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La búsqueda de una descendencia para Dios

© 2004 por Denny Kenaston

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CAPÍTULO 29

¿Dónde están los hombres?

Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé.
(Ezequiel 22.30)

Tal y como lo declara el versículo de la cita, Dios necesita a tales hombres. De hecho, en cualquier parte de la Biblia encontramos que Dios está buscando a uno o más de ellos, pues él estableció que obraría a través de ellos para guiar a su pueblo. ¡Lo maravilloso de esta promesa es que Dios no hace acepción de personas! ¡Dios usa a cualquiera que esté dispuesto a rendirse a él!

Al leer la historia de la iglesia primitiva, nosotros podemos darnos cuenta que se nota que en aquella época la misma estaba llena de tales hombres piadosos que también eran líderes. A la iglesia primitiva no le faltaban hombres fieles que se pusieran del lado de Dios. Esto quiere decir que en aquel tiempo se puso de manifiesto lo profetizado en el Salmo 68.11 en cuanto a cuando viniera la presencia de Dios: “El Señor daba palabra; Había grande multitud de las que llevaban buenas nuevas.” ¡Imagínate una gran multitud de personas que profetizaban de parte de Dios! Así era en los comienzos de la iglesia de Jesucristo.

Sí, es cierto, Dios necesita de tales hombres consagrados; hombres dispuestos a negarse a sí mismos para servirle a él. “Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él” (2 Crónicas 16.9). Sin embargo, ahora yo deseo hacer la siguiente pregunta: “¿Dónde están estos hombres de corazón perfecto?” Yo he titulado este capítulo con una pregunta que indica lo mismo. Deseo que sepas que esta pregunta va mucho más allá de una simple respuesta ya que el peso de la misma recae sobre el hombre y lo hace a modo de un llamado. Dios sigue bendiciendo a la raza de Adán y las oportunidades para servirle son cada vez más variadas, pero, ¿dónde están los hombres que saben aprovecharlas?

Lo cierto es que esta simple pregunta ha llegado a ser muy común entre algunos de nosotros. ¡Tantas veces la he escuchado en los últimos años! Por ejemplo, yo me encontraba junto a varias personas que estaban sentadas en la sala de la casa de un hermano un domingo por la tarde y alguien mencionó la existencia de una “puerta abierta”, una oportunidad en espera de un hermano que se aprovechara de ella para glorificar el nombre del Señor. En aquel momento, yo recuerdo que no apareció el hombre que deseara entrar por esa “puerta abierta”. Por esa razón, el silencio se apoderó por un rato de los que nos encontrábamos en la sala hasta que alguien habló conmovidamente y lo hizo en forma de pregunta:

—¿Dónde están los hombres?

Pablo le escribió a Timoteo: “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Timoteo 2.2). Yo pienso que en aquella época de la historia no le fue difícil a Timoteo encontrar a “hombres fieles” a los cuales se les pudiesen encomendar los tesoros del evangelio. En el versículo citado al inicio de este capítulo, yo noto que existen cuatro generaciones de líderes. Pablo es parte de la primera generación, Timoteo de la segunda, los “hombres fieles” son la tercera y los “otros” son la cuarta generación. Fue por medio de hombres fieles como los descritos aquí que Dios pudo propagar la fe de una generación a otra en la iglesia primitiva. Al estudiar la historia de aquella época nos damos cuenta que Timoteo sí pudo hallar a otros hombres fieles y que estos hombres fieles sí les enseñaron también a otros hombres fieles.

Surge una carga en el alma

La pregunta que utilicé para titular este capítulo y el anhelo que mana del mismo fue algo que vino a mi corazón hace más de veinte años. Antes de este tiempo, mi carga estuvo oculta de mí y yo no pude observar la gran escasez de hombres fieles a causa de los numerosos fieles hermanos que servían en la Escuela Bíblica donde yo también tenía responsabilidades. A esta Escuela Bíblica asistían los jóvenes más fieles de todo el país que eran escogidos de forma rigurosa para estudiar la Palabra de Dios. Este grupo de jóvenes escogidos aspiraban a trabajar en la obra de Dios. Cada uno de ellos poseía un deseo ardiente por servir al Señor y era eso lo que más deseaban hacer en sus vidas. A decir verdad, yo no me di cuenta de la falta de hombres fieles hasta que me alejé de la mencionada Escuela Bíblica.

