto, tenía 16 años, y Marcos, el menor, tenía cinco. 

El Cimiento de la Madre

         Los eruditos en la crianza de niños están de acuerdo que los primeros años de la vida de un niño son los más cruciales e influenciables.  Durante esos años iniciales, las piedras fundamentales se colocan en la vida del niño.  La Palabra de Dios nos enseña de esto en varios lugares.  Estudiando el escaso material que tengo acerca de la vida de Rut, se aclareció que la madre de eso tropa de futuros misioneros estuvo muy ocupada, asentando las piedras fundamentales en las vidas de sus hijos, antes de retirarse a su eterno galardón.

         Esta madre también tenía derechos de llevar el título de misionera.  Sus padres fueron misioneros en comunidades de los indígenas americanos del estado de Montana, EE.UU.; y luego de terminar su entrenamiento en el Instituto Bíblico Moody, les ayudaba en los campos misioneros como maestra.  Esto ocurrió en el año 1910, para ese entonces Montana era un verdadero campo misionero, con pocas cosas modernas.  Siete años más tarde, ella se fue a África a trabajar con la misión de C.T. Studd.  Allí, en el Congo, encontró a Heriberto y se casó con él.

         Al llegar los hijos a su matrimonio, Rut, de buena voluntad, hizo mucho hincapié a sus nuevas responsabilidades de madre.  Pero, como he dicho, siempre fue una misionera en su corazón.  Su carga por los perdidos hizo que ella buscara oportunidades especiales para evangelizarlos, cuidando a la vez a sus hijos.  Durante el tiempo que Heriberto iba de viajes misioneros, varias veces Rut se ató a su bebé a la espalda, de la manera que lo hacen los lugareños, y montando una bicicleta, se iba con él en un viaje de dos semanas.

         Al comienzo de la obra misionera en África, enseñar a sus hijos en el hogar era la única opción.  Rut se había preparado bien para esto, pues anteriormente enseñaba en los EE.UU., antes de partir para África.  La Biblia era el primer libro usado en su enseñanza.  Al llegar a los cinco años de edad, los hijos habían memorizado todos los versos del abecedario bíblico y podían recitarlos en cualquier momento.  Recibieron una educación básica en la lectura, escritura y cálculo.  Y aun más, el programa de estudios consistía en el estudio de las vidas piadosas de sus padres.

         El ejemplo y la buena voluntad de la madre para soportar muchas aflicciones marcaron los corazones de cada uno de sus hijos.  Vivían en la selva, lejísimos de la civilización y de la ayuda de otros.  El doctor más cercano estaba a diez días de viaje.  Parece ser que por esto falleció ella de la fiebre.  Vivían demasiado lejos del doctor para ir en búsqueda de ayuda médica.  Utilizando las cosas sencillas, Rut hizo de su casa de adobe un hogar y lo adornó con un amable espíritu de buen ánimo.  Así son las madres misioneras.  El corazón materno las mueve a proveer un hogar bendecido, de maneras que las madres que viven en Norteamérica no lo pensarían.  La familia Grings siempre tenía charque y frutos, secados con el aire solano que corre en la región.  Hicieron su propia mantequilla de maní, con mermelada de plátanos para poder gozarse de la comida americana: <<mantequilla de maní con dulce>>.

         En un sentido muy real, la madre no murió de fiebre negra en el año 1936.  Murió mucho antes, a sus propios deseos.  Dio su vida diariamente en sacrificio vivo por la familia y los perdidos que vivían a su alrededor.  Los hijos vieron esto, y se les pasó el fuego misionero.  Mamá Grings tenía una oración (es una canción, también) escrita y colgada en la pared de su hogar en África.  Esa oración describe exactamente su sacrificado corazón.  Voy a terminar esta parte de nuestro estudio con las sagradas palabras que eran su oración, mientras trabajaba para su familia y los paganos.

 

No Yo, Sino Cristo

No yo, sino Cristo, sea honrado, amado, exaltado:

No yo, sino Cristo, sea visto, conocido, escuchado;

No yo, sino Cristo, en cada mirada y acción,

No yo, sino Cristo, en cada pensamiento y palabra.

 

No soy yo, sino Cristo, quien alivia las tristezas;

No soy yo, sino Cristo, quien enjuga la solemne lágrima;

No soy yo, sino Cristo, quien levanta la pesada carga;

No soy yo, sino Cristo, quien calma cada furor.

