Libros    Tratados    Música    Prédicas

 

¡Guardémonos de andar a la deriva!

Por Franklin G. Huling (revisado)

¡El Señor viene! ¡No te dejes llevar por la corriente! Haz todo lo posible para seguir adelante en tu vida cristiana, para que cuando el Señor venga por los tuyos, te encuentre listo.

La cosa más fácil en todo el mundo, es vivir sin rumbo, ir a la deriva, porque no requiere ningún esfuerzo. Para dejarse llevar por la corriente, no hay que hacer nada. Necesitamos recordar que un pez enfermo o muerto puede estar a la deriva; es llevado por la corriente. No obstante, se requiere un pez vivo y saludable para ir en contra de la corriente. No se puede notar cuando uno se desvía, hasta que ya se ha ido demasiado lejos.

“Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos” (Hebreos 2:1). Nos incumbe velar diligentemente para evitar ir a la deriva.

He aquí algunas razones por las cuales la gente se desvía:

1.         Por un falso sentimiento de libertad

Hay una fascinación perversa en lo relacionado con desviarse. Dejar de asistir repetidamente a la iglesia, o de leer la Biblia, nos dará un falso sentimiento de libertad. En realidad es una esclavitud a Satanás. Librarse de la voluntad de Dios, quien nos ama, resultará en una amarga esclavitud al diablo quien nos odia.

2.         Amistades impías

“No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (1 Corintios 15:33). Nuestros mejores amigos deben ser a los que aman a Jesucristo, y que nos ayudan a mantenernos cerca de Dios. Las malas manzanas rápidamente echarán a perder una sana.

3.         Violar repetidamente los dictados de la conciencia

Cada vez que no hacemos caso de nuestra conciencia, su voz se debilita. Y si continuamos así, se despedazará nuestra vida. “Manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos” (1 Timoteo 1:19).

4.         Un pecado no confesado y que no queremos dejar

Ya sea un pecado “grande” o “pequeño” delante de nuestros ojos, el olvidarlo no lo va a quitar. Como una astilla en el dedo, molestará hasta que sea removida. Además, no se habrá gozo al leer la Palabra de Dios, ni seguridad en la oración. Tampoco nos sentiremos gozosos al asistir a la iglesia, mientras mantengamos escondido algún pecado sin confesar y sin dejarlo.

“El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Proverbios 28:13). Si tú has pecado contra alguien, tú te desviarás hasta que arregles el asunto.

5.         Rencor encubierto

Permitir que el rencor penetre en nuestro corazón, posiblemente en contra de algún hermano cristiano, debido a una ofensa real o imaginaria, es un pecado que debemos sacar de nuestro corazón. Si no, nuestra lenta desviación se hará inevitable. Debemos perdonar sinceramente a otros, para que Dios nos pueda perdonar.

6.         Viviendo en las bendiciones pasadas

No debe ser así. Los hijos de Israel tenían que recoger diariamente el maná. Cuando algunos trataron de almacenarlo, el mismo se agusanó. Una experiencia cristiana “agusanada” es el principio de la caída. Debemos mantenernos al día en comunión con Dios.

7.         Inactividad

Un cristiano inactivo es un cristiano que va a la deriva. El trabajo es necesario tanto para la salud espiritual así como para la física. El agua sin movimiento se estanca, y se convierte en lugar de reproducción de larvas. Si “el agua de vida” en el corazón de un cristiano no está manado hacia otros, entonces lo indeseable va a crearse. Algunos han pensado neciamente que ellos ya han servido al Señor Jesucristo lo suficiente, que ahora merecen unas vacaciones. Las vacaciones espirituales usualmente llegan a ser fatales. Aun una vida prolongada es demasiado corta para servir al Señor quien dio su todo por nosotros. Si tú no estás activo por Jesucristo, ponte a trabajar, y mantente ocupado hasta que él venga.

