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La bandera del reino
se levanta de nuevo

Los reformistas suizos habían conseguido destruir el testimonio de los valdenses, un testimonio del reino. Sin embargo, ellos no pudieron evitar que otros levantaran de nuevo la bandera del reino. Una de las cosas buenas que trajo la Reforma fue que estimuló la impresión y distribución de Biblias a través de toda Europa. Varios expertos de la Reforma tradujeron la Biblia a la lengua vernácula, y las imprentas hicieron estas traducciones asequibles al ciudadano común.

Los europeos que leían la Biblia por sí mismos, libres de la influencia agustiniana de los reformistas, a menudo llegaban a abrazar el evangelio del reino. Y fue así como surgió espontáneamente un nuevo movimiento del reino en todo el norte de Europa.

En Zurich, Suiza, este nuevo movimiento del reino surgió por primera vez durante el tiempo en que Zwinglio se encontraba predicando. Algunos de los colegas de Zwinglio no se dejaron cegar por la influencia de Agustín, y vieron claramente el evangelio del reino en las enseñanzas de Jesús. Ellos deseaban restaurar el cristianismo apostólico, pero Zwinglio con su Reforma no estaba dispuesto a ir más allá de lo que el concilio de la ciudad le permitiera. De modo que estos cristianos del reino comenzaron a reunirse aparte en casas particulares.

Además de querer restaurar las enseñanzas del reino de Jesús, estos nuevos cristianos del reino también enseñaban la necesidad de una iglesia santa y disciplinada en lugar de una Iglesia del estado que incluía a todos los que vivían dentro del estado. Ellos también rechazaban la predestinación. Sin embargo, Zwinglio demostró ser tan intolerante y de mano dura como lo sería Calvino posteriormente. Con la aprobación de Zwinglio, las autoridades civiles rápidamente establecieron leyes contra estos cristianos del reino, a quienes llamaron anabaptistas, es decir, “rebautizadores”.* Una de estas leyes estipulaba lo siguiente:

A fin de erradicar la peligrosa, malvada, turbulenta y sediciosa secta de los anabaptistas, hemos decretado lo siguiente: Si a alguien se le sospecha de estar rebautizado, deberá ser advertido por la magistratura para que abandone el territorio bajo pena del castigo designado. Cada persona está obligada a denunciar a los que favorecen el rebautismo. Quienquiera que no cumpla con esta ordenanza está sujeto a castigo conforme a la sentencia de la magistratura.

Los maestros del rebautismo, los predicadores que bautizan y los líderes de las reuniones irregulares deben ser ahogados. Los que han sido previamente liberados de prisión que han jurado desistir de semejantes cosas, incurrirán en el mismo castigo. Los anabaptistas extranjeros deben ser expulsados; si regresan, serán ahogados. Nadie está autorizado a separarse de la Iglesia [del estado] y abstenerse de la Santa Cena. Quienquiera que huya de una jurisdicción a otra será desterrado o extraditado a solicitud de las autoridades.9

Zwinglio y sus magistrados civiles rápidamente arrestaron a cualquier maestro o líder anabaptista que pudieron encontrar. A estos cristianos los lanzaban en mazmorras tenebrosas y los alimentaban sólo con pan y agua. Si estos cristianos encarcelados se negaban a retractarse de sus “errores”, les ataban las manos detrás de la espalda y los ahogaban en el río; un bautismo de muerte.2

En Alemania, Austria y Holanda surgieron otros líderes y grupos de cristianos del reino independientemente de los anabaptistas en Suiza. Estos otros grupos del reino sin excepción descubrieron el mismo evangelio del reino, y pronto se pusieron en contacto los unos con los otros. Los reformistas y los católicos llamaron a todos estos cristianos del reino por el nombre de anabaptistas.

Todos los reformistas principales creían que el problema fundamental con Roma era su teología. Esto se debía a que todos estos reformistas creían que la esencia misma del cristianismo era la teología. Sin embargo, los anabaptistas de forma acertada se percataron de que la esencia del cristianismo es la relación, no la teología. Primero tenemos que nacer de nuevo para poder entrar en el reino de Dios. Y luego podemos crecer como una rama en la vid de Jesús. Sí, Roma apoyaba muchas prácticas y doctrinas no bíblicas, y cada una debía ser corregida. No obstante, el solo hecho de hacer las correcciones teológicas no iba a resolver el problema fundamental.

