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Introducción

Menno Simons-su vida y escritos

CAPÍTULO II

CONVERSIÓN Y RENUNCIA AL CATOLICISMO (1535‑1536)

Pero mientras Menno peleaba vigorosamente la buena batalla de la verdad contra el error de los Münsteritas, se introducía cada vez más profundamente en un serio conflicto interno. Se había preocupado por rescatar las almas piadosas que estaban desconformes con la Iglesia Católica, de envolverse en las herejías de los Münsteritas, pero únicamente que les proporcionara algo mejor ¿no aparecería ante ellos como un mero defensor y sostenedor de la Iglesia Católica? Y cuando, sus amigos católicos usaban su nombre y sus argumentos para combatir a los Münsteritas, ¿no estaba permitiendo comparecer como aliado del mantenimiento del imperio de las tinieblas en dicha Iglesia? Cuanto más exitosamente aplastaba a los Münsteritas, tanto más intolerable para su conciencia se tornaba la situación.

El clímax del conflicto se produjo cuando sobrevino la tragedia de la Vieja Abadía cerca de Bolsward, donde alrededor de tres mil almas extraviadas perdieron la vida, entre ellos su propio hermano carnal. El grupo era uno de los citados anteriormente, que estaban imbuidos del veneno revolucionario de los Münsteritas y habían decidido erigir su propia ciudad en refugio y empezar la campaña para el establecimiento del reino de Dios en Friesland. En marzo de 1535 una gran compañía de 3.000 se había apoderado de un viejo monasterio (Oude Kloster) en los suburbios de la ciudad de Bolsward, encerrándose en él. No pudieron soportar por mucho tiempo el asedio de las fuerzas gubernamentales y después que 1.300 habían perecido el resto fue capturado y ejecutado el 7 de abril. El ejemplo de estas "pobres ovejas extraviadas" como las llama Menno, dando su sangre y su vida por su fe, a pesar de ser una fe falsa, hizo una extraordinaria impresión en el alma de Menno Simons. No podía desechar este pensamiento. Ellos habían dado sus vidas por un error, mientras que él no estaba dispuesto a dar absolutamente nada por la verdad, sólo por temor a perder su reputación e ingresos continuaba formando parte de un sistema que su conciencia repudiaba. Si hubiera tenido la valentía de llegar al fin, renunciando a la doctrina y prácticas católicas, y constituirse en el pastor de esas ovejas errantes tal vez hubiera podido salvarlas advirtiéndoles la proximidad de la tragedia. Sentía que la sangre de ellos caía sobre su conciencia quemándole y haciéndole ver su oprobio. "La sangre de esa gente, decía, se me hizo una carga tan pesada que no podía soportarla ni encontrar descanso para mi alma". Era cierto que había hablado contra algunas de las abominaciones del sistema papal, pero sin embargo no había hecho una ruptura definitiva con todo el sistema.

La tragedia de la Vieja Abadía puso a Menno en la encrucijada; ahora veía claramente su deber. Como siervo de Dios no podía eludir la responsabilidad de guiar a las ovejas errantes, y como uno que profesa obediencia a Dios y cree en Él no debía vacilar más y tomar la cruz de la persecución y el sufrimiento, cualquiera que fuese el costo. No podía continuar más dando contra su conciencia y convicciones.

