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Cómo Oraban

Capítulo 11

Predicadores alemanes

 

Gerardo Tersteegan

            Durante los primeros años del siglo XVIII, existía en Mulheim, Alemania, un hombre de negocios llamado Gerardo Tersteegan.  A los 22 años, abandonó su negocio para poder estar a solas con Dios, pues se sentía molesto por las conversaciones triviales y deseos mezquinos de sus socios.  Pensó que no iba a poder aguantar más las opresiones que ellos le impusieron, de este modo alquiló una casita, dónde podría ganarse la vida tejiendo cositas en seda.  En este trabajo podía laborar en la quietud, sin ser molestado, con su Biblia siempre abierta delante de él.  Allí esperó en el Señor, aprendiendo de los secretos íntimos de Él, los que solamente pueden aprender los buscadores sinceros.

            Durante cinco años, ese joven pasó un período de tinieblas, el cual le sorprendió y confundió.  Sin embargo, al llegar a sus 27 años, salió del mismo para entrar en una experiencia radiante, después de haberse dedicado a sí mismo, para el resto de su vida, en cumplir perfectamente los mandatos del Señor Jesucristo.  Al igual que su Maestro, Quién empezó su ministerio público a la edad de treinta años, Gerardo fue forzado a salir de una vida de soledad; un avivamiento en Mulheim necesitaba de su energía.  Había novicios con respecto a Cristo, que tenían hambre del verdadero Pan de Vida, el cual no podían darles los pastores inconversos.

            Después de alimentar a esas personas en fatigante labor, Gerardo se retiró a los bosques cercanos, donde se pudo restaurar y a la vez tener comunión con Dios.  Y, pudo limpiarse de la suciedad de este mundo, para poder salir otra vez renovado en el espíritu a través de los vistazos refrescantes de Dios.

            Las noticias siempre se dispersan rápido, y algunos que habían recibidos ayuda por medio de Gerardo dieron la noticia a otros que vivían en otras partes.  Y, a causa de esto, muchas personas empezaron a querer que les ayudase también, lo mismo que requirió muchos viajes de parte de Gerardo.  Entonces, todo lo que había aprendido él en su “Arabia” durante los cinco años oscuros le llegó a ser muy útil.  Años más tarde, cuando tenía 50 años de edad, otro avivamiento sucedió en un distrito vecino.  Otro, quien era un instrumento en este avivamiento, fue llamado a otro lugar, dejando que Gerardo supliera las necesidades de los que se despertaron.  Mucha gente vino de lejos para escuchar al “hombre que escucha a Dios”, tanto que tuvieron que adquirir un edificio más grande para poder recibir a la multitud.  Tan atestado estuvo el mismo, que algunos se sentaron en las ventanas y otros tuvieron quedarse afuera, tratando de escuchar las ungidas y poderosas palabras que salieron de la boca de Gerardo.

            En otro libro que hemos escrito, They Knew Their God, Vol. 2 (Conocieron a su Dios, Tomo 2), se resume la vida de este santo hombre.  A continuación agregamos unos extractos de sus escritos para enseñar algo en cuanto a la oración, y para que valoremos el tiempo de quietud que se puede tener a solas con Dios.

            “La gran importancia de perseverar en la oración y en invertir tiempo en la comunión íntima, a solas con Dios, se puede aprender sencillamente fijándose en la gran medida de esfuerzo que usa el tentador, para distraernos y negarnos de las mismas.  Él sabe que por medio de estos ejercicios será derrotada su autoridad en el alma del hombre, reemplazándose con la luz, el amor y la vida de Cristo; y que todas las flores y las frutas de los más bonitos dones de gracia y virtud se marchitarán, si él puede cortarlos de raíz.  Solamente Jesús es el Mediador y la Manera por la cual la vida y la fuerza divina pueden compartirse otra vez en la depravada e indigna humanidad.”

