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Como introducción a esta serie, hay que decir que falta mucho en la vida familiar de los cristianos de hoy. El hogar debe ser un refugio ante las tentaciones del mundo y los pecados. Debe ser un lugar donde reine el amor de Dios; lleno de paz y gozo. Pero, tristemente, no son así la mayoría de los hogares cristianos. Los padres discuten entre sí, casi nunca se sientan juntos todos de la familia para comer a la misma mesa, faltan miembros de la familia en muchos de los cultos públicos de la iglesia y un tiempo diario de culto familiar falta en muchos hogares.

Pero, Dios quiere cambiar todo esto. Y para animar a los padres en el quehacer ante esta falta, se les da estas "Historias del Hogar" de cristianos muy conocidos. Tengo que decir que tal vez no fueran buenas todas las doctrinas y prácticas de las personas quienes se escriben. De igual modo, las denominaciones mencionadas no fueran siempre rectas en cuanto a sus doctrinas y prácticas. Sin embargo, podemos aprender de los puntos correctos y desechar lo demás.

Hudson Taylor

Hudson Taylor--Misionero al Interior de la China.

Solamente la eternidad revelará la influencia que él dejó sobre los millones de personas que, antes de la llegada de su misión, no habían sido alcanzadas por el evangelio. En la época de Hudson, las misiones eran una idea nueva y se necesitaba una profunda dedicación a Cristo y un espíritu pionero para empezar tal santa iniciativa. Solamente un hombre bien fundamentado en Cristo pudo llevar a cabo la misma. ¡Qué hermoso contemplar la obra de Dios, quien es un Dios misionero, sentando un cimiento firme durante varias generaciones en la vida de Hudson, a través de sus antepasados, quienes abundaron en amor ferviente y consagración! ¡Oh! ¡Qué gozo saber de la historia de Hudson y ver al Padre obrando todo, según el consejo de su propia voluntad y propósito— mucho antes que él naciera!

Antes de Hudson, hubo tres generaciones seguidas de metodistas fogosos. De veras, su bisabuelo, Santiago Taylor, puso un cimiento firme en su hogar, el cual duró durante varias generaciones. El día de su boda, Santiago Taylor estuvo orando en su granja, sintiendo una gran convicción: Dios le impresionaba una y otra vez, en cuanto al verso Josué 24:15: “Pero yo y mi casa…” “Pero yo y mi casa…” “Pero yo y mi casa…”. ¡Qué maravilloso verso para determinarlo en su vida, en el día de la boda! Con todo, Santiago llegó tarde a su boda, pero llegó con su corazón preparado ante Dios. Hay mucho sobre la vida hogareña de este hombre, pero vamos a enfocar el estudio sobre la influencia del padre y la madre de Hudson. Es un hogar singular, con respecto a todas las biografías que hemos estudiado.

Santiago Taylor, padre de Hudson, llevó el mismo nombre del bisabuelo. Junto con Amelia, la madre, llegaron al matrimonio con sus vidas y corazones totalmente entregados a Dios y en los propósitos de Él, consagrándose así desde su juventud. Los dos fueron criados por sus padres en el ambiente del candente metodismo primitivo. Santiago fue ordenado en el ministerio a la edad de 19 años y encargado para predicar en un circuito local. Pasaron cinco años para establecer un negocio y luego casarse con Amelia. Parece ser que tuvieron un noviazgo correcto, al estilo antiguo y se casaron con la plena bendición de sus padres, familiares e iglesia. ¡Alabado sea Dios! Pasado el tiempo, Amelia quedó embarazada. Los dos, Santiago y Amelia, se regocijaban en la idea de tener un hijo. Reflexionando sobre esto, Santiago fue guiado a considerar el precepto del Antiguo Testamento de dedicar a su primogénito al Señor: “Conságrame todo primogénito”. (Éx. 13:2)

Compartiendo a Amelia sus reflexiones, se arrodillaron y lo consagraron al Señor, quien les había dado el niño. Estoy seguro que no entendieron en su totalidad lo que esto significaría para ellos, ni para el niño, el que todavía estaba en la matriz de la madre.

En este ambiente santo y consagrado nació (Santiago) Hudson Taylor, el 21 de mayo de 1832. (A Santiago Hudson Taylor, el misionero, se le conoce más como Hudson Taylor o J. Hudson Taylor, pues no ocupaba mucho su primer nombre, James (Santiago en castellano). En este estudio siempre se le llama por su segundo nombre, Hudson, pues es el más conocido.) Qué ejemplo inspirador para todos nosotros, los que anhelamos criar hijos piadosos para la gloria de Dios. Las misericordias de Dios eran rociadas sobre la vida de Hudson desde su niñez, pues sus padres tenían sed de Dios y de Su voluntad. Así, las memorias más antiguas que tuvo Hudson fueron las de reunirse cada semana con los santos, en la Capilla de la Colina Pinfold.

