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La búsqueda de una descendencia para Dios

© 2004 por Denny Kenaston

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CAPÍTULO 34

La tragedia eterna: hacer tropezar a los más pequeños

¡Ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!
(Mateo 18.7)

Cuán diferente son las leyes del reino de Dios con relación a las leyes de los reinos humanos! La verdad es que dondequiera que el hombre natural gobierne, muy pronto establecerá su propia autoridad y tratará de someter a todos los que él desea controlar bajo su dominio. Para nosotros es bastante claro que los discípulos fueron dominados por esta tendencia carnal, pese a que ellos caminaron junto a Jesús por algún tiempo. Jesús había venido a librarles de este pecado y de todos los pecados, pero ellos todavía no habían aprendido la realidad del principio de servir a otros por amor.

En el libro de Mateo, en el capítulo 18, se menciona cómo nuestro Señor Jesucristo procura iluminar el corazón y el entendimiento de los discípulos en cuanto a las leyes que gobiernan el reino de Dios. Y para lograr esto, él escogió a un niño, dándoles así un ejemplo de cómo son los súbditos de su reino. Por favor, trata de visualizar esta escena única. Allí mismo, la Eterna Palabra, el Dios Encarnado, se encontraba tratando de enseñarles a sus discípulos muchos de los aspectos del reino de Dios. Entonces él hizo venir a un precioso niñito ante la presencia de los espectadores y lo situó en medio de sus discípulos. ¿Acaso no te imaginas lo contento y feliz que pudo haber estado este niñito inocente que fue escogido por Jesús para enseñarle al pueblo acerca de las verdades de Dios? De hecho, el ejemplo de Jesús por medio de este niñito se ha convertido en una descripción profunda y maravillosa de lo que significa entrar al reino de Dios. La definición y la puesta en práctica de tal humildad en la vida de una persona son un factor determinante en el reino de Dios. Al humillarnos como ese niñito entonces podremos llegar a tener un lugar en el reino de Dios. Eso fue lo que dijo Jesús en Mateo 18.1–4.

Ahora bien, Jesús no sólo enseñó en ese capítulo acerca de humillarnos como un niño. Después de haber dado esas enseñanzas por medio de su ejemplo, entonces él se enfocó en la persona del niño. Aquí no podemos olvidar que era el mismo Dios quien estaba hablando. A mí me da la impresión que el corazón de Jesús rebosaba de gozo al contemplar a aquel niño parado frente a él.

Jesús nos enseña acerca del valor que tenía el niño que estaba parado en medio de ellos. Todavía hoy, Jesús valora de igual manera sus pequeños “corderitos”. Y es por medio de esa valoración que nos damos cuenta acerca del juicio que existe para los que hagan tropezar a sus “pequeños”. Te animo a que estudies todos los versículos de Mateo 18.1–14. No obstante, en este momento vamos a enfocarnos sólo en los versículos que se refieren específicamente a los niños. Vamos a leer los mismos y si es posible en voz alta:

Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe. Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar. ¡Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo! (…) Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos. (…) Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños (Mateo 18.5–7; 10, 14).

Yo a veces desearía no tener ni que hablar o escribir acerca de este tema. Sin embargo, es mi responsabilidad hacerlo. Al meditar en la situación que se vive en todos los países del mundo, yo me entristezco a causa de la piedra de tropiezo que muchos adultos son para estos pequeñitos. Lo que deseo que entiendan es que el pecado de los adultos es una piedra de tropiezo para los niños. Tal y como ya lo he comentado en otros capítulos, existen muchos padres que han abandonado a sus hijos, utilizando todo tipo de excusas carnales y muy dañinas. Y a raíz de esto es que muchos hijos se rebelan en contra de sus padres. Yo estoy convencido que esto aquí ha sido una de las causas con relación a las maldiciones que Dios ha enviado sobre nuestras tierras.

