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EL TESORO BÍBLICO

Por Guillermo McGrath- ©1985 usado con permiso

Capítulo 14

Los símbolos bíblicos

Cómo usa Dios los símbolos y las sombras
para revelar la verdad y la luz

La Biblia es el único libro cuyo Autor siempre está presente cuando se lee. Es el único libro cuyos caracteres, incidentes, relatos, parábolas, poesías, y profecías todos son designados a revelar y glorificar el carácter de su Autor. La Biblia está llena de símbolos, modelos, sombras, figuras, parábolas, ejemplos, y alegorías que expresan verdades espirituales profundas por medio del uso de símiles, metáforas, y comparaciones entre varios caracteres, ob­jetos, o sucesos. Por ejemplo, el faraón es una figura de Satanás, el opresor y tirano que esclaviza al pueblo de Dios; Egipto es una figura del mundo que trata de mantener a los hijos de Dios en la esclavitud (Apocalipsis 11.8). Este método que relata incidentes y personajes y localidades de la Biblia a unos seme­jantes en tiempos más recientes es una práctica común de la Biblia.

En 1 Corintios 10.6 la Biblia dice específicamente que las divagaciones de los hijos de Israel con Moisés en el desierto fueron “ejemplo” para nosotros, para que no nos portáramos mal como ellos. Este método se repite en 1 Corintios 10.11 donde dice que “estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros”. Aquí se ve claramente el uso de gente e incidentes del Antiguo Testamento para dar instrucción com­parable a nosotros que enfrentamos circunstancias semejantes.

Es imposible entender el método bíblico de transmitir la verdad sin entender lo que se llama en la literatura, un arquetipo. Leland Ryken, en “La literatura de la Biblia” (Zondervan, 1974, página 22), dice:

Ninguna introducción a la literatura bíblica es completa sin insistir en el contenido arquetípico de la Biblia. Un arquetipo es un símbolo, un carácter simbólico, o la idea dominante de un plan que se ha repetido en toda la literatura.

La Biblia es el gran repositorio o tesoro de arquetipos en la literatura occiden­tal. Por supuesto, la Biblia es más que literatura; no obstante sigue las for­mas y los usos de literatura y lenguaje para expresar su verdad. Northrop Frye llama a la Biblia “la mayor influencia informante sobre el simbolismo literario”. En realidad, es la Biblia que influyó en toda la literatura, y conocer la Biblia y entender sus arquetipos es el requisito previo para entender la literatura en conjunto.

Northrop Frye cataloga la mayoría de los arquetipos de la literatura en dos clases:

  1.   Los arquetipos de la experiencia ideal:

Para hablar de las experiencias ideales usamos los siguientes símbolos del mundo humano: la comunidad o la ciudad amada; las representaciones de un pueblo en armonía, como la comunión, el orden, la unidad, la amistad, el amor, el matrimonio. También usamos la fiesta, la comida, o la cena. Usamos los alimentos principales, tales como pan, leche, y carne; y alimentos de lujo, tales como vino y miel.

        También usamos símbolos del mundo animal para representar la experien­cia ideal: una comunidad de animales domesticados, generalmente un rebaño de ovejas; un cordero, o una de las aves más mansas como una paloma; un grupo de aves cantoras.

        Del mundo vegetal usamos: un jardín, un bosquecillo o parque; un árbol de vida; una rosa.

        Del mundo inorgánico usamos los siguientes símbolos: una ciudad, o un edificio o templo (por ejemplo, el cielo retratado como una casa de muchas moradas o habitaciones); joyas y piedras preciosas, muchas veces resplande­cientes y ardientes; fuego y luz brillante; una quemazón que purifica y refina.

        Utilizamos las imágenes retóricas del agua: un río o arroyo; una fuente; las lluvias; agua fluente de cualquier clase.

        Otras veces usamos las siguientes fuerzas de la naturaleza para retratar las experiencias ideales: la brisa o el aire; la calma después de la tempestad; las estaciones de primavera y verano; el sol, o la luz menor de la luna y las estrellas; la luz, la salida del sol, el día.

        Finalmente, empleamos cosas misceláneas: las representaciones de altura como la cumbre del monte; las representaciones del nacimiento y del renaci­miento; las representaciones del movimiento (al contrario del estanca­miento); las representaciones de la libertad; la armonía musical, o el canto.

