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Glikhikan

Glikhikan es un nombre que pocos, pero muy pocos, conocen. Ya es tiempo que esto cambie.

No se quiere glorificar al hombre más que al Dios que lo renovó. Pero por medio de una vida cambiada, uno puede ver al Dios Eficaz. Así, a continuación se narra la triste, pero triunfal historia de un cristiano: un verdadero seguidor de Cristo.

Glikhikan nació en tiempos tempestuosos para su pueblo. La Leni Lenape[1] era una tribu entre las varias que existían en el oriente de lo que es actualmente los Estados Unidos. Por su naturaleza, esa tribu no era tan guerrera, como sus vecinos los iroqués. No obstante, la naturaleza humana que se encuentra en todo ser humano no renacido se manifestó en los Leni Lenape también. Había guerras, rehenes y homicidios, junto con cada pecado nombrado.

Además, en las décadas antes de que naciera Glikhikan, hombres extraños aparecieron desde el otro lado del océano: hombres altos, con pieles blancas y barbudos. Al principio, había pocos, y esos decían que huían de la persecución de sus gobernantes, en cuanto a su religión. Y, los antepasados de Glikhikan les vendieron tierra[2], pues la tierra que ocupaban era una tierra amplia, y, mayormente, vivían en paz con ellos.

Pasando el tiempo, llegaron más y más de esos hombres blancos. Y, además de introducir sus herramientas de hierro entre los nativos, trajeron sus típicas guerras al ‘nuevo mundo’. Los ingleses, los franceses y los españoles peleaban por controlar la tierra; no solamente la tierra de los Leni Lenape, sino también tierras desconocidas por ellos, en todas partes de este mundo. Por supuesto, los nativos sentían un creciente resentimiento hacia todos. Muchos de los primeros colonizadores los habían tratado más o menos justamente; pero con el paso del tiempo, se veían más y más apretados entre mercaderes engañosos: entre los franceses, ahora en alianza con los españoles, desde el Norte hasta el Oeste, y los ingleses, por el lado del Este.

Los dos bandos les pagaban a varios grupos nativos para pelear en su bando. La tribu de Glikhikan hizo alianza con los ingleses, y, al final, estos ganaron, terminando así los siete años de las nombradas “Guerras de los Franceses e Indios”. Los ejércitos franceses volvieron a su propio país, dejando a la Norteamérica en manos inglesas y españolas.

Entre tales eventos revoluciónales, nació y creció Glikhikan. Y, por supuesto, aprendió el cómo pelear y hacer la guerra. Sabía desollar bien el cráneo de su enemigo y, después, secar el cuero cabelludo y llevarlo colgado como una insignia de triunfo. Además de llegar a ser capitán del clan Lobo de los Leni Lenape, su valentía y sabiduría le abrió camino para ser consejero del gran cacique Custaloga. De hecho, su fama entre los Leni Lenape lo estableció de ser un gran orador en los consejos.

Su habilidad para expresarse fue lo que dio contacto con los “mantos negros”: misioneros jesuitas que llegaron con los franceses para “convertir” a “los salvajes”. Glikhikan estudió lo que ellos proclamaban, y concluyó que era verdad: pero, solamente para los que vivían al otro lado del océano, no para los Leni Lenape. Así, determinó Glikhikan, que lo que han dicho los Shaman[3] de los Leni Lenape no debía desecharse.

En cierta ocasión, Glikhikan fue invitado a debatir públicamente con los ‘Mantos Negros’ en cuanto a la religión. Fue al lugar indicado y, según los otros nativos que asistieron al debate, Glikhikan le ganó al sacerdote jesuita por completo.

Al pasar el tiempo, llegaron a otros ‘Mantos Negros’ a predicar entre los Leni Lenape. Y, otra vez, los Leni Lenape llamaron a Glikhikan para que fuese a otro debate público contra la nueva religión. Junto con unos shamanes, él viajó al campamento de los misioneros a las orillas del río Allegheny, pensando vencerlos otra vez con su sabiduría.

