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La entrega

Lección 3

Crecimiento en la utilidad

Esta lección te habla del servicio. El servicio cristiano no es lo mismo que la entrega cristiana. Es un resultado de la entrega. Mateo 23.11 dice: “El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo”.

A veces algunas oportunidades que son muy atractivas a la hora se le presentan a los jóvenes, como ir al colegio o estudiar para alguna carrera: Tú, ¿qué quieres hacer? Tú, ¿a dónde quieres ir? Tales ofertas contradicen todo lo que hemos venido diciendo acerca de la consagración y de estar rendido a la voluntad de Dios. Todo esto pudiera producir gente que pueda enseñar en las calles y aun echar fuera demonios; pero quienes también oirán aquellas horribles palabras: “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7.21–23).

El servicio que nace de la consagración es muy diferente. Lo vemos en María Magdalena, inclinada a los pies de Cristo, habiendo renunciado al mundo, el pecado, y al diablo. Lo vemos en las alas del serafín, volando cerca del trono, listo en un instante para obedecer la voz de Dios. Lo vemos en el Señor mismo. “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (Juan 4.34).

El fruto de la consagración es singular. Es una manera de vivir, no una carrera. El cristiano es el liberto del Señor (1 Corintios 7.22), librado del mundo y de la carne. Nada estorba su servicio. Pero es el siervo del Señor, nunca libre para hacer su propia voluntad. Con todo su corazón, alma, y cuerpo se ha puesto al servicio de Cristo y de su reino.

Los incrédulos pueden construir los castillos y arrear las vacas —pero el Espíritu Santo te necesita a ti en su ejército. O más bien, tú necesitas estar allí.

“Pero, ¿cuál es mí llamamiento?” exclama alguno.

“Mi hijo amado”, viene la respuesta, “tu llamado se esclarecerá en el tiempo correcto. ¿No vives en la tierra? ¿No vives entre los hombres? Tu llamado comienza por perfeccionar esa actitud de siervo... ¡ahora, y donde estás!”

Los jóvenes que entran en una academia militar para su entrenamiento pasan el primer año lustrándole los zapatos y arreglándole las camas a los superiores. Tienen que hacer los trabajos sucios al antojo de sus superiores. ¿Por qué? Porque la primera lección en la vida es aprender a cumplir órdenes.

A ti se te ha llamado a ser un siervo voluntario en el lugar donde estás. Dios te llevará de allí. Es por eso que esta lección se llama Crecimiento en la utilidad. Pero Dios trabaja lentamente.

La verdadera consagración no consiste tanto en hallar un llamado específico o un puesto en la vida, sino en remover de nuestra vida todos los obstáculos a la entrega personal. Dios se encargará del resto.

A veces cuando Dios trabaja lentamente, Satán nos tienta a hacernos sentir culpables por no ser más activos. Este es un buen tiempo para evaluar nuestra relación con Dios. ¿Estamos pagando el precio que presentamos en el capítulo 1? Si pasamos la prueba, debemos esperar pacientemente en Dios y seguir haciendo el bien, como lo hacía Jesús (Hechos 10.38), cada uno según su capacidad. Si los hechos están bien puestos, y en su lugar, entonces ejercita tu fe. Deja que la fe te levante victoriosamente por encima de la duda y los sentimientos engañosos. Todo está bien.

Además, el deseo de ser más activo pudiera nacer de un motivo errado. “Yo quiero que el Señor me use” es una declaración tan resbalosa que el cristiano casi no debe decirla.

“¡Yo quiero ser el mejor cristiano en mí generación!” exclamó un joven entusiasta.

“¡Vas a sufrir por decir eso!” le dijo un santo veterano.

Cuidado con “Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos” (3 Juan 9). El orgullo te destruirá. Junto a Diótrefes están Ananías y Safira, también buscando los beneficios sin el costo. Piensa duramente en la alabanza de los hombres. ¿Te gusta? ¿Cómo te afecta? ¿Trabajas igual cuando nadie te alaba? ¿Cómo haces para evitarla?

Cuidado con Simón el mago, quien amó el poder entre los hermanos (Hechos 8.9–24). Joven, si es la grandeza lo que tú anhelas, ¿por qué la buscas entre el pueblo humilde de Dios? ¡Eso se busca en el mundo! Métete en el deporte o la política. Allí es donde se halla la fama. ¿Por qué molestar al pueblo de Dios con tu presencia?

Busca a Jeremías: “¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño” (Jeremías 1.6). Dios hace sus obras mayores con los materiales más humildes (1 Corintios 1.27–29). Todo lo que Dios pide es nuestro vaso o depósito (2 Timoteo 1.12), lo mejor de nosotros, para que podamos tener las bendiciones de su control y gracia. Las posibilidades son tan grandes como las mismas promesas de Dios, tan poderosas como su misma gracia; verdaderamente, tan grande como lo es el Señor mismo.