En este estado de ánimo Menno se volvió a Dios con gemidos y lágrimas, clamando por gracia y perdón, clamando por un corazón puro valentía para predicar Su santo nombre y Palabra con toda verdad. En el relato de su conversión Menno describe el cambio de su corazón con las palabras siguientes: "Mi corazón temblaba dentro de mi. Rogaba a Dios con lágrimas y gemidos que me concediera a mí, pobre y atribulado pecador, el don de Su gracia, y creara un corazón limpio dentro de mi, que por los méritos de la preciosa sangre de Cristo, perdonara mi vida impía y egoísta y me invistiera de sabiduría, sinceridad y valor para predicar Su glorioso y bendito nombre y Su santa Palabra sin adulteraciones y manifestara Su verdad y Su gloria". El Señor fue misericordioso con él; la decisión fue hecha y Menno surgió después de esta experiencia con el sentido de una divina misión, a nueva vida. Algunos han criticado a Menno por haber retardado tanto su decisión, pero tal crítica no es muy justa. La luz completa se hizo en él gradualmente y no en forma repentina pues era de temperamento sereno y no fácilmente excitable y mutable. Lo importante de comprobar es que una vez convencido, Menno lo hacía desde lo profundo de su naturaleza, y que una vez tomada una determinación, no volvía atrás. El cambio fue tan profundo, radical y completo, y le dio un sentido tal de su divina misión, que fue capacitado por la gracia de Dios para llegar a ser un líder inspirado, un formidable torreón de fortaleza para su amargado y perseguido pueblo, por más de veinticinco años. En realidad, comparado con Lutero y Zwinglio, no desmerece Menno Simons en la magnitud de su ruptura con Roma, especialmente cuando recordamos que Martín Lutero contaba con la poderosa protección del Elector de Sajonia y no peligraban su reputación ni sus ingresos con el cambio, mientras que Zwinglio no se movió hasta que consiguió el apoyo del Cantón de Zurich cuyo bien remunerado pastor continuó siendo hasta su muerte en el campo de Cappell.

La decisión de Menno de romper por completo con la Iglesia Católica probablemente tuvo lugar en abril de 1535, poco después de la tragedia de Bolsward. De golpe empezó a predicar abiertamente desde su púlpito en Witmarsum las verdades que quizá había enseñado antes en privado; la doctrina del arrepentimiento, de la verdadera fe, del bautismo de creyentes, de la verdadera Cena del Señor. Osaba ahora atacar públicamente todas las fallas de la Iglesia, porque había procedido con todo cálculo para salvaguardarse a si mismo. Aparentemente decidió utilizar la Iglesia de Witmarsum como tribuna de su nuevo mensaje tanto tiempo como le fuera posible, lo mismo que habían hecho Lutero en Wittenberg y Zwinglio en Zurich. Lo maravilloso es que durante nueve meses se le permitiera hacerlo, según su propio testimonio. Durante estos nueve Meses sostuvo una doble campaña; por un lado se erripeñaba por librar a la gente de las abominaciones münsteritas, y por otro, procuraba apartarlos de sus antiguas creencias a la verdadera fe del Evangelio. Véase la descripción que hace de su actitud y actividades durante estos nueve meses:

"En consecuencia, empecé en el nombre del Señor a predicar públicamente desde el púlpito la doctrina del verdadero arrepentimiento, a guiar a la gente por el camino angosto, y con el poder de las Sagradas Escrituras, a denunciar todo pecado e impiedad, toda idolatría y falsa adoración, y a anunciar el verdadero culto, también el bautismo y la Cena del Señor de acuerdo a las enseñanzas de Cristo, con el alcance que para este tiempo había adquirido por la gracia de Dios. Además advertía firmemente cada una de las abominaciones münsteritas, a saber: rey, poligamia, reinado terrenal, armas, etc., durante más de nueve meses, en que el Señor me concedió Su Espíritu paternal, ayuda y poder para que voluntariamente renunciara al “buen nombre”, honores y reputación que disfrutaba entre los hombres y me apartara de todas las abominacioness del Anticristo, misa, bautismo infantil y mí vida inútil, y de buen grado me sometiera a la aflicciónn y la pobreza, bajo la cruz de mi Señor; en mi debilidad temía a Dios, busqué la compañía de los piadosos y, aunque pocos en número, encontré algunos que tenían un celo encomiable y defendían la verdad."

"He aquí, querido lector, que el Dios de bondad, por la abundancia de Su gracia derramada sobre mí, pecador miserable, primero tocó mi corazón, dándome una mente nueva, me humilló en Su temor, me enseñó a conocerme a mí mismo, me hizo volver del camino de muerte, y me condujo, benigno, por el sendero estrecho de la vida en la comunión de Sus Santos. A El sea gloria por siempre. Amén."

Pero la posición de Menno como predicador evangélico en un púlpito y parroquia católicos, no se mantendría mucho.