El problema principal era que el catolicismo romano se había convertido esencialmente en una religión mecánica. Todo funcionaba automáticamente. Si una persona apoyaba el credo de la Iglesia, participaba de los sacramentos y moría siendo fiel a la Iglesia (no involucrado en pecado mortal), entonces era salva. Si una persona cometía un pecado grave, esa persona podía expiarlo mecánicamente con sólo cumplir la penitencia indicada. Esto podía incluir lo mismo dar limosnas, participar en una peregrinación o cruzada, pagar por una indulgencia o contemplar las reliquias de los santos. No se requería un cambio de corazón. Y por tanto, la relación de la persona con Cristo nunca cambiaba.

Ahora bien, yo deseo dejar bien claro que la Iglesia Católica Romana como tal no enseñaba oficialmente que el cristianismo era solamente una cuestión de pasar mecánicamente por una lista de pasos. La Iglesia realmente enseñaba que el amor a Dios y el arrepentimiento genuino del pecado eran esenciales. El problema era (y aún lo es) que había un abismo considerable entre lo que Roma decía oficialmente y lo que en realidad se practicaba y se predicaba en la comunidad católica típica. En la práctica, el catolicismo romano en su esencia se había convertido en una religión mecánica que predicaba una gracia barata.

A menudo se cree que la Reforma cambió todo esto. Sin embargo, la Reforma sólo reemplazó en gran medida una forma de gracia barata (los sacramentos, las indulgencias, etc.) por otra forma de gracia barata… la creencia fácil: Sólo cree que Jesús murió por tus pecados y que tu propia obediencia no juega ningún papel en tu salvación y, ¡bingo!, tu vida eterna en el cielo está asegurada. Lo cierto es que los luteranos alemanes se diferenciaban poco de los católicos alemanes, excepto en lo referente a la teología y las formas de adoración. A decir verdad, las iglesias reformadas en Suiza sí exigían una forma de vida cristiana mucho más estricta, la cual hacían cumplir por medio de las autoridades civiles. No obstante, estas iglesias aún enseñaban la peor forma de cristianismo mecánico. Es decir, que Dios arbitrariamente predestinaba a todas las personas incluso antes de que nacieran.

El nuevo nacimiento

Ni Lutero, ni Zwinglio, ni Calvino ni los católicos romanos pusieron mucho énfasis en el nuevo nacimiento. En sus sistemas, el nuevo nacimiento era simplemente parte de todo el proceso mecánico. Pero para los anabaptistas esto era muy diferente. Una persona tenía que comenzar con el nuevo nacimiento, incluyendo un compromiso personal con el reino de Cristo. No se trataba simplemente de creer en Jesús como el Salvador de uno. Él también tenía que ser el Señor de uno. Y esto no simplemente en el plano teológico, sino que tenía que verse reflejado en la vida real de la persona. Así como lo expresó un anabaptista:

Ahora bien, tal vez algunos respondan: “Nuestra creencia es que Cristo es el Hijo de Dios, que su palabra es verdad y que él nos compró con su sangre y su verdad. Fuimos regenerados en el bautismo y recibimos el Espíritu Santo; por tanto, somos la verdadera iglesia y congregación de Cristo.” A los tales respondemos: “Si su fe es como ustedes dicen, ¿por qué no hacen lo que él les ha mandado en su palabra?” Su mandamiento es: “Arrepiéntanse y guarden los mandamientos”. (…) Fiel lector, piense que si esto le hubiera pasado a usted así como usted dice, (…) usted tendría que reconocer, además, que el nacimiento antes mencionado y el Espíritu recibido están totalmente sin efecto, sabiduría, poder y fruto en usted; sí, vanos y muertos. Que usted no vive ni por el Espíritu ni en el poder del nuevo nacimiento.3

El mismo escritor describió el tipo de fe que el evangelio del reino demanda: “La verdadera fe evangélica no puede estar inactiva. Sino que viste al desnudo. Da de comer al hambriento. Consuela al afligido. Protege al desamparado. Sirve a los que le hacen mal. Venda al que está herido. Se ha hecho de todo a todos los hombres.”4 Como expresaba otro líder anabaptista: “Ningún hombre puede conocer verdaderamente a Cristo a menos que le siga en vida”.5

Como dice Pablo: “Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder” (1 Corintios 4.20). La esencia del reino no está en palabras (la teología), sino en poder. Y en ese pasaje Pablo no se estaba refiriendo al poder para hacer milagros. Los milagros son como las palabras. Ellos pueden ser parte del reino, pero no son la esencia del reino. Ellos no son nada por sí solos. Jesús sabía que nuestra inclinación sería la de seguir los milagros; por tanto, nos advirtió de antemano: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7.22–23).