¿Podría ser que aún no estemos preparados?

     A. Crezcamos en nuestra devoción privada con Dios

 

Oh flecha cruda, mejor quedarte en la aljaba.

Oh hacha mocha, ¿qué árbol vas a derribar?

Oh espada nueva, ¡tú no puedes nada!

Vuelve al Creador, te quiere afinar.

Busca a tu Dios y su preparación.

No enseñes a tu Dios, tú no eres ley;

Eso no es celo, es vil tentación.

Satán se goza al ver que tú eres rey.

¡Abajo el orgullo! Con santa indignación

Aplasta cada seña de egoísmo vil;

El Cristo mismo es el bello ejemplo

Se humilló hasta en la cruz morir.

—Seleccionado

 

¿Pudiera ser que aún no estemos preparados? Todo servicio debe comenzar en el aposento de nuestro tiempo privado con Dios. Todo crecimiento se abona allí. Este libro no trata principalmente la victoria personal o la santidad personal; pero no hay servicio verdadero si no hemos estado con Dios en nuestro aposento privado.

David nos dejó un bello ejemplo en los Salmos: ¿Cuántas veces dice él: “En cuanto a mí, iré... clamaré... adoraré... oraré”? Rogaba como un mendigo delante de Dios. Argumentaba como un abogado. Se presentaba diariamente a la corte del cielo; no, tres veces diariamente.

El crecimiento en la devoción privada con Dios se puede medir en dos formas: cantidad y calidad.

            1.  Cantidad

¿Eres constante en tu tiempo con Dios? Muchos jóvenes no reconocen la oportunidad que tienen de establecer buenos hábitos devocionales. Estudia la Biblia diariamente, o varias veces al día. Aprende pasajes de memoria. ¡Qué fundamento para el servicio futuro! ¡Qué buen hábito! Llegará el día en que cosas legítimas, como presiones familiares, presiones de negocios, y aun presiones del servicio cristiano, nos rogarán que acortemos nuestra hora privada. En ese día nuestra entrega a adorar será probada ferozmente. Los buenos hábitos que hayas formado hoy te ayudarán entonces.

La cantidad también habla de cuánto tiempo se toma por día. Quizá te sorprenderías si supieras cuánto tiempo gastan algunos de los grandes guerreros de Dios en la oración y en la meditación.

Se necesita mucho tiempo para crecer. Saca esas doctrinas del estante de tu mente y estúdialas una por una. Lee los libros de la Biblia lentamente, sacando así sus significados escondidos, escribiendo tus conclusiones en tu cuaderno devocional.

Ese cuaderno de comentarios lo usarás en el futuro. Vas a usar pensamientos de él en algunas cartas que escribes. Al pensar en el noviazgo, estudia acerca del hogar y la familia desde Génesis hasta Apocalipsis. Las posibilidades son enormes.

            2.  Calidad

La calidad es mejor que la cantidad. Cuando tú te has enfrentado honestamente con el espejo de la palabra de Dios y has salido doliente por tu propia vida, entonces tu día se levantará con el sol y te alegrarás “cual gigante para correr su camino” (Salmo 19.5). Con tales condiciones, el servicio cristiano resulta naturalmente.

La calidad se extiende hasta la oración. ¿Sabías que orar y ayunar son más importante que predicar? Y son un servicio que el cristiano más joven puede desempeñar. También lo puede el más anciano, el más enfermizo, y el que tiene menos capacidad. ¡Supera, hermano! Algunos hombres dialogan con Dios como se dialoga con un amigo, en una manera muy directa, todos los días, rogando por los hermanos y sus necesidades. Únete a la batalla con los espíritus por las almas de los buscan a Dios. Nada sucederá si no se mueve el Espíritu de Dios. ¡Y la oración mueve la mano de Dios! Levanta tu voz en contra de la maldad. Ora en contra de las cantinas, los salones de baile, y las loterías nacionales. Haz que las ruedas de la maldad que te rodean giren lentamente por pura intercesión en su contra. ¡Gánate el premio de Isaías 62.6–7! Una nota para los entendidos: Ésta es una tremenda oportunidad de servicio.

Aprende a cantar bien y canta tu lealtad a Dios. Canta tus gozos y tristezas. Quizá aun puedes escribir algún poema o canto.

La calidad se extiende aun más allá del aposento privado. Al ver lo justo que es Jesús, comenzamos a practicar la justicia. Al ver que él es recto, demostramos la rectitud. La vida devocional de David lo llevó hasta tal punto que se entregó a la conducta recta. Salmo 26.11: “Yo andaré en mi integridad”. Haré lo correcto. No haré lo malo. Una vida recta y constante es un gran testimonio para Dios.

