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Cuando el cristianismo era nuevo

Copyright © 1994, David W. Bercot. Todos los derechos reservados. Cubierta, copyright © 1994, Robyn Miller. Traducido del inglés por Ernest Strubhar.
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¿Fue la Reforma Protestante un retorno al cristianismo primitivo?

A menudo la historia se repite. Esto es cierto de lo espiritual como también de lo secular. Por ejemplo, la controversia entre Pelagio y Agustín volvió a efectuarse en el siglo dieciséis en Europa. Los nombres de los actores eran diferentes, y los detalles doctrinales cambiaron levemente. Pero los resultados fueron virtualmente idénticos.

Otra vez, el tema central era la salvación. A través de los siglos, la iglesia católica romana se había apartado poco a poco de la posición de Agustín sobre la predestinación estricta. En lugar de eso, la iglesia católica antes de la Reforma enseñaba que las buenas obras sí tenían que ver con la salvación. En eso, su doctrina se parecía a la de los cristianos primitivos. Pero para los cristianos primitivos, las “buenas obras” no eran sino la obediencia a los mandamientos de Dios. Los católicos de la Edad Media extendieron el significado de este término hasta incluir también a tales prácticas ceremoniales como el hacer peregrinaciones, el contemplar reliquias, y el comprar indulgencias. No obstante, los católicos de esa época no enseñaban que uno podía ser salvo aparte de la gracia de Dios, aunque muchos hoy en día creen lo contrario.

La Reforma se inició como respuesta al abuso en la práctica católica romana de conceder indulgencias. En la teología católica, la indulgencia es el perdón de los pecados que concede libertad de las penas incurridas por ellos. Se creía que el papa tenía el poder de conceder indulgencias tanto a las personas vivas como también a los que estaban en el purgatorio, con tal que el que las recibía o el que las pedía estuviera arrepentido y diera limosnas a la iglesia o a alguna obra caritativa.

Al papa le faltaban los fondos necesarios para reedificar la iglesia de San Pedro en Roma. Por lo tanto, autorizó a cierto dominico llamado Juan Tetzel a que reuniera los fondos por medio de la venta de indulgencias en Alemania. Tetzel era orador entusiástico, y aparentemente hacía muchas afirmaciones fantásticas acerca del poder de las indulgencias. El jugaba con las preocupaciones de los fieles por el alma de sus parientes difuntos, diciendo: “Tan pronto como la moneda resuena en el cofre, el alma de su amado brinca del purgatorio.”1

Un día cierto joven le preguntó a Tetzel si el comprar la indulgencia le aseguraría el perdón por cualquier pecado.

—Claro que sí —respondió Tetzel.

—¿Aun si el pecado no se ha cometido todavía, pero la persona sólo lo está pensando?

—¡No importa! —le aseguró Tetzel—. No hay ningún pecado demasiado grande.

Con eso, el joven entusiasmado compró la indulgencia.

Después de terminar Tetzel su negocio lucrativo en aquel pueblo, emprendió su viaje al próximo pueblo. En el camino, se topó con una pandilla de ladrones que le quitaron todo cuanto tenía, incluso el dinero que había ganado vendiendo indulgencias. El dirigente sonriente de la pandilla era el mismo joven que había comprado la indulgencia esa misma tarde cuando estaba contemplando el pecado que iba a cometer—el robo.

Las afirmaciones de Tetzel no pasaron sin ser desafiadas. Un monje energético llamado Martín Lutero, ardiendo con indignación, se confrontó con Tetzel y desmintió sus afirmaciones ridículas. Cuando la iglesia no hizo nada para hacer callar a Tetzel, Lutero clavó 95 proposiciones contra las indulgencias en la puerta de la iglesia en Wittenburg, Alemania. En ellas propuso un debate público sobre el tema de las indulgencias.

En la actualidad muchos cristianos tienen conceptos erróneos en cuanto a estas 95 proposiciones. No eran una lista de doctrinas reformadas, sino sólo una lista de afirmaciones sobre las indulgencias. Por ejemplo, la proposición número 75 afirmó: “Creer que la indulgencia papal pudiera absolver al hombre que hubiera cometido un pecado imposible, como violar a la Madre de Dios—eso es locura.”2 Aparentemente, o Tetzel o alguno de sus ayudantes habían afirmado eso mismo.

El fuego que comenzó a arder en Wittenburg tal vez hubiera permanecido allí, excepto por una invención nueva de aquel entonces: la imprenta. Sin que Lutero lo supiera, sus 95 proposiciones fueron impresas por los impresores de la ciudad y se distribuyeron en casi toda Europa.