Recuerdo que estuve en cierta campaña de avivamiento y que pasé por una experiencia que me impresionó muy grandemente por el resto de mi vida. En ese momento, yo viajaba con Luis y Ralph Sutera, ayudándoles en la obra de avivamiento. En esa ocasión, nosotros nos encontrábamos en Morden, Manitoba, Canadá. Allí predicábamos en una capilla de la Iglesia de la Alianza Cristiana y Misionera. Ya habían pasado unas tres semanas de campaña, cuando Ralph me dijo:

—Vamos a tener un culto especial para las mujeres y yo deseo que tú les prediques.

Bueno, yo nunca le había predicado a un grupo de solamente mujeres y tenía dudas acerca de la capacidad que pudiera tener para cumplir tal petición. Sin embargo, consentí en hacerlo.

En aquella reunión, me sobrevino una carga especial en mi corazón a causa de la voluntad de Dios para las mujeres. Yo recuerdo exactamente que fue una noche de martes y cerca de 400 mujeres se habían reunido en el auditorio de aquella capilla. ¡Nunca olvidaré esa experiencia! Me paré ante aquellas mujeres, temblando y con una carga inusual en mi corazón. Como escribí anteriormente, ya habíamos realizado reuniones de avivamiento durante tres semanas consecutivas y las mujeres que habían asistido a las mismas eran como esponjas ante la Palabra de Dios.

Les prediqué a aquellas amadas mujeres sobre el poder que tiene un espíritu sumiso y les compartí los mismos principios que escribí en el capítulo 26. Les dije que Dios tenía poder para infundir en sus vidas y que si ellas se ponían en el lugar que Dios les había ordenado entonces él les concedería ese poder. También les dije que ellas pueden influir mucho en la vida de sus maridos si aprenden a someterse a ellos. Les amonesté a que dejaran de forzar a sus maridos y que permitieran que Dios hiciera la obra.

Así prediqué con mucha libertad y recuerdo que después les hice una invitación para que pasaran adelante si necesitaban ayuda espiritual acompañada del consejo y la oración. ¡Tan sorprendido me quedé al ver a tantas y tantas mujeres ponerse de pie y pasar al frente de la congregación y orar con lágrimas en los ojos! Cerca de 200 mujeres respondieron a esa invitación. ¡Eran tantas que ya no había espacio para todas! Ellas lloraban y clamaban a Dios, confesando sus errores y quebrantando su corazón por las necesidades en sus vidas. Tengo que confesar que me quedé sorprendido al ver aquel celo de ellas por Dios y su Palabra.

Entonces dos días después de esa reunión se realizó otra reunión, pero en este caso era para hombres. En esta ocasión se presentó un mensaje especialmente para ellos, desafiándolos en cuanto a sus responsabilidades. Bueno, no debes olvidar que anteriormente hice mención que aquella campaña se había estado desarrollando durante tres semanas y que supuestamente los hombres que aún asistían a estos servicios de seguro que habían sido avivados.

Yo no prediqué el mensaje para los hombres, pero sí estuve presente durante la predicación. A ellos se les compartió un mensaje similar al que se les había compartido a las mujeres y luego se extendió la misma invitación. Allí sólo tres hombres respondieron ante el llamado y pasaron al frente. Yo me quedé asombrado a causa de la respuesta tan fría y ese suceso fue el motivo para que este capítulo llevara el título que le puse. A raíz de esa experiencia, el Señor puso una carga en mi alma acerca de la voluntad de Dios para los hombres. Mi corazón clamó al Señor: “¡Dios! ¿Dónde están los hombres? ¿Por qué no están respondiendo a tu Santa Palabra?”

Por cierto, yo había sido testigo de las lágrimas de las mujeres que respondieron al llamado del mensaje que se les había predicado dos días antes. Ellas esperaron con mucha paciencia y quebrantamiento de espíritu, haciendo una gran fila para formularme sus preguntas después del mensaje. Con las lágrimas rodando por sus mejillas, algunas de ellas me dijeron:

—Hermano, yo no sé qué hacer. Me parece que mi esposo no ama a Dios. Él no es un líder en el aspecto espiritual y no sé qué debo hacer. Por favor, ¿puedes tú ayudarme en cuanto a lo que debo hacer?

Como escribí anteriormente, yo fui testigo de todas esas lágrimas y ahora al ver la apatía de los hombres, me era casi insoportable.