¡Qué sorpresa encontró! En vez de un sucio campamento de ingleses o franceses, se encontró solamente con otras personas indígenas, como él mismo. En vez de soldados ociosos, coqueteando con las mujeres, y mercaderes vendiendo ron a todos, encontró gente quieta e industriosa viviendo en cabañas construidas con troncos. La calle estaba barrida. Las mujeres, vestidas con faldas largas sin adornos y un amplio velo, quienes cuidaban a los niños.

A todos lados, Glikhikan halló señales de paz y orden. Maíz y calabazas crecían en los campos bien ordenados y cuidados detrás de las cabañas. Y, cuando un grupo de hombres guiado por un anciano llamado Antonio, de la tribu Monsi, se acercaron y les invitaron a comer con ellos un banquete de compañerismo con la comunidad, Glikhikan se impresionó muy profundamente. ¡Esta religión no era igual a la de los ‘mantos negros’ de Québec![4]

Llegó el tiempo del debate, pero los argumentos y razonamientos de Glikhikan ya no parecían válidos, y así pidió que Antonio hablase primero.

Antonio se puso de pie y habló acerca del Creador de todas las cosas y luego se sentó.

Después de un largo silencio, Glikhikan todavía no sabía que decir. Le dio señales a Antonio para que hablase otra vez. Así, Antonio continuó con la historia del Hijo del Creador de todas las cosas, y cómo él permitió que otros lo mataran para que pudiese dar vida a todos los hombres.

—Creo que hablas la verdad —dijo Glikhikan. Luego, se levantó, y juntamente con todos sus compañeros siguiéndole en silencio, volvió al campamento de los Leni Lenape, ubicado a unos días de viaje hacia el sur.

Al llegar a su propia gente, Glikhikan le pidió al cacique que éste invitase a los indígenas cristianos, junto con sus maestros, para que vinieran a su comunidad para que les enseñaran a los Leni Lenape cómo debían vivir. Glikhikan conocía muy bien las vidas viciosas y violentas de su pueblo y de las supersticiones que los esclavizaban. Custaloga, aunque con reservas, consintió, y pronto una nueva comunidad llamada Langunto Utenuenk[5] se construyó no muy lejos de ellos.

Muchos de los Leni Lenape se resistieron a las enseñanzas de los cristianos nativos. Compraron ron e organizaron viciosas fiestas y bailes cerca de Langunto Utenuenk, con los designios de atraer a los cristianos a sus pecados otra vez. Pero con rotundo propósito los cristianos siguieron firmes. En lugar de ir a las fiestas y emborracharse, atendieron sus sembrados, pagaron sus deudas, compartieron sus bienes materiales con otros y asistieron a las reuniones en las noches, para orar y cantar. ¡Tal era su firmeza, que los demás pensaban que los convertidos estaban hechizados!

Después de observar a los cristianos durante unos meses, Glikhikan decidió trasladarse a Langunto Utenuenk. Y, después de llegar, en unas de las reuniones celebradas en la capilla, escuchó a unos de los ministros: David Zeisberger de Moravia, cuando este predicaba. Tocado hasta lo profundo de su corazón, empezó a llorar y volvió a su cuarto. Allí, se entregó al Hijo de Dios, y una gran paz llenó todo su ser al ser bautizado. Era el año 1770. El gran guerrero Glikhikan ya había dejado el reino de las tinieblas, y había entrado a otro: ¡al del Príncipe de paz!

De acuerdo con la costumbre del tiempo, recibió un nombre bíblico a su bautismo: Isaac. Pero en esta biografía, seguiré usando su nombre nativo. Al paso de unos meses, después de su bautismo, Glikhikan empezó su primer viaje misionero, junto con Antonio de la tribu Monsi, Jeremías un cacique Mingo, David Zeisberger de Europa y otro hombre Leni Lenape. En cada comunidad que visitaban, Glikhikan, a causa del respeto que todos le tenían, encontró personas atentas para escuchar su testimonio.

Sin embargo, al cacique Custaloga no le gustaba la idea que Glikhikan se había convertido, y le declaró, diciendo, —¿Qué quieres? ¿Será que piensas que vas a recibir una piel blanca por haber recibido la religión de los hombres blancos?