¿Cuáles son las expresiones de la entrega que vemos en Abraham? (Génesis 22). 

¿En José? (Génesis 39). 

¿En Daniel? (Daniel 1). 

La meditación personal en las cosas de Dios es hacer diariamente lo que se hizo en Éxodo 21.2–6.

Servir a Dios y a otros comienza en casa

     B. Crezcamos al servir a otros en casa

Servir es hacer (Esdras 7.10); y para la mayoría de nosotros, eso comienza en casa. He aquí la verdadera prueba. Muchas veces la consagración no nos lleva a campos grandes y visibles de servicio. Debes recordar que el servicio que es grande y visible, de veras no es evidencia de la consagración. Aun aquellos que son llamados a campos de servicio más visibles deben decidirse a nunca hacerse un reverendo tan grande o un sacerdote tan ocupado como para pasar por alto las necesidades de los humildes.

La prueba verdadera de la consagración consiste en escuchar la voz quieta del Señor cuando te habla. La voz quieta llega cuando tu hermano necesita un vaso de agua, o necesita que le amarres los zapatos, o que le limpies la nariz. Viene cuando un vecino necesita que le prestes una libra de harina o un martillo, o necesita una ayuda de unos minutos, o bien cuando un extraño necesita ayuda con un neumático desinflado de su vehículo. La consagración brilla como una candela en tales circunstancias.

Jesús descendió desde lo alto del cielo a la tierra y tuvo carne humana para darnos el ejemplo. ¿Y alguna vez él se halló demasiado rendido, o cansado, o con demasiada hambre, o con demasiado dolor como para no servir a otros? Su secreto fue el amor. Si tu quieres servir a Dios aquí entre los hombres, pide ese amor divino en oración. Lo vas a necesitar.

Tu puedes comenzar a crecer en el servicio cristiano en tu propia casa hoy mismo. No seas como el hombre que quería ser todo lo que el mortal pudiera ser... mañana. Sé todo lo que puedes ser... ¡hoy!

Ya nos referimos al servicio que puedes llevar a cabo en tu propia casa, como es el caso de tus hermanos menores. Una cosa tan sencilla como leerles historias es servirles en una manera parecida a cuando Jesús tomó a los niños en su regazo y los bendijo. Y ser un buen ejemplo para los niños es algo muy valioso. Ellos te bendecirán por ello. También lo harán tus padres y Dios mismo.

Algunos jóvenes salen a lugares lejanos para brindar servicio voluntario en escuelas y misiones. Pero otros dan su servicio voluntario en sus propias casas, ayudando a sus padres que también están luchando. ¿Cuál es mayor delante de Dios? Algunos hombres se han ido lejos y han servido bien. Después, miran a su obra derrumbarse y desaparecer, mientras otros que se quedaron en casa pudieron dar estabilidad a sus propias familias y amigos, cumpliendo así algo de valor más duradero.

El hogar es un buen lugar para cantar.

En la quietud del hogar es donde se pueden escribir cartas para los necesitados de cerca y de lejos. No todas las cartas son de agrado al Rey. Pero las tuyas pueden agradarlo.

La mayor parte de los artículos escritos para los periódicos cristianos se escriben en el hogar. Los cristianos consagrados del pasado escribían libros y tratados bajo condiciones extremadamente adversas. Cualquiera diría que hoy se escribirían muchos más. Pero más bien escasean los escritores. Piénsalo.

En el hogar podemos cuidar de los ancianos y, por lo tanto, aprender la piedad. Desde el hogar podemos ayudar a otros, sea por un día o por una semana. El mundo está perdiendo la virtud de cuidar, sin ningún pago, de las familias jóvenes y sobrecargadas. Mantén abiertos los ojos; hay alguien cerca de ti que necesita de tu ayuda.

Desde el hogar podemos salir a visitar a los enfermos, los ancianos, y los que están en aflicciones. Es parte de la religión pura y sin mácula delante de Dios. “En cuanto lo hiciste a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hiciste” (Mateo 25.40).

Si tienes hijos propios, en gran parte ya tienes tu llamamiento mirándote a los ojos. Abraham dejó una simiente santa y a Dios le agradó en gran manera. ¿Sabías que mucho del crecimiento de algunas iglesias conservadoras viene por el crecimiento interno? Los hijos de los miembros crecen y llegan a ser miembros también. Yo antes pensaba que eso era una muestra de una mala evangelización, hasta que llevé a mis hijos a visitar a una iglesia donde la mayoría de los jóvenes no se hacen miembros de la iglesia.

De pronto sentí el escalofriante temor que ha de haber sentido Josué cuando hizo su declaración: “Pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (Josué 24.15). ¡Qué testimonio! Verdaderamente es una entrega que resulta en acción. ¡Edificar un hogar cristiano! ¡Qué llamamiento más noble!