Lo que comparto aquí no fue un caso aislado, aunque anhelo que así hubiera sido. Ahora ya han pasado más de dos décadas y durante el transcurso de este tiempo se me han presentado muchas oportunidades para predicarles a las mujeres acerca de la bendición que es aceptar su posición dada por Dios y someterse al hombre. No obstante, la misma escena con relación a la reacción de las mujeres y la reacción de los hombres se ha repetido una y otra vez. Nunca olvido que después de otro mensaje para las mujeres entonces nosotros estuvimos escuchando durante unos 25 minutos a una y a otra hermana que se ponía de pie y confesaba sus pecados. Ellas rogaron a Dios que les concediese recibir la gracia necesaria para poner por obra lo que se les había predicado. ¡Cuán gran bendición me fue ver que sus corazones estaban suavizados y enternecidos a causa de la predicación de la Palabra de Dios!

Sin embargo, poco después se predicó un mensaje desafiante para los hombres acerca de la posición que Dios les había dado y se habló acerca de los retos y las faltas que eran muy comunes en su caso. Pero muy pocos dieron un paso adelante en arrepentimiento por sus errores. Aquí también recuerdo que después de la predicación se les dio la oportunidad a los hombres para que confesaran sus faltas o dieran sus testimonios y no hubo acción alguna. ¡Nadie se puso de pie para hablar! ¡Ni siquiera un solo hombre! Otra vez mi corazón clamó a Dios, diciendo: “¡Dios! ¿Dónde están los hombres? ¿Qué pasa con ellos?”

En mis viajes a diferentes partes del país a causa del ministerio de la predicación de la Palabra de Dios, yo visito a muchos hogares diferentes. Me deleito en sentarme a conversar con las parejas de esos hogares. Muchas veces Jackie y yo nos hemos dado cuenta de algo y es que por lo general a los hombres les falta cierto fervor o quizá el interés o el deseo relacionado con las cosas espirituales. Al mismo tiempo, nosotros hemos detectado que en las mujeres hay un hambre sin saciar por las cosas espirituales y ellas nos hacen muchas preguntas. Una y otra vez, después de salir de ese tipo de hogar, yo miro a Jackie y ella me corresponde con su mirada para decir casi al unísono:

—¿Dónde están los hombres?

En cada una de estas ocasiones, los hombres estuvieron presentes, pero ellos no estaban preparados para compartir aquellas charlas. Amados hombres, les corresponde a ustedes mismos reconocer sus necesidades. En la Biblia está el conocimiento y la sabiduría para transformar sus vidas completamente. Puede ser que ustedes se sientan un poco abrumados a causa de sus faltas. Por favor, no se desanimen. Dios puede cambiarlo todo. Sin embargo, es necesario que cada uno de ustedes se levante en fe y se agarre fuertemente de las promesas de Dios. Los cambios que Dios quiere efectuar en sus vidas son de largo alcance. Esto quiere decir que son cambios que pueden influir en la tercera y hasta la cuarta generación después de ustedes. Existen muchos que pueden beneficiarse a causa de esas transformaciones que Dios desea obrar en ustedes.

Dios quita a los líderes como una
señal de su juicio

Una de las repuestas relacionadas a la pregunta que se hace en el título de este capítulo se halla en el libro de Isaías, capítulo 3. Cuando los hombres se apartan de Dios y de sus caminos, Dios mismo los juzga. Dios les quita a sus líderes. Esto también podemos saberlo debido al principio neo-testamentario que dice “a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará” (Lucas 12.48). A la persona que tiene algún talento y que no lo usa, Dios se lo quitará. Y a la persona que usa bien lo que tiene, Dios se lo aumentará (véase Mateo 13.12).

Porque he aquí que el Señor Jehová de los ejércitos quita de Jerusalén (…); el valiente y el hombre de guerra, el juez y el profeta, el adivino y el anciano; el capitán de cincuenta y el hombre de respeto, el consejero, el artífice excelente y el hábil orador. Y les pondré jóvenes por príncipes, y muchachos serán sus señores (Isaías 3.1–4).

Aquí nos encontramos con unos versículos muy apropiados a la luz de la pregunta que se hace en el título de este capítulo: “¿Dónde están los hombres?” En cierta forma estos versículos nos revelan parte de la razón por la que se ve tanta confusión en el mundo. Dios quitó de Israel algunas figuras muy importantes y en específico él quitó a los hombres que eran líderes del pueblo de Israel. ¿Por qué Dios lo hizo? Porque el pueblo se había apartado de él. ¡Qué juicio tan terrible! Nosotros sabemos lo que le pasa a un pueblo que no tiene líderes, ¿verdad? ¡El caos reina por todos lados! ¿Acaso no es éste es el mismo dilema del cristianismo actual? ¡Es tan difícil encontrar líderes fieles y verdaderos! Aun en la sociedad civil es algo raro encontrar a un líder con principios éticos y morales que obedezca a los principios de Dios.