Pero Glikhikan respondió diciéndole que no quería una piel blanca, pero sí quería conocer al Hijo de Dios y vivir con Él para siempre.

Otro capitán Leni Lenape, que se llamaba Koquethagakhton (Ojos Blancos) quien era muy amigo de Glikhikan desde su juventud, le preguntó acerca de su conversión. Al escuchar la pregunta, Glikhikan le preguntó de vuelta, —¿Recuerdas cuando puse mi bolsita de tabaco[6] entre nosotros y te di el permiso de servirte en cualquier momento de ella, para el resto de tu vida? ¿Recuerdas cómo nos prometimos a compartir todas las cosas, y si que uno de nosotros hallara algo bueno que debía informarle al otro? Bueno, he hallado aquella cosa buena, y la quiero compartir contigo. He hallado una nueva vida con el Hijo de Dios.

 

Después de convertirse, Glikhikan se encontró con el peligro. Pero, igual que su Maestro, lo enfrentó sin armas mundanas. Algunos de los indígenas convertidos construyeron nuevos pueblitos en la valle Tuscarawas en lo que actualmente es el estado de Ohio. Pronto, otra tribu muy guerrera del Norte: los Wyandot, los atacó. Glikhikan salió a enfrentarlos, pero con dádivas y palabras pacificadoras. Y, el cacique de los Wyandot: Pomoacan, le escuchó y no les hizo daño a los hermanos.

Pero, pronto llegaron más problemas. Durante la guerra revolucionaria de los EE.UU., una joven cristiana (que anteriormente era prostituta) se fue de la comunidad de los Wyandot. Pues la chica era pariente de Glikhikan, sus captores, enojados, rodearon la casa de Glikhikan durante la noche, gritando que el cráneo de Glikhikan merecía ser desollado. Glikhikan abrió la puerta, alumbrándose con la luz de una lámpara. El silencio ocupó a todos.

—Yo pelearía contra Ustedes —dijo Glikhikan—. Sé cómo pelear y he desollado los cráneos de muchos guerreros antes de que ustedes supieran la diferencia entre su pie derecho y su pie izquierdo. Pero ya nunca más peleo con arco y hacha guerrera. Ahora peleo ayudado con el poder del Gran Espíritu. No más peleo contra los hacedores de maldad: Sino que peleo contra la maldad misma. Aquí estoy. ¡Pueden llevarme cautivo y llevarme a su cacique!

El cacique Wyandot lo libertó. Pero más problemas vinieron luego.

Los indígenas convertidos pusieron en práctica las enseñanzas de Jesús en cuanto a amar a sus enemigos. La guerra de independencia de la Unión Americana estaba por estallar, y ambas bandas, los británicos y de los colonizadores, miraban a los indígenas con ojos suspicaces. De hecho, los cristianos no se contaban en ninguna de las dos bandas de los enemigos, y les dieron hospedaje a ambas. Por fin, el general británico ordenó que los Wyandot llevasen a los creyentes al muy al Norte de Ohio.

Los órdenes llegaron a fines de agosto. En el hemisferio Norte, esa es la época de los fines del verano, un poco antes de que los sembrados maduren. Así, el maíz y las calabazas no estaban en punto de cosecha cuando las órdenes de mudarse llegaron. Con mucha tristeza, los creyentes abandonaron sus prósperos pueblitos: Gnadenhütten (Refugios de Gracia), Schönbrun (Fuente Hermoso) y Salem (Paz). La marcha al Norte fue larga y dura, y mientras viajaban, algunos de los niños murieron. La escasa comida que pudieron llevar consigo pronto se acabó, y antes de la llegada del invierno (el mes de diciembre generalmente) empezaron a sufrir de hambre en su nuevo campamento, los Wyandot.

Durante varios meses, los creyentes pudieron comprar maíz de sus captores. Aun estando en cautiverio, los negociantes notaron que los hermanos pagaban sus deudas y no malgastaron su dinero. Pero, a la llegada del mes de febrero, el dinero se les acabó. Se habían comido todas las raíces comestibles existentes en la región y cazaron todos los animales silvestres de alrededor. Así, Glikhikan y casi otros cien hermanos y hermanas decidieron regresar a sus pueblitos abandonados.

