EL TESORO BÍBLICO

Por Guillermo McGrath- ©1985 usado con permiso

Capítulo 9

Los reglamentos bíblicos

La disconformidad y la no resistencia

La palabra reglamento significa una regla o ley por la cual se regula la conducta. La Biblia habla mucho acerca de reglas de conducta y de una vida santa. En el Nuevo Testamento el tema de reglamentos bíblicos puede ser resumido bajo tres puntos:

1.   El origen de la regla: En Gálatas 6.14–16 el apóstol dice: “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo. Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación. Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios.” Este pasaje demuestra claramente que aunque la regla del Antiguo Testamento es descartada (la circuncisión), esto no quiere decir que el cristiano está sin ninguna ley ni sin reglamentos, ¡sino que el origen del reglamento ahora es la ley de Cristo escrita en el corazón de la nueva creación! De este modo no abolimos la ley, sino más bien la establecemos sobre una base más sana y espiritual “para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8.4). Así que, andar “conforme a esta regla” significa andar en Cristo, andar en el Espíritu, andar en la luz de la palabra de Dios, por los principios claros de la palabra y por el poder del Espíritu Santo.

2.   La aplicación de la regla: Puesto que la naturaleza carnal odia ser gobernada por cualquier reglamento, las personas de mente carnal podrán elevar la voz y decir: “La regla está en la Biblia y cada persona puede interpretar por sí misma cómo aplicarla”. Esto llevaría a la anarquía y rechazaría completamente el plan de Cristo para la iglesia. Ese plan incluye el deber de enseñarles “que guarden todas las cosas” que él nos ha mandado (Mateo 28.20). También rechazaría el privilegio de “atar y de desatar” (Mateo 16.19), o de hacer aplicaciones de principios de la Biblia y regular su cumplimiento. Además, el apóstol dice en Filipenses 3.16: “Sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa”. En otras partes el Nuevo Testamento recuerda a los miembros de la iglesia local a hablar “todos una misma cosa” (1 Corintios 1.10), a ser unidos en la misma mente, el mismo parecer, el mismo amor, etc. A menos que la iglesia regule la iglesia para realizar esta unidad bíblica, cada persona puede hacer lo que bien le parezca. Entonces el individualismo, la anarquía, y el liberalismo toman posesión de la iglesia.

3.   La administración de la regla: La escritura provee también por la ordenación de ministros cuyo deber es enseñar y mantener los reglamentos. Hablando del obispo la Biblia dice: “Que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?)” (1 Timoteo 3.4–5). Asimismo Hebreos 13.7, 17, 24 nos recuerda tres veces de nuestros deberes a los pastores: “Acordaos de vuestros pastores”, “obedeced a vuestros pastores”, y “saludad a todos vuestros pastores”. A pesar de que es claro que la Biblia dice: “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos” (Hebreos 13.17), alguien replicará diciendo que esto se refiere sólo a hacer cumplir las reglas establecidas explícitamente en la Biblia. El obispo George Brunk replicó bien a esta objeción al decir:

La Biblia dice: Obedeced a Dios; obedeced a las escrituras; obedeced a la iglesia; obedeced a los obispos; obedeced a los padres; obedeced a los magistrados. Ahora si “obedeced a la iglesia y obedeced a los obispos” significa sólo obedecer las cosas mencionadas expresamente en la Biblia, entonces por el mismo proceso de razonamiento los hijos no tienen que obedecer a los padres en ninguna cosa que no está mencionada expresamente en la Biblia y los ciudadanos no tienen que obedecer a los magistrados y las leyes civiles excepto en lo que está dicho expresamente en las escrituras. Pero los magistrados tienen autoridad divina de hacer leyes y ordenanzas no mencionadas expresamente en la escritura para el bienestar civil, y los padres tienen autoridad divina de hacer reglamentos para sus hijos no mencionados expresamente en la Biblia para el bienestar del hogar. Asimismo la iglesia tiene autoridad divina de hacer reglamentos y restricciones no mencionados expresamente en las escrituras para el bienestar espiritual de la iglesia. En ningún caso el creyente tiene derecho de levantar su juicio particular contra los que tienen autoridad. Sobre este principio de sujeción voluntaria permanecen la estabilidad del hogar y de la iglesia, como también el bienestar espiritual y la salvación del individuo.

