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La búsqueda de una descendencia para Dios

© 2004 por Denny Kenaston

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CAPÍTULO 9

Retratos bíblicos de
un hogar piadoso

Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa;
Tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa.
He aquí que así será bendecido el hombre
Que teme a Jehová.
(Salmo 128.3–4)

Qué descripciones más explícitas se ven en los versículos citados arriba! Estos versículos están repletos de significado y son sumamente espirituales de la misma forma que lo es toda la Palabra de Dios. Jehová les prometió a los hombres de Israel una excelsa vida familiar y numerosos hijos si ellos andaban delante de él y eran perfectos (véase Génesis 17.1). Entonces, ¿cuánto más nos pertenecen a nosotros los versículos citados arriba del Salmo 128, ya que vivimos en una relación basada en el nuevo pacto? Existen muchas descripciones más, semejantes a ésta, que se encuentran escondidas como un tesoro en el Antiguo Testamento. ¿Estamos dispuestos a minar cada una de estos tesoros con el objetivo de extraerles las riquezas que contienen?

En este capítulo y en el siguiente, yo deseo escudriñar unas cuantas joyas del Antiguo Testamento en cuanto al hogar piadoso. Antes de empezar, yo deseo recordarte que los guerreros mencionados en el capítulo anterior seguramente leyeron, o les fueron dichos, los versículos que a continuación vamos a estudiar. Aquellos hombres piadosos, hombres de guerra, al regresar de las batallas para dedicarse a cuidar a sus familias, meditaban sobre estos tesoros sagrados de las Escrituras. Los versículos que vamos a estudiar fueron su “Biblia”, aunque no los llamaban así. De igual manera, las predicaciones que escuchaban en el templo y en las sinagogas provinieron de los retratos bíblicos en el Antiguo Testamento. De hecho, Dios ha usado estas descripciones durante tres mil años para desafiar e inspirar a su pueblo. Es mi oración que estos versículos nos provoquen lo mismo al meditar y estudiar cada uno de ellos.

Plantas crecidas y maduras

En el capítulo anterior, nosotros vimos que David clamó de todo corazón: “¡Señor! ¡Haz volver a los hombres de Israel a sus casas, para que “sean nuestros hijos como plantas crecidas en su juventud”! (Salmo 144.12). El profeta David hace una analogía de nuestros amados hijos con las plantas de olivo al orar a Dios para que hiciera regresar a los hombres a sus casas, a sus hijos. Al estudiar esta analogía, la descripción de la enseñanza se aclara. David habla de una planta que ha sido bien nutrida y cuidada durante todo su crecimiento y que ya está por dar su fruto. La tierra fue cultivada y la semilla se sembró; luego, la planta germinó en la tierra y el agricultor la cuidó hasta la maduración de su fruto.

¿Puedes imaginarte al agricultor cuidando su planta, soñando y visualizando los futuros frutos que ésta le producirá? Luego de regarla, desyerbarla y abonarla, ahora observa alegremente una planta sana, robusta y lista para producir frutos. Es algo muy hermoso para el agricultor, una planta a punto de dar fruto. Una vez que la planta inicia su producción de frutos, pierde algo de su esplendor. Sin embargo, al momento de empezar a producir fruto, la planta está en su mejor condición. ¡Es hermosa y fuerte! Al observar su planta, el agricultor sabe que el momento ha llegado para producir fruto y se regocija en ello. Los que tenemos huertos podemos imaginarnos tal planta: una planta crecida, pero todavía joven y fuerte, lista para producir frutos. He aquí una de las descripciones de los hijos que los israelitas utilizaban para recibir inspiración.

Ahora, apliquemos esta descripción a nuestros amados hijos. ¿Cuál es nuestra meta? ¿Qué visualizamos? A través de esta descripción, Dios está guiándonos para que hagamos su voluntad. Yo puedo visualizar a un joven de quizá 18 años de edad. Él es de corazón íntegro, con apariencia reluciente y con un testimonio de poseer una conciencia limpia. Asimismo, él ama al Señor de todo corazón y tiene buena reputación entre sus conocidos. Este joven se ha conservado virgen al guardarse para “la mujer de [su] juventud” (Malaquías 2.15). Además, está lleno del Espíritu Santo y de la Palabra, ocupándose en la obra del Maestro. Del mismo modo, él ama a sus padres y se deleita en sujetarse a ellos. Está listo para vivir una vida fructífera para la gloria de Dios.