Indagando la historia de la vida hogareña de Hudson, se halla una gran cantidad de ejemplos dignos de imitarse, tanto que no se pueden enseñar todos en un solo estudio. Es alegre encontrar todo este material, el cual se ha escrito y guardado para transmitirlo a las generaciones futuras. Dios no hace acepción de personas, y así las promesas y los principios de Dios pueden ser aprovechados por todos. Vamos a estudiar algunos de estos principios, divididos entre cuatro categorías.

El Piadoso Padre de Hudson

* Trabajaba en su taller, que estaba a un costado de la casa. El taller tenía un vidrio grande que le permitió poder vigilar los acontecimientos de la casa en todo tiempo. Así pudo tener un papel activo en el entrenamiento y guianza de los niños.

* Cuando se necesitó, aplicó una firme disciplina (esto quiere decir que ocupaba la vara, como nos enseña el libro de Proverbios.) Cuando Hudson era un infante, se enfermaba a menudo. Por esto, los padres fueron tentados a no aplicarle de la forma correcta la disciplina necesaria, pensando que él no la aguantaría, por razón de su mala salud. Sin embargo, la obediencia y la templanza se necesitan en todos los hijos, y así se le dio la disciplina. El padre de Hudson creyó que una vida indisciplinada no valía nada.

* Tenía altas metas para sus hijos. Ser “normal” (según las medidas de los inconversos), pasar de poco o ser mediocre no era suficiente para Santiago.

* Era un hombre que comprendía bien sus deberes. En lo que se necesitaba cumplir, hizo hincapié, y tuvieron prioridad sobre sus propios deseos, placeres y gozos. Esta virtud se puso en práctica en su trabajo, ministerio y en sus responsabilidades del hogar.

* Ocupó las vidas de sus hijos con muchas actividades, las que edificaron el carácter de ellos. Hay que ayudar a nuestros hijos a que aprendan buenos hábitos, porque de esto proviene la templanza. “Es mejor…él que domina su espíritu, que el que conquista una ciudad.” (Pr. 16:32)

* Hicieron cultos familiares dos veces al día: después del desayuno y después de tomar té de la tarde. Estos consistieron en leer alguna parte de la Escritura, explicándola de tal manera que los niños pudieran entenderla. Leía del antiguo y como del nuevo Testamento, anotando en su gran Biblia, la fecha de cada lectura. Los domingos invirtió más tiempo en estos cultos, porque no asistían a la escuela dominical. Santiago la consideraba buena para los que la necesitaban; pero, él no quería darle a otra persona el privilegio de enseñarles a sus hijos acerca de las cosas de Dios.

* Desde temprana edad, les enseñó a sus hijos a orar y a buscar las oportunidades para acercarse a Dios durante el transcurso del día. Muchas veces llevó consigo a sus hijos al piso superior, para tener un tiempo de oración por sí mismos. Todos se arrodillaban y Santiago los abrazaba, orando fervientemente de una manera inolvidable. Tales oraciones, intercediendo por China, inspiraron a Hudson, a la edad de cinco años, a decir determinadamente: —Voy a ir a China.

La virtuosa madre de Hudson

* Desde su niñez Amelia fue reconocida por su ingeniosa naturaleza. A los quince años tuvo que dejar la escuela y ayudar a sostener de la familia. Esto fue una providencia de Dios, pues se empleó como maestra, durante tres años, en la escuela hogareña para tres niños. Lo que la entrenó para su futuro hogar.

* Tuvo dos virtudes que la hicieron ser amada por muchos, las que practicó desde su juventud: pensar en el bienestar de otros y la sinceridad (una vida sin pretensión).

* Era de lindo parecer, tenía varios talentos y era inteligente. Sin embargo, su vida caritativa le ayudó a no desear la propia prominencia; más bien prefirió que otros fueran admirados. Las mismas cualidades se demostraban ampliamente en su propio hogar, bendiciendo a sus hijos y a su marido. De igual manera, la sumisión y la reverencia hacia su esposo adornaron su matrimonio y bendijeron a sus hijos durante sus años formativos.

* Su disciplina benévola les trajo estabilidad y felicidad a sus hijos. Siempre fue sensata y constante en toda dirección y corrección que les dio. Decir “sensata” no quiere decir que era inconsistente: lo que ella dijo fue lo que realmente procuraba poner en práctica.

