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La búsqueda de una descendencia para Dios

© 2004 por Denny Kenaston

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CAPÍTULO 27

Mi SEÑOR y mi señor

Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor.
(Efesios 5.22)

Como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor.
(1 Pedro 3.6)

El libro de Efesios nos da un vistazo glorioso y divino del hogar cristiano. Lo triste del caso es que muchas parejas que actúan sin discernimiento sólo usan esta revelación para corregirse el uno al otro y mostrarse sus deberes respectivos. Por lo general, tal abuso de las Sagradas Escrituras es contraproducente.

Los versículos que exponen el tema de la vida hogareña en Efesios 5 son la expresión de la visión divina dada a Pablo en cuanto al matrimonio bajo el Nuevo Testamento. Aquí se nos muestra la forma que debe funcionar la pareja que vive bajo el poder del Espíritu Santo. Cuando la dirección del Espíritu Santo fluye de ambas partes en una pareja entonces se desarrolla un matrimonio fuerte y gozoso.

Quizá el tema principal del enfoque de este libro de la Biblia es criar a los hijos para Dios y no tanto los deberes conyugales en el matrimonio. Sin embargo, yo considero que es muy difícil criar a los hijos para Dios en medio de un matrimonio “dividido” o que está falto de poner en práctica los mandamientos de Dios para el matrimonio. Una de las dádivas más preciosas que puedes darles a tus hijos es la de tener un matrimonio feliz. En uno de los capítulos siguientes, yo trataré de darles algunas instrucciones a los hombres con la ayuda de Dios. Pero en este capítulo les daré algunas instrucciones más a las mujeres.

Para ilustrar lo que dice Efesios 5.22, nosotros vamos a imaginarnos que estamos dentro de un hogar. En este hogar hay un sillón en la sala al que vamos a nombrar “el sillón de papá”. ¿Acaso no existe tal sillón en su hogar? Por lo general, cada esposo o padre tiene un sillón especial donde se sienta cuando está en casa. En mi casa hay tal sillón y toda la familia sabe que está reservado para mí. Bueno, no es que los otros miembros de la familia o visitantes no puedan usarlo, pero cuando yo estoy en casa tal sillón es “para papá”. Al regresar a casa luego de haberme ido por unas horas a causa del trabajo o al haber estado de viaje por unos días, yo me siento en ese sillón y así platico con mi familia.

Pues bien, imagínate que hoy en lugar de ser el padre de familia quien está entrando por la puerta de tu casa, será el propio Señor Jesucristo. Por otra parte, piensa que la esposa que saldrá a recibirlo serás tú misma. De manera que, para sorpresa de todos, ¡el Señor Jesús ha entrado a tu casa a la misma hora que tu esposo debía hacerlo!

Por supuesto, Jesús los saluda a todos de una forma tierna y cariñosa. Luego, él te comunica que esta tarde tomará el lugar de tu esposo. Entonces tal y como lo hace tu esposo, Jesús va directo a la sala y se sienta en “el sillón de papá”. ¡Qué sorpresa! ¿verdad?

De forma inmediata algunos pensamientos de reverencia vienen a tu mente y piensas así: El propio Señor Jesucristo ha entrado a mi casa y él está sentado en el sillón de mi esposo. ¿Qué puedo hacer para servirle mejor? Yo deseo con todo mi ser que esta meditación cautive a tu corazón. ¿Cuál sería tu reacción si esto fuera real? Considera la siguiente conversación imaginaria:

Tú (la esposa): —Señor, ¿hay algo que usted desee tomar en este momento?

Él (el Señor Jesús): —Pues, sí. Me gustaría una taza de té.

Tú: —¿Qué tipo de té desea, Señor?

Él: —¿Tienes té de menta? Me gusta mucho ese té.

Tú: —Sí, Señor, sí tengo té de menta. Ahora mismo voy a preparárselo.