 

            “Por medio de la oración sincera que contiene la fe, el amor y la esperanza concentrada en sí, somos unidos y arraigados en Él, recibiendo, a través de Él, un deseo, ahínco y ardiente pasión.  Él es la raíz y nosotros somos los pámpanos, y de Él recibimos, aunque sea casi imperceptiblemente, la savia y la fuerza.  ¡Oh, oremos, y nos preparemos para tiempos de quietud a solas con Dios!  Una oración imperfecta es mejor que nada.  Nuestro adversario nos permite hacer muchas cosas que parecen ser buenas, sí, nos incita a las mismas; solamente para desviarnos de la oración.”

            “Mi propia experiencia, y la de otros también, me ha enseñado repetidamente que el tentador nos acecha más diligentemente en los tiempos de oscuridad y aburrimiento para debilitar y descarriar el alma de la oración constante.  En estos mismos tiempos es cuando pudiéramos avanzar lo más rápido y abnegarnos con más plenitud, si solo hubiéramos seguido firmes en soportar la voluntad del Señor en medio de las pruebas, y, si nos hubiéramos rendido a Él enteramente durante las mismas.”

            “Dios nos invita a Su magnífico compañerismo; propone preparar nuestros espíritus para que sean su morada y templo, y en tales santuarios internos, contemplaremos la hermosura del Señor. (Sa. 27:4)  Puesto que las bendiciones de Dios para nosotros los indignos sobreabundan, debemos, amados hermanos, ser muy liberales para con Dios; no negarle en ningún grado nuestro amor al Dios eterno, Quien quiere reservarnos sola y totalmente para Sí Mismo.”

            “Dios es un ser tranquilo, y mora en una eternidad serena.  Así, tu mente tiene que convertirse en una corriente cristalina y silente, en la cual la gloria de Dios puede reflejarse y mostrarse a sí mismo.  Por esto, tienes que evitar todo alboroto, confusión e irritación; ambos, el interno y el externo.  No hay nada en este mundo que valga la pena el frustrarte: aun tus pecados pasados deben solamente humillarte, y no frustrarte.  “Jehová está en su santo templo, ¡calle delante de él toda la tierra!” (Ha. 2:20)

            “El que ama y pone en práctica la oración será, en su tiempo debido, trasladado gradualmente del egoísmo a Dios; del impuro e imperfecto obrar en su propia fuerza, al obrar para y a través de Dios.  Deseo que todos, desde el principio de su andar con Dios, consideren la piedad, o sea, el servicio a Dios, en el sentido más propio; que eso mismo es nuestra satisfacción y el resultado de la salvación, a la cual somos llamados y la que Dios anhela darnos.  Lo más pronto que nos acercáramos a Él, a pesar de que no podemos verlo o palparlo, tendremos más satisfacción, porque Dios Mismo es nuestra salvación y meta.  De lo más cordial y completamente que nos rindamos a Él, así será la mayor felicidad que alcanzaremos desde entonces en adelante.  ¡Esta verdad es certísima!  Pero, el que no busca la comunión con Dios en la oración no puede comprenderla.”

            “Así pues, hermanos míos, si deseamos la perfecta redención y santificación, y si queremos vivir pacíficamente y morir con felicidad, tenemos que vivir en comunión constante con Dios.  Jesús nos ha abierto este camino nuevo y vivo (He. 10:20) a través de Su sangre, para que el amor eterno, con sus atracciones e influencias, pueda acercarse a nosotros y así también nosotros podamos acercarnos a Dios en nuestros corazones, con la misma confianza con la que un niño acude a su papá, sin referencia alguna a nuestra miseria e indignidad.  Acerquémonos a Él (He. 10:22), aprovechando este privilegio valoradísimo.  Acostumbrémonos a siempre experimentar la presencia de Dios, y de buscar, con fe sencilla, asociarnos abierta e íntimamente con Él en nuestros corazones.”

Luis Harms

            Durante la época del siglo XVIII existió otro notable pastor alemán, quien alteró también la vida espiritual de su país.  Éste fue Luis Harms, quien nació en el reino de Hanover y quien tuvo como antepasado a uno de los tres grandes Hermann, pero no imitó a ninguno de ellos.  Luis tenía un espíritu fuerte que controlaba su cuerpo y mente, los que eran igualmente vigorosos.