Su completa separación de la Iglesia era cuestión de tiempo. La fecha exacta de su bautismo no es segura; posiblemente haya sido poco después de su conversión en abril, pero es muy probable que no tuviera lugar hasta después de la separación pública de la Iglesia acaecida nueve meses después. Durante este lapso habrá introducido cambios en las ceremonias y sacramentos de la Iglesia, así como en el contenido de su predicación. Es posible que la misa se convirtiera en un sencillo servicio de comunión en conmemoración de la pasión y muerte del Salvador y seguramente el bautismo de párvulos cesó. Finalmente Menno comprendió que no podía continuar en contacto con la vieja Iglesia, con "Babel" aunque fuera en forma puramente externa. Por lo tanto, voluntariamente, sin compulsión "abandonó Babel e ingresó en la verdadera Iglesia, la casa de su Señor". Esto lo hizo mediante la renuncia a su cargo de sacerdote y de su púlpito y abandonando la aldea de Witmarsum por otra residencia. El día exacto de su renuncia a la Iglesia papal fue probablemente el domingo 30 de enero de 1536. Se presume que fuera a Leewarden para informar a Obbe Philips de su decisión, pues Menno dice que primeramente miró alrededor suyo en busca de hombres temerosos de Dios.

Durante los meses siguientes a su separación, lo que Menno deseaba más que otra cosa era pensar serenamente en los alcances de su decisión y leer la Palabra de Dios, meditar en ella y resolver algunas cuestiones teologales que le preocupaban todavía. Una de ellas era la relativa a la encarnación. Parece que tenía conocimiento de ciertos puntos de vista peculiares de algunos de los hermanos, tomados originariamente de Melchior Hofmann, y quería resolver por sí mismo lo que debía creer. El problema que le preocupaba era el siguiente: ¿cómo pudo la impecable naturaleza divina de Cristo ser encarnada en la carne pecaminosa de los descendientes del caído Adán? A causa de su ardiente deseo de conocer la verdad y su gran repugnancia a la incredulidad y al error, Menno se encontró en serio conflicto. Ayunó y pidió a Dios que "se dignara revelarle el misterio de la concepción de Su bendito Hijo" ya que ello era necesario para alivio de su cargada conciencia. Las tentativas para conseguir ayuda de los hermanos, no fueron satisfactorias. Después de varios meses Menno consideró que había logrado una solución adoptando la teoría de la encarnación, mediante la cual Cristo cobró existencia en María, pero no nació de la carne de María. Era similar al punto de vista de Hofmann. Menno adoptó esta teoría especialmente para satisfacerse a sí mismo y raramente hablaba mucho de ella excepto cuando se veía forzado a hacerlo en debates públicos con sus enemigos que la consideraban como su punto débil. Se lamentaba repetidas veces de tener que debatir, contra sus inclinaciones, sobre este asunto. Es interesante advertir que la extravagante idea de Menno sobre la encarnación, no fue aceptada por los Menonitas suizos y que, aunque continúa ejerciendo influencia entre algunos grupos Menonitas alemanes del N. de Holanda, esta teoría nunca encontró aceptación en ningún credo autorizado o confesión de la Iglesia Menonita.

El año siguiente a la renuncia pública de Menno a la Iglesia Católica en enero de 1536, transcurrió en el retiro, como se ha dicho más arriba. Parece que Menno no se estableció en ningún lugar. Huellas de sus viajes durante este tiempo se han conservado en la historia de los mártires que fueron castigados años después por haberlo hospedado. Viajó de Witmarsum a Leewarden, de nuevo a Witmarsum y después a Groningen. Hacia fines del año pareció establecerse en un refugio cercano en la ciudad de Groningen al N. E. de Holanda, pues a estar a viejas tradiciones allí fue ordenado anciano u obispo.

Menno omite mencionar el lugar de su ordenación o los nombres de los que le ordenaron, pero relata detalladamente la experiencia que lo llevó a la comisión final. Debe tenerse por cierto que después de su separación, Menno continuó enseñando y predicando cada vez que tenía oportunidad pero no había asumido responsabilidad definitiva alguna ni la dirección de la congregación, desde que abandonara Witmarsum.