 

No yo, sino Cristo, en el humillante y quieto trabajo;

No yo, sino Cristo, en la ardua labor servil:

Cristo, sólo Cristo, no exhibición ni ostentación;

Cristo, ningún otro, el colector del botín.

 

Cristo, solamente Cristo, pronto cumplirá mi visión;

La excelente gloria pronto, pero muy pronto, la veré—

Cristo, solamente Cristo, que me da mis anhelos,

Cristo, solamente Cristo, mi todo en todos será.

 

Papá Grings

         Heriberto vivió 41 años más, después de la muerte de Rut.  Trabajaron juntos 16 años, con un solo descanso en su país natal durante ese tiempo.  Después del fallecimiento de ella, él nunca se casó otra vez, dedicándose enteramente a la evangelización de los paganos.

         Cuando era joven, el Espíritu de Dios le desafió en cuanto a sus prioridades.  Dios le dijo, —¿Vas a sacrificar tu carrera, para que yo pueda mandarte a los perdidos de este mundo?—  Inmediatamente, rindió todo al Maestro.

         Posteriormente acerca de esto, él dijo: —Desde entonces en adelante, nunca miré hacia atrás—.  Ya todos sus afanes estaban en las preparaciones para la obra misionera.  Este amado hombre vivía únicamente por una cosa: predicar el evangelio a los que nunca lo habían oído antes. 

 

Cuando el gobierno del Congo rechazó su súplica de volver a su campo de labor, se fue a Centroamérica y a Suramérica.  Atravesó uno y otro país, sembrando la semilla de la Palabra y plantando iglesias.  A sus 75 años, apeló para poder volver al Congo, y ¡lo obtuvo!  ¡Qué bello corazón misionero tenía este soldado de la cruz!  La mayoría de nosotros pensaríamos en descansar y retirarnos a tal edad, pero Papá Grings no.  Invirtió los últimos diez años de su vida, montado sobre una bicicleta, viajando de un pueblecito a otro por las sendas de la selva africana.  Pasó a obtener su galardón en el año 1977, a la edad de 85 años.

La Especial Escuela Misionera de Dios

         Brevemente hemos conocido las vidas de estos dos misioneros y hemos visto algo muy inspirador.  Hay mucho más que se puede decir de ellos y de sus labores por los perdidos; pero este no es el enfoque del estudio.  Quiero que nos fijemos en su hogar, y en los principios que aplicaron, los cuales produjeron muchos misioneros en las generaciones siguientes.  Una parte de la historia que vamos estudiar pasó por casualidad, y otra parte fue resultado de un propósito.  Sin importar el porqué, estudiaremos todo, porque hay mucho por aprender.

         En el año 1936, murió Rut de fiebre negra.  Yo considero mártires a los misioneros que mueren en el campo de labor.  Ella dio su vida por la causa de Cristo.  Esto dejó a Heriberto con cinco hijos en El Congo.  No se necesita mucha imaginación para entender lo estrecho de esta circunstancia.  Pasaron seis meses para que las cartas de informe y consejo cruzaran el Atlántico.  Fue aconsejado: <<Recoge a tus hijos y regresa a los Estados Unidos. >>  ¿Qué haría Usted en tal circunstancia?  Había un cruce en el camino y se necesitaba de una importante decisión.  Una mala decisión podría afectar a muchas generaciones.

         Papá Grings reunió a la familia y tuvo una ‘asamblea familiar’.  Puso las cartas ante sus hijos y las consideraron juntos.  Después de orar, hicieron la decisión: ¿quedarse o regresar?  Con unanimidad dijeron: —Somos misioneros, nos quedaremos—.   Toda la familia sabía que la muerte de su madre había abierto los corazones de los nativos y muchos estaban salvándose en rededor.  Dijeron los hijos —El yugo se ha quebrantado y el enemigo huye, ¿Por qué volver a nuestro país ahora?—

         Esta decisión abrió el camino para entrar en la tremenda escuela misionera que se llama <<Experiencia de Primera Mano>>, la cual duró diez años.  El padre y sus hijos caminaban de un pueblecito a otro, viviendo unos dos meses en cada uno.  Predicaron, oraron y fundaron iglesias.  ¡Qué tremenda escuela!  ¿Cuántos de ustedes quieren invertir diez años aprendiendo a los pies de un perito misionero?

