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La búsqueda de una descendencia para Dios

© 2004 por Denny Kenaston

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CAPÍTULO 4

Una visión motivadora

Sin profecía el pueblo se desenfrena;
Mas el que guarda la ley es bienaventurado.
(Proverbios 29.18)

En los días del profeta Samuel existió un estado desalentador de apostasía en la tierra de Israel. Los ministros de aquella época habían perdido su relación con Dios y la infidelidad se veían por todos lados. Para hacernos comprender cómo era la condición de ese entonces, Dios, en 1 Samuel 3.1, dice que “no había visión con frecuencia”. Aunque aparecen varios sucesos tristes después de este versículo, realmente no es necesario leerlos ya que estas palabras dan a entender todo en resumen: no había una visión profética y la gente se desenfrenaba. Parece ser que actualmente seguimos el mismo rumbo, porque no conozco palabras más descriptivas para resumir el cristianismo apóstata que está esparciéndose por todos lados.

¿Qué quiere decir “visión”? Se precisa de una definición para esta poderosa palabra, porque la misma se va a utilizar a menudo en este libro. De hecho, la esperanza y el futuro de tu familia se fundan en esta sola palabra. Al usar la palabra “visión” en este libro, me refiero a la imagen mental impresa en el corazón por el Espíritu de Dios. Así que, una visión es lo que se ve con los ojos del corazón. El apóstol Pablo la describe como “escrita (…) con el Espíritu del Dios vivo; (…) en tablas de carne del corazón” (2 Corintios 3.3). Una visión es la revelación espiritual de la mente y voluntad de Dios. Principalmente, tal revelación llega al hombre por medio de las Escrituras. Al leer la Palabra de Dios, los sueños y las visiones se encienden en nuestros corazones.

Un día estaba estudiando la palabra hebrea que se traduce como “soñar”. Me quedé sorprendido por su significado. En hebreo esa palabra también significa “sanarse; fortalecerse” (véase el “Diccionario expositivo VINE”). Así que, el sueño es un ideal o aspiración que puede sanarnos o fortalecernos. ¡Qué hermoso! Sabemos que los sueños y las aspiraciones obran de esa misma manera en la persona. Cuando alguien posee un sueño, él se vivifica y se energiza, y todo su ser se esfuerza en lo que ve y ambiciona. Esto es lo que quiero decir al utilizar la palabra “visión”.

Es muy probable que el versículo más conocido en la Biblia tocante a “visión” sea el que encabeza este capítulo. “Sin profecía el pueblo se desenfrena; mas el que guarda la ley es bienaventurado”. En la versión King James en inglés, la palabra “profecía” se tradujo como “visión”. Las dos palabras sirven igual, porque la profecía es el resultado de la visión. Al estudiar este versículo se revelará el problema de las iglesias actuales ya que ellas en general no ven lo que Dios ve y desea para las mismas. Hace falta la “visión con frecuencia” en nuestra tierra. Sí, tal visión espiritual del corazón ha desaparecido en muchos hogares e iglesias.

Las palabras “se desenfrena” quieren decir “deshacerse de restricciones”.

Tomando en cuenta todo esto, permíteme parafrasear este versículo en los siguientes términos: “Sin la visión espiritual que percibe la voluntad de Dios en el corazón, el pueblo anulará las restricciones, andará desnudo y vivirán como salvajes”. ¡Ay! ¡Qué semejanza a la degenerada condición de los actuales países americanos! Por supuesto, el fin de tal proceso es que el pueblo irá al infierno. A nosotros nos toca obtener y mantener hoy día la visión sublime de la voluntad de Dios y fijar los ojos del corazón en ella hasta que seamos motivados y activados a obedecer sus leyes. Sabemos que el proceso de degeneración empieza cuando un pueblo que conocía a Dios cesa de andar en una relación íntima con él. Luego, la visión del corazón se oscurece, porque es la presencia de Dios en el corazón la que la estimula. Y mientras la visión se oscurece, el pueblo empieza a desenfrenarse. Todos conocemos el fin de esto, ¿verdad? Así es cómo se explica la confusión que se ve en la mayor parte del cristianismo actual.