No sé qué tal te parezca este ejemplo. Tal vez tú piensas que es muy idealista. No obstante, eso es lo que Salmo 144.12 nos está enseñando y es lo que los israelitas espirituales se esforzaban en obtener. Y muchos de ellos lo obtuvieron al buscar, orar y trabajar.

A mi mente vienen tres ejemplos convincentes de jóvenes que fueron como plantas crecidas en su juventud. Uno es David el pastor, quien fue ungido rey de Israel cuando tenía más o menos 18 años de edad. Otro es Daniel, el joven que fue llevado cautivo a Babilonia, quien se mantuvo firme en medio de una prueba cruel, la cual habría hecho a muchos tambalear. Y el último es José, el joven soñador, quien igualmente pasó pruebas feroces sin naufragar. Cada uno de estos jóvenes tenía alrededor de 18 años cuando pasaron por sus pruebas.

Por medio de estos ejemplos bíblicos, el Señor desea que elevemos nuestras metas. Esto se puede lograr por medio de la gracia de Dios si tenemos corazones rendidos ante él. ¡Sí! Es posible tener hijos jóvenes que sean maduros y estables, preparados para enfrentarse a la vida real en la justicia de Dios. Pero esto hay que visualizarlo con los ojos del corazón, como anteriormente he mencionado en este libro.

Volvamos a mirar por un momento al agricultor y su planta para apreciar más de la analogía. La nutrición y el cuidado de las plantas es un proceso, como todos lo sabemos. Y todos también sabemos que se necesitan de muchas y variadas labores para cultivar una planta sana.

Es lo mismo con los hijos. Es preciso tener una visión, e igualmente es preciso hacer nuestra parte. Cada agricultor que siembra una semilla puede, desde el principio, visualizar el fruto que la misma va a producir, ¿verdad? Si nunca hubiera podido tener la visión y la esperanza que la semilla produzca frutos, entonces nunca la sembraría. Y es igual con la crianza de los hijos. ¡Oh Dios! ¡Concédenos la visión de nuestras “plantas”, nuestros hijos, crecidos y listos para fructificar! Luego de obtener la visión, nos toca aplicarnos a la obra con la auto disciplina y el carácter santo que se necesitan para cuidarlos y criarlos. Porque todos sabemos que se necesitan muchas horas de cultivo, desyerbo y fertilización para nuestra “planta”: un hijo bien preparado para salir de nuestro hogar, listo para enfrentarse al mundo real y producir frutos para Dios.

Esquinas labradas

Al mirar con visión el mensaje profético, el rey David también pudo ver algunas de las virtuosas hijas de Sion. Esto también influenció en su oración, porque dijo: Señor, líbranos de nuestros enemigos, para que sean “nuestras hijas como esquinas labradas como las de un palacio” (Salmo 144.12). Al igual que en su oración por los jóvenes, David oró que Dios hiciera volver a los hombres a casa para el bienestar de sus hijas. Muchos cristianos piensan que el padre no tiene mucha influencia en las vidas de sus hijas. ¡Esta opinión es peligrosa! Es peligroso porque se notan los efectos de esto en las últimas dos generaciones de madres débiles que la iglesia produjo en el siglo pasado. Gracias a Dios, algunos ya notaron que esta idea es errónea y están cambiando su modo de pensar.

Las piedras de la esquina tienen un papel muy importante en la construcción de un palacio. Ellas contribuyen grandemente a la estabilidad de las paredes y ligan todo el edificio para hacerlo estable. Además, estas piedras son las que los albañiles usan para alinear y aplomar las demás. Por eso se hace necesario que sean labradas correctamente, a mano. Además, para adornar un palacio de piedras es necesario que las piedras de las esquinas sean pulidas. Las piedras de las paredes son muy similares unas a la otras, y se ve solamente una cara de ellas. Pero las de las esquinas muestran sus dos caras y es por esto que ellas son las que son usadas para adornar el edificio. Por esta razón, se invierte más tiempo en labrarlas y pulirlas.

En el Salmo 144, David hace una analogía de tales piedras especiales con nuestras preciadas hijas. Al entender esto de esta manera, los judíos más espirituales le sacaron una abundancia de inspiración e instrucción a este precioso Salmo.