  2.   Los arquetipos de la experiencia no ideal:

Para simbolizar la experiencia desagradable usamos las siguientes figuras del mundo humano: tiranía o anarquía; aislamiento entre gente; la ramera, la bruja, el hechicero y personas semejantes; cuadros del canibalismo, tortura, mutilación (la cruz, la hoguera, el cadalso, la horca, el cepo, etc.); esclavitud y servidumbre; cuadros de enfermedad y deformidad; insomnio o pesadilla, muchas veces relacionados con la culpabilidad de conciencia.

        Usamos el mundo animal como figura de lo no ideal: monstruos o bestias de rapiña; el lobo (el enemigo tradicional de la oveja), el león, el oso, el leopardo, el buitre, la serpiente, los dragones y cosas semejantes.

        Usamos el mundo vegetal: el bosque siniestro, muchas veces encantado y gobernado por fuerzas demoniacas; el desierto; un lugar tropical de gran calor o un lugar de hielo y un frío extremado.

        Representamos las experiencias no ideales también del mundo inorgánico: o en su forma natural de desiertos y junglas, o en su forma “civilizada” de ciudades de destrucción y de violencia (“la jungla de asfalto”); la cárcel o el calabozo; él fuego maligno que destruye y tortura en vez de purificar.

        A veces usamos las imágenes retóricas del agua: el mar y todo lo que contiene (los monstruos marinos).

        Otras veces usamos símbolos de las fuerzas de la naturaleza para hablar de lo desagradable: la tormenta o la tempestad; las estaciones de otoño e in­vierno; el ocaso, la oscuridad, la noche.

        O simbolizamos las experiencias no ideales con las siguientes cosas misceláneas: las representaciones de descenso; el valle, la cueva o tumba subterránea; la muerte; el polvo seco o las cenizas; las representaciones de herrumbre y decaimiento; las representaciones de estancamiento o in­movilidad; los ruidos discordantes (“el crujir de dientes”) o la cacofonía, el aullar, el llorar y el lamentar.

Por motivo de que los arquetipos expresan lo que es más común, universal, y elemental en la experiencia humana, la Biblia usa símbolos y representa­ciones de cosas comunes a todo hombre, y, por tanto, tiene un poder de co­municación ilimitado. Esa es la razón por la cual la Biblia es el libro univer­sal, entendido fácilmente en cualquier tiempo, clima, cultura, o circunstancia.

Hebreos 9.9 habla del tabernáculo del Antiguo Testamento como sólo un símbolo (griego, parabolay, o parábola) para aquel entonces. ¡Pero nosotros hemos llegado a la realidad! La Biblia dedica no menos de cincuenta capítulos de ambos testamentos al tabernáculo (Exodo, trece capítulos; Números, trece; Levítico, dieciocho; Deuteronomio, dos; Hebreos, cuatro), más muchas otras referencias esparcidas por toda la Biblia. El modelo del tabernáculo está lleno de figuras y símbolos referentes a la vida y a la experiencia cris­tiana: tres atrios (las tres partes de la personalidad humana: el cuerpo, el alma, y el espíritu); la iglesia como el templo vivo (1 Corintios 3.9, 16; 6.19; Efesios 2.21–22; Hechos 15.14–16; 17.24; 7.48; 2 Corintios 6.16; Hebreos 8.1; 9.11; 13.10; Juan 2.21; 14.2; Apocalipsis 3.12; 21.22); nuestro sacerdocio nuevo y espiritual que es mejor que el sacerdocio del antiguo pacto (Hebreos 7.11; 13.10–16; 1 Pedro 2.5, 9; Apocalipsis 1.6; 5.10).

Gálatas 4.24 dice específicamente que los dos hijos de Abraham son alegoría (griego, allegoroumena) de los dos pactos: uno de la esclavitud, y el otro de la libertad; uno nacido de la carne, y el otro nacido del Espíritu; uno persiguiendo, el otro perseguido; uno referente a la Jerusalén terrenal, y el otro a la Jerusalén celestial. Lee Gálatas 4.22–31 con cuidado ¡y verás de una vez que el pueblo del antiguo pacto ha sido desplazado para dar campo al pueblo de Dios del nuevo pacto! La profundidad espiritual aquí es emo­cionante, como lo es la transición rápida de incidentes terrenales a conceptos celestiales. No es de extrañar que las alegorías y los arquetipos bíblicos llegaron a ser un tema favorito de muchos escritores cristianos.