Dios no dijo que los padres sólo deben criar hijos, sino que deben criarlos en el temor y la amonestación del Señor. El plan de Dios es que los padres los preparen para ser flechas dirigidas a blancos (campos de servicio) más allá del alcance de los mismos padres.

Para esto se necesita metas. La mamá y la abuela de Timoteo lo prepararon bien. Cuando Pablo pasó por allí la segunda vez, Timoteo estaba listo para trabajar.

Servir a Dios entre gente humilde puede ser un trabajo poco agradecido. Pero recuerda, es más un privilegio que un deber. Cuando ya no hay gozo en tu servicio, ¡cuidado! Jesús nunca quería que su yugo fuera pesado. Si tu yugo te pesa, es hora de volver al crecimiento en tu vida devocional.

Dios ama al dador alegre

    C. Crezcamos al dar

Ya sabes de memoria el mensaje en contra de aquellos que quieren vivir una vida “cristiana” suave y lujosa; contra los que quieren ser importantes con sus grandes casas y edificios; contra los que se meten en grandes negocios haciendo parecer que quieren ser dueños del mundo entero. Pero ahora enfoquémonos en cosas positivas.

Dios ama al dador alegre. La palabra en griego para alegre es hilaros. Significa una alegría extrema. ¿Has visto una fiesta demasiado divertida? Todo el mundo se descontrola. Dios quiere que nos descontrolemos un poco en cuanto a la alegría de dar.

Recuerda el ejemplo de R.G. LeTourneau, el hombre de la Caterpiller. Comenzó dando el diez por ciento de su ganancia a Dios. Su negocio prosperó y él no aumentó sus gastos. Más bien daba más y más. Al final daba el noventa por ciento. ¡Eso sí es crecimiento! Para dar así se necesita recordar que somos peregrinos y extranjeros.

Cristo no dijo: “¿Acaso estaría mal que yo me quede aquí en el cielo?” Más bien, por nosotros se hizo pobre (2 Corintios 8.9). Él se vació de sí mismo. “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2.5).

Uno de los gozos de dar es decidir a quién dar el dinero. Dar con hilaros no quiere decir dar sin pensar. Se debe planear. Se propone en el corazón.

Estudiar cuáles fueron las instrucciones sobre dar en el Antiguo Testamento es un estudio muy interesante. Un montón de leyes gobernaba las ofrendas y los diezmos. En algunos años, se requería hasta el treinta por ciento de las ganancias, además de las ofrendas voluntarias.

Dar consistía en tres categorías. Y nosotros podemos aprender al prestar atención a las mismas.

      1.  Los trabajadores del Señor. Hoy esto pudiera compararse con el apoyo a las escuelas, a las misiones, o a la ayuda pastoral. Cuidado con las ofrendas que van a la administración, y al mantenimiento de edificios grandes que realmente no ayudan en la extensión del reino de Dios.

      2.  Los pobres. Hoy la mejor manera de ayudar a los pobres es a través de los diáconos de la iglesia. Nunca debes quejarte por ayudar a los hermanos que tienen necesidades. Dios se fija en nuestras actitudes hacia los pobres.

      3.  Para uno mismo. Créelo o no, Dios requería que los israelitas gastaran una parte de su dinero en ellos mismos. Pero, tenía que ser en cosas que los ayudaba y los animaba en lo espiritual. Tal vez tú necesitas comprar unos libros de estudio. O necesitas viajar para visitar a alguna familia que vive lejos. O tal vez quieres asistir a algún instituto bíblico para aprender más de la palabra de Dios.

El diezmo era la norma en el Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento, bajo la gracia, planeamos, decidimos, y damos de acuerdo a lo que ganamos: “Según haya prosperado” (1 Corintios 16.2). Es bueno comenzar con el diezmo, pero de allí debemos crecer.

En ocasiones dar alegremente duele. A veces requiere sacrificio. Puede ir mas allá de nuestros medios. Es decir, pueda que nos haga negarnos de algunas cosas bastante importantes para nosotros. (Pero que no dejes de abonar tus deudas.) ¿Cómo podría una deuda pendiente hacer que pierdas la bendición de dar?

Proverbios 11.24–25. Da y recibirás. Sé tacaño y perderás. Si tú te disciplinas al evaluar tus entradas y así las divides en categorías, y logras saber cuánto gastar y cuánto dar para las causas nobles, esto mismo tiende hacia la prosperidad. Además, Dios puede tomar la ofrenda del hombre consagrado y volverla en tesoros en el cielo, y a la vez multiplicarla espiritualmente aquí en la tierra. ¡Ésa sí es una oportunidad de hacer una buena inversión!