La profundidad del problema va más allá del aborto y la pornografía, aunque estos son males horrendos y debemos exponerlos y tratar a toda costa de guardar a nuestros hijos de los mismos. Yo me atrevo a afirmar que las naciones del continente americano tienen un punto de vista oscurecido y contaminado acerca del valor que se encierra en un niño. Es decir, la mayoría de estas naciones no miran a un niño con el mismo valor que Dios lo hace. Gracias a Dios que entre los verdaderos cristianos el aborto no es un problema, ya que nosotros estamos en contra de este tipo de asesinato. Pero sí existen otros problemas bastante trágicos que tenemos que mencionar.

Al leer los primeros catorce versículos de Mateo 18, yo oro para que el lector reciba la seriedad de las palabras que aparecen en este pasaje bíblico. Por supuesto, para que esto ocurra entonces cada lector deberá permitir que el Espíritu de Dios toque su corazón. Personalmente, yo siento en lo más profundo de mi corazón que esas palabras fueron escritas para mí. Yo estoy convencido que Dios permitió que esas palabras estuvieran ahí a causa de su amor por mis hijos. Este amor de Dios por nuestros hijos es tan grande que en estas palabras se revela su deseo de juzgar en un juicio divino a la persona que haga tropezar a alguno de esos pequeños.

Me parece que fue Bill Gothard quien concibió el siguiente refrán que define a la sabiduría: “Sabiduría es ver toda la vida desde la perspectiva de Dios”. Me gusta mucho esta sencilla, pero muy práctica definición de la sabiduría. Esta definición se puede aplicar bajo cualquier situación. Además, nosotros tenemos la Biblia para conocer la perspectiva de Dios en cada asunto.

Lo cierto es que por medio de Mateo 18.1–14 llegamos a conocer la alta estima que Dios les tiene a nuestros amados hijos. Dios tiene una valoración muy alta de cada uno de ellos. Si tú eres una persona que está haciendo tropezar a uno de estos pequeñitos entonces te ruego que busques ayuda, que te arrepientas y que cambies la manera de vivir para que el juicio que describe los versículos de la cita no te acontezca.

Hacer tropezar

Antes de entrar en el tema de cómo podemos hacer tropezar a nuestros hijos, yo pienso que será provechoso analizar el contenido de lo que significan las palabras hacer tropezar. Estas palabras quieren decir “poner en peligro de caer”, “detener”, “violar” o “escandalizar”. También se puede definir esta frase como “provocar a la ira”.

Al aplicar estas definiciones a los versículos de la cita, nosotros notamos claramente que podemos causar que nuestros amados hijos “caigan” o “se aparten” de Dios. Y les aseguro que el juicio de Dios caerá sobre nosotros si hacemos tropezar a nuestros hijos. Por favor, ahora te ruego que vuelvas a leer estos versículos de la cita y que pienses que los mismos fueron escritos especialmente ti.

Ahora yo deseo hacer algunos comentarios acerca de algunas de las causas por las cuales están tropezando los hijos de muchos padres que profesan ser cristianos.

El cristianismo tibio

Cuando Jesús reveló las necesidades que tenían las siete iglesias que aparecen descritas en el libro de Apocalipsis, él llamó a la iglesia de Laodicea como “tibio” pues “ni eres frío ni caliente” (Apocalipsis 3.14–16). Tal parece que esta iglesia ni era tan mundana ni era tan espiritual. En otras palabras, nosotros podemos decir que la misma era “religiosa” o tal vez era muy “formal”. Quizá esto se puede interpretar como que los miembros de esa congregación demostraban exteriormente las señales de su religión, pero Cristo estaba fuera del corazón de ellos. Cristo estaba rogando poder entrar en sus corazones y “cenar” con ellos. Yo deseo informarles que muchas veces este tipo de persona se siente satisfecha con respecto a su fe. Sin embargo, la misma no tiene la visión necesaria para ver sus grandes necesidades espirituales. Algo curioso es que este tipo de “fe” muchas veces le niega la instrucción a la siguiente generación.