8.         Olfateo religioso

“Andar husmeando” en cualquiera de las sectas falsas, generalmente resultará en ser atrapado por Satanás en alguna de ellas. Mantente apegado al camino de la Palabra de Dios. Como un amigo mío acostumbraba a decir: “Si es nuevo, no es verdad; y si es verdad, no es nuevo”. Hay miles de caminos que llevan al infierno, pero uno solo es el que nos lleva al cielo: la entrega de nuestro corazón al Señor Jesucristo, confiando solamente en Él, quien murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación.

9.         Vagabundos de iglesia

Ellos vagan de iglesia en iglesia, y están siempre a la deriva. No quieren tener ninguna responsabilidad en ningún lugar, ni quieren hacer nada. Una responsabilidad constante es una fortaleza al alma. Todos los cristianos deben unirse inmediatamente a una iglesia fiel a la Palabra de Dios, la cual les ayudará, y a la cual ellos pueden soportar.

10.       Amor al dinero

El amor febril al dinero empuja a muchos a deslizarse. El deseo insaciable de tener más y mejores cosas es la ruina de muchos. El Señor Jesús nos avisó: “Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Lucas 12:15).

Y, los que se roban el día del Señor, para conseguir más dinero, son iguales al vagabundo, a quien fue regalado seis dólares por un hombre que tenía siete dólares. El mendigo luego lo golpeó y le robó al donante el séptimo dólar. Los cristianos que hacen esto, encontrarán que el dinero que ganan el día domingo les saldrá muy caro. Muchos dicen que están demasiado cansados para ir a la iglesia el día del Señor, pero casi nunca están demasiado cansados para trabajar y ganar dinero. Ponen al dinero en primer lugar, y en segundo lugar a Dios. (¡La Biblia la llama “idolatría”! Colosenses 3.5)

Algunos caen en la tentación de utilizar métodos dudosos para ganar dinero. No es el dinero, sino “el amor al dinero” (y las cosas que el dinero compra), lo que es “la raíz de todos los males” (1 Timoteo 6:10. ¡Cuidado! Ama a Cristo de todo corazón y obedece su amorosa voluntad. “Sean... contentos con lo que tenéis ahora; porque Él dijo: No te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:5). Ríndele todo a Dios. El te bendecirá.

11.       El amor al placer

El mundo es muy aficionado al placer. Aun muchos cristianos son “amadores de los deleites más que de Dios” (2 Timoteo 3:4). Cualquier tipo de placer, o cantidad de placer que quita vida o sabor a las cosas espirituales, es dañino. “Pero la que se entrega a los placeres, viviendo está muerta” (1 Timoteo 5:6). Todos necesitamos recreación, pero solamente para el bien del cuerpo y la mente, no para gozarse de placeres. Y no debemos invertir el tiempo en recreación cuando debemos estar en la iglesia. Después de haber estado en el mundo del trabajo durante seis días, necesitamos “subir a tomar el aire” para nuestras almas en el día del Señor. En tu corazón el Señor te dará “delicias a tu diestra para siempre” (Salmos 16:11).

12.       Cambio de residencia

El cambio de residencia a un nuevo lugar, a muchos los empuja a deslizarse. ¡La gente no titubea en ir a un establecimiento comercial desconocido, pero sí titubean al ir a una iglesia diferente! Como la gente no les conoce en ese nuevo lugar, ellos piensan que no habrá ningún problema si no van a la iglesia por algún tiempo. Habiéndose mudado de anteriores obligaciones, algunas personas no quieren darse prisa en tomar nuevas obligaciones. Esta es una trampa sutil. La tardanza es peligrosa. Si no hacemos hincapié en congregarnos con los santos inmediatamente en la nueva localidad, es probable que ya nunca lo vayamos a hacer. Y entonces la pérdida será eterna, tanto para nosotros como para nuestros hijos. Busca una iglesia que sea fiel a la Palabra de Dios y asiste allí.