La sumisión es nuestra misión mayor

    D. Crezcamos en el servicio a través de la iglesia

La sumisión es nuestra misión mayor; y no es fácil. Nuestras ideas en cuanto al servicio, lo que debemos o no debemos hacer, se tienen que ajustar bastante cuando nos unimos al cuerpo de Cristo. Es bueno recordar aquí que la llave que abre el candado de la voluntad de Dios no se dio a una sola persona, sino al cuerpo colectivo.

Nuestras ideas se prueban al compararlas con las de los hermanos. Cuando hermanos espirituales entramos en un desacuerdo, lo aceptamos, aun si no lo entendemos. Seguimos buscando la verdad y el entendimiento en las áreas donde no estamos de acuerdo. Escucha y escudriña. Eso hicieron los de Berea.

Entra en los conflictos de tu congregación como un hermano leal. Con el compromiso de aceptar el consejo, también está el compromiso de darlo. Tú debes unirte como verdadero hermano y ser héroe de Dios. ¿Temes que no lo puedes hacer bien? ¡Dios sólo pide lo mejor que puedes hacer!

Habiendo establecido tal ideal, hablaremos de la humildad y de las buenas costumbres. No es siempre bueno que los jóvenes hablen en público, y especialmente que no sean los primeros. Eso no quiere decir que les interesa menos. Pueden escuchar atentamente como todos los demás, y pueden plantear preguntas y preparar respuestas en la mente (quizá hasta en algunas ocasiones pueden hablarlas). Así van desarrollando opiniones propias sobre lo que leen y lo que escuchan. Ellos también pueden discutir la verdad en privado con los “doctores de la ley” (Lucas 2.46).

Nunca se te olvide: En el discipulado uno comienza como aprendiz, no como maestro. Los doce apóstoles, Timoteo, y Tito siguieron a su maestro por años. Oyeron su enseñanza. La vieron poner en obra. Después el maestro decidió que les daría más responsabilidades.

Los dones no se buscan. Se hallan, casi como por sorpresa, al servir fielmente en lo que se nos pide a diario. Un don es una capacidad divina de servir en ciertos campos. La Biblia menciona más o menos unos diecinueve dones. Es por ello que todos tenemos algo que hacer.

Los dones se cultivan con la fidelidad. El refrán mundano es: “¡Sólo diga NO!” Pero en la iglesia debes sólo decir “sí”. Eso es, a no ser que tu tengas una razón bíblica por la cual decir “no”.

Por medio de la iglesia aparecen oportunidades para servir:

â Apoyar en la oración. Una vez una iglesia recibió un pastor que tenía una debilidad obvia en su manera de predicar. Algunos de los hermanos se reunieron con él y le dijeron francamente: “Si seguimos así, no va a funcionar bien. Pero nos vamos a unir contigo en oración para que Dios te ayude en la prédica.” Las prédicas del hermano florecieron.

â Trabajar en el mantenimiento y la limpieza de la capilla. Salmo 84.10 dice: “Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad”.

â Dar clases en una escuela cristiana

â Estudiar la lección de la escuela dominical

â Trabajar en la evangelización (Véase el siguiente punto principal.)

â Aconsejar a los jóvenes más jóvenes que tú

â Trabajar en alguna editorial

â Involucrarse en estudios bíblicos. Cada hermano maduro en una iglesia viva debe tener algo que decir en un estudio bíblico. ¿Quién sabe a quién usaría el Espíritu Santo para revelar sus verdades? He aquí los regalos de la sabiduría y el conocimiento.

â Visitar a otros; para animar o para corregir

â Participar en el canto o dirigirlo

â Poner atención durante la predicación de la palabra

â Ser un ejemplo en la reverencia y en la obediencia

â Dar lecturas, temas, y testimonios cuando se le piden. Estos son los dones de la edificación pública.

â Dar (ya lo mencionamos)

â Formar parte de los comités o juntas de la iglesia

También hay oficios en donde los hermanos son llamados a servir por medio del consejo de la iglesia (Hechos 6.1–6). Entre estos oficios están la enseñanza, la evangelización en otros países, así como también oficios en la administración de la iglesia. Estos trabajos no se deben considerar como los más importantes, los cuales todos corren para alcanzar. Más bien, son sólo otra rama del mismo árbol. Tu rama tal vez crezca en otra dirección. Pero tú sólo sabes que Dios tiene todo bajo su control, y que tu trabajo ahora es el de ejercer tus habilidades en lo que te queda por delante. Todos pertenecemos a un mismo equipo, todos somos siervos bajo un mismo Maestro, todos parados juntos en un mismo plano. Toma tus dones, como si fueran verduras, y ponlos en la misma olla, y come abundantemente de la sopa completa.