Así que es ampliamente claro que la Biblia requiere que la iglesia haga aplicaciones y reglamentos tocante a sus principios inmortales. De siglo a siglo y de iglesia a iglesia estas aplicaciones pueden diferir un poquito en cuanto a los detalles, pero ninguna iglesia jamás ha podido mantener ningún principio sin regular su aplicación. Donde no hay aplicación, ya no se encuentra el principio. Hay dos áreas grandes de reglamento bíblico que siempre son atacadas por el mundo y los que tienen una mente mundana: la disconformidad, y la no resistencia al mal. Estas doctrinas son tan contrarias al espíritu del siglo y a la mente carnal que son las primeras que son descartadas por una iglesia apóstata y rebelde. Aquí hay que afrontar honrada y francamente la pregunta: ¿Qué debemos hacer si la iglesia ya no mantiene los reglamentos de la Biblia tocante a la disconformidad y la no resistencia? El obispo Brunk, mencionado arriba, tenía una respuesta clara y franca:

Rehusa apoyar a cualquier hombre, institución, u organización en la iglesia que está a favor de abandonar los principios del atavío reglamentado, porque cuando esto se pierde, la regulación de doctrina y vida siguen en seguida, y nuestra vieja iglesia mártir está caída.... La tolerancia administrativa de la desatención y del rechazamiento de los reglamentos establecidos destruirá el conservatismo, o dividirá a la iglesia.... Los líderes, las congregaciones, y las conferencias conservadores serán obligados a apartar su comunión y su cooperación y formar una organización separada y claramente conservadora.

    A.  Los reglamentos de la Biblia sobre la
disconformidad

El capítulo 12 de Romanos es un resumen hermoso de la Biblia acerca de la conducta cristiana: el versículo 1 habla de la consagración (“presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo”); el versículo 2 habla de la disconformidad (“no os conforméis a este siglo”); los versículos 3–13 hablan de la unidad en la iglesia (“nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo”); los versículos 14–21 hablan de la no resistencia (“no os venguéis vosotros mismos”). Puesto que ya hemos hablado de la consagración en los capítulos sobre la salvación y la vida en el Espíritu Santo, y ya que hablaremos de la unidad en el capítulo sobre las iglesias bíblicas, queremos aquí enfocar nuestra consideración en la disconformidad y la no resistencia. Primeramente, ¿qué es el mundo para que la iglesia sea estrictamente mandada a no conformarse a él? En resumen, el mundo mencionado aquí no es la tierra geográfica, sino todo el sistema global de una sociedad pecaminosa bajo la dominación del príncipe de este mundo, Satanás. El mundo no sólo rodea a la iglesia y busca destruirla, sino también invade a la iglesia por medio de aquellos miembros infieles que llegan a tener una mente mundana. La Biblia dice: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama el mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo” (1 Juan 2.15–16).

Así podemos ver que la conformidad al mundo es tan seriamente incorrecto porque claramente es cosa de seguir al príncipe de este mundo en vez de seguir a Cristo, el Príncipe de paz. “Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Santiago 4.4). No debemos extrañarnos de eso puesto que el mundo crucificó a nuestro Señor y aborrece aún a su iglesia. He aquí varias maneras en que el cristiano practica la disconformidad al mundo:

•  El cristiano no es del mundo (Juan 17.14).

•  El reino de Cristo no es de este mundo (Juan 18.36).

•  No estimamos las cosas que el mundo tiene por sublimes (Lucas 16.15; Filipenses 3.8).

•  No idolatramos las riquezas y la seguridad mundana (Mateo 6.19–21; 24–34).

•  Somos crucificados al mundo y el mundo nos es crucificado (Gálatas 6.14).

•  Miramos a la sabiduría mundana como necedad (1 Corintios 1.19–21).