Mientras estaba entregado al estudio y a escribir en su retiro de Groningen, seis u ocho de los hermanos fueron y le rogaron que aceptara el cargo de anciano o pastor principal y obispo de la Congregación. El tiempo de este llamado fue "alrededor de un año después que abandonó el papado" es decir, durante el invierno de 1536‑37. No era fácil para Menno aceptar el ofrecimiento; aunque consideraba un deber ayudar en la conducción de "los temerosos de Dios", también sabía lo que debía esperar del mundo si aparecía públicamente como el guía de ellos. Por lo tanto pidió tiempo para orar y considerar el asunto. Cuando los hermanos poco después repitieron el llamado, Menno cedió, aunque no sin alguna lucha. Él describe su resolución como sigue:

"Cuando lo oí (al llamamiento) mi corazón se conmovió profundamente. Me rodearon el temor y el recelo. Por un lado veía mis escasos talentos, la gran falta de conocimientos, mi naturaleza débil, la timidez de mi naturaleza, la gran perversión, disolución, crueldad y tiranía del mundo, las grandes y poderosas sectas (las iglesias perseguidoras del estado), la astucia de muchos hombres y la indescriptiblemente pesada cruz que, sí empezaba a predicar se harían sentir; y por otra parte reconocía que la necesidad, miseria y avidez de las almas píadosas y devotas eran inconmensurablemente grandes, pues había visto con toda claridad que vagaban como inocentes ovejas que no tienen pastor.

Cuan dolas personas anteriormente mencionadas insistieron en sus ruegos y mi propia conciencia me acuciaba en vista de la necesidad ya mencionada, consagré mí cuerpo y mi alma al Señor, encomendándome a Su guía y empecé en su debido tiempo (después de ser ordenado para el ministerio de la Palabra), conforme a Su Santa Palabra a enseñar, a bautizar, a trabajar con mis menguados talentos en el campo del Señor, ayudando a la construcción de Su Santa Ciudad y Templo y a reparar los muros destruidos".

La ordenación debió tener lugar posiblemente en 1537 y fue casi seguramente efectuada por Obbe Philips.

La importancia de la ordenación de Menno Simons para la conducción de la congregación del N. de Holanda conocida en ese tiempo con el nombre de Obbenitas, puede apenas apreciarse debidamente. Como el mismo Menno confiesa, los pocos que habían permanecido fieles a las doctrinas bíblicas evangélicas, bajo la guía de Obbe y Dirk Philips y habían resistido la tentación de seguir las fanáticas doctrinas de jan Matiz, estaban desanimados y esparcidos, esperando ansiosamente un líder poderoso. Obbe mismo perdió el ánimo finalmente, abandonó su cargo. de obispo y se alejó por completo de la Congregación pocos años después, quizá en 1541. Muchos de los que habían sido arrastrados por la corriente Münsterita, desilusionados por el trágico fin del “reinado” estaban desorientados como ovejas sin pastor. Tal vez fueron ganados de nuevo para el Evangelio.

Además algunos caudillos fanáticos trataban todavía de promover movimientos radicales a pesar del fracaso de Münster y hacían peligrar la fe de muchos. El jefe de ellos era Jan de Batenburg cuyo violento programa de venganza degeneró cada vez más en simple vandalismo. El año 1536 en Bocholt, Westfalia, tuvo lugar una asamblea de estos Anabaptistas revolucionarios. Hasta David Joris, a quien Obbe Philips había ordenado como obispo casi simultáneamente con Merino, se volvió atrás para convertirse en un fanático visionario y extático, cuya descabellada interpretación de las Escrituras estaba hermanada con su carácter impío e hipócrita. No es exagerado afirmar que la preservación de los “Anabaptistas” de Holanda y Alemania de una completa aniquilación, o por lo menos de ser absorbidos por el fanatismo de los Bateríburgueses y Davidienses y la reunión alrededor de una norma de vida pura y fe evangélica, se debieron en gran parte a la fecunda acción de Menno, que cedió al temprano llamamiento de sus piadosos hermanos, y que rindió corazón, alma y cuerpo a Dios, tomando sobre sí la "pesada cruz" de su Señor en fiel, irrenunciable y consagrado ministerio hasta su muerte acaecida en Wüntenfelde, Holstein, en 1561.

Capítulo 3