Por otro lado, los hijos de este tipo de padres realmente no desean recibir tal instrucción ya que la encuentran aburrida. En cambio, los hijos de estos padres miran al mundo y las cosas del mundo con mucho entusiasmo, deseando en sus corazones poder gozarse en sus diversiones como “otros lo hacen”. Y por lo general, cuando ellos observan a sus padres actuando y hablando con esa fe tibia y falta de demostraciones del poder del Espíritu Santo en sus vidas, entonces sienten mucho rechazo por ellos y su fe seca. Es así que estos hijos cumplen con sus deberes u obligaciones “religiosas” porque tienen que hacerlo y no porque están convencidos que es lo mejor. Y quizá algunos de estos padres asisten a los cultos o servicios cristianos, pero tan pronto como terminan los mismos entonces vuelven a vivir su estilo de vida tal y como lo hacen aquellos que no profesan la fe en Cristo. Lo lamentable del caso es que cuando los hijos arriban a la época de su vida que comienzan a evaluarlo todo y a llegar a sus propias conclusiones entonces terminan por escoger al mundo y “las cosas que hay en el mundo”. Ellos se dan cuenta que el mundo tienes mejores cosas que ofrecerles para su vida material. De manera que es así que muchos hijos deciden escoger sus propios caminos y cuando llegan a los veinte años de edad o más ya se han convertido en unos mundanos por excelencia. Esto quiere decir que ya han optado por abandonar la fe de sus padres por completo.

Muy bien, yo deseo que se den cuenta que tales hijos han sido llevados al tropiezo. Ellos amaban a Jesús durante su niñez, asistían a la capilla y todas las actividades de la iglesia, cantaban los himnos de la fe con mucho entusiasmo y en ocasiones les hablaban a otros de la salvación en el Señor Jesucristo. Sin embargo, al llegar a cierta edad entonces ya todo eso se ha perdido y en muchas ocasiones la causa ha sido la tibieza en el cristianismo de sus padres. Yo me he encontrado con muchas de esas personas en mis viajes por varias partes del país. La mayoría de ellos me cuentan la misma triste historia. Al final, yo llego a la conclusión que es estos pequeños, ya sea de estatura física o de estatura espiritual, enfrentan muchos tropiezos a causa de la tibieza espiritual de sus padres.

La disciplina con enojo

En la mente del hijo que se castiga con enojo perduran heridas emocionales profundas y una confusión que puede arrastrar en su personalidad para toda la vida. Lo más probable sea que ese hijo crezca teniendo muchos conceptos de la vida completamente tergiversados. Quizá ahora no sepa lo que significa expresar un amor santo y hermoso hacia sus padres o hacia Dios. Además, el concepto que pueda tener de sus padres será muy confuso y hasta puede sentir odio y rencor hacia ellos. Lamentablemente, la imagen que este hijo se hará acerca de Dios podrá ser afectada a causa de haber recibido un castigo o una serie de castigos bajo los efectos del enojo de sus padres. ¿Cómo es que una persona deseará venir al Dios misericordioso y lleno de gracia si lo ve como un tirano? La realidad del caso es que muchos tienen temor acudir a Dios en arrepentimiento, pues lo conciben como alguien que siempre lleva una gran vara para golpear a los desobedientes.

Amados padres, es necesario reconocer que cuando les aplicamos un castigo a nuestros hijos con enojo les transferimos a ellos ese mismo espíritu de enojo y amargura que nosotros tenemos. Y al ellos crecer se convierten en personas odiosas, rebeldes y con una personalidad provocativa. La verdad es que estos hijos han sufrido tropiezos y alguien tendrá que ser responsable por lo que ocurrió en el corazón de ese hijo que recibió castigos indebidamente o bajo un ataque de enojo. Se ha demostrado que muchos de estos niños terminan en la cárcel, incluso antes de convertirse en adultos. No obstante, yo deseo que sepas que hay esperanzas en Cristo y que su sangre tiene el poder para perdonarte y también para limpiar tus recuerdos dolorosos del pasado. Es una lástima que muchos niños y niñas tengan que sufrir estas cicatrices emocionales durante muchos años. La verdad es que muy pocos de ellos pueden conquistar sus heridas emocionales y encontrar a Dios en medio de su búsqueda.