Ahora bien, saquémosle provecho a esta analogía para el bien de nuestras hijas, de la misma forma que anteriormente lo hicimos con nuestros hijos. ¿Qué visualizamos y qué meta tenemos para nuestras hijas? Yo puedo visualizar a una jovencita virtuosa de aproximadamente 18 años de edad. Su rostro luce brillante porque tiene un corazón limpio. Ella es una de las hijas del rey totalmente gloriosa. Ella espera ser colocada en un palacio del reino de Dios. La gracia de Dios mora en ella y todos los de alrededor lo reconocen. Además, ella es virgen y guarda su corazón y su cuerpo para su esposo. Ella está preparada para guiar a su hogar y cuidar a su familia. Del mismo modo, ella resplandece hermosa con una hermosura pura y sana: sin adorno externo, “sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible” (1 Pedro 3.4). ¿Te la puedes imaginar?

Tal jovencita es una “esquina labrada como la de un palacio”. Hermanos y hermanas, yo quiero tener esta clase de hijas, al igual que quiero tener hijos que son “como plantas crecidas en su juventud”. Pero, ahora hago la pregunta: ¿Cuánto me va a costar tener tales hijos e hijas que tengan un buen testimonio?

La respuesta para esta pregunta se expone en la Palabra de Dios. A decir verdad, yo escribo este libro para revelarles el costo y las bendiciones de las preciosas joyas que son nuestros hijos.

Reflexionemos nuevamente en la analogía que estamos viendo para sacar de ella aplicaciones prácticas. Nosotros encontramos que hay visión en la analogía. Cuando el artífice, ese hombre adiestrado en labrar esquinas, se acerca a la piedra para formarla y pulirla, él ya tiene una visión mental de esa piedra, escrupulosamente pulida y colocada en su lugar. De hecho, él puede visualizarla embelleciendo el palacio. Esta visión es una parte importante del secreto de labrar.

No obstante, existe otro secreto para labrar piedras. Aunque es preciso que el obrero pueda visualizar la piedra terminada y puesta en su lugar, las piedras no se labran por sí mismas. ¡Hay que tomar las herramientas y esforzarse en la obra! El martillo, el cincel y las demás herramientas no trabajan por sí solas. Al trabajar en la labranza se sabe que se escuchará mucho ruido y se verá lastimaduras en la piedra mientras el artífice la corta y le da forma. ¿Puedes ver la analogía en este versículo? Se necesitan visión y labor. Y David oró por las dos porque tenía una carga profética en su corazón.

Amados padres, es necesario que veamos el propósito de Dios para nuestras familias. Dios tiene un plan específico para cada una de nuestras hijas. Es el deseo de Dios que ellas sean una fuerza y hermosura para sus futuros hogares. Como las esquinas labradas de un palacio, ellas deben ser la conexión vital de las demás partes del edificio.

¿Puedes ver las implicaciones eternas en todo esto? Las madres de una nación son una de las influencias más poderosas de sus ciudadanos. No obstante, las madres piadosas no se forman por sí mismas. Mas bien, son moldeadas, día tras día, por las manos de padres que visualizan las grandes y futuras posibilidades de su pequeña hija.

Plantas de olivo

¿No es maravillosa la manera que Dios usa para enseñarnos a los humanos? Él usa las figuras de plantas crecidas, esquinas labradas y plantas de olivo para ayudarnos a entender su voluntad para con nuestros hijos. En el Salmo 128 se encuentran algunas promesas muy preciosas que han sido una fuente de ánimo para muchas personas durante la historia de Israel y de la iglesia. Consideremos uno de los ejemplos que se encuentra en este Salmo.

Dios nos dice en este Salmo: “Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová, que anda en sus caminos. (...) Tus hijos [serán] como plantas de olivo alrededor de tu mesa” (Salmo 128.1, 3). Yo recuerdo cuando tenía sólo dos hijos alrededor de mi mesa. En aquel entonces, yo meditaba sobre este versículo, soñando el día cuando tendría muchos más hijos sentados alrededor de mi mesa. Si tú eres un(a) joven casado(a), tal visión es buena para meditar en ella.

En este Salmo, Dios usa la analogía de plantas de olivo. Para un israelita, esta es una ilustración que lleva mucho sentido y es muy efectiva, porque en aquella época una planta de olivo tenía mucho valor. El aceite de oliva simbolizaba paz, salud y riqueza para ellos. De hecho, el aceite de oliva fue usado de muchas y varias maneras. Por ejemplo, el aceite de oliva se usaba para iluminar la casa y encender un fuego, para realizar las unciones con relación a la sanidad de una persona y para ungir a los siervos con ministerios especiales. También fue un ingrediente en la confección del jabón y fue vendido para comprar otras cosas necesarias para la vida. Una planta de olivo valía tanto que si un hombre poseía ocho o nueve plantas en su terreno entonces él era considerado como un hombre rico.