Si Jesús nunca conoció a estos hacedores de milagros, eso significa que ellos nunca ni siquiera estuvieron en su vid. Ellos vivieron toda su vida cristiana en un mundo de fantasía, profetizando y echando fuera demonios en el nombre de Jesús. Ellos creyeron que tenían poder, pero cualquiera que fuera el poder que ellos tenían no venía de parte de él. ¿Cuál era su problema? ¿Era que ellos confiaban en sus propias obras? No, Jesús dijo que su problema era que ellos eran “hacedores de maldad”. Su reino tiene leyes, y si no obedecemos sus leyes, somos hacedores de maldad.

Este es el punto principal que los anabaptistas querían dejar claro a sus oyentes. No importa cuánta teología hayas comprendido correctamente. Y no importa los pasos formales que hayas dado para nacer de nuevo. Si no estás viviendo bajo el poder del Espíritu Santo, todo es inútil. Nunca estuviste en la vid de Jesús, o has sido cortado de ella. Alguien que está creciendo en la vid de Jesús no es un hacedor de maldad. Él no vive en desobediencia a las leyes de Cristo.

El pueblo del reino

Un escritor anabaptista dejó la siguiente descripción de los anabaptistas de su tiempo:

En el bautismo ellos sepultan sus pecados en la muerte del Señor y resucitan con él a una nueva vida. Ellos circuncidan sus corazones con la palabra del Señor; ellos son bautizados con el Espíritu Santo para entrar al cuerpo santo y sin mancha de Cristo, como miembros obedientes de su iglesia, conforme a la verdadera ordenanza y la palabra del Señor. Ellos se visten de Cristo y manifiestan su espíritu, naturaleza y poder en todo su comportamiento. Ellos temen a Dios con el corazón. En sus pensamientos, palabras, y obras no buscan otra cosa que la alabanza de Dios y la salvación de sus amados hermanos. No conocen el odio ni la venganza, por cuanto ellos aman a quienes los aborrecen. Ellos les hacen bien a quienes los maltratan y oran por los que los persiguen.6

Estas personas regeneradas poseen un rey espiritual por encima de ellos quien los gobierna por medio del cetro intacto de su boca, o sea, con su Espíritu Santo y su palabra. Él los viste con el vestido de justicia, de pura seda blanca. Él los refresca con el agua viva de su Espíritu Santo y los alimenta con el pan de vida. Su nombre es Jesucristo. Ellos son los hijos de paz que han vuelto sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces, y no se adiestrarán más para la guerra. Ellos dan a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios.7

Estos nuevos cristianos del reino rápidamente se encontraron unos con otros y fundaron congregaciones locales y alianzas a todo lo ancho del continente. El movimiento anabaptista se propagó tan rápidamente que parecía que se convertiría en un movimiento más amplio que el de la corriente principal de la Reforma.8 Los anabaptistas no tenían un sistema de misiones organizado. En cambio, al igual que los cristianos primitivos, todos los anabaptistas eran misioneros que compartían el evangelio del reino con todas las personas que les fuera posible. ¡Una vez más, el evangelio del reino estaba trastornando el mundo!

Pero la reacción del mundo fue muy rápida. El mundo no tenía ningún deseo de ser trastornado. Los reformistas temían que si muchas personas se unían a este nuevo movimiento del reino, ellos no tendrían las suficientes tropas para luchar contra los católicos o los turcos. Tanto los reformistas como los católicos deseaban una sociedad establecida dentro de los confines del híbrido constantiniano. Ellos habían llegado a creer que si la Iglesia y el estado no estaban unidos, toda la sociedad desaparecería. Por tanto, ¡los anabaptistas tenían que morir!