El divorcio y las segundas nupcias

El divorcio se ha convertido en una maldición para el “pueblo cristiano”. ¿Cómo puede ser que los seguidores del Cordero Inmolado practiquen el divorcio (que es algo tan malo) y que además ellos contraigan segundas nupcias mientras el primer cónyuge todavía vive (que es aun más pecaminoso que el divorcio)? En este libro no se tratarán estos temas en toda su totalidad y complejidad. Yo personalmente deseo que estos males no destruyan más a la sociedad y al género humano ya que los mismos dañan mucho a los hijos. La realidad es que el divorcio y contraer segundas nupcias mientras el primer cónyuge vive están haciendo tropezar a los más pequeños más que cualquier otra cosa. Se ha demostrado que donde hay divorcio también hay división y muchas contiendas. Y donde aparecen estos males también se afecta el nivel emocional de los hijos de la forma más cruel y dolorosa que se pueda pensar.

Por lo general, el espíritu del divorcio siempre ha obrado mucho antes que aparezca la separación “legal”. Lamentablemente, en muchos casos los abogados aumentan el odio entre las partes y se aprovechan de la situación. Y lo que muchas veces los padres no se dan cuenta es que una vez que ocurre la separación entonces los hijos se afectan emocionalmente al decidir en sus mentes todavía infantiles quién tuvo o no tuvo la razón entre mamá o papá. ¡Qué necedad! Es triste ver cómo a muchos niños de, por ejemplo, seis años de edad se les ha forzado a decidir con quién de sus padres desea quedarse. El divorcio constituye un tropiezo para este niño inocente.

Luego, para empeorar la situación, el padre o la madre del pequeño comienzan una “segunda” relación con otra persona. Me da mucha tristeza reconocer que en muchos casos es la misma congregación local la que provee este “nuevo amante”. ¡Qué pena, qué confusión y qué trauma! ¿Cuándo va a terminar esto?

Aquí es cuando los hijos de padres divorciados reciben nuevos padres, nuevos hermanos y hermanas, nuevos abuelos y un nuevo juego de problemas. Entonces sucede lo más deprimente de todo; los padres les invitan a “aceptar a Jesús”.

Mis amados hermanos y amigos, no me esconderé detrás de alguna palabrería barata para informarles que esto es bien feo y malo a los ojos de Dios. Simplemente es feo y malo porque es pecado. El único remedio para el pecado es confesarlo y abandonarlo por medio de la gracia y el amor del Señor Jesucristo. Es mi oración que ni ustedes que están leyendo este manuscrito ni nadie en el planeta tierra sea la próxima victima del divorcio.

Les escribo estas cosas con el objetivo de informarles lo que el divorcio hace en la mente y la vida de los hijos. Además, yo oro por todos ustedes de manera que aprendan a evitar cómo no poner a sus hijos en semejante posición social de ser parte de una familia “divorciada”. Sí, mis amados hermanos y amigos, el divorcio destruye a los hijos. La mayoría de las veces los hijos no son capaces de superar este dolor mental sin experimentar grandes cicatrices emocionales que hasta pueden quedar con ellos para el resto de sus vidas. Aquí es donde yo me doy cuenta que se está perdiendo a una velocidad espeluznante la valoración de los niños. Esto se ve a simple vista al notar que el deseo de conseguir a otro “esposo[a]” vale más que la destrucción emocional de un pequeñito. Yo pienso que si algo necesita ese padre o esa madre es un poco más de humildad, de quebrantamiento, de transparencia y sobre todo de arrepentimiento en lugar de un “nuevo esposo” o una “nueva esposa”.

