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Boletín Hijos del Reino

Primera parte-El reino de valores trastornados

Capítulo 2 - El reino al derecho

Como veremos en breve, el reino que trastornó el mundo es un reino único. Es un reino de valores al revés.

En 1978, Donald Kraybill escribió un libro titulado “The Upside-Down Kingdom” (El reino al revés), en el cual él examinó algunos de estos valores al revés que tiene el reino de Dios. Pero para comprender completamente este reino al revés, tenemos que primeramente echarle un vistazo a un reino que estaba al derecho.

Las escrituras nos presentan este reino al derecho en el libro de Éxodo, donde Dios les habló a los israelitas: “Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa” (Éxodo 19.5–6).

Esta fue la oferta de Dios a los israelitas: que ellos podrían ser su reino especial de sacerdotes. Y los israelitas aceptaron su oferta. Ellos entraron en un pacto con él en el Sinaí. Al igual que la mayoría de los pactos, éste estaba conformado por dos partes. Si los israelitas obedecían la voz de Dios, serían para él “un reino de sacerdotes, y gente santa”. Así como cualquier otro reino, la nación de Israel tendría un gobernante y leyes. Sin embargo, su Rey, Legislador y Juez sería Dios mismo (véase Isaías 33.22). Las leyes del reino de Israel eran la ley mosaica, dadas directamente por Dios.

A pesar de estos rasgos especiales, el reino de Israel seguía siendo un reino terrenal. En la mayoría de los aspectos, era similar a los reinos del mundo: tenía un territorio físico y geográfico; su pueblo era de una marcada nacionalidad étnica. Ellos defendían su reino con soldados terrenales, armados con espadas, lanzas y arcos. Al igual que todos los otros reinos terrenales, los israelitas extendieron su territorio mediante el uso de la espada. A la vista de las naciones vecinas, el rasgo más distintivo de los israelitas era que su ley prohibía la idolatría.

De hecho, hasta las bendiciones que Dios prometió a los israelitas eran terrenales y materiales:

“Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, (…) bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias (…). Jehová te enviará su bendición sobre tus graneros (…). Y te hará Jehová sobreabundar en bienes, en el fruto de tu vientre, en el fruto de tu bestia, y en el fruto de tu tierra (…). Te abrirá Jehová su buen tesoro, el cielo, para enviar la lluvia a tu tierra en su tiempo (…). Y prestarás a muchas naciones, y tú no pedirás prestado” (Deuteronomio 28.1–12).

Pero no sólo las bendiciones serían materiales. Si los israelitas rompían su pacto, su castigo también sería terrenal, físico:

“Dará Jehová por lluvia a tu tierra polvo y ceniza; de los cielos descenderán sobre ti hasta que perezcas. Jehová te entregará derrotado delante de tus enemigos (…). Sacarás mucha semilla al campo, y recogerás poco, porque la langosta lo consumirá. Plantarás viñas y labrarás, pero no beberás vino, ni recogerás uvas, porque el gusano se las comerá” (Deuteronomio 28.24–25, 38–39).

En conclusión, el antiguo reino de Israel era un reino al derecho. Incluso su patrón era comprensible para las otras naciones del mundo. De hecho, en muchos aspectos, el antiguo Israel seguía el mismo patrón sobre el cual las otras naciones habían sido establecidas. La diferencia fundamental residía en que las otras naciones creían que eran sus dioses quienes los habían establecido como nación. Ellos creían que eran sus dioses quienes los prosperaban materialmente cuando ellos les rendían culto. Y también creían que eran sus dioses quienes los castigaban con sequías y hambrunas cuando se disgustaban con ellos. En muchos sentidos, la cosmovisión de las naciones gentiles era muy similar a la cosmovisión de los israelitas. La diferencia principal estaba en asuntos de religión y moralidad, no en asuntos de estado.

Pero el antiguo reino de Israel, que era predominantemente terrenal, no había sido establecido como un fin en sí. Tenía la finalidad de ser un tutor que guiara a los israelitas a algo mucho mayor, un reino que verdaderamente no sería de este mundo.

Leer Capítulo 3 -- Un reino de otra naturaleza

El reino que trastornó el mundo - Introducción

Primera Parte

El reino de valores trastornados

¿Guerra santa?

El reino al derecho

Un reino de otra naturaleza

¿Has hecho ya el compromiso del reino?

Un cambio en nuestro concepto de las riquezas

Un nuevo estándar de honradez

Las leyes del reino sobre el matrimonio y el divorcio

Segunda parte

El gran tropiezo

¿Amar a mis enemigos?

Pero, ¿qué tal si…?

10  Pero, ¿no dicen las escrituras que…?

11  ¿Qué tal de los reinos del mundo?

12  La vida bajo la influencia de dos reinos

13  ¿Soy yo de este mundo?

14  ¿Nos hace esto activistas en pro de la paz y la justicia?

15  ¿Ha vivido alguien así en la vida real?

16  ¿Es este el cristianismo histórico?

Tercera parte

¿Cuál es el evangelio del reino?

17  El camino de Jesús a la salvación

18  Cómo entrar en el reino

19  No hay lugar para fariseos

20  El reino no puede permanecer en secreto

Cuarta parte

Nace un híbrido

21  ¿Qué le pasó al evangelio del reino?

22  El reino de la teología

23  ¿Acaso estaba Dios cambiando las reglas?

24  Cómo desaparecieron las enseñanzas de Jesús

25  La era de oro que nunca tuvo lugar

26  Agustín: apologista del híbrido

27  ¡Falsificación en el nombre de Cristo!

Quinta parte

Cuando ser un cristiano del reino era ilegal

28  El reino clandestino

29  Los valdenses

30  Una corriente alternativa

31  Los valdenses se encuentran con los reformistas suizos

32  La nueva Sion en Ginebra

33  La bandera del reino se levanta de nuevo

34  Ahora nos toca a nosotros


Bibliografía