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La iglesia primitiva y los padres apostólicos

Diccionario de la iglesia primitiva

Compendio de la doctrina y práctica de los padres apostólicos

Índice

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Temas "G"

Gracia
Guerra

Gracia (Volver arriba)

Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres… Tito 2:10-12

Pongamos nuestros ojos en la sangre de Cristo y démonos cuenta de lo precioso que es para su Padre, porque habiendo sido derramado por nuestra salvación, ganó para todo el mundo la gracia del arrepentimiento... Los ministros de la gracia de Dios, por medio del Espíritu Santo, hablaron referente al arrepentimiento. Sí, y el Señor del universo mismo habló del arrepentimiento con un juramento: Vivo yo, dice el Señor, que no me complazco en la muerte del malvado, sino en que se arrepienta. Clemente de Roma (30-100 d.C.)

Dios (dice la Escritura) resiste al orgulloso y da gracia al humilde. Por tanto mantengámonos unidos a aquellos a quienes Dios da gracia. Vistámonos según corresponde, siendo humildes de corazón y templados, apartándonos de murmuraciones y habladurías ociosas, siendo justificados por las obras y no por las palabras. Clemente de Roma (30-100 d.C.)

Que ninguno les engañe… Pero observen bien a los que sostienen doctrina extraña respecto a la gracia de Jesucristo que vino a ustedes, que éstos son contrarios a la mente de Dios. No les importa el amor, ni la viuda, ni el huérfano, ni el afligido, ni el preso, ni el hambriento o el sediento. Ignacio (50-100 d.C.)

Por la voluntad divina esto me fue concedido, no que yo contribuyera a ello, sino por la gracia de Dios, que ruego pueda serme dada de modo perfecto, para que por medio de vuestras oraciones pueda llegar a Dios. Ignacio (50-100 d.C.)

(Los Mártires) prestando atención a la gracia de Cristo, despreciaban las torturas del mundo, comprando al coste de una hora el ser librados de un castigo eterno. Martirio de Policarpo (155 d.C.)

Y Policarpo les persuadió a concederle una hora para que pudiera orar sin ser molestado; y cuando ellos consintieron, él se levantó y oró, estando tan lleno de la gracia de Dios, que durante dos horas no pudo callar, y todos los que le oían estaban asombrados, y muchos se arrepentían de haber acudido contra un anciano tan venerable. Martirio de Policarpo (155 d.C.)

Hemos sido enseñados. . . que si los hombres por sus obras se muestran dignos de su gracia, son tenidos por dignos de reinar con él en su reino, habiendo sido liberados de la corrupción y los sufrimientos… Justino Mártir (160 d.C.)

A nosotros nos ha revelado él cuanto por su gracia hemos entendido de las Escrituras… Justino Mártir (160 d.C.)

La gracia de Dios nos asistió contra el demonio; ella fortaleció a los más débiles y les hizo fuertes como columnas, que resistieron a todos los empujes del enemigo. Estos, sorprendidos de improviso, soportaron toda suerte de ultrajes y tormentos que a otros hubieran parecido demasiado largos y dolorosos, pero a ellos les perecían ligeros y suaves: tal era su deseo de unirse con Cristo. Los mártires de Lyon (177 d.C.)

Un hombre que trabaja solo para libertarse de sus deseos pecaminosos nada logra. Pero si él manifiesta su afán y su deseo ardiente de eso, lo alcanza por el poder de Dios. Dios colabora con los que anhelan su ayuda. Pero si pierden su anhelo, el Espíritu de Dios también se restringe. El salvar al que no tiene voluntad es un acto de obligación, pero el salvar al que sí tiene voluntad es un acto de gracia… Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Hay personas que actúan como si Dios estuviera bajo obligación de brindar sus dones aun a aquellos que no son dignos de ellos. Convierten la gracia de Dios en una esclavitud… Porque después, ¿no caen muchos de la gracia de Dios? ¿No se les quita el don que habían recibido? Tertuliano (197 d.C.)

Lo que enseñaron los herejes en cuanto la gracia

Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo. Judas 1:4

Por eso quienes creían en Simón y Elena (los herejes) no debían preocuparse mucho de ellos ni poner en ellos su esperanza; sino, como hombres libres, podían hacer lo que quisieran; porque lo que salva a los hombres sería la gracia que él les concedía, y no las obras buenas. También enseñaba que no había obras buenas por naturaleza… Ireneo (180 d.C.)