Una planta de olivo puede vivir mucho tiempo, tanto que algunos piensan que los olivos son casi eternos. Una sola planta puede existir durante el transcurso de muchas generaciones de humanos. (¡Algunos olivos han vivido cerca de mil años!) Y cuando la planta es muy vieja entonces de sus raíces brotan nuevas plantas y así la planta continúa produciendo por medio de sus retoños. Ahora tú puedes notar la razón por la que un israelita recibiría inspiración al leer estos versículos.

Pero, ahora formulo la siguiente pregunta: ¿Cómo podemos hacer que estos versículos se apliquen a nosotros y a nuestras familias? Hay muchos hermosos frutos que nosotros podemos cosechar de estos versículos. Consideremos algunos de estos frutos:

1. En primer lugar, se visualiza el tesoro que Dios nos ha dado, el cual son nuestros hijos. El Señor habría podido escoger muchos otros ejemplos para describir al hombre bendecido por Dios, pero eligió inspirarnos a través de la descripción de una esposa que da a luz a muchos hijos, todos ellos reunidos alrededor de la mesa del padre. Por medio de la ilustración de plantas de olivo, un recurso de mucho valor, Dios nos está relevando cuánto valen para él los hijos.

2. En segundo lugar, por medio del ejemplo de plantas de olivo se visualiza la tremenda utilidad de lo que se desea enfatizar. Tal como el aceite de oliva se usa para beneficiar a otros de varias maneras, así los hijos también favorecen a sus padres y contribuyen positivamente a la sociedad. De hecho, los hijos piadosos son luces para alumbrar al mundo perdido y moribundo. Ellos son un bálsamo sanador para los quebrantados y heridos emocionalmente. Sabemos que Dios, en Apocalipsis capítulo 11, llamó olivos a sus dos testigos. ¡Qué descripción tan inspiradora! Una mesa con muchos hijos sentados alrededor, ¡testigos ungidos para Dios! ¡Señor, haz que nuestros hijos sean plantas de olivo, de los cuales fluya el aceite del Espíritu Santo!

También quiero referirme a la bendición económica que son los hijos. Entiendo que muchos hoy en día consideran a los hijos como una carga. En los tiempos antiguos no era así. La sociedad actual está cambiando dramáticamente. La finca familiar y el pequeño negocio familiar son casi cosas desconocidas en algunas partes de nuestro planeta. Considera la ayuda que son los hijos cuando toda la familia trabaja unida y junta. ¡Qué gran bendición son los hijos! Pero todo esto está pasando, pues ahora muchos padres trabajan en las grandes empresas de las ciudades, apartados de sus familias durante una gran parte del día. ¡Qué tristeza! ¡Cuán profundo hemos caído!

3. En tercer lugar, nosotros debemos darnos cuenta que los olivos a los que se refiere en Salmo 128 fueron plantas jóvenes, no árboles viejos. Se necesitan alrededor de 15 años de tierno cuidado para cultivar una planta de olivo hasta que dé sus frutos. En la tierra de Palestina existen muchos olivos silvestres, pero estos tienen muy poco valor. De hecho, estos olivos más bien parecen arbustos feos y sus frutos casi no contienen aceite. Al dueño de buenas plantas de olivo no se le cuenta como un esfuerzo malgastado invertir mucho tiempo en su cultivo, ya que se sabe que estas plantas les bendecirán a él y a las futuras generaciones con muchas cosechas y ese preciado aceite. ¡Qué descripción más hermosa con relación a la crianza de los hijos! El dueño de una plantación de olivos muchas veces tiene que regar las plantas de forma regular. También tiene que labrar y mullir la tierra varias veces al año y aplicar abono cerca del tronco de los olivos. Así tiene que hacer fielmente durante muchos años para poder cultivar una planta buena y sana que producirá muchos frutos. Y a nosotros nos toca hacer lo mismo si deseamos criar nuestras “plantas” para que traigan bendición sobre el mundo en el futuro.

4. Como punto final, vamos a considerar el aspecto generacional de las plantas de olivo. Anteriormente, yo hice mención de cómo de la planta ya envejecida retoña otra de sus propias raíces. Aquí se aprecia una hermosa descripción de nuestros descendientes y de la herencia que podemos darles. Los israelitas veían plantas de olivo todos los días. Por eso, ellos pudieron visualizar lo que Dios quería enseñarles al hablarles acerca de las plantas de olivo: los retoños pequeños crecen bajo la sombra de los árboles viejos. Dios desea que nosotros tengamos una visión y que confiemos en él para nuestras futuras generaciones.