El abuso verbal

Cuando pienso en los pequeñitos de Dios, yo reconozco que este punto me es una gran carga en mi corazón. ¡Son tantos los niños que crecen en un ambiente donde casi a diario escuchan las maldiciones verbales de parte de su padre o de su madre! ¡Cuán necio es decirles palabras odiosas y maldicientes a nuestros hijos! Sucede que el problema no es que muchos padres dicen esas cosas una sola vez, sino que las dicen una y otra vez, y cada vez que pasa las palabras son mucho más hirientes y dañinas. Y así hacen tropezar a sus preciosos hijos.

En este caso, Proverbios 18.21 demuestra que la “muerte y la vida están en poder de la lengua”. Lamentablemente, algunos padres les hablan muerte a sus hijos. Este tipo de abuso es un mal destructor y constituye un “veneno mortal” (Santiago 3.8).

Yo llevo muchos años siendo parte de un ministerio de consejería pastoral. A menudo tengo que casi detener las lágrimas que ya tengo en mi corazón cuando escucho a algunos jóvenes confesarme las heridas más profundas de sus corazones que han sido causadas por palabras maldicientes que salen de los labios de sus padres. En muchas ocasiones me ha costado trabajo creer que puedan existir padres que les hablen así a sus hijos. A continuación, les escribiré algunas de las frases que me han sido dichas por estas personas que todavía sufren las cicatrices emocionales. “Tú eres un estúpido y un idiota.” “Tú nunca vas a llegar a ser nada.” “Yo quisiera que nunca hubieras nacido.” Confieso que se me hace un nudo en la garganta al escribir cosas así.

Muchas veces se ha demostrado que los niños que crecen en medio de tales maldiciones, cuando maduran, llegan a convertirse en las mismas. A tales niños se les ha puesto una piedra de tropiezo en sus vidas y cada uno de esos padres son responsables por ello.

Ahora les escribiré directamente a esos padres abusivos que maltratan de forma verbal a sus hijos. Por si no lo sabías, yo deseo que sepas que esas palabras que tú le dice a su hijo o a su hija no son meras palabras que se las lleva el viento, sino que son profecías escritas de forma cruel en la personalidad de ese hijo o de esa hija que algún día las reflejará en lo externo. Por favor, sepa que es por medio de la sangre del Señor Jesucristo que sus hijos pueden experimentar una transformación de sanidad en sus personalidades. Sin embargo, por favor, no maltrate a sus hijos para que no haya necesidad de ponerles un tropiezo en sus vidas. ¡Hágalo por amor a Cristo y a ellos mismos!

Todos nosotros sabemos que si un padre o una madre le cortara una de las piernas a su hijo entonces las autoridades le encarcelarían. No obstante, ahora les hago esta pregunta: ¿Qué será peor, ser un mutilado físico o un mutilado emocional? Mientras soy testigo de tantas lágrimas de mutilados emocionales en casi cada una de mis sesiones de consejerías, yo me pregunto: ¿Por qué las autoridades no están encarcelando a todos esos abusadores verbales que mutilan las emociones de sus hijos a diario? ¡Padres, ya es hora que se arrepientan de tanta maldad y abuso! Yo reconozco que les escribí algo duro, pero ¿por qué no piensan mucho más en las vidas de sus hijos antes de abusar de ellos verbalmente?

El abuso sexual infantil

En este caso el dolor interno de mi corazón aumenta y me hace llorar. ¡Esto es una monstruosidad! Yo detesto tener que escribir estas cosas. Sin embargo, lo hago como una denuncia a las conciencias de aquellos que practican tal crueldad y a su vez como una advertencia para aquellos que sus corazones en tinieblas maquinan ese mal. En otras palabras, es mi responsabilidad exponer este pecado tan destructor. Yo deseo que sepas que el abuso sexual a quienes son de tu propia sangre, a tu propio hijo o al hijo de otro, es casi el mismo núcleo del abismo del paganismo y el salvajismo carnal que serán destruidos en el infierno. ¡Qué oscuridad tan grotesca! Y lo más confuso de todo esto es que se ve hasta en algunos que profesan ser “cristianos”. Yo no me escondo detrás de nada para denunciar que muchos de estos tiranos sexuales se encuentran admitidos en la membresía de alguna congregación “cristiana”. Sí, ellos asisten a la iglesia, cantan, ofrendan y ayudan al prójimo, convirtiéndose en grandes hipócritas y sucios delante de los ojos de Dios.