* A razón de las circunstancias de pobreza que sufrió a veces, no pudieron los Taylor contratar empleadas. Amelia tenía una sola ayudante para los quehaceres de la casa, así los padres requirieron cuidar por si mismos a sus hijos. Parece ser que realmente no lo querían así, pero se volvió una gran bendición para Hudson: sus padres fueron sus amigos y acompañantes, y así él estuvo bajo su amante supervisión. La madre trabajaba con él y le enseñó y cuidó, llegando a ser el sol y centro durante su vida infantil.

* Ella tuvo la capacidad de enseñarle acerca de la obediencia en forma completa: una sola vez le fue dado cada mandamiento, de tal manera que entendió que se debería cumplir en absoluto. Por ejemplo: si ella decía “Alístate para cenar.”, quiso decir que incluía lavarse las manos, cambiarse la camisa, peinarse y sentarse a la mesa antes que el papá se sentase. Y, no necesitó decirlo varias veces; fue cumplido inmediatamente.

* Fue conocida por tener una casa ordenada, como dice el refrán: “Un lugar para todo y todo en su lugar.” Hudson se crió en tal santa armonía. Los juguetes siempre se devolvieron a su lugar antes de empezar otra actividad. El dormitorio siempre lo limpió y ordenó antes de salir a desayunar. Estos quehaceres se hicieron fáciles para los hijos, pues vieron el constante ejemplo de su madre. Solamente con la práctica de la diligencia pudo mantener tal orden en su hogar. Tenía que trabajar todo el día para poder cumplirla. De veras, ella fue una madre y esposa del “tipo de Proverbios 31”, y el joven soldado misionero que entrenaba se benefició grandemente de todos sus virtuosos caracteres.

* Como una señal de sumisión hacia su marido, usó velo todo el tiempo. Estudiando su vida y la historia del metodismo primitivo, se sabe que todas las cristianas de su tiempo hicieron lo mismo desde el día de bodas. ¡Tan pronto se pierden los principios bíblicos en solamente dos generaciones! ¡Qué Dios nos mantenga vigilantes en nuestra propia época!

Algunos de los santos recuerdos de su niñez

* La sonría de su abuelo después de las reuniones dominicales. Hudson fue influenciado en gran manera por su abuelo, Juan Taylor. Si Hudson se comportaba bien durante el culto, tuvo el privilegio de visitar a su abuelo después. Este santo hombre, a quien Hudson amaba tantísimo, le bendijo y dio palabras de consuelo.

* Aprendió el abecedario hebreo, sentado en la rodilla de su papá. Esto es muy diferente a las actividades de hoy, ¿no?

* Tuvo su primer ensayo de escribir un cuento, a la edad de cuatro años. Esta historieta fue un cuento acerca de un viejo hombre que había vivido todos sus días en la mezquindad, y por esto no estaba preparado para morir. Realmente, Hudson escribió un solo capítulo, pero con esto se ve la seriedad de su mentalidad a tal edad.

* La tenebrosidad de los paganos impresionó su mente, a los cuatro o cinco años de edad. Cuando todavía era niño, Hudson dijo: —Cuando yo llegue a ser un hombre, quiero ser misionero en China—. ¡Qué santas palabras, salieron de la boca de un niño! Y, Dios las escuchó, tomando en cuenta las mismas.

* La naturaleza. Hudson amaba la naturaleza, y creció memorizando a través de la exploración todos los aspectos de la creación de Dios. Su papá le suscribió en una revista sobre naturaleza, la que llegaba a su casa mensualmente. La misma le estimuló el deseo de aprender más acerca del ecosistema.

* El calendario con las marcas rojas. Estas marcas indicaban las fechas que la mamá había señalado como días especiales: un paseo, una visita, un día familiar, etc. Hubo muchas de estas marcas en los calendarios, durante su niñez.

* Los largos paseos que hizo con su papá, los sábados por la tarde. Estos paseos y las charlas aumentaron el compañerismo que se tenían el padre y el hijo. El papá le explicó acerca de muchas cosas al niño durante esos tiempos especiales, de las aves, de las flores y de las mariposas.

* Los días domingos. Estos fueron días muy especiales, más que el resto de los días de la semana. Aun más allá del hecho que se gozaban en los cultos, en estos días la madre dio de toda su atención a su preciosa familia, sin distracciones. La forma de enseñarles acerca de la Biblia, en el día domingo todo trabajo se dedicó a esta actividad, y las relaciones, tanto verticales como horizontales, entre ella y sus hijos fueron mejoradas. Amelia supo hacer diferente ese día y encantador. Guardó las mejores cosas para ese día de descanso. Cantaban himnos, charlaban acerca de la Biblia y de otros libros edificantes (como El Progreso del Peregrino), así también comieron frutos; de esta forma santificaban el día del Señor, y hacían que fuera un día anhelado durante todo la semana. ¡Oh, qué sabiduría en todo esto!