            Fue reconocido por su fe constante y sus prevalecientes oraciones, a las cuales él las contaba como vitales para quienquiera que desee llevar a cabo una obra en el Reino de Dios.  Igual que todos los demás santos de Dios, hubo un tiempo en que se había rendido a sí mismo en cuerpo, alma y espíritu al Dios Soberano, para que la voluntad de Él se cumpliese en su vida.

            Al comienzo de su labor para Dios, prevalecía una ortodoxia muerta en su área.  Era más normal que un ministro preguntara acerca de la salud de las vacas que del estado espiritual de las almas.  Las demandas puestas sobre tales pastores inconversos solamente les dieron molestia.  Por ejemplo, al pedírseles que oraran por un enfermo, uno de los tales respondió: —Dios mío, ¡tengo que orar otra vez!  —De modo que no era extraño que los mismos se opusieran a las labores de los hombres que insistían en que el Espíritu Santo les ayudara en todo.

            Como muchos otros trabajadores en la viña, el Señor Harms se encontró en medio de una trampa: los muchos y variados deberes le disminuyeron su tiempo de privada oración.  Cierta vez, visitando a un cuáquero, Luis le contó de sus muchas responsabilidades.  Ese hombre le dijo calmadamente: —Hermano Harms, pues hablas tanto, ¿cuándo estás quieto?  ¿Cuándo te habla a ti el Espíritu de Dios?  —El señor Harms se impresionó profundamente por estas palabras, y desde entonces en adelante buscó retirarse diariamente para orar.

            Su parroquia fue de quince kilómetros cuadrados, con siete pueblecitos y unos 4.400 habitantes.  Con todo, unas mil personas asistían a la iglesia los días domingo para escuchar los inspirados mensajes que salieron de los labios de Harms.  Los miércoles, se congregaban unas 400 personas.  En ese entonces, no existían la borrachez y la pobreza. Y, los pueblecitos siempre estaban limpios.  Además de predicar, Luis realizaba todas las noches reuniones de oración en su propia casa, y también tenía dos veces al día reuniones para los que buscaban ayuda.

            “Además de todo esto, y junto con su estudios y cartas, organizó en su congregación una sociedad misionera; mandando a sus propios miembros a los lejanos campos y construyó su propia nave misionera, la cual siempre iba y volvía de Hanover hacia los estaciones misioneras en África.  También redactó una revista misionera, de la cual fue enviado mensualmente unos 14.000 ejemplares.  Entrenó a la vez a misioneros que todavía no habían salido al campo de labor.  Y, sumado a todo esto, fue superintendente de una institución para exconvictos recién salidos de la cárcel.”  Una rara enfermedad que no le permitió dormir mucho le permitía trabajar más tiempo de lo normal.

            El señor Harms llegó a la siguiente conclusión: “Lo que no enoja al decidido inconverso, no edifica al verdadero creyente.  Lo que no ofenda al obstinado no puede despertar al dormido.  Lo que no mata, no puede dar vida.  Las abejas que no pueden aguijonear tampoco hacen miel.” [Por supuesto, no conocía la abeja “señorita” de las Américas, que sí, produce miel sin poder picar.]

            “Su punto de vista en cuanto a la oración y el propósito de la misma resulta evidente en una de sus empresas.  Una inmensa dificultad —la incredulidad la habría llamado una imposibilidad— le enfrentó.  A continuación se da la narración del mismo Luis: “Toqué diligentemente el corazón de Dios por medio de la oración.”  El auxilio llegó, pero pronto se levantó otra dificultad.  De ésta él escribió: “Fue un tiempo de gran conflicto, y luché con Dios, porque nadie me animaba, sino, de hecho, me desalentaban.  Aun mis más confiados amigos y hermanos insinuaban que yo estaba medio loco.  Oré fervientemente al Señor, y puse el asunto en Sus manos; y, levantándome de mis rodillas a la media-noche, dije en voz alta (¡que casi me asustó a mí mismo, escuchándome la voz en el gran cuarto vacío!): —Ahora, adelante, en el nombre de Dios.”

 

¿Estás abatido? Al lado tuyo él está;

Te ayudará, guardará y guiará;

Te cubrirá con Su sombra:

“¡Adelante, en marcha!”