Las mutilaciones que el incesto causa al corazón y las emociones humanas son acciones criminales. Muy pocos niños se recuperan en su totalidad de tales abusos. Yo he predicado muchos sermones de avivamiento donde siempre encuentro un espacio para tocar acerca de este tema tan doloroso. Además, yo he aconsejado en mis sesiones de consejería a muchas personas sinceras que todavía están luchando emocionalmente por dejar atrás los recuerdos tan terribles del abuso sexual que les causó un adulto mientras eran niños inocentes e indefensos. Reconozco que he aconsejado a muchos de ellos que, aunque ya han pasado los 40 ó 50 años de edad, todavía no pueden prosperar en su caminar con Cristo. Cuando se les pregunta acerca de esa experiencia tan horrible, las lágrimas corren por sus mejillas y confiesan que “les ha sido muy difícil olvidar que fueron abusados sexualmente” por un familiar o algún conocido de la familia. Quizá ha sido su propio padre o su madre a alguno de los tíos o un amigo de confianza de la familia. La realidad es que lo más probable sea que ese niño nunca lo olvide. ¡Eso es hacer tropezar a un pequeño de Dios! Yo tengo que confesarles que en alguna que otra ocasión he sentido algo de enojo en mi corazón al escuchar tales confesiones. Por supuesto, lo que hago es ponerme a llorar a la par de tal persona que ha sido presa de sus recuerdos negativos quién sabe por cuánto tiempo. Yo he estado presente en alguna sesión de consejería mientras la persona que me ha confesado acerca del abuso sexual durante su niñez se ha puesto a llorar durante más de treinta minutos. ¡Cuánto dolor! A estas personas se les ha puesto un tropiezo durante su niñez.

Yo sé que alguien debe arrepentirse por este hecho. Padres, madres, hermanos, hermanas, tíos, abuelos, primos y amigos de la familia: ¿Acaso su ojo o su mano están haciendo tropezar a algunos de los corderitos de Dios? Les advierto que nadie que haga esto sin arrepentirse y dejar de hacerlo escapará el juicio terrible del Dios Altísimo. ¡Es tiempo de quebrantarse incondicionalmente ante Dios! Él tiene “una piedra de molino de asno” (Mateo 18.6) que te espera si tú no te arrepientes.

Y si alguno de ustedes que está leyendo este libro en este momento reconoce que has hecho algo así en la vida de uno de los pequeños de Dios y sientes un dolor muy grande como de arrepentimiento, arrepiéntete. Dios te perdona de tu pecado, si te arrepientes y dejas de cometer tal pecado. Además, tú mismo puedes convertirte en una llave importante para abrir el camino de la sanidad emocional de tu hijo o de tu hija que han sido llevados al tropiezo. Por favor, confiesa tu pecado y arregla cuentas con Dios y con tu hijo o tu hija que ha herido emocional y físicamente.

Bueno, yo pienso que he sido fiel en “anuncia[r] a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado” (Isaías 58.1). Ya puedo seguir adelante con este mensaje de aviso que Dios ha puesto en mi corazón.