Hay quienes temen que la apreciación de las figuras y las alegorías de la Biblia tenderán a hacer que los lectores quiten las verdades claras de la Biblia por medio de “espiritualizarlas”. Claro que esto puede suceder, pero no hay ninguna contradicción dogmática entre lo “literal” y lo “figurativo”. La per­sona que aprecia la verdad figurativa puede comprender también la verdad literal. La Biblia contiene tanto verdad literal como verdad figurativa. Y la ver­dad es la verdad, sea literal o figurativa. Hay peligros en ambos extremos de la mala interpretación, sea que uno es culpable de dar sentido literal a la ver­dad espiritual, o de espiritualizar la verdad literal. Los judíos antiguos tenían la propensión de llegar a ser afanosamente literales a veces, de modo que el Nuevo Testamento tiene que advertir que “la letra mata, mas el espíritu vivifica” (2 Corintios 3.6). Esto fue dicho en el contexto de la advertencia contra tratar de persistir en el antiguo pacto que ha sido reemplazado con el nuevo y mejor pacto.

Sólo una mente de prejuicio trataría de mantenerse en que la Biblia no contiene alegorías, figuras, y símbolos, y que se prohibe el método alegórico de interpretación. Durante los tiempos de la reforma, los dirigentes anabaptistas tenían que contender a un lado contra el literalismo de los protestantes (que trataron de aplicar al cristianismo la unión entre el estado y la iglesia del Antiguo Testamento), y por otro lado contra los fanáticos literalistas (que trataron de establecer un reino terrenal con la poligamia, la pompa y la ceremonia, el poder político, y un sacerdocio cumpliendo ritos vacíos). Menno Símons claramente refutó tal literalismo:

Si quieren apelar al entendimiento y las transacciones literales de Moisés y los profetas, entonces también tienen que hacerse judíos, aceptar la circun­cisión, poseer literalmente la tierra de Canaán, instituir otra vez el reino judaico, edificar la ciudad y el templo, y ofrecer sacrificios y cumplir el rito como la ley lo requiere. Y tienen que declarar que Cristo el Salvador pro­metido no ha venido todavía, el que ha cambiado las ceremonias literales y sensuales a realidades nuevas, espirituales, y permanentes.

        Ah, ovejas miserables y errantes, noten que en lo precedente he indicado a los magistrados que el reino de Cristo no es de este mundo visible, tangible, y transitorio, sino que es un reino eterno, espiritual, y permanente; que no es comida ni bebida, sino justicia, paz, y gozo en el Espíritu Santo. En él no reina ningún rey salvo el verdadero Rey de Sion, Cristo Jesús. Él es el Rey de justicia, el Rey de los reyes, que tiene todo poder en el cielo arriba y en la tierra abajo, ante quien cada rodilla tiene que doblarse y a quien cada lengua tiene que alabar. Es el verdadero rey David en el espíritu que por medio de su justicia, sus méritos, y su sangre carmesí ha libertado las ove­jas de la boca de los leones y osos infernales, ha matado el gran y terrible Goliat, y ha obtenido el bienestar y la paz eterna para el Israel espiritual de Dios. Ni este Rey ni sus siervos llevan cualquier espada excepto la espada del Espíritu, que penetra hasta partir el alma y el espíritu. Con la palabra de Dios que lleva, él defiende el reino contra las puertas del infierno, y bon­dadosamente mantiene y guarda su supremacía en medio de la cruz y la prueba pesada. Y esto hace no con hierro o acero como lo hace el mundo in­dómito y cruel, porque su reino y dominio es el espíritu y no la letra, como ha sido mostrado....

        Este reino no es uno en que se ostentan en oro, plata, perlas, seda, ter­ciopelo, y atavíos costosos, como lo hace el mundo altivo y orgulloso.... Pero en el reino de toda humildad (declaro que) se busca con celo y diligencia, no el atavío externo del cuerpo, sino el interno del espíritu, con un corazón contrito y humillado....