Pronto estalló un choque fuerte entre Tetzel y Lutero. Para apoyar su posición contra Tetzel, Lutero sucumbió a la primera ley de Newton sobre las acciones y reacciones; pasó al otro extremo. Para hacer eso, no tenía que inventar ninguna teología nueva. Siendo monje agustino, no más tenía que resucitar algunos puntos de la teología olvidada de Agustín. Siguiendo la teología de Agustín, Lutero propuso que la salvación depende exclusivamente de la predestinación. Enseñó que los hombres no podemos hacer nada bien, que no podemos ni creer en Dios. Sostuvo que Dios concede el don de la fe y de las buenas obras a quiénes él quiera, esto es, a los predestinados según su voluntad desde antes de la creación del mundo. A los demás él los elige arbitrariamente para la condenación eterna.3

Además, Lutero afirmó que uno no puede ser salvo si no cree en la doctrina de la predestinación absoluta. Hablando de la predestinación, dijo: “Porque el que esto no sabe, no puede ni creer en Dios ni adorarlo. En realidad, el que no sabe eso no conoce a Dios. Y con tal ignorancia, como todos saben, no hay salvación. Porque si usted duda, o si rehúsa a creer que Dios sabe de antemano todas las cosas y las fija según su voluntad, no dependiendo de nada sino sólo de su propio consejo inmutable, ¿cómo podrá usted creer en sus promesas, y confiar y descansar en ellas?... [El que no cree eso] confiesa que Dios es engañador y mentiroso—¡es incrédulo, la impiedad mayor de todas, la negación del Dios Altísimo!”4

Lutero tomó prestadas unas cuantas doctrinas más de las enseñanzas de Agustín, incluso la doctrina de la guerra santa. Cuando el pueblo pobre de Alemania se sublevó contra el trato inhumano de la nobleza, Lutero sabía que los nobles bien pudieran culparlo a él y a sus enseñanzas. Pero sabía igualmente bien que su vida dependía del favor de los nobles. Por eso, el exhortó a los nobles que suprimieran la rebelión a viva fuerza, incitándolos con las siguientes palabras:

”Esta, pues, no es hora de estar dormido; ahora no hay lugar para la paciencia ni la misericordia. Esta es la hora de la espada, no de la gracia... Cualquier campesino que muera se perderá de cuerpo y de alma, y será del diablo para la eternidad. Pero las autoridades tienen la conciencia limpia y una causa justa. Pueden decir a Dios con plena confianza: ‘He aquí, Dios mío, tú me has nombrado como príncipe y señor, de eso no tengo la menor duda. Y me has dado la espada para castigar a los malhechores... Por tanto, los castigaré y los mataré hasta que deje de latir mi corazón. Tú serás mi juez y me justificarás.’
”Por eso digo que el que se muere en la batalla como aliado de la autoridad puede ser un mártir verdadero a los ojos de Dios... Hora rara ésta, cuando ¡el príncipe puede ganar un lugar en el cielo con el derramar sangre, mejor que pueda otro con el orar! ¡Apuñala a quien pueda, apaléalo y mátalo! Si te murieras en la batalla, ¡bien de ti! Una muerte más bendita no la hay.”5

Los nobles siguieron estas palabras de Lutero sin vacilar, pisoteando las cuadrillas de campesinos salvajemente. En la guerra breve que siguió, cometieron atrocidades indecibles. Los campesinos que no murieron en el combate fueron torturados horriblemente y luego ejecutados.

Durante los 1.100 años entre Agustín y Lutero, el cristianismo del Occidente se había pasado de un lado al otro, de un extremo al otro, pero volvió casi al mismo lugar donde Agustín lo había dejado. La Reforma no fue un retorno al espíritu de los cristianos primitivos ni a sus enseñanzas. Es cierto que Lutero rechazó muchas de las prácticas pervertidas que se habían apoderado de la iglesia después de Constantino; por ejemplo, el uso de las imágenes y de las reliquias, las oraciones a los santos, las misas celebradas a favor de los muertos en el purgatorio, el celibato obligatorio del clero, la venta de las indulgencias, y las peregrinaciones religiosas como obra de mérito. Al eliminar estas prácticas, Lutero sí se acercó unos cuantos pasos al cristianismo primitivo. Pero, por otra parte, en su retorno a la teología de Agustín, Lutero también se alejó unos cuantos pasos del cristianismo primitivo.

Nuestra única autoridad: ¿La Biblia, o la interpretación luterana de la Biblia?

