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UN ESTUDIO DEVOCIONAL DEL SERMÓN DEL MONTE

Por Guillermo McGrath

 

LECCIÓN VI

Ver los unos por los otros

“No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿0 cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócritas! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.”

“No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen.”

“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá, ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿0 si le pide un pescado, le dará una serpiente?”

“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas”.

Esta sección del Sermón del Monte trata de los principios básicos de relaciones humanas. Empieza con una explicación de la diferencia entre la parcialidad y el discernimiento. Ambos son variedades de juicio. El uno se basa en odio y temor irrazonable prejuzgando a alguien. Eso es un espíritu crítico que es repulsivo. Aquí hay un ejemplo de cómo un escritor de la iglesia primitiva, Justin Martyr (150 D.C.) lo dijo:

 

“Antes de que llegamos a ser cristianos, nos deleitábamos en corrupción, ahora nos regocijamos en pureza de vida; practicábamos la magia y la hechicería, ahora nos dedicamos al Dios bueno y eterno. Valuábamos ante todo al dinero y las posesiones, ahora juntamos todo lo que tenemos y lo compartimos con los que necesitan. Anteriormente, nos aborrecíamos y nos matábamos, y por una diferencia en nacionalidad o costumbres, rehusábamos dejar entrar extranjeros dentro de nuestras puertas. Ahora después de la venida de Cristo vivimos en paz. Oramos por nuestros enemigos y buscamos ganar a los que nos aborrecen injustamente, para que por medio de vivir según los preceptos nobles de Cristo, puedan participar con nosotros en la misma esperanza gozosa de obtener nuestro galardón de Dios, el Señor de todo” (de Apology, 1,14).

 

Esto resume los cambios revolucionarios en las relaciones humanas que resultaron de vivir el Sermón del Monte por los cristianos nacidos de nuevo. ¡Aun las más amargas y crueles de todas las parcialidades, el nacionalismo, el patriotismo y el racismo se podrían vencer por el Espíritu Santo en los creyentes redimidos!

En armonía con las actitudes reconciliadoras enseñadas a través del Sermón del Monte, los cristianos primitivos practicaban el amar los unos a los otros, el perdonar los unos a los otros, el ayudar los unos a los otros. Si alguien cayera, los volvían a recibir si había arrepentimiento verdadero. Pensemos del divorcio, por ejemplo. La enseñanza de Cristo es claramente contra el divorcio. Fue reconocido tempranamente que la separación pueda ser necesaria (1 Co. 7.10-40): “Y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido”. No se permitía matrimonio alguno a otra persona después del divorcio, con el entendimiento que el cónyuge verdadero era aún su cónyuge, hasta la muerte.

El divorcio fue enseñado por Cristo como un desastre que acontecía por el endurecimiento del corazón de uno o de ambos cónyuges. Pero para el cristiano, la esperanza siempre ha sido que el verdadero cónyuge pueda ser restaurado, ambos al matrimonio y al Señor. Un ejemplo de cómo pensó la Iglesia primitiva del divorcio y el volver a casarse (de “The Shepherd of Hermas” (El pastor de Hermas), 150 D.C.) se demuestra con estas palabras:

 

“¿Qué hará un esposo a su esposa si cae en adulterio? Que la divorciada (si ella persiste en pecar y no se arrepiente), pero si después de divorciarse de su esposa, se casara con otra, él igual que ella comete adulterio. Pero si ella se arrepiente y desea volverse a su propio esposo, ¿no se recibirá? ¡Desde luego! Si el esposo no la recibe, trae gran pecado sobre sí mismo”.

 

¡Cuán diferente es el método bajo la gracia que lo que prevalecía bajo la ley! En el Antiguo Testamento, una esposa divorciada no podía ser recibida otra vez por su esposo. Pero bajo la gracia, se animan al arrepentimiento y la restauración. El principio es la reconciliación.

A lo siguiente se usa el ejemplo tierno de cómo aun un padre terrenal daría alimento en vez de una serpiente venenosa a su hijo. Cuánto más el Padre celestial perdonará a los que piden, llaman y buscan. Ahora la regla es el amor.

¿Por qué, pues, las palabras que parecen tan severas en Mateo 7.6 de “perros” y “cerdos”? Para los oyentes de Jesús, el hombre al que le decían “perro” era un hombre inmoral. Era alguien que no tenía más morales que un perro. Tales personas tenían que ser discernidas y no introducidas ligeramente a la comunión de los cristianos, a no ser que arruinaran a otros por seducción y corrupción. Aquí tenemos un ejemplo de cómo dos escritos de la Iglesia primitiva hablaron cuidadosamente de los problemas de la pureza:

 

·               “No cometerás adulterio, no cometerás homosexualidad; no cometerás fornicación; no usarás filtros de amor (drogas para despertar al sexo); no procurarás el aborto, ni cometerás infanticidio... No sé lascivos, porque la lascivia lleva a la fornicación”. —Didache, 85 D.C.