En efecto, Dios le dijo a Israel: “Ustedes escogieron su propios caminos y no hicieron caso a mis palabras. Les avisé y les advertí, pero no me prestaron atención.” ¿Qué más podía hacer nuestro Dios Padre con sus hijos descarriados? ¿Qué haría un padre con sus hijos rebeldes? Muy bien, Dios les castigó. Es cierto que Dios les quitó el pan y el agua, pero además les quitó lo más importante que ellos tenían en ese momento; Dios les quitó a sus líderes. Así mismo hará Dios con su iglesia descarriada. Él quitará a todos los baluartes de la iglesia; al predicador elocuente, al que juzga con sabiduría, al que es eficaz en solucionar problemas dentro de la hermandad, a los ancianos sabios y a todos lo que de una forma u otra tienen dones de liderazgo o tiene responsabilidad de liderazgo sobre su pueblo. Dios hará esto si su iglesia comienza a alejarse de él.

Entonces, ¿quiénes quedarán para que guíen al pueblo? “Jóvenes por príncipes, y muchachos serán sus señores.”

Esto hace que mi mente medite en la situación actual de nuestros países. De hecho, yo pienso que esta profecía también se cumple en parte cuando esos niños de cuatro años de edad gobiernan a sus padres delante de todas las personas en público. La Biblia dice que “el joven se levantará contra el anciano”. Y esto ocurre cuando se pone a Dios a un lado y se rechaza su Palabra Santa.

Repito, el juicio de Dios con relación a los líderes también se pone de manifiesto en la iglesia del Señor. En Isaías 3.6–7 nosotros podemos encontrar una profecía que se ha cumplido muy a menudo en nuestros círculos cristianos: “Cuando alguno tomare de la mano a su hermano, de la familia de su padre, y le dijere: Tú tienes vestido, tú serás nuestro príncipe, y toma en tus manos esta ruina;(…) no me hagáis príncipe del pueblo”. Lo que esta profecía nos quiere decir es la simple verdad que llegará el tiempo cuando nadie deseará tener alguna la responsabilidad. Hoy en día en algunas congregaciones cuando alguno de los hombres es elegido para desarrollar algún oficio de liderazgo entonces se escuchan muchas excusas para no llevar tal responsabilidad. Algunos hasta se quejan, diciendo:

—¡Oh, no! ¿Acaso tengo que hacerlo?

Hace ya algún tiempo que visité el hogar de un hermano. Recuerdo que fue un domingo por la tarde. En ese lugar estaban presentes varios hermanos y todos platicaban acerca de quién tendría que predicar el sermón del servicio de esa misma noche. Por supuesto, ninguno de ellos deseaba hacerlo. Yo guardaba silencio, pues era alguien que tan sólo estaba de visita, pero me inquietaba ver que ellos trataban de despojarse de aquella responsabilidad. En mi caso, predicar es algo que hago con mucho gozo. Muy bien, ahora les detallaré una parte de la conversación de aquella tarde. Un hermano le dijo a otro:

—Bueno, hermano, ¿por qué no predicas tú esta noche?

—Yo pienso que el hermano “fulano” es quien debe predicar.

Entonces ese hermano “fulano” respondió:

—No, yo no tengo nada qué compartir. Hazlo tú.

Esta conversación continuó de este modo durante unos diez minutos. Para mí estaba más que claro, ya que veía que esas “columnas” de la iglesia no deseaban asumir su responsabilidad. Por fin, uno de ellos se rindió y consintió en predicar. Aunque yo guardaba silencio por ser simplemente un visitante, en mi corazón les gritaba: ¡Yo predicaré! ¡Para mí sería un gran placer predicar la Palabra de Dios esta noche!

Como ya lo he expresado anteriormente, escasean los hombres que tengan la voluntad de adentrarse en las cosas de Dios y de poner en práctica los principios de su Santa Palabra. Esto sucede principalmente ya que existen muchos hombres que les falta la unción del Espíritu de Dios en sus vidas. En otras palabras, la vida de Dios no arde en sus vidas. No hay fuego de Dios en sus corazones ya que muchos de ellos no están rendidos a él en una entrega total. Es por eso que no tienen voluntad o disposición para servir a otros en la obra de Dios. Se hace bien difícil encontrar hombres que estén dispuestos a rendirse ante la vida disciplinada que se demanda en la vida cristiana y que incluye aspectos como el estudio de la Biblia, la oración constante, la predicación en todo momento y una vida entregada al servicio del reino de Dios. Yo soy del criterio que el verdadero hombre de Dios siempre debe tener un pedazo de pan espiritual para compartir con los necesitados espiritualmente. No obstante, lo cierto es que muy pocos desean encargarse de esa responsabilidad… ¡se requiere demasiado esfuerzo!