Quizás la contribución mayor de Lutero al cristianismo occidental fue su énfasis sobre la Biblia como la única fuente de autoridad. “Sola Scriptura” (sólo la Escritura) se hizo uno de los estandartes de la Reforma. Sin embargo, “sola Scriptura” muchas veces fue solamente un lema, no una práctica. Lutero tradujo la Biblia al alemán para que el pueblo la leyera. Pero a la vez, procuró asegurarse de que la leyeran sólo tomando en cuenta las interpretaciones de él.

En el capítulo 13 di algunos ejemplos del prólogo al Nuevo Testamento de Lutero, en el cual él procuró dirigir la atención de los lectores lejos de las partes de la Biblia que contradecían su teología. También procuró subrayar lo que le gustó. La introducción de Lutero a Romanos se agrandó a más de la mitad del mismo libro de Romanos. En esa introducción, Lutero declaró: “Esta epístola es en realidad el corazón del Nuevo Testamento y contiene el evangelio más puro”.6 Al decir así, elevó a Romanos sobre los demás libros del Nuevo Testamento. También afirmó: “Para comenzar, tenemos que entender el lenguaje y llegar a comprender el significado de los términos que usa San Pablo: la ley, el pecado, la gracia, la fe, la justicia, la carne, el espíritu, etc. De otra manera, el leer este libro nos aprovechará poco.”7 Luego Lutero propuso definiciones a estas palabras, muchas veces contradiciendo terminantemente la manera en que los cristianos primitivos usaban los mismos términos.

En su prólogo a la epístola a los Hebreos, Lutero atacó esta epístola, escribiendo: “Otra vez, hay un nudo difícil de desenredar en los capítulos seis y diez, ya que niegan terminantemente que los pecadores puedan arrepentirse después de su bautismo, o que puedan buscar el arrepentimiento. Y en el capítulo doce dice que Esaú procuró el arrepentimiento y no lo alcanzó. Esto me parece, así como está, oponerse totalmente a los evangelios y a las epístolas de Pablo. Y aunque uno pudiera tratar de paliarlo, las palabras quedan tan claras que no creo que se pudieran colorear lo suficiente. En mi opinión, ésta es una epístola de muchas piezas reunidas, y no trata ningún tema de manera ordenada.”8

Así el lema de Lutero de “sola Scriptura” fue en realidad un mito, un engaño, ya que él mismo procuró con diligencia que los cristianos no oyeran solamente la Escritura. A fin de cuentas, no quedaron las Escrituras como la única fuente de autoridad para la Reforma, sino la interpretación que daba Lutero a las Escrituras.

Antes de dejar de hablar de Lutero, hace falta que clarifique que creo que las contribuciones positivas de Lutero al cristianismo son mucho mayores que sus faltas. He hablado más de sus faltas que de sus puntos fuertes porque la iglesia evangélica siempre le ha puesto sobre un pedestal. La mayoría de los evangélicos ya saben sus puntos fuertes y sus realizaciones positivas. Lutero era un hombre valiente de Dios, quien arriesgó la vida para avivar a una iglesia muerta espiritualmente. Podemos admirar sus cualidades ejemplares sin repetir sus errores.

Lutero quiso hacer volver la iglesia a las creencias de los cristianos primitivos, pero él sabía muy poco de lo que creían los cristianos de los siglos más tempranos. La mayoría de los escritos de los cristianos primitivos no estaban disponibles a los cristianos del Occidente cuando la Reforma empezó. Por eso, Lutero creyó equivocadamente que las enseñanzas de Agustín eran las mismas que tenían los cristianos primitivos. Cuando los escritos de los cristianos primitivos se hicieron disponibles, las doctrinas de la Reforma ya se habían fijado, y nadie tenía el valor de cambiarlas.

Los capítulos

Introducción 1 El prisionero 2 Los cristianos primitivos 3 Ciudadanos de otro reino 4 La cuestión de cultura 5 ¿Por qué tuvieron éxito? 6 Acerca de la salvación 7 Acerca de la predestinación y el libre albedrío 8 Lo que el bautismo significaba 9 La prosperidad: ¿una bendición? 10 El Nuevo Testamento y el Antiguo 11 ¿Quién entiende mejor? 12 ¿Se falsificaron las enseñanzas? 13 Cómo el cristianismo primitivo se destruyó 14 Los muros restantes se derrumban 15 El cristiano más influyente 16 ¿Fue la Reforma un retorno al cristianismo primitivo? 17 El renacimiento del cristianismo primitivo 18 ¿Qué quiere decir para nosotros? Diccionario biográfico Notas del texto