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UN ESTUDIO DEVOCIONAL DEL SERMÓN DEL MONTE

Por Guillermo McGrath

 

LECCIÓN V

¿Donde esta tu tesoro?

Esta sección del Sermón del Monte, Mateo 6.19-34, trata del problema con la codicia. Envuelto en esto están el temor, la ansiedad y la confianza.

“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.”

“La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?”

“Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.”

“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir.”

“¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanéis? Considerad los lirios del campo, como crecen: no trabajan ni hilan; pero te digo, que ni aun Salomón en toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?”

“No os afanéis, pues diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas esta cosas; pero vuestro Padre celestial sabe qué tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.”

“Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal”.

 

La tentación de la codicia

En el padrenuestro se nos manda a orar, “no nos metas en tentación”. Hemos dicho ya varias veces en este estudio que todo el Sermón del Monte es una exposición de las tres tentaciones de Cristo, La segunda tentación era los deseos de los ojos o la codicia.

La codicia física es el deseo de “poseer” a otra persona sexualmente, o de glotonería o de borracheras. La codicia del alma es el deseo de oír y ver placeres y deleites mundanos, como también ganar los aplausos y la aprobación de la masa. La codicia espiritual es el deseo de acumular posesiones y poder sobre otros. En estas tres maneras, la codicia tienta al cuerpo, al alma y al espíritu.

Hemos notado también que es una exposición de los diez mandamientos. El mandamiento décimo trataba de la codicia: “No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo” (Ex. 20.17). Esto acentúa en el deseo de las posesiones de otros.

En el Sermón del Monte, nuestro Señor reinterpreta y amplifica este mandamiento contra la codicia. El demuestra que la maldad no es solamente avaricia, pero que es idolatría por el fuerte apego a cualquier cosa creada, en vez de dependencia en el Creador. En realidad, el Nuevo Testamento dice: “Haced morir... avaricia que es idolatría” (Col. 3.5).

En las bienaventuranzas, se trata de la codicia cuando Cristo dice: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”. La impureza de corazón es mirar y codiciar criaturas. Otra vez se trata de la codicia (los deseos de los ojos) en Mateo 5.28: “Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”.

Otra vez, en Mateo 6.2,5,16 ¿no se trata de la codicia? “...para ser vistos de los hombres”. Otra vez en Mateo 6.22,23, el pasaje que parece misterioso del ojo maligno. ¿No está esto en contexto con otra advertencia contra “los deseos de los ojos” que es codicia?

Otra aplicación está en el deseo de ser no solamente vestido sino de ser vestido de ropas magníficas (Mt. 6.29-32). En efecto, los gentiles o los paganos, gente mundana, buscan las cosas de las modas de la idolatría de codicia.

Adam Clarke, comentando de 1 Timoteo 2.9, donde la Biblia habla del vestido modesto de las mujeres, dice: “Las mujeres aficionadas a los trajes muy elegantes raramente se sujetan a sus esposos más allá de lo que apenas tienen que sujetarse. Su vestido, que diseñan para atraer los ojos de otros, es prueba suficiente que no tienen amor ni respeto a sus maridos”.

¡Esto quiere decir que el deseo de ser vestido elegantemente tiene como fin el atraer los deseos de los ojos! Por esto es que la iglesia a través de los siglos ha ordenado normas de vestido modesto—para evitar la codicia,

Tanto los hombres como las mujeres son tentados a atraer los deseos de los ojos. El Apostolic Regulations (Normas Apostólicas) de 200 D. C. dice a los hombres:

 

“No adornes tu hermosura natural que te es dada por Dios, sino (cúbrela) con humildad (y modestia)... De la misma manera tampoco fomentes (arregles) el cabello de tu cabeza, sino córtalo, ni lo peines y adornes (lujosamente), para que no te traigas encima tales mujeres que entrampan, o son entrampadas por la sensualidad. Zapatos de moda, anillos de oro, estilos lujosos del pelo; todas estas cosas son desenfreno de codicia. Y no destruyas (o afeites) los pelos de tu barba”.

 

¡Esto es el motivo de la no-conformidad!

 

Dios contra las riquezas

Aquí (Mt. 6.24) en el original griego nuestro Señor usó la palabra mammón que es un término arameo que significa ganancia, o riquezas. El Nuevo Testamento está claro en que los que viven para acumular riquezas son “hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales. Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento” (1 Ti. 6.5,6).

Jesús enseña en el Sermón del Monte que el perseguimiento de riquezas viene también de temor o preocupación y ansiedad. El pasaje citado de 1 Timoteo sigue diciendo: “porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” 1 Ti. 6.7-10).

“¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!” (Lc. 18.24).

“¡Ay de vosotros... hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones” (Mt. 3.14).

“Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad... ¿cómo mora el amor de Dios en él?” (1 Jn. 3.17).

¿Cómo prevendremos la codicia? Los monjes franciscanos hicieron una regla de pobreza voluntaria, de no poseer ningunos bienes. Pero su orden monástica poseía los bienes y llegaron a ser ricos. Los huteritas hicieron la regla de tener todas las cosas en común, con pocos bienes personales, pero las comunidades de la iglesia llegaron a ser muy ricas, con poco compartido con otros en necesidad.

Juan Wesley propuso otra solución:

 

“Temo que dondequiera hayan aumentado las riquezas, la esencia de la religión ha menguado a la misma proporción. Por lo tanto, no veo cómo es posible, lógicamente, que cualquier renovación religiosa verdadera puede continuar por mucho tiempo. Porque la religión necesariamente produce ambos la diligencia y frugalidad, ¡y éstos no pueden menos que producir riquezas! Pero al aumentar las riquezas, así también el orgullo, el enojo, y el amor al mundo en todas sus formas. ¡Por lo tanto, gana todo lo que puedas, ahorra todo lo que puedas, y da todo lo que puedas! Edifican sus iglesias sencillas y baratas, a no ser así necesitarían hombres ricos. Cuando los ricos les son una necesidad, gobernarán sobre ustedes, y cuando los ricos gobiernan sobre ustedes, ¡adiós a cualquier religión verdadera! Cuando los metodistas eran pobres, eran puros”.

 

El Señor Jesús nos incitó a hacer tesoros en el cielo. Pero no podemos hacer los tesoros en el cielo si no empezamos a ponerlos abajo aquí en el mundo. Aquí hay unas sugerencias:

 

1. Tener un programa de la Iglesia de ayudas para los hermanos en vez de seguros de automóviles, de médicos o de bienes.

2. Planear para cuidado familiar de los ancianos en vez de pensiones e instituciones gubernamentales.

3. Un límite voluntario en el costo de capillas, para no ser amarrados con deuda.

4. Un programa de la iglesia voluntario que anima a desembolsar el 50% de las herencias en lugar de arruinar la siguiente generación con grandes herencias.

5. Poner los muchachos de aprendices de ciertos oficios en lugar de depender en recibir una grande herencia,

6. Empezar una obra misionera cuando cualquier iglesia llega a tener treinta familias.

7. Evitar el formar grandes instituciones de la iglesia que tan a menudo llegan a ser centros corruptos de poder y riquezas.

 

Haced tesoros en el cielo: Ya que tenemos que salir de este mundo sin nada, es mejor haber distribuido de antemano lo más posible de nuestra riqueza que fuera posible, y así hacer tesoros en el cielo. Si incluimos en nuestra vida mucho servicio voluntario, trabajo hecho sin sueldo para propósitos de caridad, por causa de Cristo, ¡sin duda será abonado a nuestra cuenta celestial!

Sin embargo, tenemos que cuidarnos de no publicar de nuestro trabajo voluntario o donativo de tiempo y dinero, la no ser que perdamos el galardón. Si vivimos para Cristo y para ayudar a nuestro prójimo y para edificar y extender la iglesia, ¡será parte de la pobreza voluntaria! ¡Bienaventurados son ustedes pobres, porque suyo es el tesoro en el cielo!

Lo opuesto a la codicia es contentamiento con lo que tenemos. La característica del santo es tener hambre y sed de la justicia, que lo sacia. Pero la persona mundana siempre tiene hambre y sed de cosas que nunca pueden saciar: dinero, posesiones, siervos amores, propiedades, vehículos, ganado.

El ideal del Nuevo Testamento se expresa en el Sermón del Monte: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas (se mencionan comida y vestido) os serán añadidas” (Mt. 6.33). En el contexto, condena preocupaciones ansiosas, temerosas e inseguras de lograr “estas cosas”. El amor de Dios echa fuera nuestra inseguridad temerosa a como aprendemos a confiar en el para estas cosas, y continuamos a trabajar con nuestras manos para tener también que dar a otros en necesidad. No hay ninguna enseñanza en el Sermón del Monte que dice que es “más espiritual” dejar de trabajar y tratar de vivir como un parásito de mendigar limosnas del trabajo de otros.

1. Timoteo 6.6-10 nos advierte que “gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento” y “teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto”.

Vence Packard, en su libro, The Hidden Persuaders (Los persuasores escondidos) pone a la luz como los anuncios intrigan destruir el contentamiento con tener sustento y abrigo e introducir una codicia para cosas que no necesitamos. Los anuncios mundanos a menudo aspiran a destruir el contentamiento y la gratitud con una vida sencilla y ¡crean una demanda para cosas por las cuales no tenemos suficiente dinero para comprarlas!