¿Cuál es el resultado de tal conducta? El resultado se manifiesta por medio del juicio que proviene de la mano de Dios y que hace que exista una gran necesidad de líderes ya que los hombres han dejado sus caminos.

Entonces las mujeres se encargan
de “dirigir”

Como parte del juicio de Dios, cuando los hombres se alejan de él y de sus caminos entonces el Señor les quita el ungimiento que les ha dado de manera que así también va desapareciendo la autoridad espiritual del hombre junto a la sabiduría que les haya sido concedida. Es así como, después de haber sido despojados de su fuerza interna, los hombres tratan de ser esposos y padres eficaces, pero sin la unción o el poder de Dios. Aquí es cuando los hijos se rebelan contra el padre ya que él no tiene la autoridad espiritual ni la capacidad moral para ser el líder del hogar, de la congregación o de la sociedad. Y como resultado de todo esto es que las mujeres dan un paso adelante para tratar de ocupar “los espacios vacíos”.

Yo he escuchado tantas veces a alguna mujer decirme: “¿Acaso yo debo tomar la autoridad de mi hogar? Mi esposo no desea guiar los cultos familiares y tampoco le importa que yo los guíe.”

¿Cuál debe ser la respuesta apropiada para tal pregunta? La esposa ha sido lo suficientemente reservada al expresarse acerca de la irresponsabilidad de su esposo. Yo sufro en mi corazón a causa de ella y de sus hijos. Sé que ellos son cristianos y que desean respetar a “papá”. No tengo dudas que esta esposa desea respetar a su esposo, pero la verdad es que él es un neumático sin aire. Es por eso que yo le digo a la esposa con mucha cautela: “Pues si a él no le importa que usted se encargue de dirigir los cultos familiares entonces sigan celebrándolos usted y los hijos solos”.

No obstante, en mi mente yo sólo pienso lo que deseara decirle a tal hombre: ¡Hermano! ¡Despiértate! ¿Por qué no provees el pan espiritual para tus hijos? Además, yo me quedo con muchas dudas acerca de cómo esa esposa puede ser la guía del hogar y actuar con mucha cautela para no “herir” el orgullo de su esposo irresponsable. Yo pienso que tal esposo debe reconocer su falta y arrepentirse. Él debe volver su corazón hacia Dios y hacia su familia. Aunque se han dado muchas causas para que surja el movimiento feminista, yo estoy completamente seguro que la irresponsabilidad de muchos hombres es una de ellas. En muchas familias se han visto los casos de tantas y tantas generaciones de padres que han estado ausentes de sus hogares y hasta de otros que han estado presentes en cuerpo, pero ausentes en espíritu. En otras familias se ha dado el caso que sólo dos o tres generaciones ha sufrido de este mal hasta que se levanta un hombre que desea ponerse del lado de Dios. Lo cierto es que en la mayoría de estos casos las mujeres se han visto obligadas a “cargar” con las responsabilidades del hogar.

Estimados hombres, ¡tenemos que romper esta cadena que nos está deteniendo para tomar nuestra responsabilidad con seriedad! Nosotros hemos heredado cierta mentalidad de actuar con flojera cuando se trata de nuestras responsabilidades en el hogar y hasta en la congregación. Me es necesario exponer aquí que para empezar el proceso de liberación de esa cadena que nos ata, es necesario que cada uno de nosotros sepa reconocer nuestras propias faltas y que nos arrepintamos.

No sé en cuántas ocasiones he sido testigo de las lágrimas de una mujer que me ha dicho: “¿Cómo puedo ayudar a mi esposo para que llegue a ser un líder espiritual? Él es buen proveedor para la familia, nosotros tenemos una buena casa y él paga todos los gastos sin pesarle en nada. Pero, él no se hace cargo de las responsabilidades espirituales de la familia.”

Estimados hombres y hermanos, yo les estoy dando un buen consejo a tales esposas al decirles: “Hermana, usted debe tomar la posición de sumisión bajo la autoridad de su esposo. Por favor, aprenda a orar por él de una forma que toque el mismo corazón de Dios. Y nunca deje de honrarle.”