Entonces te retiras hacia la cocina y al entrar en ella tu corazón siente el honor de tener al Señor Jesús en tu casa. De seguro que allí mismo exclamas de gozo: “¡El señor Jesús está sentado en un sillón en la sala de mi casa!” El Señor Jesús está presente en mi casa y está sentado en el sillón de mi esposo. Él me ha pedido una taza de té de menta. ¡Cuán privilegiada soy! Yo estoy seguro que tú estarías tan entusiasmada por tener el privilegio de hacerle un té de menta al Señor que buscarías la mejor taza y el mejor té que tuvieras en toda la casa. Además, tú le prepararías ese té al Señor con un gozo sin igual. Y mientras tanto, tú seguirías pensando: ¡No puedo creerlo! ¡El Señor está en mi casa y a mí se me ha concedido el honor de hacerle una taza de té! Entonces terminas de hacerle el té al Señor. Lo pones en la mejor vajilla que tengas en la casa y vas y se lo sirves al Señor. Al servirle su té, tú lo haces con una gran sonrisa, reflejando el deseo y el honor que tienes en tu corazón de poder hacer algo para él. Tú le demuestras cuánto gusto te da hacer algo por él cuando le entregas su taza de té de menta. Yo dudo que tú le entregues su té y te marchas. A mí me parece que tú le demostrarías al Señor que estás interesada en saber si le gusta el té y si él necesita algo más. ¡Él es el Señor! Sé que anhelarías quedarte un tiempo más delante de su presencia y así poder escuchar de primera mano lo que sea que él dijera. Vamos a imaginarnos otra conversación:

Tú: —Señor, ¿le gusta el té?

El Señor: —Está un poco caliente.

Tú: —¡Oh! ¡Lo siento mucho, mi Señor! Ahora mismo voy a la cocina y le traigo y trocito de hielo para enfriarle un poco su té.

Eso quiere decir que tú saldrías disparada para dirigirte a la cocina y buscar ese trocito de hielo que le enfriará un poco el té al Señor. Lo harás con entusiasmo y con mucho amor en tu corazón ya que se trata del mismo Señor Jesucristo. ¡Oh! ¡El Señor está en mi casa! Luego, ya que habías preparado la cena con la expectativa que tu esposo estaba por llegar y el que vino fue el Señor entonces de seguro que lo invitarás a cenar junto a tu familia.

Tú: —Señor, ya he preparado la cena. Nos gustaría que cene con nosotros. Es un privilegio muy grande tenerlo entre nosotros.

El Señor: —Sí lo haré, pues tengo un poco de hambre. Pero, te ruego que me disculpes por un momento ya que tengo que hacer una llamada telefónica importante. ¿Acaso puedes esperar por un momento para la cena hasta que haga esa llamada?

Tú: —¡Sí, mi Señor, por supuesto! Será un placer. La pondré dentro del horno para mantenerla caliente. Por favor, tómese el tiempo que desee para hacer su llamada. Nosotros podemos esperar.

¿Verdad que tratarías al Señor de esta manera? Ahora bien, yo te haré una pregunta: ¿Cómo tratas a tu esposo cuando él te pide algo o desea que tengas paciencia con algo? Si el Señor visitara tu casa, ¿acaso tú permitirías que esos pensamientos negativos que entran a tu mente cuando tu esposo te pide algo también salgan por tus labios en ese momento? ¡Yo no lo creo!

Amada hermana, estimada lectora, lo que hemos vivido gracias a la imaginación es simplemente una descripción de lo que se te pide en Efesios 5.22: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor”. Para ti debe ser una gran bendición servir y someterte a tu esposo tal y como servirías y te someterías al Señor Jesús. ¿Acaso no podemos parafrasear la siguiente frase? “En cuanto lo hiciste a tu esposo a mí también lo hiciste.” (Véase Mateo 25.40.) De acuerdo a la gracia de Dios, yo sé que sí puedes servir y someterte a tu esposo “como al Señor”. Por supuesto, yo pienso que debe ser lógico que tu esposo valga mucho más para ti que “estos mis hermanos más pequeños”.

A lo mejor piensas que yo tengo muy poca sustancia gris en el cerebro y que tu marido no es Señor con “S” mayúscula. Por otra parte, quizá tú dudes que debas tratarlo como tal ya que él no se comporta en nada parecido al Señor Jesús. Bueno, sea que pienses de una forma o de la otra, yo te animo a que no reacciones de una forma negativa. Al reaccionar negativamente a esta enseñanza entonces bien puedes perder la oportunidad de aprender un principio capaz de cambiar tu vida y la vida de tu esposo. Por favor, no olvides que aquí Pablo nos está compartiendo una visión divina acerca del matrimonio santo y agradable a Dios. Yo pienso que sería sabio que tú utilices la descripción que aparece anteriormente como una plomada para evaluar tu vida hogareña. Quizá al meditar en lo que dice la Biblia en Efesios y pensar en la descripción que acabas de leer te darás cuenta que algunas de las acciones, reacciones y actitudes hacia tu esposo no han sido las mejores. Lo cierto es que tú puedes imaginarte al Señor sentado en ese sillón de la sala de tu casa o en esa silla de tu comedor o en varias situaciones que lo meriten. Y no olvides que lo más importante no son las acciones mismas, sino el espíritu y la actitud detrás de cada una de esas acciones.