Un comentario sobre el deseo de algunos de ser pastores se halla en 1 Timoteo 3.1: “Si alguno anhela obispado, buena obra desea”. Más adelante el apóstol destaca una lista de frutos espirituales (no dones) que tal hombre debe poseer. El fruto se requiere de todos.

Primera de Timoteo 3.1 se debe interpretar a la luz de 1 Timoteo 1.7 y 12. Ser un maestro es una responsabilidad pesada con riesgos grandes. No te metas si Dios no te mete. Y si es Dios quien te mete, tómalo como un gesto de confianza de parte de él, y ponte a trabajar con celo, declarando todo el consejo de Dios.

Lo que todos debemos desear es ser vasos útiles en las manos del Maestro, preparados para toda buena obra. Debemos estar tan consagrados que aun si se nos presentara un ministerio de mucho sacrificio y trabajo, como el de ser ministro o misionero, no lo rechazaríamos. Nuestro único deseo debe ser servir al Maestro.

Comienza con lo que está a la mano. ¿Estás cumpliendo con los dones que se relacionan con tus circunstancias y condiciones? ¿Cumples con las cosas que tu puedes y que debes hacer? ¡Si lo haces, crecerás!

“Venid en pos de mí, y yo os haré pescadores de hombres”

     E. Crezcamos en la evangelización

El último mensaje de Jesús fue este: “Me seréis testigos” (Hechos 1.8). Algunas de sus primeras palabras fueron: “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres” (Mateo 4.19). Ser un discípulo requiere que evangelicemos. La idea de dejar la evangelización a unas pocas personas llamadas misioneros es una trampa del diablo.

¿Puede haber cristianos que no evangelizan? ¿Puede haber pescadores que no pescan? Fabricar botes, vender anzuelos, o inventar señuelos no es el acto de pescar. ¡Los pescadores pescan! Jesús dijo: “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres”.

Tampoco los pescadores se quedan a la orilla del río con la red en las manos esperando que los peces salten del agua hasta la red. ¡No! Los pescadores se meten al agua con sus redes y los pescan. La evangelización es un asunto que nos impulsa a ir a los caminos y a los vallados a forzarlos a entrar (Lucas 14.23). “Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido” (Marcos 1.38). Estas palabras las habló nuestro gran ejemplo, Jesús. “Ay de mí si no anunciare el evangelio” (1 Corintios 9.16) fue el eco del apóstol Pablo. El evangelista C. T. Studd lo dijo así: “Algunos quieren vivir rodeados de hermanos y en la capilla. Pero yo quiero atender una clínica para el alma a metros del infierno.”

“La mies a la verdad es mucha”, dijo Jesús. “¡Rogad!” (Lucas 10.2). La evangelización no se lleva a cabo en el aposento privado de uno; sin embargo, allí comienza. ¿Por quién y qué debemos orar?

“El amor de Cristo nos constriñe” (2 Corintios 5.14). ¿Cómo nos constriñe a testificar el amor de Cristo? 

Ver 1 Pedro 3.15 también. ¿Cómo podemos santificar (poner aparte) a Dios en nuestros corazones y cómo nos ayuda a estar listos para testificar?  

Volviendo a 2 Corintios 5.14, ¿cómo te constriñe a testificar un amor como el de Cristo por los demás?  

“Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres” (2 Corintios 5.11). ¿Cómo nos obliga a testificar nuestro conocimiento del destino de los hombres? 

“Pero su sangre demandaré de tu mano” (Ezequiel 3.15–21). ¿Cómo nos obliga a testificar el conocimiento de que somos los atalayas del mundo? 

“Mirad los campos, porque ya están blancos para la siega” (Juan 4.35). ¿Cómo nos obliga a testificar el hecho de que ya se hace casi tarde? 

El evangelismo comienza en oración y en comer el libro dulce-amargo de la palabra de Dios (Ezequiel 3; Apocalipsis 10). Pero no es una legítima evangelización hasta que las buenas nuevas se publiquen. Eso puede requerir dinero. El dar no es evangelización, pero pueda que se necesite dar para poder esparcir el evangelio con rapidez. Ten cuidado, dador: No todas las organizaciones que se llaman misiones están usando su dinero con eficiencia. Es posible que sea mejor mayordomía dar tu dinero a algún plan de distribución de Biblias. Pueda que se ganen más almas para Cristo de esa manera. La evangelización del Nuevo Testamento se llevó a cabo por hombres impulsados por el Espíritu Santo y totalmente entregados a la obra. Ellos trastornaron el mundo entero (Hechos 17.6) con muy poco dinero.

A través del Nuevo Testamento la pureza de la iglesia local llevaba prioridad sobre la evangelización. Pablo limpió primero la iglesia de Corinto y después dijo: “Nuestra carta sois vosotros … conocidas y leídas por todos los hombres” (2 Corintios 3.2). Ganar almas con éxito y constancia no es tanto un trabajo individual (aunque sí es personal también), sino rebozar de gozo en la iglesia local que ha hallado satisfacción en Cristo. ¿Qué vale evangelizar si tú no puedes recomendar tu iglesia local?