Tanto las Iglesias Católicas Romanas como las de la Reforma sometieron a estos nuevos cristianos del reino a las mismas torturas inhumanas que los romanos paganos una vez les habían impuesto a los cristianos de su tiempo (excepto lanzarlos a los leones). Por ejemplo, las autoridades alemanes llevaron a cabo la siguiente sentencia contra el líder anabaptista Miguel Sattler:

Se ha dictado la sentencia de que Miguel Sattler sea entregado al verdugo, quien lo conducirá al lugar de la ejecución y le cortará su lengua. Luego, deben atarlo a un vagón y desgarrarle pedazos de carne de su cuerpo dos veces con tenazas de acero al rojo vivo. Después de sacarlo del portón [de la ciudad], ellos deben desgarrar su cuerpo cinco veces más de la misma manera. Después de esto, deberán quemarlo hasta convertirlo en cenizas.9

¿Y qué delitos tan graves había cometido Miguel Sattler para merecer semejante castigo cruel? Sencillamente que les había enseñado a otras personas el cristianismo del reino. Dos de los nueve artículos de la acusación contra él decían que él estaba en contra de los juramentos y que predicaba la no resistencia. Me pregunto si aquellas mismas autoridades cristianas hubieran desgarrado en pedazos a Cristo con tenazas al rojo vivo y luego lo hubieran quemado vivo. Al fin y al cabo, Jesús también predicó la no resistencia y les enseñó a sus discípulos a no prestar juramentos.

La persecución contra los anabaptistas fue realmente peor que la que habían enfrentado los cristianos de la iglesia primitiva por parte de Roma. Pues fue mucho más minuciosa y persistente. Sin embargo, incluso con esta persecución intensa, los reformistas y los católicos no pudieron destruir completamente a este nuevo movimiento del reino. Aún hay un remanente fiel de ellos entre nosotros. Al mismo tiempo, los anabaptistas han tenido sus fallas. Por ejemplo, a consecuencia de la persecución horrenda a manos de otros supuestos cristianos, la mayoría de ellos con el tiempo perdieron su celo de testificar a los demás.

Otros cristianos del reino

El movimiento anabaptista fue uno de los movimientos más importantes en la historia del cristianismo. Los anabaptistas no sólo restauraron el evangelio del reino en el siglo XVI, sino que un remanente de ellos ha mantenido la bandera en alto durante casi quinientos años.

Sin embargo, los anabaptistas no han sido en ningún modo los únicos cristianos del reino durante los últimos quinientos años. Aun cuando las Iglesias reformadas han tildado comúnmente al cristianismo del reino como “legalismo”, cristianos individuales del reino han surgido en el seno de las Iglesias reformadas. Tampoco han faltado cristianos en la Iglesia Católica Romana. Sino que sencillamente es mucho más difícil practicar el cristianismo del reino dentro de una iglesia católica o reformada. De hecho, ningún movimiento del reino duradero ha surgido jamás de ninguna Iglesia que haya estado relacionada a la teología de la Reforma.

Los cuáqueros

Aunque algunos anabaptistas llegaron a Inglaterra, ellos nunca pudieron establecer un asentamiento permanente allí. Sin embargo, en 1647, un movimiento del reino, natural de Inglaterra, surgió independientemente de los anabaptistas. Típico de la mayoría de los movimientos del reino, este nuevo movimiento fue iniciado por el inculto hijo de un tejedor. El hijo se llamaba Jorge Fox. A partir de la lectura de la Biblia por sí solo, sin ninguna preparación teológica, él descubrió el evangelio del reino.

Con entusiasmo y gozo, Fox comenzó de manera entusiasta a predicar el cristianismo del reino por toda Inglaterra. Él era tan valiente y atrevido en su predicación que a veces interrumpía el sermón en la Iglesia del estado y comenzaba a predicarle a la congregación. En una ocasión, después de hacer esto, una turba enojada de fieles lo linchó. Cuando Fox sobrevivió al intento de ahorcamiento, ellos lo golpearon hasta dejarlo inconsciente. Cuando él finalmente recobró su conocimiento, se puso de pie, miró a la multitud y dijo en voz alta: “Golpéenme nuevamente si lo desean. Aquí están mis brazos, mi cabeza y mis mejillas.” Desconcertada, la multitud se dispersó.10

Jorge Fox hizo muchos discípulos por medio de su predicación, y ellos se llamaban a sí mismos la Sociedad de Amigos. Otros los llamaban cuáqueros, nombre por el cual se les conoce más. En toda Inglaterra, y luego en las Américas, los cuáqueros predicaban los valores del reino a todas partes que iban. Aunque las autoridades de la Iglesia azotaban y encarcelaban a los cuáqueros, nada pudo silenciarlos. En el Nuevo Mundo, los puritanos les prohibieron a los cuáqueros, bajo pena de muerte, establecerse en Massachussets. No obstante, los cuáqueros continuaron testificando en Massachussets, y los puritanos colgaron a algunos de ellos.