¿Puedes tú visualizar a tus hijos como plantas de olivo de los cuales fluye aceite hacia un mundo oscuro y turbado? Este es el cuadro que Dios está procurando mostrarnos por medio del Salmo 128. ¡Qué visión más dinámica! La bendición más influyente en este mundo es tener hijos piadosos, los cuales se crían con el propósito de que lleguen a ser un testimonio ungido para la gloria de Dios. ¡Oh, hombres de Israel! “Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová, que anda en sus caminos. Tus hijos [serán] como plantas de olivo alrededor de tu mesa.” ¡Sí! ¡Ellos se convertirán en fructíferas plantas de olivo; un beneficio y un testimonio poderoso para el mundo! Esa era la visión que Dios quería impartir en Israel y es también su visión para la iglesia actual.

Construyendo una casa

El siguiente ejemplo que debemos analizar se encuentra en el Salmo 127.1. Este versículo dice: “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican”. Vamos a considerar acerca de la construcción de una casa. Estudiando la palabra casa en el idioma hebreo, yo encontré que la misma se usa de dos maneras distintas. A veces se usa para referirse a una residencia y otras veces hace referencia a una familia. Por lo tanto, es preciso que se estudiemos el contexto de los versículos para saber exactamente la definición que el autor quiso aplicar en cada caso.

En este Salmo, Dios usa la analogía de la construcción de una casa, una residencia, para desafiarnos con respecto a la edificación de nuestras familias, nuestros hogares. La descripción dada en el primer versículo no es una promesa, sino un reto y una advertencia para los varones.

Tomando en cuenta lo que practicaban los judíos en aquella época, la definición doble de la palabra “casa” se hace poderosa. Un joven judío que estaba por casarse siempre construía su propia casa. En algunas partes del mundo modernizado esto ya no es costumbre, pero en otras partes todavía lo es: cada hombre construye su propia casa. Ahora bien, vamos a considerar por un momento la costumbre de un joven judío. Él contrae esponsales con una señorita y luego sale para preparar una morada para ella. Después de construir su casa, él vuelve y toma su esposa, y los dos comienzan a edificar su propio hogar.

¿En qué medita un joven judío espiritual mientras construye su casa? Todos sabemos la respuesta a esta pregunta. ¡Él sueña con su futura familia! Al meditar sobre todo lo que le depara el futuro, las palabras vienen a su mente una y otra vez: Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican.

Entonces vamos a considerar la construcción de una casa. Antes de empezar a construir una casa, el constructor siempre visualiza en su mente cómo será la misma al terminarla. A veces se usa un plano muy detallado. Ya en esta etapa los materiales para la construcción están cerca del lugar donde se va a construir la casa. De igual manera, las herramientas están al alcance y el constructor está listo para trabajar, ya que él sabe que se necesitará de mucha labor. Construir una casa incluye todo esto y más. Y lo mismo es necesario para edificar un hogar para la gloria de Dios.

Intentemos sacar provecho de este ejemplo de la antigüedad. Vemos que hay dos comparaciones para tratar en este asunto. Primero, se nota que el Señor construye la casa. Él es el constructor maestro, quien supervisa todo el proyecto. A veces, yo lo visualizo a él trabajando sin ser visto; bendiciendo, guiando y protegiendo nuestros hogares. En otras ocasiones, yo lo visualizo colaborando conmigo, con sus manos puestas sobre las mías, construyendo la casa a través de mí. La primera visión requiere una gran confianza en Dios. La segunda demanda rendir de forma continua nuestro corazón a Dios para así poder ser un instrumento en sus manos.

La segunda comparación se refiere a la misma construcción de una casa. Como ya se ha mencionado, hay varios aspectos en la construcción de una casa. El plano, las herramientas, los materiales, el cimiento y el edificio mismo son algunos de estos aspectos. Yo sé que cada uno de nosotros podemos estar en diferentes fases en la construcción de nuestros hogares. Yo voy a trazar un modelo ideal a continuación que te ayudará. No te desanimes si has comenzado a construir muy tarde. Jackie y yo también empezamos tarde.

El cimiento debe empezar a edificarse en los corazones de un joven y de una señorita que se consagran a Dios, escogiendo servirle con fervor y con un corazón puro. Entonces ellos empiezan su noviazgo y sus corazones siguen uniéndose en “un mismo sentir” (véase Romanos 15.5) y visiones similares.