No obstante, yo tengo que confesar que en tales ocasiones siento mucha pena por tales esposas. Lo cierto es que sé que algunos de estos esposos van a herir y quizá hasta destruir a estas esposas virtuosas que desean vivir a los pies del Señor Jesucristo y que también desean lo mismo para sus hijos.

Para ti, hombre que lees lo que he escrito aquí, yo deseo que sepas que no es justo decirles a las esposas que deben humillarse y cumplir con su papel de siervas si tú no tomas en serio tus responsabilidades para con ella y con tu misma familia. Yo me pregunto acerca de ¿cuánto tiempo tendré que animar a estas amadas hermanas a que pasen por alto las faltas de sus esposos y que los honren a pesar de las circunstancias por las que ellas atraviesan? Me duele reconocer que muchas de estas amadas hermanas han vivido por muchos años como esposas virtuosas y nunca han tenido el privilegio de ver a sus esposos arrepentirse de sus faltas y pecados. ¡Despiértate, hombre!

Yo pienso que parte del problema es el orgullo que está en los corazones de nosotros los hombres. A lo largo de los años, yo he notado en las campañas de avivamiento que las mujeres siempre están más dispuestas que los hombres para responder al llamado de Dios, para quebrantar sus corazones y para confesar sus pecados públicamente. Tal parece que a los hombres nos parece demasiado difícil hacer lo que nos demanda la Palabra de Dios. ¿Acaso es que somos tan espirituales que no tenemos nada malo que confesar? A mi entender, yo sé que es el orgullo de nuestro corazón no quebrantado lo que nos hace actuar o vivir de esa manera.

Si tú, amado padre de familia, deseas experimentar un avivamiento familiar genuino entonces debes experimentar una reunión de avivamiento de la forma antigua. Esto quiere decir que toda la familia se reúne y el padre comienza el avivamiento, diciendo: “¡He fracasado! ¡He pecado! Por favor, perdónenme. He estado viviendo más interesado en otras cosas que en ustedes mismos que son mi propia familia. Yo dejé de poner a Dios de primer lugar en mi vida. ¡Por favor, perdónenme!”

Líderes producen líderes

En la historia del pueblo de Israel hubo ocasiones cuando esta nación estuvo llena de líderes. ¿Acaso alguna vez leíste la lista de los hombres valientes que tuvo David a su lado? Por favor, lee 2 Samuel 23.8 en adelante para que notes lo que trato de expresarte. El principio de “líderes producen líderes” es verdadero, ya sea en la relación del padre para con sus hijos o en la relación del que está en autoridad para con los hombres que están bajo su mando.

Existe una causa en cuanto a la gran cantidad de líderes que hubo en Israel en el tiempo de David. La verdad es que a causa que los israelitas eran líderes naturales entonces sus hijos llegaron a convertirse en líderes. Además, se nota que en la historia de estos hombres también los siervos de los líderes con el tiempo llegaron a convertirse líderes. Estimado lector, hay dos formas de solucionar el problema de la escasez de líderes que enfrentamos en la actualidad.

1. Por medio de un avivamiento genuino en general. Este tipo de avivamiento es uno donde el Espíritu Santo se derrama sobre el corazón de los hombres y cada uno de ellos es quebrantado al punto de no sólo arrepentirse de sus pecados, sino de dejar los mismos y vivir vidas transformadas que hagan temblar las obras de las tinieblas del mismo Satanás. Y como resultado se podrá ver una abundancia de hombres capaces de dirigir por medio de la gracia de Dios. Yo estoy seguro que cuando haya hombres así entonces cambiará el rumbo del cristianismo superficial que reina en la sociedad actual.

2. Por medio de un avivamiento sincero y personal que lleve a los hombres al punto de tomar en serio sus responsabilidades en el hogar. Esto quiere decir que ahora este hombre deseará tomar parte en las conversaciones espirituales y se interesará en todo lo que tenga que ver con la dirección de su hogar. Aquí me refiero a un hombre que actúa y que habla como un esposo y padre de familia que tiene la meta de criar hijos que sean parte de la descendencia que sirve y vive por Dios. Un hombre cuyo ejemplo inspira a otros a seguirle y que hace que sus propios hijos se levanten en fe y se conviertan en líderes. Cuando un niño crece en un hogar donde el padre es un líder entonces ese niño es bendecido por medio del espíritu de liderazgo que mana de su padre. No debemos olvidar que durante muchos años de la infancia de un niño su padre se convierte en su héroe. Este niño crece admirando a su padre todo el tiempo. Y así es como “de tal palo, tal astilla”. Aquí vemos un principio de los muchos que existen y que son enseñados en la Biblia que bien hacemos en aprovechar. ¡Así es como se edifica una descendencia para Dios!