         Al decir estas cosas, yo podría terminar este estudio aquí, porque sabemos que tal escuela, sin otro entrenamiento, produciría misioneros capacitados.  Sin embargo, quiero hacer notar unos puntos de este período de diez años, para poder aplicarlos a nuestros propios hogares actuales.

Principios que producen hijos misioneros

         Durante mi entrevista con Luisa (Hija de Heriberto y Rut), noté que la Biblia tenía una prominente trascendencia en el hogar.  Las vidas de los hijos se llenaron de la Biblia.  Aprendieron a leer usando la Biblia como texto.  Memorizaban cinco versos bíblicos cada semana.  Calculando, vemos que esto suma 125 capítulos memorizados durante los años vividos en el hogar, si ponemos 30 versos como promedio para cada capítulo.  (5 versos X 52 semanas X 15 años.)  Cada año los niños leyeron toda la Biblia en su tiempo personal de devoción.  El padre y la madre también les enseñaron la Biblia durante los cultos familiares; además, los mismos niños empezaron a enseñar a otros la Biblia, mientras eran jóvenes.  Todos eran misioneros.  ¡Fíjate cuánto se infundió la Biblia en los hijos!  En verdad fueron <<plantados junto a corrientes de agua>> (Salmo 1) desde la temprano edad.  <<…desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras…>> (1º Tim. 3:15)

         El llamado a la obra misionera era un llamado para toda la familia.  Al recibir el consejo de volver a los EE.UU., los hijos se levantaron y dijeron: —Somos misioneros, no podemos volver a los EE.UU.—  Hay muchos hijos de misioneros que están alejados de la carga y la visión por los perdidos.  En esos hogares, mamá y papá son misioneros, y los hijos son hijos, nada más.  Los padres sabios ocupan a los hijos en la obra, para que estos aprendan el propósito de Dios en sus vidas.  Este es un poderoso principio.  Es seguro que en la vida hogareña de los itinerantes Grings tuvieron tiempos infructuosos; sin embargo, al involucrar a los hijos en la obra, pudieron sobrevivir, a pesar de que había fallas en otras áreas.  Los hijos que son activos en la obra de ganar almas para Cristo, colaboran con el Espíritu Santo; y esto crea una buena adicción.  Los hijos de Papá Grings se ocuparon en pescar almas desde una temprana edad.  Yo sé que esta es una de las causas del porqué hay tantos descendientes de los Grings que trabajan como misioneros hoy en día.

         La oración era una importante parte en la formación de los hijos.  Fueron animados por los padres orar durante el tiempo personal de devoción, que tenían a diario.  Ellos tenían muchos tiempos de oración en otros momentos, rogando por las tantas necesidades de los demás; además, Heriberto dedicaba un día de cada mes al ayuno y oración por todos.  Durante ese día, las labores del mes se evaluaban, y luego, todos imploraban a Dios por Su supervisión durante el mes entrante.  Este tipo de actividades afectan a la siguiente generación de misioneros.  Encima de toda esta oración, Heriberto oró diariamente por todos sus hijos, nietos y bisnietos.  Así oró durante muchos años.  Estoy seguro que sus oraciones siguen a sus descendientes hasta el día de hoy.

         Estas son las palabras de Luisa, cuando le pregunté acerca de la disciplina y la autoridad en el hogar de su padre.  La vara se ocupaba como nos enseña la Biblia, pero no se necesitaba mucho porque los hijos aprendieron desde cuando recibieron la instrucción, <<Tenemos que obedecer las palabras de nuestros padres. >>

         Esta familia vivió en docenas de casas durante los diez años de su obra itinerante.  Nunca sintieron la seguridad de tener una misma casa por largo tiempo.  No sabían dónde dormirían la próxima noche.  A pesar de todo esto, fluía un espíritu de amor entre ellos.  De aquí mana la verdadera seguridad.  Es tentación el pensar que la seguridad proviene del ambiente exterior, pero no es así.

         Memorizaron cientos de cánticos e himnos, luego los cantaban brotando desde el corazón, en medio de varias pruebas y aflicciones.  Tenemos un espíritu de alabanza y no podemos medir el poder quieto que el cantar tiene sobre la mente y corazón de un niño en sus años de formación.  Y, esta familia estaba en las primeras filas de combate, donde el cantar era una de las estrategias para ganar la conquista.