        Así es también con ustedes, hombres insensatos que son (perdónanme, es la verdad que escribo). Ustedes leen los profetas según el entendimiento judaico. La doctrina de Cristo y los apóstoles es cosa del pasado, dicen, y contienden que se está comenzando otra dispensación y no perciben que en consecuencia de esto niegan al Hijo de Dios, niegan las escrituras, y se consuelan con no más que mentiras, lo mismo que el Israel desobediente solía hacer en su día.1

Aquí compartiré unos de los arquetipos notables que me han sido una ben­dición. Cada uno podría ser un sermón o una meditación en sí. No hay peligro de que tu imaginación se desenfrene con la fantasía alegórica si sigues las reglas sencillas para el estudio de la Biblia que se hallan en el capítulo 2. Prueba todas las cosas por la palabra de Dios. Coge tu Biblia y estudia los tesoros arquetípicos de los cuales los siguientes son sólo unos pocos ejemplos. He clasificado estos tipos y caracteres de la Biblia en cinco grupos: (1) el reino animal; (2) el reino vegetal; (3) el reino mineral, incluyendo características topográficas; (4) el mundo social y espiritual; (5) el estudio de caracteres.

1.   El reino animal:

Las ovejas y el pastor. Las ovejas, aunque no tienen una naturaleza rapaz, sin pastor son tercas, descarriadas, y desvalidas. Cristo es la puerta del redil. Él cuida de sus ovejas, las conoce por nombre. Las protege con muros y cer­cas y les provee buenos pastos (Salmo 23; Juan 10.1–18; Ezequiel 34.1–10; 1 Pedro 2.25; 5.14). Sólo porque un lobo puede venir con vestido de oveja, las ovejas no deben dejar de usar su lana y volver a vestirse como los lobos del mundo (Mateo 7.15). Ay de la iglesia que no tiene cercas —sus ovejas se dispersan a pasto lleno de maleza y se mueren de hambre.

Las aves del cielo: Considera las aves; hay muchas lecciones en la naturaleza (Mateo 6.25–26; Lucas 12.6–7). Cristo nos libra del lazo del cazador (Satanás) (Salmo 91.3, 14–15; 2 Timoteo 2.26). Para cazar aves, se usaba trampas, semilla tratada con drogas, música, ramitas engomadas, redes. Nuestra alma es como un ave (Salmo 124.7), ¡rescatada por Cristo de las redes de Satanás! Ten cuidado de los señuelos (Jeremías 5.26–27). Vuela a Dios (Jeremías 49.16).

2.   El reino vegetal:

Los árboles: Los distintos hombres son como las variedades de los árboles (véase la alegoría de Jueces 9.7–15). Se puede identificar los árboles por sus frutos (Mateo 7.16–20). El hombre justo es como un árbol (Salmo l). El orgulloso es cortado como un árbol (Daniel 4.8–37). Los convertidos son injertados en el tronco bueno de Dios (Romanos 11.16–24). Cuando están podados, cercados, y fer­tilizados, los árboles de Dios llevan mucho fruto (Cantares 4.12–16; Gálatas 5.22–25). ¡Cristo murió por nosotros en un “árbol”!

Los huertos: Dios designó al hombre para vivir en un huerto (Génesis 2–3). Las naciones son el huerto de Dios (Ezequiel 31.1–18). El pueblo de Dios es su viña (Isaías 5.1–7; Juan 15.1–11). El hortelano (Cristo) busca fruto (Colosenses 1.6, 10; Santiago 3.17). (¡No busca fruto artificial!) Edén restaurado (Apocalipsis 22.1–7, 14).

Las hierbas: Dios designó las hierbas para ser la comida y la medicina del hombre (Génesis 1.29–31; Ezequiel 47.12; Apocalipsis 3.18; Isaías 38.21). Las hierbas simbolizan el fruto espiritual (Cantares 4.12–16; Gálatas 5.22–23). Las ordenanzas de la Biblia emplearon hierbas (Éxodo 12.8–22; Juan 6.51; 15.5; Santiago 5.14). Usaron hierbas en el nacimiento de Cristo (Mateo 12.11) y en su entierro (Juan 19.39). Las hierbas son fragantes, pero las oraciones hacen un incienso mejor (Apocalipsis 8.4).

3.   El reino mineral; incluyendo características topográficas:

Los ríos: El cielo hidrográfico de Dios (Eclesiastés 1.7). Los ríos de Edén (Génesis 2.8–14). Las grandes civilizaciones de los valles de los ríos. Los ríos contaminados. Los ríos de la mundanería, de la desviación, y de la marea creciente (Isaías 59.19). Los ríos de juicio (Apocalipsis 14.20). El río de muerte (Salmo 78.44; Apocalipsis 8.10; 16.4). El río de la sangre del Cordero, ¡suficiente para todos! (Hebreos 10.22). Ríos de agua viva (Juan 7.37–39). El río de la palabra de Dios (Salmo 1.3; Ezequiel 47.1–12; Apocalipsis 22.1). El río de paz celestial, de placer, y de bendición (Salmo 36.8; Isaías 48.18). ¿Estás tomando del río o siendo llevado por la corriente? El Río Jordán, frío, la frontera de la tierra prometida —¿estamos listos para atravesarlo?