Todo lo que he escrito anteriormente es un prefacio para expresar la preocupación que llevo en mi corazón en cuanto a nuestros hogares. ¡Nos es preciso adquirir una visión motivadora para nuestros hogares! Solamente Dios puede concedernos tal visión, pero también nosotros debemos cumplir con nuestra parte. Cuando empezamos a gemir y clamar a Dios con una aspiración ardiente, él se ve constreñido a concedernos la revelación de su voluntad y de nuestra necesidad. Estoy convencido que la razón de la falta de fundamento y dirección en nuestros hogares se basa en la carencia de tal visión espiritual. Mi oración constante mientras escribo estos capítulos es que Dios nos conceda experimentar tal visión una y otra vez.

La importancia de tener esa visión es tan grande que no puedo recalcarlo demasiado. La lectura de este libro tiene que ser más que una mera cosecha de información. Las cosas nuevas que aprendemos al leer un libro generalmente perduran unas cuantas semanas y luego se esconden en medio de la muy ocupada vida cotidiana que llevamos. En cambio, una visión es capaz de transformar la vida y perdurará por muchos años. Al terminar la crianza de nuestros hijos, Jackie y yo habremos invertido cerca de cuarenta años en este proyecto (¡sin contar los años de ser abuelos, que seguirán a los años de ser padres!). Mi deseo es, “por gracia por medio de la fe” (Efesios 2.8), impartirte una visión para con tus hijos que arderá en ti y te consumirá durante muchos años en el futuro.

Meditemos sobre las obras o procesos internos de la visión inspirada por Dios. El Señor estimula y motiva a su pueblo a través de la visión. La Biblia está repleta de ejemplos de tales obras internas del Espíritu de Dios. Cuando Dios está por comenzar algo, él siempre lo comienza dando una visión al corazón de un hombre o de un pueblo. Cuando Dios le habló a Abraham, él le dio una promesa. Pero esta promesa contenía la visión de su voluntad. En efecto, Dios empezó a “llama[r] las cosas que no son, como si fuesen” (Romanos 4.17). Abraham las veía con los ojos de su corazón y empezó a actuar de acuerdo a esto. Así es cómo se efectúa la visión en el corazón del hombre.

Dios le habló al pueblo de Israel en Deuteronomio 28, pintándole un maravilloso cuadro de gente bautizada y rebosando de bendiciones. Ese capítulo se dio para que fuera una visión para todos los que quisieran verla, creerla y obedecer los requisitos que Dios les daba. Al estudiar la historia de ese pueblo se observa que en muchas ocasiones ellos fueron bendecidos en todas las facetas de su vida. Los que andaban según la visión que veían, recibían la realidad de una vida bendecida en cada faceta de la misma.

Bueno, estas obras internas se aplican también a nuestros hogares. La Biblia está llena de la revelación del corazón de Dios para con nuestros hogares. Sus promesas, su voluntad y sus visiones están esperando para nacer en nuestros corazones. Las visiones nacen cuando el Espíritu de Dios se une con la Palabra de Dios, vivificándola en nuestros corazones. La palabra neo-testamentaria para esta obra interna es la palabra griega jrema. Literalmente, esta palabra quiere decir: “Dios hablándome su Palabra”. Todos sabemos el gozo de tal experiencia, cuando parece ser que el versículo salta de la página para entrar en nuestro corazón. Sabemos que cuando sucede esto, es Dios quien nos habla personalmente a través de su Palabra. Como padres, nos toca buscar apasionadamente esas jremas para nuestras familias. Dios nos las va a conceder, pero a nosotros nos toca creerlo. ¡Él va a hacerlo!

El profeta Joel habló de un día venidero cuando el Espíritu de Dios se derramaría sobre el pueblo de Dios. Él describe los resultados de esta unción con descripciones hermosas y reveladoras. Una de estas descripciones fue que las personas iban a tener sueños y visiones. Esto se cumplió en el Pentecostés, cincuenta días después de la resurrección de Cristo. En aquel día, 3.120 personas fueron llenas de la promesa del Padre. Aquella unción y las visiones resultantes hicieron que esas personas llenaran a Jerusalén con la doctrina de Cristo y su resurrección. Todavía vivimos en la época del cumplimiento de la profecía de Joel. Nosotros debemos ser parte de la gente que está llena de las visiones nacidas por el mismo Espíritu de Dios. El Señor desea llenar nuestros corazones con sueños y visiones de hogares piadosos. ¡Es su voluntad y él está esperando concedernos más de lo que le pidiéramos!