·               “Los nuevos conversos a la fe... deben ser primeramente traídos a los maestros... y examinados de cuáles son sus razones de abrazar a la fe... Se debe entonces averiguar de la naturaleza de sus vidas—si son casados, divorciados, o solteros, si son esclavos o libres y cuáles oficios practican. Si un hombre es alcahuete (enredado en vender prostitutas), deberá dejarlo o ser rechazado. Asimismo, una ramera o un hombre licencioso... un soldado, un mago, un actor, un oficial gubernamental, un atleta profesional... deberá dejar su oficio o ser rechazado”. —Hippolytus, Apostolic Tradition (Tradición Apostólica), 220 D. C.

 

De igual modo, los “cerdos” eran criminales y estafadores, inclinados a alimentarse con avidez de la comunión de la iglesia, sin contribuir ellos nada. Requeriría discernimiento del Espíritu Santo para los cristianos poder distinguir entre los conversos sinceros y los que eran apenas oportunistas.

 

Un espíritu crítico

El Señor advierte en Mateo 7.1-5 contra la hipocresía de ser severos con las faltas de otra persona pero tratar con menos rigor a las de uno mismo. ¿Cuántas veces nosotros los miembros de la Iglesia nos encontramos en esta trampa de un espíritu severo y crítico, aun suponiendo e imaginando maldad?

El Señor nos recuerda que seremos juzgados con el tipo de juicio que imponemos a otros. ¡Personas críticas y recelosas son una MOLESTIA con mayúscula! Pronto pueden destruir una iglesia.

La Iglesia de Corinto tenía muchos problemas como podemos ver al leer las dos epístolas que les escribió Pablo. Era característico a la debilidad humana que después de haber tratado con un caso de inmoralidad con demasiada severidad, Pablo tuvo que reprenderles por super-reaccionar. Lee 2 Corintios 2-11.

En un mundo impuro, lo más seguro es que muchos conversos habían vivido vidas impuras antes de su conversión. Pablo recordó a los cristianos corintios de esto cuando empezaron a sentirse auto exaltado:

“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarlos, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Co. 6.9-11).

Cuidado con un espíritu crítico.

En Mateo 7.12, nos revela con estas palabras el equilibrio perfecto en relaciones humanas: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas”. ¡Llámalo la Regla de Oro de relaciones humanas! Es el secreto del éxito en su vida personal y en su iglesia.

Oswald Chambers en su libro excelente, Studies in the Sermon on the Mount (Estudios sobre el Sermón del Monte), nos advierte de no llegar a ser cazadores de herejías, detectives doctrinales y espías nombrados por nosotros mismos, para escudriñar los motivos de otros (aunque todos los cristianos son necesariamente “inspectores de frutos”, porque por sus frutos los conoceréis):

 

“El consejo de nuestro Señor a sus discípulos es “Sé como el lirio y el ave”. Cuando un hombre es nacido de arriba es (tentado) a ser un policía moral, uno que inconscientemente se presenta como mejor que otros, un presumido espiritual intolerable. ¿Cuáles son los hombres que más nos influyen? ¿Los que nos obligan a escuchar o los que viven sus vidas como las aves del cielo y los lirios del campo, perfectamente sencillos y sin afectación? Estas son las vidas que nos moldean”.

 

Ver los unos por los otros se trata de los principios y las prácticas de las relaciones humanas en Cristo. Busca estas citas bíblicas y copia la frase que dice cómo debemos o cómo no debemos ver los unos por los otros.

HAZ

1.   Romanos 12.5
2.   Romanos 12.10

3.   Romanos 16.16
4.   1 Corintios 12.26
5.   Efesios 4.2
6.   Efesios 4.32

7.   Efesios 5.21

  8.   Efesios 4.32
 
9.   Hebreos 3.13
10.  Gálatas 5.13
11.  1 Pedro 4.9
12,  1 Pedro 1.22
13.  1 Juan 1.7
14.  Santiago 5.16
15.  1 Pedro 3.8
16,  Romanos 15.5
17.  1 Corintios 16.20
18.  1 Tesalonisenses 3.12

19.  Hebreos 10.25
20.  Colosenses 3.16
21.  I Pedro 5.5

22.  1 Tesalonisenses 3.18
23.  1 Corintios 11.33

NO HAGAS

24.       Santiago 5.9

25.       Romanos 14.13

26.       Gálatas 5.15

27.       Juan 13.22

28.       1 Corintios 4.6

29.       Colosenses 3.9

30.       Tito 3.3

31.       Apocalipsis 6.4

32.       I Corintios 6.7