•  Esperamos odio y persecución del mundo (Juan 15.18–21).

•  Que hubiera un cristiano que amara al mundo sería tan contradictorio como hablar de un diablo celestial (1 Juan 2.15–17).

•  Los que son conformados al mundo no son transformados (Romanos 12.2).

•  Tenemos que guardarnos sin mancha del mundo (Santiago 1.27).

•  Hemos sido librados por Cristo de la esclavitud del mundo (Gálatas 1.4).

•  No nos vestimos como el mundo ni hacemos fiestas con ellos (1 Pedro 3.3; 4.3–4).

•  Huimos de las concupiscencias mundanas (1 Juan 2.16–17; Santiago 4.2; 2 Timoteo 2.22; Tito 2.12).

•  Toda religión mundana no es más que idolatría (Salmo 96.5; Hechos 17.16; 1 Juan 5.21).

Con tales convicciones, ¿cómo puede el cristiano conformarse al mundo? Los que siguen tras la conformidad al mundo terminarán donde el mundo es destinado a terminar; en el tormento eterno. El cristiano verdadero está en guerra espiritual con el mundo, su sistema, y su cultura (1 Juan 5.4–5; Efesios 6.12; Juan 16.33; 2 Corintios 10.4–5; 1 Timoteo 1.18–19; Santiago 4.4). Nuestro fin es de capturar a los prisioneros del mundo y librarlos en Cristo (Judas 23; Hebreos 2.14–15). Creemos que es la responsabilidad de cada iglesia verdadera de regular la disconformidad bíblica al mundo en las siguientes áreas:

1.   La disconformidad al mundo de la moda: El Nuevo Testamento claramente requiere ropa que sea modesta (que cubra el cuerpo, 1 Timoteo 2.9), sencilla (1 Pedro 3.3), no conformada a la moda (Romanos 12.2), y que sea una expresión de santidad interior (1 Pedro 3.4). Esa regla claramente es contraria al atavío hecho a la moda, que es designado para descubrir el cuerpo, revelar la figura, etc. La única manera de regular esto con consecuencia es por requerir un vestido uniforme (Filipenses 3.16), como el vestido con sobreblusa para las hermanas y el traje sencillo para los hermanos. El propósito de la moda es de excitar los deseos de los ojos. La escritura prohibe eso y las cosas que lo acompañan, tales como los cosméticos, el peinado a la moda, el cabello cortado de las mujeres, las joyas, y semejantes cosas. Los cristianos evitan también el gasto inútil y la extravagancia incluidos en tener los carros y los hogares a la moda. El lujo y la ostentación no concuerdan con los seguidores de Cristo. (1 Pedro 2.11; 4.10; 1 Juan 3.17; Mateo 11.8; Santiago 2.2–3).

2.   La disconformidad al mundo del arte y del entretenimiento: La única vez que se usa la palabra teatro en el Nuevo Testamento es el caso en que un gentío se amotinó contra los cristianos (Hechos 19.29, 31). El único uso de la palabra actor en el Nuevo Testamento es la palabra hipócrita —uno que se finge ser lo que no es. La iglesia primitiva por siglos prohibió que los cristianos asistieran al teatro, al circo, a los juegos, y a las diversiones semejantes. Hoy día el cine, la televisión, y la radio son usados principalmente para el placer del mundo no regenerado, y la Biblia nos ruega abstenernos de toda especie de mal (1 Tesalonicenses 5.22). ¿Dónde, más que en estas cosas, aparece tal concentración de mal? La ópera, el ballet, las sinfonías, los instrumentos musicales, las novelas, la literatura mundana, y el drama —todos fueron bastante comunes en los días del Nuevo Testamento. Pero todos son manifiestamente ausentes de los registros de las actividades cristianas del Nuevo Testamento porque todos son designados para deleitar los deseos de los ojos y de la carne, y el orgullo del intelecto (1 Juan 2.15–16). “El uso religioso” de estas cosas data de la edad media. El Nuevo Testamento tiene poca estima para el uso del arte en la religión (Hechos 17.25, 29).