Las perlas de la Biblia: ¿Qué es su precio? (Mateo 13.45–46). ¡Muchos se están vendiendo barato! ¿Qué es una perla? Los cristianos rehusan las perlas del mundo (1 Timoteo 2.9–10; Apocalipsis 17.4; 18.12, 16; Job 28.18; Mateo 7.6). Las puertas perlinas (Apocalipsis 21.21) (las perlas son las únicas gemas producidas por el sufri­miento); son puertas defendidas, cerradas a los pecadores (Apocalipsis 21.25, 27). ¡La perla es la única gema que crece! Nadie puede forzar la puerta del cielo. Hay entrada sólo para los que entran por la perla de gran precio, Jesucristo.

Los montes de la Biblia: Una excursión corta de la “geografía espiritual”. Los montes de Ararat (Génesis 8.4): el arca reposó sobre un monte en un mundo destruido. El Monte Sinaí (Éxodo 19.3–6): Dios tiene un código de conducta para su pueblo. El monte de Seir (Deuteronomio 2.3): ¡el pecado los hace andar en círculos! El Monte Nebo (Deuteronomio 34.1): Moisés fue enterrado solo (la ira aísla). El Monte Carmelo (1 Reyes 18.20–42): cuando cae el fuego, huye la idolatría. El monte de los Olivos (Lucas 22.39–46): Jesús ora en el huerto, intercediendo. El Monte Calvario (Lucas 23.33): nuestro Señor sufre por los pecados de la humanidad. El Monte Hermón (Mateo 17.1): el monte de la transfiguración. El monte de Sión (Hebreos 12.22–23): agrupa las glorias del Nuevo Pacto —la Jerusalén celestial, la iglesia; Jesús, el mediador del Nuevo Pacto —y hace contrastar esta agrupación con el Monte Sinaí con su miedo y su castigo y sus amenazas. ¡En todas maneras es mejor el nuevo! Parémonos en la tierra del monte de Sión, ¡porque en derredor nuestro los otros montes pronto se fun­dirán! (Apocalipsis 6.12–17).

4.   El mundo social y espiritual:

Babilonia: ¡Ay de Babilonia! Esta ciudad se destaca en la Biblia, desde Génesis hasta Apocalipsis, como un símbolo de maldad, corrupción, y enemistad hacia el pueblo de Dios. La palabra Babilonia significa “confusión”, y Babel significa “la puerta de los dioses”. Comenzó en Génesis 3.5 con la mentira de Satanás de que los hombres serían “como Dios” si le siguieran. En lugar de eso fueron echados fuera del Edén (Génesis 3.22–24), y dispersados de Babel (Génesis 11.1–9). (Nimrod fue un poderoso rebelde de Babel —Génesis 10.9–10). El significado simbólico de Babilonia es confusión, la cual viene de mezclar al pueblo de Dios con el mundo. La religión de Babilonia es ecuménica. La moral de Babilonia es una confusión de los sexos. El vestido babilónico frustra la simplicidad (Josué 7.21) con una confusión de modas. Las drogas babilonias confunden los sentidos con em­briaguez (Daniel 5.1). Los espectáculos babilonios siempre dieron énfasis a los desfiles, la pompa, las procesiones, el drama, el teatro, etc., y una confusión de la realidad con simulación e hipocresía. La música babilonia es una confusión de sonidos para confundir al alma e hipnotizarla con instrumentos (Daniel 3.15) (los instrumentos musicales sirviendo a la idolatría —la música rock, clásica, o la que sea, detrae de la simplicidad de la adoración verdadera). Según Apocalipsis 17.1–6; 17.18 y 18.24, la “ciudad” de Babilonia es un sistema que asesina a los santos a través de los siglos. Los anabaptistas lo identificaron con el catolicismo y el protestantismo. El gran llamamiento del fin del tiempo es “¡Salid de ella, pueblo mío!” (Apocalipsis 18.4). ¡Pero es más fácil sacar a personas de Babilonia que sacar Babilonia de las personas! ¡Que nos traiga Cristo un verdadero reavivamiento y qué ponga la nueva Jerusalén en nuestros corazones! (Apocalipsis 21.2; Gálatas 4.26). El reavivamiento hoy en día del ocultismo y de la astrología es un reavivamiento de Babilonia (Daniel 5.1–9). ¡Que nos mande Dios un reavivamiento de la llamada de salir de Babilonia y de marchar a la nueva Jerusalén!