Evangelizar, al fin y al cabo, es compartir las buenas nuevas. Es hablar acerca de Dios. Es decir lo que él ha hecho por ti. Es también decir lo que él puede hacer por los demás.

El primer mensaje que damos se da con nuestra apariencia. Un cristiano no debe ser como el hombre con dolor de cabeza que camina todo miserable, pero no quiere eliminar su dolor de cabeza. Un rostro feliz, con un carácter honesto y un cuerpo vestido correctamente, y una vida separada del mundo es algo muy atractivo. Vale mucho ante los ojos de Dios y de los hombres.

Si tú eres infiel, o te avergüenzas de la vida cristiana, nunca crecerás en el evangelio. Debes saber lo que crees. ¡Y debes creerlo como si estuvieras dispuesto a morir por ello! La manera en que nos comportamos es el segundo mensaje que damos como evangelistas.

Después sigue el mensaje de nuestros labios: “Predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16.15). Predicar significa “testificar”; y todos los miembros de Cristo deben hacerlo. La iglesia primitiva tenía cinco mil predicadores (Hechos 8.4). “Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor … serás salvo” (Romanos 10.9). Es parte de la salvación. “Creí, por lo cual hablé” (2 Corintios 4.13). ¿Podría decirse con más claridad?

Testificar es hablarles a los que están a tu alrededor de las buenas nuevas de Jesús. “Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo” (Marcos 5.19). Evangelizar es la obra de los miembros no ordenados, mientras que los hermanos ordenados cuidan de la iglesia. Habla a tus familiares, a tus amigos, y a tus compañeros de trabajo. Reparte tratados en los autobuses y en los mercados. Pon rótulos de textos bíblicos en tu propiedad. Ayuda a los hermanos cuando hacen cultos al aire libre o visitan a las cárceles.

Una parte de crecer en la evangelización es estar alerta a la dirección del Espíritu Santo. El libro de los hechos de los apóstoles realmente no es la historia de los hechos de los apóstoles. El Espíritu Santo es el héroe del libro. Hablar o no hablar viene de él. Escucha su voz apacible y suave. Deja los resultados con él. “Echa tu pan sobre las aguas” (Eclesiastés 11.1). No te condenes a ti mismo ni a tus métodos cuando no miras resultados. Los resultados no son tu trabajo. Los dos testigos de Apocalipsis aparentemente no tuvieron éxito. Hasta fueron muertos por sus esfuerzos. Pero lo que destaca la visión es que fueron fieles. Dieron el mensaje.

La luz que alumbra más lejos es la que brilla mejor en casa. El orden bíblico para evangelizar es siempre comenzar de cerca y después extenderse (Hechos 1.8), hasta llegar a lo último de la tierra y a cada criatura. Algunas personas lo hacen al revés. Enfocan las misiones en otros países y no hacen nada en casa.

Nuestra iglesia no ha llegado a la madurez en la evangelización hasta que, como el apóstol Pablo, tenemos un peso por “los lugares más allá de [nosotros]” (2 Corintios 10.15–16). Este es un trabajo grande que requiere el esfuerzo unido y la dedicación completa de todo creyente en todo lugar.

Lo que muchas veces ha traído avivamiento a una zona ha sido la literatura cristiana. Se requiere dinero para imprimir y enviar literatura, se requiere personal para publicarla, y cristianos preocupados para buscar el interés y para contestar cartas. Busca alguna oportunidad de servir en las casas editoriales.

Después viene el trabajo de evangelista. De todos los cargos y dones que se le dan a la iglesia, ninguno es más difícil que el trabajo del evangelista. A él le toca visitar a los que buscan la verdad. Sin embargo, él no pelea la batalla solo. Él sale enviado por el Espíritu y por medio de la congregación que se compromete apoyarlo en oración. (“Hermanos, orad por nosotros” rogaba Pablo vez tras vez. Una y otra vez la iglesia le envió al evangelista una ofrenda de dinero.) Además, alguno en la iglesia cuida de su esposa e hijos si ellos no le pueden acompañar. Otros ayudan a que su negocio material no se hunda. Habrá oportunidades de viajar con él, ayudarlo en el camino, y encargarse de aspectos de negocio para que él pueda dedicarse más completamente a su don.