A diferencia de los anabaptistas y los valdenses, los cuáqueros ponían énfasis en el testimonio interior del Espíritu Santo por encima de las enseñanzas de la escritura. Puesto que creían que ellos habían entrado en una nueva era del Espíritu, ellos enseñaban erróneamente que el bautismo y la Cena del Señor ya no eran necesarios.11 A través de los siglos, su énfasis en la “Iluminación interior” del Espíritu los condujo a un activismo social cada vez mayor y a menos dependencia de las escrituras. En la actualidad, los cuáqueros son un cuerpo extremadamente liberal que se centra fundamentalmente en el activismo social. Hoy tan sólo un pequeño remanente cuáquero apoya el evangelio bíblico del reino.

Los “hermanos”

En tanto que el movimiento cuáquero florecía en Inglaterra, un nuevo movimiento espiritual (el pietismo) se difundía con fuerza a través de Alemania y el norte de Europa. Anhelando una vida espiritual auténtica, los cristianos que pertenecían a las Iglesias del estado comenzaron a reunirse en pequeños grupos para estudiar la Biblia y orar. Al igual que los cuáqueros, los pietistas ponían un gran énfasis en la obra interior del Espíritu Santo. Y, al igual que los cuáqueros, los pietistas por lo general consideraban el bautismo y la Santa Cena como no esenciales, es decir, aspectos sin importancia de la vida cristiana. Desafortunadamente, a diferencia de los cuáqueros, la mayoría de los pietistas no enseñaban una obediencia literal a las enseñanzas del reino de Jesús.

En el área palatina de Alemania, a principios del siglo XVIII, un joven cristiano llamado Alexander Mack había sido despertado espiritualmente por el movimiento pietista. Ahora, la mayoría de los pietistas permanecían en las Iglesias del estado (luteranas, reformadas o católicas) y celebraban sus servicios de oración en horarios que no interferían en los servicios de las Iglesias del estado. Sin embargo, Mack y sus compañeros espirituales vieron la necesidad de separarse de las Iglesias del estado y regresar al cristianismo primitivo. A partir de la lectura de la Biblia, Mack y sus compañeros llegaron a ver el claro evangelio del reino. Ellos rechazaron los juramentos, la guerra, la acumulación de riquezas, las demandas judiciales y otras cosas semejantes que se contradecían con las enseñanzas de Cristo.12

Estos nuevos cristianos del reino se llamaron a sí mismos simplemente por el nombre de “hermanos”, pero llegaron a conocerse como bautistas alemanes o dunkards. Ellos difundieron el evangelio del reino de manera entusiasta a través de todos los pueblos donde vivían. La persecución por parte de las autoridades los obligó a trasladarse de un pueblo a otro. Con el tiempo, se trasladaron a Germantown, Pensilvania (EE.UU.). En su Autobiography (“Autobiografía”), Benjamín Franklin describe su encuentro con los dunkards:

Creo que [hay] una conducta más prudente en otra secta entre nosotros, la de los dunkards. Conocí a uno de sus fundadores, Michael Welfare, no mucho después que ésta apareció. Él se quejó conmigo de que ellos estaban siendo calumniados odiosamente por los fanáticos de otras creencias y que se les acusaba de principios y prácticas abominables con las cuales ellos no tenían nada que ver. Yo le dije que ese siempre había sido el caso con las nuevas sectas y que, para detener semejante abuso, creía yo que sería bueno publicar los artículos de su creencia y las normas de su práctica. Él me dijo que esto se había propuesto entre ellos, pero que no había sido aprobado por la siguiente razón:

“Cuando al principio nos unimos en sociedad,” dice él, “a Dios le había agradado iluminar nuestras mentes al punto de hacernos ver que algunas cosas que habíamos considerado verdades, eran errores; y otras que habíamos considerado errores, eran verdades auténticas. De vez en cuando, él se ha complacido en permitirnos nueva luz, y nuestros principios han estado mejorando a la vez que nuestros errores han estado disminuyendo. Ahora bien, no estamos seguros de haber llegado al final de esta progresión y a la perfección del conocimiento espiritual o teológico. Tememos que si imprimimos nuestra confesión de fe, nos sentiremos atados y confinados a ella, y tal vez no estemos dispuestos a recibir un mayor mejoramiento. Y nuestros sucesores, aun más, se imaginarán que lo que nosotros sus ancianos y fundadores hemos hecho es algo sagrado y de lo que nunca deberán apartarse.”