La razón por la cual Dios no puede aceptar al primogénito: En la Biblia había siete pares de hermanos en los cuales el mayor fue inaceptable a Dios y el menor fue aceptado: Caín y Abel (Génesis 4.1–12); Ismael e Isaac (Génesis 21.9; Gálatas 4.22–29); Esaú y Jacob (Génesis 25.34; Hebreos 12.16); Rubén y José (Génesis 49.3–4; 35.22; 37.2; 45.7); Manasés y Efraín (Génesis 48.12–19); Aarón y Moisés (Éxodo 32.1–6; 19–25, 35); El hijo pródigo y su hermano mayor (Lucas 15.11–32). En todos estos casos el hermano mayor se enojó con el hermano menor, obró contra él, o aun le per­siguió. Esto simboliza como el que es nacido según la carne persigue al que es nacido según el Espíritu (Gálatas 4.22–29). Dios no puede aceptar a los que desprecian a sus hermanos (1 Juan 3.14–15; 4.20). Dios no puede aceptar al “primogénito”, ¡tenemos que nacer de nuevo! (1 Corintios 15.44–50; Juan 3.3–8). No la ley, sino el evangelio; no el primer pacto, sino el segundo; no la naturaleza carnal, sino la naturaleza nueva; no el primer Adán, sino el último Adán; no el nacimiento físico, sino ¡el nacimiento espiritual!

Las bodas en la Biblia: La historia bíblica de la humanidad comienza con una boda en Génesis y termina con una boda en Apocalipsis. Adán y Eva, ¡una gran boda, pero sencilla! (Génesis 2.21–25). Esaú y Sansón, matrimonios entre el pueblo de Dios y el mundo, ¡un gran dolor! (Génesis 26.34–35; 27.46; Jueces 14.1–20; 15.1–5). Isaac y Rebeca, ¡un gran milagro! (Génesis 24). Rut y Booz, ¡una gran sor­presa! (Rut 3.9; 4.10). Booz, el pariente-redentor simboliza a Cristo que viene por su novia de entre los gentiles. Jacob y Lea, ¡un gran error! (Génesis 29.15–31). Jacob había engañado a su padre y ahora a su vez fue engañado por su suegro. Una boda en Galilea, una gran ocasión, porque Jesús estaba presente Juan 2.1–1 l). (Así debe estar en cada boda verdadera.) La última boda y la mayor, el rapto de la iglesia (Mateo 22.1–14; 25.1–13; Juan 3.29; Efesios 5.22–32; Apocalipsis 19.7–9; 21.1–2, 9–10). ¿No oyes la llamada de Eleazar a la boda? ¡Nuestro Isaac busca a su novia!

5.   El estudio de caracteres como figuras:

Los gemelos terribles: Esaú y Jacob (Génesis 25.24–34). Esaú era un cazador profano, tosco, y violento, viviendo por el apetito del momento. Despreció su herencia, y era mundano y un dolor a sus padres (Génesis 25.34; 26.34–35; Hebreos 12.16). Jacob era un hombre sencillo, lampiño, ambicioso de guiar a su tribu, pero engañoso. Engañó a su padre y a su hermano (Génesis 27). Jacob tenía que huir para salvar su vida a causa de sus decepciones. A su vez fue engañado por su suegro, por su esposa, por sus propios hijos. Dios no puede bendecir a los que intentan hacer cosas en la fuerza de su propia carne. Finalmente Jacob enfrenta sus pecados, hace paz con Dios, y es cambiado en Israel, un príncipe con Dios (Génesis 27.43; 28.10–22; 31.7; 32.7, 9–11, 24–30; 33.3; 35.1–4). Necesitamos confesar nuestros pecados, ser reconciliados con nuestro hermano, subir a Betel, hacer allí un altar, mudar nuestros vestidos, enterrar nuestros ídolos, ¡y servir a Dios como hizo Israel!