Es mi deseo y oración que Dios ponga una carga sobre tu corazón con relación a estas verdades que estamos estudiando. Tal y como fue expresado al inicio de este capítulo, Dios está buscando hombres dispuestos que deseen entregarse en cuerpo y alma al servicio de su reino. Sé que hay muchos hombres que han testificado que desean entregarse de llenos al servicio de la obra de Dios y yo le doy gracias al Señor por cada uno de ellos. No obstante, tú tienes que entender que la obra de Dios empieza en tu mismo hogar. Es en tu propio hogar donde quizá hay personas que necesitan la salvación del Señor o que deben ser enseñadas en los caminos de Dios. Ahí mismo en tu hogar está la primera discípula, tu esposa. Tanto ella como tus hijos y hasta tus vecinos necesitan de tu testimonio para que o bien lleguen a alcanzar la salvación o se mantengan en ella.

Yo deseo que sepas que es la voluntad de Dios que cada uno de los hombres llegue a madurar. Aquí no solamente me refiero a madurar en carácter, sino a madurar en el conocimiento del Hijo de Dios. Dios desea que tú seas alguien que hayas aprendido a caminar con él en todas las áreas de tu vida. Por supuesto, para ello tú debes aprender a ser sensible a la dirección del Espíritu Santo. Un hombre maduro es uno que está lleno de convicciones basadas en la Palabra de Dios. De hecho, casi se puede decir que él no necesita que alguien lo dirija ya que lo que hace lo hace siendo guiado por las convicciones bíblicas que tiene escritas en las tablas de su corazón. Además, un hombre maduro ha hecho votos con Dios y mientras Dios le sigue dando más luz entonces él sigue diciendo: “Amén, Señor. Guíame y ayúdame a hacer tu voluntad.” Y aunque pasen muchos años, este hombre maduro seguirá diciendo: “Sí, mi Señor. Amén. Yo deseo hacer tu voluntad.”

Tales hombres que se rinden a la voluntad de Dios se describen como aparece en 2 Timoteo 2.2: “Idóneos para enseñar también a otros”. Un hombre así sabe cómo manejar su vida financiera. Es la voluntad de Dios que cada hombre sea estable en cuanto a sus finanzas. Esto significa que él sabe cómo ser un buen mayordomo de los bienes que Dios le ha permitido tener. Para algunos de ustedes, yo sé que esto significa que tendrán que hacer grandes cambios en el modo de manejar su dinero. Quizá muchos de ustedes tienen que prestarles una atención más de cerca a las muchas deudas que han contraído. Muchas veces pueden ser lo que yo llamo como “deudas necias”. Nosotros tenemos en nuestras manos la llave para glorificar a Dios ante el mundo al convertirnos en buenos mayordomos de los recursos que Dios nos da en esta vida. Una forma de honrar a Dios es al demostrar que somos siervos estables en la parte financiera de nuestras vidas diarias.

Una iglesia llena de hombres piadosos

Lo que voy a escribir sobre este tema trae un gran gozo a mi alma. ¡Qué tremendas posibilidades existen cuando el pueblo de Dios está lleno de hombres piadosos! Ahora te hago la siguiente pregunta: ¿Qué pasaría si todos los hombres tomaran en serio el asunto del liderazgo en el hogar? Imagínate cómo sería una iglesia que está llena de hombres piadosos completamente consagrados al servicio a Dios y que estén dispuestos a llevar con honor sus responsabilidades en el hogar. Yo estoy seguro que tal iglesia sería una asamblea poderosa en testimonio y con un énfasis apostólico. Sería una iglesia neo-testamentaria tal y como lo era la iglesia primitiva. De acuerdo a la historia, durante el comienzo de la iglesia cristiana, después de haberse derramado el Espíritu Santo sobre los primeros hombres, se levantaron muchos líderes que guiaron al rebaño del Señor y que enseñaron a otros hombres a hacer lo mismo hasta hoy.

Quizá tú seas de los que piensan que tal idea es un fanatismo religioso. Sin embargo, no es erróneo aspirar a convertirse en un líder de la iglesia si tal aspiración es para promover el evangelio del Señor sobre la tierra y para el beneficio de la iglesia del Señor Jesús. Es por eso que yo pienso que todos los hombres debemos estarnos preparando para tal trabajo. Un líder del pueblo de Dios debe ser:

• Un hombre maduro que camina con Dios diariamente.