Sus amigos, tanto europeos como indígenas, les avisaron de los peligros de volver a aquella parte del país, pues la guerra seguía en ese lugar. Pero las necesidades fueron tan grandes que Glikhikan y los otros hermanos pensaron que no había otra opción mejor. Fue así como volvieron y comenzaron a desenterrar las mazorcas que estaban debajo de la nieve, en el pueblo de Gnadenhütten.

A las pocas semanas, una banda colonizadora los halló, eso fue a comienzos del mes de marzo. Los hermanos los recibieron como siempre; como amigos y con hospitalidad. Al principio, la banda fingió tener interés en la fe de los indígenas. Glikhikan y otro anciano ministro llamado Tobías les hablaron con mucho celo a los jóvenes soldados blancos. Los soldados respondieron: —¡Ustedes son buenos cristianos!— y, les pidieron que todos ellos se reuniesen al día siguiente.

Después de dos días de hospedarse entre ellos, los soldados les revelaron sus intenciones reales. Hasta ese punto sólo habían decepcionado a los indígenas, diciéndoles que había un nuevo lugar pacífico, a dónde los iban a guiar para que se fueran a vivir allá. Pero, entonces, con alrededor de noventa hombres, mujeres y niños reunidos, los soldados cambiaron su tono de voz y empezaron acusar a los indígenas creyentes. —Ustedes son guerreros —dijeron—. Además, sabemos que son ladrones. Miren las ollas, las herramientas y la ropa de los europeos que llevan ustedes. ¡Las han robado de nuestros colonizadores!

Los hermanos indígenas estaban tan sorprendidos que no sabían que hacer. —Ya no practicamos la guerra —explicó Glikhikan—. Somos seguidores del Hijo de Dios y no le hacemos daño a nadie.

Pero los colonizadores no hicieron caso a sus palabras, e hicieron una votación entre sí de qué hacer con ellos. El coronel Williamson ordenó que todos los soldados que quisieran perdonar a los hermanos diesen un paso adelante. Solamente 16 de ellos lo hicieron, dejando a la gran mayoría a favor de matarlos a todos.

Glikhikan, el guerrero convertido, miró a los colonizadores a los ojos. —Somos de Cristo —dijo—. Estamos listos para morir. Pero, ¿pueden permitirnos que tengamos una noche más para reunirnos en este lugar?

Se les dio permiso, y se encerraron todos los hombres creyentes dentro de una de las casas de troncos, y las mujeres creyentes dentro de otra. Allí, confesaron sus pecados, oraron y cantaron toda la noche, animándose el uno al otro y clamando a Cristo.

La matanza empezó la siguiente mañana. El primero que los colonizadores golpearon a muerte fue a Abraham[7], un anciano, hermano de la tribu Mohicana, quien había creído en Cristo desde hacía muchos años. Después, mataron a los cinco ministros: Jonás, Christian, Juan Martín, Samuel y Tobías. Luego, a siete hombres casados: Adán, Enrique, Lucas, Felipe, Ludwig, Nicolás e Israel. Luego, a los jóvenes: José, Marcos, Juan, Abel, Pablo, Enrique, Hans, Miguel, Pedro, Gottlob y David. Al terminar con estos, golpearon a muerte a los niños: Christian, José, Marcos, Jonatán, Christian Gottlieb, Timoteo, Antonio, Jonas Gottlieb, Benjamín y Tomás.

Murieron con nombres bíblicos. Pero, lo más importante de todo, fue que murieron como Cristo, no resistiendo a sus enemigos, en lugar de pelear en las guerras con los hombres.

De igual manera, las hermanas murieron, sin resistir a los colonistas. Amelie, esposa de Jonás, Augustina, esposa de Christian, y siete de las otras hermanas casadas: Cornelia, Ana, Juana Salome, Lucia, Lorel, Rut y Juana Sabina fueron golpeados a muerte. Los nombres de las hermanas solteras, de cuyas cabezas los soldados sacaron velas blancas antes de desollarles las cabezas, fueron Catalina, Judit, Christiana, María, Rebeca, Raquel, María Susana, Ana Rosina, y Salome. Luego, once niñas recibieron golpes: Cristina, Lea, Benigna, Gertrud, Ana Cristina, Ana Salome, Maria Elizabet, Sara, Ana y Ana Elizabet.