3.   La disconformidad al mundo de las drogas: Vivimos en un mundo en que grandes números de personas son adictos a las drogas como el opio, la marijuana, la cocaína, etc. Pueden esclavizarse también por los estimulantes como el tabaco, el café, las bebidas alcohólicas, los medicamentos, etc. El mensaje del Nuevo Testamento está claro: “Todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna” (1 Corintios 6.12; 1 Pedro 2.19). Nos abstenemos de las cosas que causan estupor.

4.   La disconformidad al mundo de deportes: Mientras que es cierto que los cristianos tenemos cuidado de la salud del cuerpo, estamos adiestrándonos para una guerra espiritual y no para ganar algún juego frívolo. Por esta razón el lenguaje alegórico en el Nuevo Testamento que se refiere a los deportes se usa solamente para dar una lección espiritual. No hay ninguna mención de que los cristianos siguieran los juegos olímpicos, asistieran a las carreras de caballos o carros, participaran en las competiciones de deportes, juegos de pelota, etc. Por cierto, “el ejercicio corporal” se clasifica como cosa de poco provecho espiritual (1 Timoteo 4.8). La participación en las competiciones deportivas se desecha como una excitación despreciable en busca de un premio corruptible (1 Corintios 9.24–27). Puesto que el Nuevo Testamento enseña que el cuerpo es el templo del Espíritu Santo, se nos hace difícil verlo brincando, corriendo, dando empujones, lanzando pelotas, y gritando en algún juego sin sentido (o sentándose en la gradería y gritando mientras otros juegan).

5.   La disconformidad al mundo de la educación: El Nuevo Testamento no tiene mucha estima para la educación superior, el intelectualismo, la filosofía, y la sabiduría mundana (1 Corintios 1.17–22, 26–27; Hechos 4.13; Colosenses 2.8). Los cristianos primitivos no establecieron ningún colegio, seminario, ni universidad; el programa de ellos era uno de evangelismo personal en lugar de un programa institucional. Las instituciones establecidas para defender a la iglesia muchas veces terminan en estrangularla. El único diploma que necesitamos para el servicio cristiano es el N.N. (¡Nacido de Nuevo!). Al otro lado, es razonable que las iglesias provean y gobiernen escuelas parroquiales para los niños.

6.   La disconformidad al mundo de negocios: La enseñanza del Nuevo Testamento acerca del yugo desigual prohibe asociarse en negocios mundanos o en sindicatos de obreros (2 Corintios 6.14–18; Efesios 5.11). El materialismo es nada más que la mundanería, y los que lo siguen con esperanzas de hacerse ricos son condenados por Cristo (Mateo 6.19–21, 24; Lucas 18.21–25; Santiago 5.1–6; 1 Timoteo 6.6–11, 17–19). El atesorar grandes cuentas en el banco y grandes propiedades es tan contrario a la enseñanza bíblica como tener un seguro de vida (Jeremías 17.5, 7; Lucas 12.16–21). El auxilio del gobierno y los seguros mundanos son inferiores al verdadero auxilio mutuo cristiano y a la dependencia de Dios (Mateo 6.24–34; Gálatas 6.10).

7.   La disconformidad al mundo social: El Nuevo Testamento pone énfasis en la pureza social y moral (Mateo 5.8; 1 Corintios 6.9, 15–20; 7.1). Prohibe el divorcio y las segundas nupcias (Marcos 10.3–12). También prohibe el yugo desigual del noviazgo y matrimonio con los que no son de la misma fe (1 Corintios 7.39; 2 Corintios 6.14–18). Sobre los mismos fundamentos prohibe unirse a las órdenes secretos, las logias (Efesios 5.11), los clubes, etc.