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SALVACIÓN

Guerra (Volver arriba)

Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra. Isaías 2:3-4

Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Mateo 5:38-41

Entonces Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán. Mateo 26:52

Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí. Juan 18:36

Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, 2 Corintios 10:3-4

Yo no deseo ser un rey. No anhelo ser rico. Rechazo toda posición militar. Detesto la fornicación. No soy llevado por un amor insaciable de ganancias [financieras] para hacerme a la mar. No compito por una corona. Estoy libre de una sed excesiva por la fama. Desprecio la muerte. (…) ¡Mueran al mundo, repudiando la locura que hay en él! ¡Vivan para Dios! Tatiano (160 d.C.)

Nosotros que en otro tiempo nos matábamos ahora rehusamos hacer guerra contra nuestros enemigos… Justino Mártir (160 d.C.)

(Escrito por un crítico pagano del cristianismo) Quien pone en su mente semejante designio muestra por eso mismo que es ciego. Apoyen al Emperador con todas sus fuerzas, compartan con él la defensa del Derecho; combatan por él, si lo exigen las circunstancias; ayúdenlo en el control de sus ejércitos. Por ello, cesen de huir a los deberes civiles y de impugnar el servicio militar; tomen su parte en las funciones públicas, si fuere preciso, para la salvación de las leyes y de la causa de la piedad… Celso (178 d.C.)

En cambio, con la venida del Señor, un Nuevo Testamento se extendió por toda la tierra, según habían dicho los profetas, como una ley de vida que habría de reconciliar los pueblos en la paz: «Porque de Sion saldrá la ley y de Jerusalén la Palabra del Señor. El juzgará a muchas naciones, convertirá las espadas en arados y las lanzas en hoces, y ya no se prepararán para la guerra» (Is 2,3-4)… Mas si la ley de la libertad, es decir la Palabra de Dios que los Apóstoles, saliendo de Jerusalén, anunciaron por toda la tierra, ha provocado tal transformación que las espadas y las lanzas se convierten en arados y en hoces que él nos ha dado para segar el trigo (es decir que los ha cambiado en instrumentos pacíficos), y en lugar de aprender a guerrear aquel que recibe un golpe pone la otra mejilla (Mt 5,39), entonces los profetas no han hablado de ningún otro, sino del que ha realizado estas cosas… Ireneo (180 d.C.)

A los cristianos no les es permitido usar la violencia para corregir las faltas del pecado. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

A un soldado de la autoridad civil se le debe enseñar a que no mate a los hombres y a que se niegue a hacerlo si se le ordenara, y también a negarse a prestar juramento. Si él no está dispuesto a cumplir, se le debe rechazar para el bautismo. Un comandante militar o un juez de la corte que esté activo tienen que renunciar o ser rechazado. Si un candidato o un creyente busca convertirse en soldado, tendrá que ser rechazado por haber despreciado a Dios. Hipólito (170 -236)

Al desarmar a Pedro, [el Señor] desarmó a todo soldado… Tertuliano (197 d.C.)

Será lícito seguir una profesión que emplea la espada, cuando el Señor proclama que ‘todos los que tomen la espada, a espada perecerán’? ¿Participará el hijo de la paz en la batalla, cuando ni siquiera conviene que lleve sus pleitos ante la ley? ¿Podrá usar la cadena, la cárcel, la tortura y el castigo, cuando ni siquiera se venga de la injusticia? Tertuliano (197 d.C.)

Se ha suscitado ahora la cuestión acerca de si un creyente puede dedicarse al servicio militar, y si un militar puede ser admitido a la fe, incluidos los simples soldados y aquellos de grado inferior que no se ven obligados a ofrecer sacrificios y a administrar la pena de muerte. No hay compatibilidad entre el «sacramentum» divino y el humano, entre la bandera de Cristo y la del demonio, entre el campo de la luz y el de las tinieblas. No puede un alma estar bajo dos obligaciones, la de Dios y la del César... Y aunque los soldados se presentaron a Juan y recibieron de él normas de conducta, aunque el centurión creyó, más adelante el Señor, al desarmar a Pedro desarmó a todo soldado. No nos está permitido a nosotros ningún modo de vida que lleva implicados actos ilícitos... Tertuliano (197 d.C.)