Además de todos estos (y cinco personas que no habían sido bautizados) los soldados golpearon a muerte con un mazo a doce bebés. No desollaron las cabezas de éstos, pues eran demasiado chiquitos.

Uno de los hombres más jóvenes pudo escapar, escondiéndose bajo del piso[8] de madera de una de las “casas de matanza”. Mientras arriba los soldados golpeaban las cabezas de los creyentes con un gran mazo, Jacob se quedaba debajo del piso, hasta que tanta sangre fluyó sobre él que se vio forzado a salir de su escondite y huir al bosque. Pudo escapar, fue uno de los dos sobrevivientes que pudieron volver a los otros creyentes, a los que no habían venido a Gnadenhütten para cosechar las siembras. El otro que sobrevivió fue un niño llamado Tomás. Los soldados le golpearon y lo dejaron por muerto en el montón de cuerpos. Sin embargo, durante la noche, después de que todos se habían ido, volvió a Neuschönbrunn, ya consciente gateó, medio muerto y muy sangrado; donde halló ayuda.

Glikhikan, el líder de los hermanos, no fue el primero en ser muerto. No se sabe porque. Pero cuando los soldados le agarraron a él y a su esposa: Ana Benigna, murió como Cristo: amando a sus enemigos.

La fecha de este suceso fue el 10 de marzo de 1782, el día de la última batalla de Glikhikan…y el día de su más notable triunfo. Murió amando a Dios y a sus enemigos: una prueba indiscutible de que el reino de Dios había llegado a la tierra de los indígenas norteamericanos.

¡Gloria a Dios!


 


[1] Son más conocidos por su nombre inglés: Delaware. Este nombre provino del hecho que muchos de los Leni Lenape vivían cerca del río Delaware.

[2] Según algunos, fueron los Leni Lenape quienes vendieron la isla Manhatten a los holandeses en el año 1624, por la suma de $24. El mismo nombre Manhattan es una palabra indígena que quiere decir “isla de lomas”. Y, probablemente fueron los Leni Lenape a quienes el cuáquero Guillermo Penn les compró tierra, para establecer su nueva colonia [En el actual Estado de Pennsylvania]. El trato de Penn con los indígenas es muy merecedor de noticia. Trató a los originarios como iguales, pagándoles un precio justo para la tierra, aunque el mismo rey de Inglaterra previamente le había dado dicha tierra a Penn, para pagarle una deuda. Como consecuencia, no hubo peleas entre los colonizadores de Pensilvania y los pueblos originarios durante los siguientes cincuenta años, hasta que otros hombres empezaron a quitarles la tierra a los nativos injustamente.

[3] Los ‘Shaman’ fueron hombres que practicaban el espiritualismo entro los indígenas. Tal vez la palabra ‘brujo’ es la que los describe mejor.

[4] Referente a los jesuitas anteriormente mencionados. Este nuevo grupo era el de los cristianos llamados ‘hermanos moravos’. A veces este grupo usaba el nombre Unitas Fratum [Hermanos Unidos], pero son más conocidos como ‘los moravos’, pues muchos salieron de Hernnhut, una comunidad cristiana de dicho país. Algunos de los ‘hermanos moravos’ fueron parte de un remanente del antiguo grupo llamado ‘los hermanos bohemios’, que tiene sus raíces en la reforma promovida por Juan Hus. La historia de los misioneros de los hermanos moravos es muy interesante y conmovedora. Esta biografía de Glikhikan es sólo un ejemplo de sus muchos logros.

[5] Este nombre quiere decir, ‘ciudad de paz’.

[6] Parece ser una forma de hacer compromisos entre aquella gente.

[7] Hay que recordarse que los nombres listados de los creyentes aquí en delante son sus nombres bíblicos. Todos fueron creyentes indígenas.

[8] Las casas de madera en los EE.UU. muchas veces tienen un piso de madera unos 30 centímetros arriba del nivel del suelo, dando así espacio para que pueda entrar alguien abajo del mismo.