8.   La disconformidad al mundo religioso: Como vimos cuando hablamos de la religión que apela al alma, mucha religión es mundana y está muerta. Los hombres hacen un ídolo de la lealtad a sus organizaciones religiosas muertas, pero el Nuevo Testamento advierte contra quedarse en tales organizaciones —uno llega a ser partícipe de sus pecados (1 Timoteo 5.22; 2 Juan 8–11; Apocalipsis 2.5; 18.4). Si no se arrepienten, uno tiene que dejar el campamento muerto (Hebreos 13.12–14; Hechos 18.4, 6–8). Se nos manda que nos apartemos de los que andan desordenadamente y que no tengamos comunión con ellos (2 Tesalonicenses 3.6; Efesios 5.11). No podemos cooperar con las organizaciones religiosas que no mantienen todo el evangelio o que se unen con el movimiento ecuménico (Apocalipsis 13.11; 17.1–6). La adoración según el Nuevo Testamento es en espíritu y en verdad (Juan 4.24). También es en simplicidad, evitando los edificios lujosos para la iglesia, los instrumentos musicales, y las otras invenciones que son carnales y que apelan al alma. En vez de esto, la adoración del Nuevo Testamento pone énfasis en la predicación de la palabra (Hechos 6.2), en la oración y el canto (1 Corintios 14.15), en la alabanza y en las buenas obras (Hebreos 13.15–16; Santiago 1.27).

    B.  Los reglamentos de la Biblia sobre la no resistencia

Hemos examinado varias fases de la disconformidad al mundo y ahora llegamos a considerar el tema de la no resistencia. Realmente este tema se relaciona con el de la disconformidad también —la disconformidad al mundo político.

Presentando el tema en breve: Las escrituras enseñan que la iglesia y el estado son distintos y apartes. (Romanos 12.14–21 da el llamamiento de la iglesia a la paz, al perdón, a la misericordia, y a la no resistencia; Romanos 13.1–7 da el deber del estado como el de mantener orden a la fuerza, proteger al bueno, y castigar al criminal.) Juan 18.36 nos recuerda que el reino de Cristo no es del mismo orden con los reinos de este mundo —los siervos del Señor no pelean ni ejecutan la justicia por fuerza. Por esto los cristianos no participan en el servicio militar ni en la política. No ocupan ningún oficio público ni tampoco votan. No aplican presión sobre el gobierno en la regulación de sus asuntos.

El deber del ciudadano cristiano hacia el estado incluye pagar los impuestos (Romanos 13.6–7), orar por el gobierno (1 Timoteo 2.1–2), y ser súbditos quietos, pacíficos, y observantes de la ley (Romanos 13.1–4). Además, ya que la iglesia es la sal y la luz de la sociedad, es su responsabilidad reprender el crimen, la corrupción y la injusticia, y profetizar contra ellos como hicieron los profetas del Antiguo Testamento. Pero hay una diferencia importante: ellos buscaron reformar la combinación del estado y la iglesia de ese día, pero nosotros buscamos excitar convicción de pecado y llamar a los hombres a salir del estado y a entrar en la iglesia (Hechos 24.24–25). Nos mantenemos separados de todos los movimientos que buscan reformar la sociedad aparte de los méritos de la muerte de Cristo y la experiencia del nuevo nacimiento. Aunque como cristianos ciertamente lamentamos la guerra, la violencia, la injusticia, el crimen, la embriaguez, el prejuicio, la pobreza, y otros males, no buscamos abolir estos males por acción legislativa del estado, ni por dar nuestro voto, ni por manifestaciones, o cualquier otro uso de fuerza o de presión social. Estos males no pueden ser abolidos por el pacifismo político, ni por el desarme, ni por la desobediencia civil, ni por huelgas, ni por comités vigilantes de ciudadanos, por el prohibicionismo, ni por cruzadas políticas, etc. Los que usan tales medios se han desviado del verdadero llamamiento de la iglesia. Pongamos un ejemplo: Una vez una mujer se acercó a un ministro y le preguntó, “¿Cuál es su llamamiento? ¿la paz? ¿los derechos civiles? ¿la prohibición? ¿la pobreza? ¿el anticomunismo? Cada ministro hoy en día tiene una especialidad.” ¡Nuestra especialidad todavía es predicar el evangelio!

Aquí hay unas verdades y reglamentos del Nuevo Testamento sobre la no resistencia:

•  El estado y la iglesia son apartes ahora (Romanos 12.19; 13.4; Juan 18.36).