¿Puedes ver la construcción de ese cimiento? ¡Cuánta firmeza! Es así como los dos contraen matrimonio y comienzan a edificar un nuevo hogar. Al continuar unidos en su andar con Dios, una hermosa edificación de paz, amor y santidad empieza a levantarse. Y cuando Dios les concede hijos entonces estos frutos son recibidos con mucho gozo y reverencia. Los padres se dedican a la tarea de criarlos según las enseñanzas bíblicas. De esa manera, esas pequeñas “plantas de olivo” son plantadas en un fértil y amoroso ambiente de amor. En medio de tales condiciones, los niños crecen y prosperan en la sabiduría y en el temor del Señor.

¿Puedes visualizar ahora la construcción de la casa? ¿No es hermosa? ¡Aleluya! Ese edificio santo sigue edificándose. Los padres oran mucho. Nutren y disciplinan a los hijos. Se necesita alrededor de treinta años para terminar la construcción, pero ¡qué bello el hogar que se construye!

Amados padres y madres, mi deseo es tal y como lo expresó Caleb: “Dame, pues, ahora este monte” (Josué 14.12). Sé que muchos de ustedes también anhelan lo mismo. ¡Lo bueno y lo más excitante es que Dios nos lo ha concedido! Levantémonos por fe y busquemos de todo corazón poseer un hogar así para la gloria del que lo edifica, el Señor Jesucristo. ¡Tomemos en nuestras manos las herramientas y empecemos a construir con una visión viva en nuestros corazones!

¡No puedo!

Yo he escuchado estas palabras a menudo cuando predico sobre la vida hogareña y la crianza de lo hijos. Muchos dicen: “No veo cómo yo pueda cumplir tal tarea. Ni tengo las habilidades para lograrlo. Por favor, ¡ore por mí!”

Comprendo a los padres que dicen estas palabras. Muchas personas sinceramente se sienten abrumadas al escuchar algunos sermones y al leer libros con relación a la crianza de los hijos. Y es verdad que muchas veces estos padres realmente no tienen los dones personales para lograr tal meta.

Sin embargo, pongámonos a cuentas por un momento al estudiar algunas de las historias del Antiguo Testamento. Por ejemplo, consideremos la construcción del templo en la época de Salomón y la construcción del tabernáculo en los días de Moisés. ¿Sabías que Dios les concedió su Espíritu y su sabiduría a los obreros para que ellos pudieran construir el tabernáculo en la forma exacta que él deseaba? (Véase Éxodo capítulo 31.) El Espíritu de Dios también llenó a los obreros que construyeron el templo en los días de Salomón. Dios les concedió habilidades especiales para que ellos pudieran construirlo exactamente como David lo deseaba en su corazón.

Muy bien, ahora reflexionemos sobre esto un momento. Si Dios se preocupaba tanto en lo referente a un tabernáculo y un templo terrenal de tal manera que él les proporcionó más gracia a los obreros, ¿cuánto más va a preocuparse de los pequeños templos: nuestros hijos? Dios desea morar en ellos. Debemos confiar que Dios derramará más de su Espíritu Santo, de su sabiduría, de su amor y de su fuerza en el corazón de cada madre y cada padre cristiano. A los que claman a él, seguramente Dios les dará esa sobreabundante gracia.

Sí, eres sincero al decir: “No puedo hacerlo”. No obstante, Dios quiere hacerlo por medio de ti. De esta manera él recibirá la gloria. A mí me parece que muchas veces no tenemos porque no pedimos. Y no pedimos porque no tenemos una visión. ¡No tenemos una visión de lo que Dios puede hacer a través de nosotros! Amados, esperemos a las puertas de la sabiduría, día tras día. Estoy seguro que Dios nos concederá los deseos anhelantes de nuestros corazones. ¡Debemos creerlo!

Oración

¡Oh, Padre Celestial, oye nuestro clamor! Reconocemos que tú eres el constructor maestro de la casa. Muchos de nosotros nos sentimos abrumados en este momento a causa de la urgente necesidad de tener una vida hogareña en nuestras familias que te agrade a ti. ¡Ten misericordia de nosotros y muéstranos lo que nos hace falta! Vemos claramente tu plan, pero cómo llevarlo a cabo nos tiene desanimados. Por favor, danos fe para construir con valentía los templos que tú quieres para una habitación futura. En el nombre del Señor Jesús, amén.