Una enfermedad de la vista

En los últimos días del apóstol Juan, Jesús envió un mensaje a la iglesia de Laodicea a través de Juan. La iglesia de Laodicea estaba comportándose con tibieza, pero anteriormente había estado caliente y llena de la realidad de Cristo. Una de las quejas de Cristo fue que ella había perdido su visión. Espiritualmente, ya no podía ver. Además, había empezado a desenfrenarse y Cristo le dijo que ella estaba desnuda, desventurada y ciega (véase Apocalipsis 3.17). ¡Exactamente igual a la anterior descripción de Proverbios 29.18! La iglesia estaba perdiéndose. El consejo de Cristo para ella con relación a su ceguera fue “unge tus ojos con colirio, para que veas” (versículo 18). Fácilmente se entiende que Dios hacía referencia en estos versículos a los ojos del corazón. Él terminó su mensaje a esa iglesia implorándoles con palabras francas acerca de su verdadera realidad. Leámoslas lentamente y en voz alta:

He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo (Apocalipsis 3.20).

Estas palabras de Cristo a los hermanos y hermanas de Laodicea fueron agudas, pero veraces. Él estaba afuera de sus vidas, mirando hacia adentro. La realidad de un genuino compañerismo con él se había fugado. Su voz llamaba y llamaba, pero ellos no prestaban atención. De hecho, no querían escuchar y sus oídos oían pesadamente (véase Mateo 13.15). Mientras tanto, Cristo seguía implorándoles permiso para entrar, por medio del arrepentimiento. El Señor les dio la promesa de una comunión restaurada y les confirmó su amor.

Amado hermano o hermana, ¿dónde está tu visión? ¿Qué ves con los ojos de tu corazón? ¿Cómo te encuentras en este momento? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que escuchaste la voz de Dios por última vez? ¿Estás enfermo de tu vista, como lo estaba la iglesia de Laodicea? Ellos pensaban que todo andaba bien, pero la realidad era que en sus vidas eran unos vagabundos. Tal vez tú piensas que tales preguntas no deben aparecer en este libro. Sin embargo, estemos a cuenta: realmente yo sería un amigo muy poco amable si incitara a tu corazón en cuanto a tener una visión, sin enseñarte cómo lograrla.

Las visiones provienen de Dios. Él es el autor de cada una de ellas. Si no existe la realidad de una relación personal con él, entonces será muy difícil materializar y mantener una visión en tu corazón. Yo deseo que las instrucciones en los siguientes capítulos sean más que sólo una lista de “cosas que hacer” para criar hijos para Dios. Lo que vamos a estudiar es de suma importancia porque Dios siempre precede la realización de sus propósitos con una visión. ¡Es muy excitante ver hacia dónde te diriges! Porque según el testimonio de Abraham, lo que ves es lo que vas a recibir. Pero si no puedes ver, entonces esto se convierte en algo problemático, porque no vas a recibir la promesa. Lo que tú seas capaz de ver ahora en tu corazón probablemente determinará el lugar donde estará tu familia dentro de cinco años.

Amados padres, ¡quebrantemos nuestros corazones ante Dios y pidámosle que nos dé una visión “con frecuencia” con respecto a nuestras familias! Es mejor llorar ahora que llorar en el futuro, cuando ya sea demasiado tarde. En los siguientes capítulos, yo voy a exponer la visión que Dios desea que tengamos para con nuestros hogares. Pero se nos precisa un corazón bueno y recto como se describe en la parábola del sembrador (véase Lucas 8.15).

Voy a terminar este capítulo con unas de las palabras más alentadoras escritas en la Biblia. Pablo, escribiendo a la iglesia de Éfeso, les amonesta con una proclamación rebosante acerca de Dios. Él escribió que Dios “es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Efesios 3.20). Si entiendo correctamente este versículo, se refiere a nuestros sueños y visiones. Pongámonos en una posición donde ese “poder que actúa en nosotros” pueda actuar en la vida de cada uno de nosotros. ¡Estando en tal posición, no hay límite para el poder de Dios!

Oración

Padre, me arrodillo delante de ti. Sé que tú me ves en este momento mientras estoy acá, meditando sobre lo que he leído. Amado Señor, ¡dame una visión para mi hogar! Yo te necesito desesperadamente para que obres en mi corazón en este preciso momento. Quiero seguir adelante con el resto de este libro, con mis ojos y oídos abiertos ante ti. Ablanda mi corazón, Señor, para que la visión de un hogar para ti pueda imprimirse en él. En el nombre de Jesucristo, amén.