13.       Dejando de congregarnos

¡Dejar de congregarse en la casa de Dios, es una de las causas y una clara prueba de que un cristiano se esté deslizando! Ellos dejan la casa de Dios porque han perdido el calor de su primer amor a Cristo. “Has dejado tu primer amor” (Apocalipsis 2:4). Y si no amamos a Cristo lo suficiente para obedecer este mandato tan sencillo de “No dejando de congregarnos” (Hebreos 10:25), no nos engañemos, pensando que amamos al Señor lo suficiente para obedecerlo en otros puntos. Solamente vivir una vida moral no es vivir para Cristo, sino para nosotros mismos. Para agradar a Cristo, no solamente debemos mantener ciertas creencias, sino también debemos obedecerlas. Y, Él nos ordena que no dejemos de congregarnos.

Muchos dicen: “Yo puedo ser tan excelente cristiano aun quedándome en casa”. No es así. Los que dicen eso están demostrando que son perezosos, egoístas y cristianos desobedientes, si es que en realidad son cristianos. A ellos no les importa si los cultos se celebran o si la obra de Dios prospera, o no. Si un padre o madre se olvida de su familia, o si un soldado se olvida de sus obligaciones, ellos son culpables. Si un cristiano deja de congregarse a razón de su flojera, él es culpable delante de Dios. Y, nosotros abandonamos la casa de Dios, cuando, pudiendo ir, no vamos. Para muchos, cualquier excusa es suficiente para mantenerse alejados de la iglesia. Un cristiano obediente es feliz en asistir a todos los cultos que le son posibles, domingo en la mañana, domingo por la noche, cultos entre semana, etc. Él se goza en ello, crece y da fruto.

A una mujer lisiada que se arrastraba sobre dos bastones, se le preguntó cómo le hacía para asistir fielmente a la iglesia. Ella contestó: —Mi corazón llega primero, y mis piernas paralizadas lo siguen.

Muchos cristianos son exactamente lo opuesto a este caso. Tienen buenas piernas, y aun automóviles, pero sus corazones espirituales están paralizados. Por lo tanto ellos no hacen caso al mandamiento del Señor Jesucristo acerca de “no dejando de congregamos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuando veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10:25).

El Señor viene. No te deslices. No dejes de reunirte con los hermanos. “Y tú serás echado de menos, porque tu asiento estará vacío” (1 Samuel 20:18). Dios conoce tu necesidad de congregarte, y otros necesitan la ayuda de tu ejemplo y de tu estímulo.

Por amor al Hijo de Dios quien te ama y se dio a sí mismo por ti, y por amor a otros, y por amor a ti mismo, ¡detente ahora mismo de ir a la deriva! Barcos que van a la deriva peligran otros barcos. Recuerda que entre más tiempo andes a la deriva, tu separación del Señor será mayor; y entre más tiempo pase, tendrás menos deseos de volver; y entre más lejos te encuentres, será más difícil regresar. No se puede recuperar los años y los días que desperdiciamos, tampoco podemos evitar el cosechar amargamente lo que nos sembramos. Cada día que te retrases, tu corazón se pone más duro.

Si tú eres salvo, confiesa tu deslizamiento al Salvador. Deja tu deslizamiento y sigue adelante en tu vida cristiana. Si no, retrocederás. No podemos mantenernos estáticos, o sea, quedarnos siempre en el mismo lugar. Sé constante en tu lectura diaria de la Palabra de Dios, en congregarte con otros hermanos que aman a Cristo y en el ofrendar, así como en testificar de Cristo Jesús.

Si tú no eres cristiano, amigo mío, ahora mismo ancla tu alma en la Roca Eterna, el Señor Jesucristo. Abre la puerta de tu corazón y recíbelo como tu Salvador y Señor. Él te guardará y proveerá para cada una de tus necesidades. Alábale. Vive para Él. ¡Hazlo ahora mismo!