El Señor salvará a su pueblo en ese día, como a ovejas. Nadie les da el nombre de “ovejas” a los que caen en combate con las armas en la mano, o a los que son asesinados mientras repelen la fuerza con la fuerza. Más bien, este nombre les es dado únicamente a los que caen, entregándose a sí mismos en sus propios lugares de servicio y con paciencia, en lugar de luchar en defensa propia” Tertuliano (197 d.C.)

Si quisiéramos vengarnos, no como ocultos, sino declarados enemigos, ¿faltaríamos por ventura fuerzas de numerosos soldados y de ejércitos? ¿Son más los mauros, los marcomanos, los partos que rebeló Severo, que los cristianos de todo el mundo? Estos bárbaros numerosos son, pero están encerrados en los límites de un reino; los cristianos habitan provincias sin fronteras. Ayer nacimos, y hoy llenamos el imperio las ciudades, las islas, los castillos, las villas, las aldeas, los reales, las tribus, las decurias, el palacio, el Senado, el consistorio. Solamente dejamos vacíos los templos para ustedes. ¿Pues para qué lance de batalla no serían idóneos soldados los cristianos, aun con desiguales ejércitos, estando tan ejercitados en los combates de los tormentos en que se dejan despedazar gustosamente, si en la disciplina de la milicia cristiana no fuera más lícito perder la vida que quitarla? Tertuliano (197 d.C.)

En ningún lugar enseñó [Cristo] que sus discípulos tienen el derecho de hacer violencia a nadie, por impío que fuera. El dice que el matar a cualquier persona es contrario a sus leyes, las cuales son de origen divino. Si los cristianos hubieran surgido por medio de la revolución armada, no hubieran adoptado leyes tan clementes. [Estas leyes] ni siquiera permiten que resistan a sus perseguidores, ni cuando se los lleva al matadero como si fueran ovejas… Orígenes (225 d.C.)

Se nos insta que ‘ayudemos al rey con toda nuestra fuerza, que colaboremos con él en la preservación de la justicia, que peleemos por él, y si él lo exigiera, que peleemos en su ejército, o que mandemos un regimiento para apoyarlo.’ “Respondemos que sí ayudamos a los reyes, cuando necesiten de nuestra ayuda, pero en una manera divina, vistiéndonos ‘con toda la armadura de Dios’. Esto hacemos obedeciendo lo que nos mandó el apóstol: ‘Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia’ [1 Timoteo 2.1-2]. Entre más uno se supera en la santidad, más puede ayudar a los reyes—aun más que los soldados que salen a pelear contra el enemigo y a matar a cuántos puedan… Orígenes (225 d.C.)

“A aquellos enemigos de nuestra fe que quisieran exigir que tomáramos armas para defender el imperio y matar a los hombres, respondemos: ‘Los sacerdotes de ustedes que sirven [a sus dioses]... ¿no guardan sus manos de sangre para que puedan ofrendar los sacrificios estipulados a los dioses suyos con manos no manchadas y libres de la sangre humana?’ Aun cuando hay guerra cercana, ustedes no reclutan a los sacerdotes para sus ejércitos. Si ésta, pues, es costumbre alabada, ¿cuánto más no deberían [los cristianos] servir como sacerdotes y ministros de Dios, guardando puras las manos, mientras otros se involucran en la batalla?... Con nuestras oraciones vencemos los demonios que incitan la guerra... En esta manera, prestamos más ayuda a los reyes que aquellos que salen a los campos de la batalla para luchar a su favor... Y no hay otro que luche a favor del rey más que nosotros. De cierto, rehusamos pelear por él aunque lo exigiera. Pero luchamos a favor de él, formando un ejército especial—un ejército de justicia—ofrendando nuestras oraciones a Dios… Orígenes (225 d.C.)