         Esto es verdad en todas las partes del mundo.  No importa que tipo de quehaceres sean, de finca, de negocio o de la obra misionera; todos ayudan a edificar el buen carácter.  ¿Qué quiero decir cuando hablo de los quehaceres misioneros?  Los Grings tuvieron que vivir como campesinos en pequeñas comunidades, esto quiere decir que había mucho trabajo manual.  Lavaban la ropa en las quebradas, llevaban el agua para las comidas y para los otros usos de la casa.  Criaron animales para comer la carne de estos.  Acarreaban leña para cocinar y para calentar el agua para lavar los platos.  Al ver esto, muchos en la Norteamérica gritarían —¡Pobrecitos niños!—  Pero, eran misioneros y tal trabajo no les importaba a los Grings.

         Muchas veces he dicho que la obra misionera es lo que más semejanza tiene a la persecución, por razón de los muchos sufrimientos de esta.  El rigor de tal trabajo en el campo es difícil aguantar.  Las enfermedades no sanan rápido, uno suda día y noche, y en la noche no se puede dormir a razón del fuerte calor.  Estar enfermo es lo común y corriente de cada día.  Le pregunté a la hija de Heriberto acerca de esto, y me replicó que siempre  hubo alguien enfermo en el hogar.  Esta familia vivió antes que existieran los presentes medicamentos contra la malaria.  También sufrieron disentería, parásitos y otras enfermedades; además de las picaduras de tantas variedades de bichos.  Los niños de los Grings sufrieron todas estas cosas por la causa de Cristo, y los moldearon para ser soldados de Jesús.

         Los hijos de los Grings se criaron en medio de una dolida y olvidada gente.  Vieron el sufrimiento por todos lados, pero esto les trajo un hermoso, pero silente, efecto.  Los padres guiaron sus pensamientos hacia la compasión, la cual queda con ellos hasta el día de hoy.

         Dios ocupa las abnegadas experiencias para enseñarles a los niños a rendir sus voluntades.  Es muy importante que los padres entiendan esto, para poder colaborar con Dios, para el bienestar de los hijos.  La vida misionera provee tales experiencias de abnegación.  Por ejemplo, las comidas son muy sencillas, sin mucha variedad, y, la gente para quién están laborando viven en la pobreza; por esto, los misioneros deben vivir de igual modo.  Y, todo esto afecta tremendamente a los hijos de los misioneros.  He notado en otros estudios de este libro que la pobreza moldeó a otros positivamente.  A los misioneros, la pobreza es más como una preferencia que una mala suerte, pero los resultados en la siguiente generación son iguales.  Si los padres guían los corazones de los hijos en medio de tales situaciones, los hijos se forjarán a ser soldados adiestrados para la guerra.

         Dios es un Dios Viviente.  Sin embargo, muchos hijos crecen, aprendiendo acerca de Dios, pero sin verle obrar sobrenaturalmente.  Para los hijos de los Grings, Dios era un Dios omnipresente (siempre presente), y experimentaron Su presencia a menudo.  Por ejemplo, una vez cuando los hostiles nativos les enfrentaron con espadas y arcos, y, otra vez cuando una nave les rescató quince minutos antes que una tormenta les hubiese hundido.  Vieron a Dios proveerles comida en tiempos de hambre.  Muchos no entran a la obra misionera, a razón del temor y la desconfianza.  Es difícil para tales personas el confiar que Dios les proveerá.  Pero los hijos de los Grings aprendieron de primera mano que Dios siempre ve y cuida a Sus siervos.

Conclusión

         Hay mucho más que uno pudiera referir acerca de todo esto.  La crianza de niños en medio de la obra misionera es un tema lleno de riqueza.  Pues yo conozco cómo viven los misioneros, pudiera señalar varias áreas más.  Con todo, voy a detenerme con los puntos que Luisa me dio.  La experiencia misionera, si se le entra con una actitud positiva y abierta, puede ser una potente base para la crianza de los niños.  Pero, quiero ser realista a la vez.  Es mucho más difícil establecer las prioridades del hogar mientras se trabaja en la obra de Dios.  Hay muchas dificultades para vencer y muchos han perdidos a sus hijos, tratando de ganar a los perdidos.  A mí, me parece que la actitud del corazón es el punto más importante para los padres.  Solamente Dios sabe cuántos más de los descendientes de Heriberto y Rut servirán en los campos misioneros en el futuro.  Los nietos de los nietos se levantarán, diciendo —Escuchamos una voz diciendo, ‘¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?’

­—HEME AQUÍ, ENVÍAME A MÍ—