Esta modestia en una secta es tal vez un ejemplo único en la historia del género humano; por cuanto todas las otras sectas creen estar en posesión de toda la verdad.13

En realidad, la postura no dogmática de los dunkards con relación a la teología (más allá de lo fundamental) es muy característica de los nuevos movimientos del reino. Cuando los creyentes descubren el reino por primera vez, su gozo por este tesoro escondido es tan grande que ellos se concentran fundamentalmente en el reino y en su Rey. Ellos no se preocupan mucho por los detalles minuciosos de la teología.

La “iglesia cristiana apostólica”

En la Suiza del siglo XVIII, después que los anabaptistas por poco desaparecían del país, Samuel Fröhlich, un joven estudiante del seminario, organizó hermandades cristianas basadas en gran medida en una interpretación literal de la palabra de Dios. No por casualidad, esto lo condujo a los ya conocidos fundamentos del evangelio del reino: la no resistencia, la teología sencilla, un reconocimiento del papel que desempeña la obediencia en la salvación y el rechazo a los juramentos y el materialismo. Al igual que todos los otros nuevos cristianos del reino, Fröhlich y sus hermanos creyentes testificaron de manera entusiasta, y su movimiento del reino se propagó rápidamente por toda Europa. Estos cristianos del reino están con nosotros aún en la actualidad, siendo conocidos en Europa como nazarenos y en el continente americano como la “iglesia cristiana apostólica”.

Brotes del reino

La mayoría de las personas que leen las escrituras sin la influencia de adoctrinamientos anteriores por lo general llegan a un conocimiento del evangelio del reino. Por tanto, no es de extrañarse cuando encontramos que nuevas iglesias en casa y hermandades pequeñas a menudo enseñan el evangelio del reino. De hecho, algunas de las iglesias convencionales establecidas que se conocen en la actualidad abrazaron la doctrina de la no resistencia y predicaron un evangelio más cercano al evangelio del reino en su infancia. Algunos ejemplos serían la Iglesia de Cristo, la Iglesia Cristiana, los moravos, algunas de las iglesias pentecostales y algunas de las iglesias de santidad Wesleyana. Sin embargo, a medida que esos movimientos crecieron, empezaron a establecer seminarios, adquirieron respetabilidad, y por lo general perdieron la mayoría de las enseñanzas del reino.

Antes de abandonar nuestro debate acerca de los varios movimientos del reino a lo largo de la historia, yo deseo dejar bien claro que estos grupos del reino no apoyaron exactamente las mismas creencias teológicas. Todos ellos (con la excepción de los cuáqueros, cuya enseñanza sobre el bautismo era muy débil) apoyaron el Credo Apostólico y el evangelio del reino, incluyendo las enseñanzas de Jesucristo sobre el estilo de vida. Eso es lo que es importante para Jesús.

 

 

Notas finales

  1  Sammlung Simler, citado en “A History of the Baptists,” http://www.pbministries.org/History/John%20T.%20Christian/vol1/history_10.htm.

  2  Simler.

  3  Menno Simons, The Complete Writings of Menno Simons. Traducción al inglés, J. C. Wenger: Reply to False Accusations (Scottdale: Herald Press, 1956) 96.

  4  Menno Simons, según lo cita John D. Roth, “The Mennonites’ Dirty Little Secret,” Christianity Today, 7 de octubre, 1996, 44.

  5  Hans Denk, citado en “What Is Anabaptism?,” http://www.anabaptistnetwork.com/WhatIsAnabaptism.htm.

  6  Simons 93.

  7  Simons 94.

  8  Roland Bainton, The Reformation of the Sixteenth Century (Boston: Beacon Press, 1952) 101.

  9  Thieleman J. van Braght, Martyrs Mirror (Scottdale, Pa: Herald Press, 1950) 418.

10  Norman Penney, ed., The Journal of George Fox (London: J.M. Dent & Sons, 1924) http://www.geocities.com/quakerpages/fox17.htm.

11  David Edwards, Christian England. Tomo 2. (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1983) 341.

12  William C. Willoughby, Counting the Cost (Elgin, Illinois: The Brethren Press, 1979) 45–46.

13  Benjamin Franklin, The Autobiography and Other Writings (New York: Penguin Books USA Inc., 1783) 129.