• Un hombre que guía su vida por medio de las convicciones bíblicas y que lo demuestra en el manejo de sus finanzas, su trabajo diario y la forma que le proyecta a otros su anhelo de vivir en la voluntad de Dios.

• Un hombre que sabe tener un hogar ordenado donde tanto sus hijos como su esposa se mantienen sujetos fielmente y en amor bajo su autoridad y la autoridad de Dios.

Yo sé que esta lista puede ser alargada, pero pienso que lo que aparece escrito aquí es suficiente para demostrar la clase de líderes que Dios desea que seamos. Por medio de la gracia de Dios y con el paso del tiempo, cualquier iglesia que sea dirigida por tal clase de hombres llegará a ser estable. Como resultado de ello, esa iglesia experimentará la misma experiencia que vivió la iglesia primitiva.

Debería ser algo normal que la iglesia esté llena de hombres de Dios: profetas, pastores, maestros, evangelistas, hombres capaces de enseñar a otros y de guiar en todo momento. En la actualidad, en la mayoría de los casos, cada congregación tiene por lo general a uno o dos hombres dinámicos que la guían y los demás hombres sólo se mantienen sentados en las bancas. Tales iglesias no pueden llegar a ser iglesias neo-testamentarias. Es la voluntad de Dios que las iglesias sean tal y como lo era la iglesia primitiva. La iglesia primitiva estaba llena de hombres dotados, capaces de dirigir.

De igual forma, yo pienso que debería ser normal que cada cabeza de hogar tuviera un fuego ardiente en su alma de tal manera que las demás personas que viven bajo su techo reconozcan su posición de líder y su autoridad. Es mi oración que Dios le conceda un varón a cada familia y que este siervo se convierta en un padre capaz de proveerles a sus hijos palabras de parte de Dios en cada uno de los cultos familiares.

Pero, ¿dónde están tales hombres? El Espíritu del Señor está llamando a los hombres a levantarse en fe y a tomar las promesas de Dios en serio para que así tengan la visión divina con relación a convertirse en líderes en el pueblo de Dios.

Dios honra a los hombres

Desde el principio de la creación, Dios ha demostrado una y otra vez que él honra al hombre. ¡Así es como Dios lo hizo! Dios hizo a Adán para que él se convirtiera en el rey de la tierra. El Dios Creador puso a todas las cosas bajo la autoridad del hombre que él había creado a su imagen y semejanza. Por lo general, Dios todavía sigue guiando al mundo por medio de los hombres. Es así como no sólo se interpreta, sino que se ve claramente en las Sagradas Escrituras que Dios ha establecido que los hogares, la iglesia y la sociedad sean guiados por los hombres. Ahora bien, con esto que se ha expresado aquí no quiere decir que Dios no tiene un papel para las mujeres. Dios sí tiene un papel para las mujeres y ya lo hemos estudiado en los capítulos anteriores. Es la voluntad de Dios que la mujer se someta bajo la autoridad del hombre.

Sin embargo, amados lectores, donde mucho se ha dado también mucho se va a demandar. En varias ocasiones, yo les he dicho lo siguiente a las personas que no desean someterse a la autoridad establecida por Dios: “Yo siempre prefiero estar bajo la autoridad de otro que ser la persona que lleve la responsabilidad de dirigir”. Lo cierto es que hay una gran carga de responsabilidad que está relacionada con el cargo de dirigir a otros.

Todo esto es muy cierto, pero no por eso vamos a descuidarnos en cuanto a nuestra responsabilidad de guiar a nuestros hogares. ¡Es hora de despertar de esas actitudes de niños, de pensar como niños y de actuar como niños para poder convertirnos en los hombres que Dios ha diseñado que seamos!

Oración

Padre celestial, te pido, por favor, que bendigas a los hombres y les fortalezcas. Te ruego que les animes para que ellos deseen actuar conforme a tu santa voluntad. Es mi oración a ti, Padre santo, que ellos tengan un deseo ardiente de ser líderes en sus hogares. Que ellos tengan una visión de edificar hogares que te honren y te sirvan. Que sus hogares, Señor, sean un testimonio vivo de la descendencia piadosa que tú deseas para ti. ¡Oh, Señor! Yo te ruego que tú levantes a hombres de fe que tengan la capacidad, los talentos y el deseo de guiar a tu pueblo y que así enseñen a otros a salir por el mundo y predicarles a toda criatura el mensaje de salvación del evangelio. Te lo pido en el nombre del Señor Jesús, tu Hijo amado, Amén.