A veces la iglesia responde al enviar familias enteras a estos campos blancos, para poblar la zona con familias piadosas. Estas familias también pagan un precio caro por su consagración. Les dicen adiós a sus amigos, sus familiares, y sus hermanos. Venden sus negocios y propiedades. Arriesgan su salud y seguridad en estas nuevas comunidades. Otros, igualmente entregados, ayudan a sobrellevar la carga económica. Otros les escriben cartas de ánimo a los que salen, aun cuando éstos no tienen tiempo para contestárselas. Muchos obreros voluntarios pueden hallar campos de trabajo en estos lugares nuevos, tal como dar clases en la escuela o ayudar a las familias en su trabajo diario. Busca tu lugar especial en este maravilloso organismo.

El gran trabajo de evangelizar no se termina cuando un alma se convierte. Tenemos que enseñarle a guardar “todas las cosas” de la escritura (Mateo 28.20). Nosotros lo llamamos discipular. Discipular es hacer un nuevo discípulo.

La causa es mayor que la persona

     F. Celo, aun hasta la muerte

Es mejor brillar por un momento en la oscuridad que estar estancado y podrido como un terrón que nunca ha brillado para Dios.

¿Puede usted brillar? Juan el Bautista ardía y alumbraba (Juan 5.35) en su corta vida. Jesús también sintió los poderes de la noche que lo rodeaban. “Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura” (Juan 9.4) dijo, como queriendo decir “mientras pueda”. En otra ocasión dijo: “De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!” (Lucas 12.50). Estos hombres, y muchos otros, sentían una tensión tan grande que amenazaba su vida. Su espíritu quería llevarlos a la muerte antes de tiempo. Pero ellos decidieron consagrarse más a la obra del Señor, aun si hubiera riesgo. Cristo es más valioso que nosotros. La causa es mayor que la persona.

Tú, que has meditado en estas cosas, no puedes continuar libremente por la vida como antes. Eres un discípulo y debes seguir a Cristo con todo tu corazón. Puedes ser perdonado por tu falta de capacidad mental. Puedes ser perdonado por tu falta de fuerza física. Pero no serás perdonado por tu falta de celo. Es tu momento en la historia. “¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?” Estudia Ester capítulo 4. Si tú fallas ahora, el reino seguirá en su esplendor. Pero tú habrás fallado y te quedarás atrás en el polvo, perdido para siempre.

¡Levántate al desafío! Di con la joven Ester: “Entraré y veré al rey … y si perezco, que perezca”. ¿Qué es el cuerpo si la causa es noble? La satisfacción vendrá cuando nos despertemos en su semejanza (Salmo 17.15). Pero, te advierto. El diablo no pasará por alto al cristiano celoso. El mismo infierno se levantará en tu contra.

 

 

¿No tiene enemigos, dices?

De balde es su jactar.

El que ha sido valiente

Y fiel en su batallar,

Enemigos ha de tener.

Y si ninguno tuviera,

Poco ha hecho en verdad…

Inútil en la guerra.

No ha azotado el engaño,

Ni reprendido el blasfemar,

No ha acusado la maña,

¡HA SIDO COBARDE EN SU BATALLAR!

 

Fue después que Jesús tomó el azote y sacó a los ladrones del templo que los discípulos recordaron la profecía: “El celo de tu casa me consume” (Juan 2.17). Había comenzado una guerra. El enemigo no quedaría satisfecho hasta que la tierra se tiñera de la sangre del Cristo.

No tengas miedo de poner tu vida en el altar. Ama a Dios con todo tu corazón y no temas a nada, pero cuídate del pecado.

Allá en el cielo, debajo del altar, te espera una multitud de mártires. Están esperando que su número se complete. No tengamos miedo al pensar que tal vez nos toque ser muerto en la batalla. El fuego ya se encendió, y ¿quién soy yo para decir cómo y en quién arderá?

Preguntas sobre la lección

  1.  ¿Cuáles son algunos obstáculos a la consagración?     

  2.  ¿Cuál es el valor de establecer buenos hábitos devocionales? 

  3.  ¿Por qué es más importante la calidad de la meditación personal que la cantidad? 

  4.  ¿Dónde comienza el servicio cristiano?

  5.  Nombra cinco campos de un humilde servicio cristiano en donde puede trabajar cualquier cristiano.     

  6.  Según 1 Corintios 16.2, ¿en qué manera ofrenda la persona entregada? 

  7.  ¿Qué papel juega la hermandad en fortalecer nuestra entrega? 

  8.  Escribe seis oportunidades de servicio que se hallan por medio de la iglesia.    

  9.  ¿Cuál es la diferencia entre el fruto y los dones y en qué se relacionan con la entrega?  

10.  ¿Cuál es la preparación principal para estar listo para evangelizar?

11.  ¿Qué es la evangelización? 

12.  ¿Cuáles son los tres tipos de mensajes que compartimos con la gente cuando evangelizamos?  

13.  ¿De dónde viene el poder para evangelizar? 

14.  ¿Qué significa: “Celo aun hasta la muerte” tocante a la entrega cristiana?