•  A los creyentes del Antiguo Testamento se les permitió vengarse; a los santos del Nuevo Testamento no les es permitido (Mateo 5.38–48).

•  El reino del Antiguo Testamento era carnal; el reino del Nuevo Testamento es espiritual (Juan 18.36; 1 Pedro 2.9).

•  Las guerras del Antiguo Testamento fueron carnales; la guerra del Nuevo Testamento es espiritual (2 Corintios 10.3–5). Los cristianos no toman parte en el servicio militar (Juan 18.36).

•  La ciudadanía del Antiguo Testamento era terrenal; la ciudadanía del Nuevo Testamento es celestial (Efesios 2.19; Filipenses 3.20).

•  Se prohibe el juramento a los santos del Nuevo Testamento (Mateo 5.33–37; Santiago 5.12).

•  El santo del Nuevo Testamento es no resistente (Mateo 5.39; Santiago 5.6; Romanos 12.17, 21).

•  Dios ordena a los gobernantes; por tanto, no damos nuestro voto, sino oramos (Romanos 13.1; Daniel 2.21).

•  Los santos del Nuevo Testamento son libres del prejuicio nacionalista, racial, y de clase (Hechos 17.26; 10.28, 34–35).

•  La única nación cristiana es la nación santa de la iglesia (1 Pedro 2.9).

•  La nación santa es un pueblo internacional, no es un pueblo nacional terrenal (1 Pedro 2.10).

•  Los cristianos no se comprometen en pleitos ante la ley (1 Corintios 6.1–8).

•  Los santos sufren el mal antes de hacer el mal (1 Corintios 6.7; 1 Pedro 2.19; 3.14, 17–18; 4.12–16, 19).

•  Los cristianos son pacificadores (Mateo 5.9; Santiago 3.18; 2 Corintios 5.18).

•  Los cristianos procuran arbitrar en disputas con los que no son salvos (Mateo 5.25).

•  Los cristianos no tienen ambiciones políticas (Lucas 22.25–26; Juan 6.15).

•  Satanás tiene gran influencia entre todos los gobiernos mundanos (Lucas 4.5–6; Apocalipsis 13.4; 2 Corintios 4.4).

•  Los cristianos que son mandados por los gobernantes a hacer el mal tienen que obedecer a Dios, no a los hombres (Hechos 4.19, 29; 5.28–29).

•  Dios usa a los gobiernos malos como instrumentos de ira; después los destruye (Isaías 10.5–16; Romanos 9.17–23).

•  Todos los gobiernos humanos son condenados a caer algún día bajo el anticristo (Apocalipsis 13.7; Salmo 9.17; Isaías 40.15, 17).

•  Dios se entristece por la necedad de la violencia humana (Génesis 6.6, 13, 11; Ezequiel 18.23, 32; 1 Crónicas 22.8).

•  La manera cristiana es de vencer al mal con el bien; y no es de pagar mal por mal (Romanos 12.20–21; 1 Tesalonicenses 5.14).

•  El cristiano tiene que ser como Cristo, perdonando a sus enemigos (Lucas 23.34; Mateo 6.12, 14; Hechos 7.60).

•  Los cristianos no invocan maldiciones; no se regocijan al ver a sus enemigos humanos destruidos (Lucas 9.53–56).

Los líderes de la iglesia cristiana primitiva escribieron mucho sobre los temas de la disconformidad y la no resistencia. Justino (150 a.d.) escribió:

En tiempos pasados, nos aborrecíamos y nos matábamos los unos a los otros ... a causa de una diferencia en nacionalidad o costumbre.... Ahora desde la venida de Cristo todos vivimos en paz.

Atenagorías (180 a.d.) escribió:

Aunque no cometemos ningún mal, nos permiten ser atormentados, pillados, perseguidos ... hemos aprendido a no sólo no dar golpe por golpe, ni ir a la ley con los que nos pillan y nos roban, sino a ofrecer el otro lado de la cara también a los que nos golpean en un lado de ella, y a dar también nuestro manto a los que nos llevan nuestro abrigo.