Exasperar a los hijos

Una de las definiciones que contiene la frase de hacer tropezar es “hacer enojar”. O sea, “exasperar”. Este pecado se menciona en Efesios 6.4 y en Colosenses 3.21. Y este tipo de pecado se manifiesta de distintas formas en el hogar. Por ejemplo, si los padres guían el hogar bajo un espíritu legalista entonces los hijos se frustran y se exasperan. Del mismo modo, algunos padres se mofan de sus hijos hasta que ellos se enojan y tropiezan. Muchas veces se ha dado el caso de algún padre reírse al ver a su hijo o a su hija enojados. ¡Oh, padres! Yo ruego a Dios que a ninguno de ustedes les plazca esta clase de exasperación para con sus hijos. ¡No olvida que llegará el día cuando tu hijo o tu hija tengan los recursos, la fuerza y el conocimiento para vengarse de ti! Por lo menos, yo deseo que sepan que ustedes podrían estar criando a alguien que a causa del entrenamiento que han recibido de parte de ustedes así mismo harán para con ustedes y otros. Sus hijos pensarán, hablarán y actuarán de la misma manera que han aprendido de ustedes. Sépase que el niño que es exasperado por su padre o su madre pensará que así mismo actúa Dios.

Por otro lado, yo estoy seguro que una de las causas más comunes con relación a exasperar o hacer enojar a nuestros hijos es al negarles una buena crianza, una crianza que se fundamente en el amor y también en la disciplina bíblica. La realidad demuestra que lo único que muchos padres saben acerca de la crianza de sus hijos es frustrarles y hacerles sufrir. Por favor, razona conmigo un momento sobre este asunto. Existen muchos padres que no se motivan en darles a sus hijos una buena crianza, pero sí quieren que ellos les obedezcan. De igual modo, existen muchos padres que no se interesan en aprender sobre el uso correcto de la vara, pero siempre desean aplicarla y hasta se deleitan en hacerlo. Lo que aquí ocurre es que el niño se cría con mucho miedo y eso lo hace actuar de una forma egoísta y hasta violenta. Luego, cuando estas acciones se hacen normales en la vida de este niño, el padre o la madre comienza a utilizar toda clase de palabras hirientes, palabras violentas, palabras maldicientes juntamente con toda clase de amenazas y una buena dosis de violencia.

Sabemos que tal “corrección” no solucionará el problema, sino que lo empeorará. Muy pronto, el hijo volverá a su egoísmo o a su violencia, y como consecuencia de eso el padre o la madre le propinarán un castigo con la vara con mucha frustración y enojo.

Tal caso de negligencia lleva al hijo a la exasperación. Por favor, noten que cuando los padres guían a su hogar de un modo reaccionario, la confusión y el desánimo reinan para destrucción de la paz y el amor en tal hogar.

Conclusión

Es mi deseo y oración que al leer este libro y sobre todo este capítulo que permitas que la voz de Dios en tu conciencia te lleve a encontrar la paz y el amor que Dios desea darte por medio del arrepentimiento. Yo deseo que cada pastor o evangelista que lea este capítulo advierta a todos acerca de la maldad en cuanto a hacer tropezar a un pequeño de Dios. ¡Por favor, no olviden que este tipo de pecado que hace tropezar a un niño pueda que jamás sea olvidado por él! De hecho, se conoce que algunas personas mueren “antes de [s]u tiempo” (Eclesiastés 7.17) debido a la amargura que les causó haber experimentado un tropiezo así durante su niñez.

Pero, ¿qué de los afectos eternos de algo semejante? Les informo que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos es una tragedia eterna. La eternidad nunca termina. Es mi oración que nadie que lea este libro se convierta en culpable de este pecado. Y si eso ha sucedido, ya conocemos lo que dice el Señor acerca de arrepentirnos y ser recibidos por él en perdón y gracia. ¡El Señor Jesús vino a salvarnos de nuestros pecados!

Oración

Padre Celestial, yo te doy las gracias por la clara revelación de tu corazón con respecto a los niños. Oro por todos los niños adoloridos física y emocionalmente y que han sido víctimas de la concupiscencia humana. Señor, ayúdales a traer sus heridos y devastados corazones a la luz para que así reciban tu sanidad divina. Oro también por los padres, las madres y por otras personas que hayan causado esta horrible opresión en los niños. Señor Jesús, descúbreles para que se arrepientan de su maldad. ¡Sánales, Señor! Sí, por favor, sánales en espíritu, en alma y en cuerpo. Te lo pido en el santo nombre del Señor Jesucristo, nuestro Señor y Salvador. Amén.