Moisés, una figura de Cristo: Dios profetizó que vendría uno como Moisés (Deuteronomio 18.18). Tanto Moisés como Cristo dejaron palacios para llevar vituperio. Ambos despreciaron al mundo y estimaron más las riquezas de la gracia. Am­bos pasaron muchos años en preparación antes de entrar en su ministerio. Ambos pasaron cuarenta días en un monte antes de dar a sus seguidores sus leyes (el monte de Sinaí y el Sermón del Monte). Ambos fueron traicionados por un amigo en que tenían confianza (Aarón y Judas). Ambos escogieron a setenta para ayudarlos. Ambos cumplieron los emblemas de la pascua (un cordero muerto). Ambos vinieron para guiar a su pueblo fuera de la esclavitud de Egipto. Ambos se casaron con una novia gentil. Ambos establecieron un tabernáculo nuevo (el tabernáculo de Moisés y la iglesia de Cristo). Ambos tenían un ministerio milagroso. Ambos huyeron de la persecución de un rey mundano. Ambos dieron un discurso de despedida y ascendieron a un monte. ¡Jesucristo cumplió la ley de Moisés y trajo un mejor sacrificio, pacto, templo... y mejores promesas!

Otros caracteres de la Biblia como figuras (de entre cientos, aquí hay unos pocos):

•  Abraham: figura de un creyente verdadero, justificado por fe en las promesas de Dios, un amigo de Dios.

•  Balaam: figura del profeta falso, trabajando por salario, cuya estrategia es de destruir la separación santa.

•  Daniel: figura del creyente fiel bajo presión y persecución, dando testimonio de Dios delante de reyes.

•  Ellas: figura del guía que a veces está desanimado, pero inspirado a ser intrépido contra la idolatría.

•  Icabod: nombrado como figura o símbolo de cómo la apostasía quita la gloria de Dios de su pueblo.

•  Jabes: figura del hombre que en su generación se mantiene firme por Dios. Nota su oración (1 Crónicas 4.9–10).

•  Jezabel: figura de la mujer que se opone a la santidad y a quien le gustan los cosméticos, las modas, y la inmoralidad.

•  Josías: figura del guía que comienza una gran reforma y después es arruinado por la política.

•  Jonás: figura de las personas piadosas que resisten la llamada misionera de ganar a otros para Dios.

•  José: figura de Cristo, vendido también por plata, traicionado por sus her­manos, pero levantado en poder.

•  Jotam: figura del guía que hace una reforma débil, pero se desvía por el pro­grama de construcción.

•  Lot: figura del creyente transigente, que pierde a su familia y su testimonio.

•  Melquisedec: figura de Cristo, el gran sumo sacerdote e intercesor, sin par.

•  Noé: figura de la iglesia de los días postreros que huye al arca para escapar el juicio.

•  Los recabitas: figura de los creyentes que adhieren fielmente a su herencia piadosa y son benditos (Jeremías 35.11–19).

•  Salomón: figura del guía necio que desecha la sabiduría por alianzas y enredos idólatras.

Apreciando simbolismos bíblicos

Pensé que la palabra conocí,

Leyéndola a la ventura.

Después me dediqué y oí

Voces vivas en la Biblia pura.

Ríos, montes, reyes, santos

De pronto parecían vivir;

Ciudades, niños, profetas tantos,

Claramente los pude oír.

 

Muchos tesoros puedo tener,

Muchas verdades puedo ver.

Figuras y sombras entiendo aquí,

Y cada una me enseña a mí.

En este siglo Cristo nos habla

Por simbolismos en su palabra.

—William R. McGrath
Versión española de María Juana de Mejía

Preguntas de estudio
para diálogo en la clase y la iglesia

   1.  Según la Biblia ¿qué es el propósito de las figuras?

   2.  ¿Qué es un arquetipo?

   3.  ¿Cómo han influido en toda la literatura los arquetipos de la Biblia?

   4.  ¿Qué es la atracción de los arquetipos de la Biblia en la experiencia humana?

   5.  Hablen de las figuras y los símbolos en el tabernáculo.

   6.  Hablen de la alegoría de los dos hijos de Abraham (Gálatas 4.22–31).

   7.  Hablen de los peligros de alegorizar y literalizar en una manera desequilibrada.

   8.  ¿Qué tipo de literalizar condenó Menno Símons?

   9.  Hablen de estos arquetipos de la Biblia: las ovejas y el pastor, los huertos, los dos.

  10.  Hablen de estos arquetipos de la Biblia: Babilonia, las bodas, Moisés.