Nuestras oraciones derrotan a todos los demonios que provocan la guerra. Esos demonios también hacen que las personas violen sus juramentos y alteren la paz. Así pues, de esta manera, nosotros somos mucho más útiles a los reyes que aquellos que van al campo de batalla para pelear por ellos. Y también tomamos parte en los asuntos públicos cuando sumamos los ejercicios de abnegación a nuestras oraciones y meditaciones justas, las cuales nos enseñan a despreciar los placeres y a no dejarnos llevar por ellos. De manera que nadie lucha mejor por el rey que nosotros. En realidad, nosotros no peleamos bajo su mando, aun si nos lo exigiera. Sin embargo, peleamos a su favor, formando un ejército especial, un ejército de santidad, por medio de nuestras oraciones a Dios. Y si él deseara que “dirigiéramos ejércitos en defensa de nuestro país”, sepa que también hacemos esto. Y no lo hacemos con el objetivo de ser vistos por los hombres o por vanagloria. Ya que en secreto, y en nuestros corazones, nuestras oraciones ascienden a favor de nuestro prójimo, como si fuéramos sacerdotes. De manera que los cristianos son benefactores de su país más que las demás personas. Orígenes (225 d.C.)

¿Qué tal si la ley de la naturaleza, o sea, la ley de Dios, manda que se haga lo que se opone a la ley escrita? Hasta la propia lógica nos dice que nos despidamos del código escrito (…) y que nos entreguemos a nuestro Legislador, Dios. Esto es así aun cuando al hacerlo sea necesario que nos enfrentemos a peligros, a innumerables pruebas, y hasta la muerte y la deshonra. Orígenes (225 d.C.)

¿Cómo, pues, fue posible que el evangelio de paz, el cual no permite ni siquiera la venganza contra los enemigos, prevaleciera en todo el mundo, sino sólo porque con la venida de Cristo un espíritu más benigno fue introducido por todo el mundo? Orígenes (225 d.C.)

El mundo entero está mojado con sangre. El homicidio se considera un delito, cuando lo comete un individuo; pero se considera una virtud cuando muchos lo cometen. Los hechos impíos [de la guerra] no se castigan, no porque no inculpan, sino porque la crueldad es cometida por muchos… Cipriano (250 d.C.)

Cuando Dios prohíbe que matemos, no sólo prohíbe la violencia condenada por las leyes humanas, también prohíbe la violencia que los hombres creen lícita. Por esta razón, no es lícito que el hombre justo participe en la guerra, ya que la justicia misma es su guerra. Tampoco le es [lícito] acusar a otro de delito con pena de muerte. Resulta lo mismo si la muerte se inflige por su palabra, o por su espada. Es el acto mismo de matar que se prohíbe. Por lo tanto, respecto a este precepto de Dios, no debe haber ninguna excepción. Es decir, nunca es lícito llevar a un hombre a la muerte, porque Dios lo ha hecho una creación sagrada… Lactancio (304-313 d.C.)

Cuando los hombres nos mandan que actuemos contrario a la ley de Dios, y contrario a la justicia, ninguna amenaza o castigo que nos sobrevenga debe disuadirnos. Por cuanto preferimos los mandamientos de Dios a los mandamientos del hombre. Lactancio (304-313 d.C.)

Hemos aprendido de sus enseñanzas y de sus leyes que el mal no se paga por el mal [Romanos 12.17]; que es mejor sufrir el mal que hacer el mal; que es mejor darnos para que se derrame nuestra sangre que mancharnos las manos y la conciencia al derramar la sangre de otros. Como resultado de esto, un mundo ingrato desde hace tiempo ha disfrutado de un beneficio provisto por Cristo. Porque por medio de su enseñanza la ferocidad violenta ha sido ablandada, y el mundo ha empezado a retraer sus manos hostiles de la sangre de sus compañeros humanos… Arnobio (305 d.C.)

No sería difícil demostrar que [después que se escuchó el nombre de Cristo en el mundo], las guerras no se incrementaron. De hecho, en realidad disminuyeron en gran medida al ser contenidas las pasiones violentas. (…) A consecuencia de esto, un mundo ingrato ahora está disfrutando, y ha disfrutado durante un largo período, de un beneficio dado por Cristo. Ya que por medio de él, la furia de la crueldad brutal ha sido debilitada y las manos hostiles han comenzado a apartarse de la sangre del prójimo. De hecho, si todos los hombres, sin excepción (…) prestaran atención por un momento a sus normas pacíficas y provechosas, (…) el mundo entero estaría viviendo en la más pacífica tranquilidad. El mundo habría cambiado el uso del acero por usos más pacíficos y se habría unido en santa armonía, manteniendo intacta la inviolabilidad de todo tratado. Arnobio (305 d.C.)

VERSE TAMBIÉN--

CARGOS PÚBLICO

NO RESISTENCIA

PATRIOTISMO

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