Tertuliano, escribiendo más o menos en 190 a.d., dijo:

Nuestro Señor, al desarmar a Pedro, desarmó a todo soldado. ¿Cómo irá un cristiano a hacer guerra sin la espada que el Señor quitó? ... Yo no tengo ningún deber con tribunal, campaña, o senado. No me quedo despierto para ninguna reunión pública, no hago ningún esfuerzo para ocupar una plataforma; no soy uno que busca empleo público; no tengo ningún deseo de descubrir la corrupción política; evito la cabina de votación y el asiento del jurado; no quiebro ninguna de sus leyes y no promuevo ningún pleito; no serviré como magistrado ni juez; rehuso prestar servicio militar; no deseo gobernar a nadie —¡me he apartado de la política mundana! Ahora mi única “política” es espiritual.

Cipriano (235 a.d.) escribió:

Las guerras [están] esparcidas por todas partes con el horror sangriento de los campamentos. El mundo está mojado con matanza mutua y el asesinato es un crimen cuando los individuos lo cometen, pero es llamado una virtud cuando es mantenido públicamente.

El “Reglamento eclesiástico de Hipólito” (220 a.d.) dijo lo siguiente sobre quién podría hacerse miembro de la iglesia:

Si un hombre es actor, o pantomimo, tiene que dejar de serlo o ser rechazado.... Un gladiador ... un cochero ... o cualquiera que esté asociado con estas exhibiciones, tiene que desistir de ellas o ser rechazado. Un soldado ... no debe matar a hombres y tiene que rehusar hacerlo si le es mandado, y tiene que rehusar prestar juramento. Si no está dispuesto a cumplir con esto, tiene que ser rechazado. Un comandante militar o un magistrado civil tiene que renunciar su oficio o ser rechazado. Si uno que está recibiendo instrucción, o uno que es creyente, busca ser soldado, tiene que ser rechazado porque ha despreciado a Dios.

Minucio Félix (220 a.d.), al escribir una defensa del cristianismo, ataca y expone la corrupción política, la matanza, la injusticia, y el imperialismo romano:

A causa del asesinato fratricida ... rechazamos sus títulos y sus púrpuras oficiales. Para nosotros no es permisible ni ver ni oír de la matanza humana.... Todo lo que los romanos tienen, ocupan y poseen son despojos; sus templos todos son de botín, sacado de las ruinas de las ciudades, el pillaje de otras religiones, y la matanza de los sacerdotes.

Se hallaron cristianos no resistentes durante la historia de la iglesia dondequiera que los hombres volvieron a la Biblia. Menno Símons lamentó la situación en el siglo dieciséis:

Los capitanes, los caballeros, los soldados de a pie, y los hombres sangrientos semejantes arriesgan el cuerpo y el alma por el amor de la ganancia y juran con los dedos levantados que están dispuestos a destruir ciudades y países, a tomar a los ciudadanos y a los habitantes, a matarlos y a tomar sus posesiones, aunque éstos nunca los han dañado ni les han dicho ni siquiera una palabra mala. Oh Dios, ¡qué abominación y tráfico maldito y malo! ¡Y llaman eso “proteger al país y al pueblo, y asistir en la justicia”!

Preguntas de estudio
para diálogo en la clase y la iglesia

   1.  ¿Por qué tener reglamentos? ¿Por qué no tener solamente la Biblia?

   2.  ¿Qué autoridad tiene la iglesia de hacer reglamentos?

   3.  Cuando se pierde el atavío reglamentado, ¿qué es la próxima cosa que se pierde?

   4.  ¿Qué es “el mundo”?

   5.  ¿Por qué es malo conformarse al mundo?

   6.  ¿Por qué no conviene al cristiano seguir la moda?

   7.  ¿Qué del deporte? ¿de las logias? ¿de los seguros?

   8.  ¿Deben los cristianos votar en las elecciones o tener un oficio público?

   9.  ¿Por qué no debe el cristiano prestar el servicio militar no combatiente?