* Las charlas de los adultos. Hudson tuvo muchas memorias de su padre y de otros hombres piadosos, charlando sobre teología, las misiones y de asuntos de la época. También, acompañó a su padre en los viajes de evangelismo. El padre, al final de cada reunión hizo, el llamamiento al “altar”, y muchos de los que buscaban a Dios iban al frente para clamar por ayuda. Hudson a menudo fue contado en esos grupos. Imagínate las impresiones recibidas de esto; especialmente cuando por fin llegó la victoria a su propia vida, motivando a los santos a alabar a Dios.

El carácter pío

* Durante las tardes de los domingos, a los hijos de los Taylor se les permitió hacer su propia “reunión” en un cuartito. La silla de papá se convirtió en el púlpito, y los hijos hicieron turnos para predicar la Palabra. ¿Jugando? En parte, pero el jugar de los niños les entrena para el futuro.

* Santiago fue conocido por todos por su fealdad y honestidad en cuanto a las ‘riquezas injustas’. Estas mismas cualidades se les pasaron a sus hijos. Un centavo tenía que ganarse honestamente, y cuando fueron ganados once, el papá añadió otro para sumar a doce. El ahorrar, el dar y el cuidadoso gastar fueron infundidos en los niños desde temprana edad. Es maravilloso ver cómo Dios le enseñaba a su siervo, quien en el futuro manejaría cuantiosas sumas de dinero, y también las verdaderas riquezas— ¡las del reino de Dios!

* Mientras los hijos eran todavía pequeños, la mamá inventó el juego de “quieto”. Si el niño se quedaba sentado y quieto durante diez minutos, se ganaba un centavo. ¡Claro, la madre tuvo motivos especiales, más que el solo jugar! Pero con tal juego pudo enseñarles sobre el buen carácter.

* El padre les inculcó acerca de la importancia de ser puntual, con su ejemplo y con su enseñanza. A nadie se le permitió llegar tarde a las comidas, ni a otras citas. La madre despertaba a los hijos a las siete de la mañana, y todos tuvieron que estar a la mesa, para desayunar, a las ocho- sin otro aviso. El padre les dijo a menudo: —Si tú haces esperar a cinco personas un minuto, ¿no te das cuenta cómo se han perdido cinco minutos?

* Estudiando la vida hogareña de los Hudson, nos damos cuenta que los hábitos de comer fueron regulados en cada hijo. Las comidas sencillas fueron lo normal, y solamente en ciertas ocasiones se comieron comidas especiales. Los dulces y las mermeladas fueron permitidas con moderación. La meta fue el de asegurarse que el niño obtuviese templanza.

* Las palabras “da la prueba que puedes negarte” se escucharon frecuentemente a la mesa, cuando hubo postre. Nadie fue obligado a obedecerlas, pero había recompensas para los que dijeran, —Gracias, pero no quiero nada del postre hoy.

* Santiago Taylor, pues fue un hombre espiritual, nunca cesó de animarles a sus hijos a mantener fogosa la vida interior a través del orar y estudiar la Biblia. Arregló las cosas para que todos tuviesen la oportunidad de tener media hora, diariamente, a solas con Dios. Aun los pequeños se involucraron en esto. Antes de desayunar y después de cenar, cada hijo fue a su cuarto para leer y orar.

Conclusión

Son inspiradores y desafiantes todos estos puntos. Toda la información de este estudio provino del libro Hudson Taylor, The Growth of a Soul (Hudson Taylor, el crecimiento de una alma). El mismo es una pequeña obra, con cincuenta páginas, nada más, pero contienen una gran cantidad de instrucción e inspiración. He invertido muchas horas, meditando sobre todo el contenido de él. De veras, Hudson Taylor se crió en un hogar piadoso, con padres que con propósito definido se pusieron al trabajo, para la honra y gloria de Dios. Mirando ese hogar, en cuanto a la responsabilidad del hombre, los Taylor obedecieron las Escrituras acerca del enseñar a los hijos; y así, recibieron el fruto de sus fieles labores: una piadosa y poderosa simiente en la tierra.

Nunca he leído algo igual ese libro, que consolida tan claramente las verdades de los principios referentes a un hogar piadoso. No sé cuál sea tú pensar, pero es convincente que Dios no hace diferencia entre personas. Cualquier padre o madre que se proponga, por la gracia de Dios, a entrenar a sus hijos de tal manera, recibirá los mismos preciosos frutos antes mencionados. ¡Qué Dios nos ayude a reenfocar nuestras prioridades, mientras criamos a nuestros hijos para el servicio de nuestro gran Rey y Salvador, El Señor Jesucristo!

Serie Vida Hogareña

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