 

En medio de las atracciones tentadoras,

En medio del fuego de tribulación,

Proclamando la gran salvación,

“¡Adelante, en marcha!”

 

Pese a que diez mil enemigos se acercan,

Y estás burlado, opuesto, atacado y herido;

Nunca te conquistarán:

“¡Adelante, en marcha!”

 

Hasta que tu cabeza sea cana,

Y tu historia se termine,

Y pisotees a la gloria:

“¡Adelante, en marcha!”

—Monod

 

            El señor Harms gozó de un estado continuo de avivamiento durante 17 años.  “Hermannsburg fue igual o mejor que cualquier otra comunidad cristiana en todo el mundo,” dijo su biógrafo: E.N. Kirk, en Lectures on Revivals (Discursos sobre los avivamientos).  “Probablemente ninguna otra parroquia, en tierras cristianas, ha logrado lo que ha hecho Hermannsburg.  Dizque había 11.000 partícipes en ella.”

            El señor Zwemer, en su libro Taking Hold of God (Agarrando a Dios), dice lo siguiente: “El Pastor Luis Harms, por medio de la fe y la oración, guió a los campesinos de la iglesia de Hermannsburgo a esparcir el evangelio en tierras lejanas, tanto que en 31 años, mandó a 350 misioneros, y al cumplir su misión luego de cuarenta años pudo contar a más de 13.000 miembros librados del paganismo.”

Bengal

            Antes de que el frío racionalismo aferrara a Alemania, existieron muchos ministros piadosos, cuyas vidas podemos mirar con admiración.  Bengal fue uno de estos.  El mismo nació el 24 de junio del año 1687, en las cercanías de Stuttgart.  Su papá, quien era ministro, le enseño personalmente hasta la edad de seis años, pero al morir él, David Spindler fue su maestro.  Su papá le había regalado una gran cantidad de libros, pero cuando los franceses invadieron su tierra, destruyeron su casa y todos sus contenidos.  Sin embargo, Bengal vio la mano de Dios en esa pérdida, porque los libros habrían sido una tentación para él, pues era un estudioso por naturaleza, y ¡habría deseado leerlos demasiado!

            Bengal llegó a ser reconocido como un gran comentador, tal que el libro de Juan Wesley, Notes on the New Testament (Notas sobre el Nuevo Testamento), contuvo mucho de los pensamientos de Bengal.

            “Un estudiante de Bengal, ansioso conocer el secreto de su poder espiritual, le vigiló hasta muy de noche desde un cuarto a la par del suyo, determinando ver su final oración del día.  Muy de noche, el estudioso y venerable Bengal cerró su Biblia y puso a un lado sus manuscritos, luego, sin levantarse de su silla, inclinó la cabeza sobre la Biblia cerrada, diciendo: —Buenas noches, amado Señor Dios y Jesús; Tú sabes que todas las cuentas entre nosotros están arregladas, como siempre.  —Luego, besó la Biblia y se acostó para dormir.”

Tholuck

            Tholuck fue otro educador alemán quien dejó una profunda impresión en los estudiantes de la universidad donde enseñaba.  A menudo fue de paseo con algunos de ellos, y esas conversaciones fueron valoradas mucho por aquellos jóvenes, quienes fueron los líderes en el futuro.  Lo que dijo Tholuck tocante a la oración resulta evidente que el comprendía bien el poder de la misma.  A continuación se dan sus palabras:

      “Si quieres adquirir la peculiar oración que transciende ambos, tiempo y lugar, tienes que empezar a orar con la humildad de un niño en el lugar señalado por Dios; el santuario, o sea el aposento.  La oración es un arte, y cada arte requiere mucho esmero para aprenderse.  No desmayes, pues, cuando parece ser molesto acudir al lugar que Dios ha asignado.  Todo arte, por pequeños grados, se hace parte de la propia naturaleza, practicándolo.  Así también es con la oración.  Tal como cuando hubieras alcanzado tal habilidad, no necesitarás ni en “este monte, ni en Jerusalén adorar al Padre” (Juan 4:21), sino podrás levantar un memorial de Su nombre en cualquier lugar del mundo donde estés."