Con respecto a mí, al visualizar la descripción anteriormente mencionada me lleva a pensar que yo no merezco tal respeto. De hecho, ninguno de los esposos lo merecemos. No obstante, ahora te formularé las siguientes preguntas que estarán dirigidas a las mujeres: ¿Acaso piensas que tratar a tu esposo de esa manera hará de él un mejor o un peor hombre? ¿Piensas que ese trato lo alentará, o lo desanimará?

Algunas esposas temen que ellas puedan convertir a sus esposos en unos egoístas y tiranos al tratarlos de la manera descrita anteriormente. Pero, yo les voy a compartir mi experiencia personal en cuanto a este asunto. Cualquier esposo que reciba tal trato de parte de su esposa pensará no merezco este tipo de trato ni soy digno de ser respetado de la forma que ella me respeta. ¿Qué puedo hacer por ella? ¿Cómo puedo mostrarle mi gratitud por la forma tierna y amorosa que ella me sirve? Yo creo de todo corazón que la reacción de tu esposo será la misma que se describe en esas dos interrogantes, si tú le sirves de la misma forma como le servirías al mismo Señor Jesús.

Después de predicar un sermón que refleja el principio de esta enseñanza entonces por lo general yo doy a los oyentes la oportunidad de testificar lo que Dios les ha estado diciendo a sus corazones. Yo me he quedado sorprendido muchas veces al ver a los hombres ponerse de pie y responder a este llamado con lágrimas en los ojos. La mayoría de estos hombres se arrepienten de sus pecados al expresar que no son dignos de tener una esposa como la que tienen. Y casi siempre ahí mismo ellos hacen votos ante el Señor al expresar su deseo de convertirse en un mejor esposo y en un mejor padre.

Estimada lectora, mi deseo al expresar todo esto es para manifestarte que existe un secreto poderoso escondido en esta visión que Pablo nos comparte por la voluntad de Dios. Por supuesto, una visión así jamás podrá ser comprendida ni mucho menos descubierta por una mujer arrogante y egocéntrica. Sin embargo, la mujer que es capaz de obedecer la voluntad de Dios con relación a cómo tratar a su esposo hará que él se sienta más confiado para madurar, para crecer y para guiar a su hogar en el camino de la justicia.

El poder de un espíritu sumiso

Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa (1 Pedro 3.1–2).

Al continuar nuestro estudio sobre la influencia tan poderosa que hay en el papel que la mujer desempeña en el hogar, la iglesia y la sociedad se nos hace imposible pasar por alto los versículos que aparecen citados arriba. ¡Hay un tesoro muy rico escondido entre estas palabras divinas! Este tesoro está expuesto para todos aquellos que buscan con suficiente diligencia. Y yo confieso que no existe en mí el conocimiento completo como para dar a entender todas las riquezas que se encierran en estas palabras escritas en estos versículos. Yo estoy seguro que la interpretación y puesta en práctica de los principios que se expresan en estos versículos merecen la atención que puede abarcar un libro entero.

A continuación, nosotros vamos a seguir explorando acerca de la influencia tan poderosa que una esposa puede lograr en su esposo. Además, nosotros vamos a analizar algunos cambios que ella puede provocar en la vida de su esposo si ella confía, obedece y sigue fielmente al Señor en todos los aspectos de su vida.

Yo deseo que sepas de antemano que lo que trato de hacer es exponerte de forma clara la voluntad de Dios para contigo y así lograr renovar tu modo de pensar acerca de tu posición como mujer en el reino de Dios. Y desde el inicio deseo que sepas que tienes tantas posibilidades de encontrar satisfacción en la vida como las que tiene el hombre. Cuando Cristo rindió su vida de la forma que lo hizo, el mundo lo vio como un fracaso total. Sin embargo, de la forma humilde que él vivió y se dio a sí mismo se abrió el camino para que tanto los hombres como las mujeres pudieran ser transformados para siempre. De esta misma manera es que Dios muchas veces se revela al género humano por medio de sus siervos especiales que viven vidas en la humildad que Cristo vivió. El Espíritu de Dios se derramó sobre Cristo y él se rindió a la voluntad del Padre, voluntariamente. Esta entrega de Cristo al Padre puede ser considerada por el hombre natural como un “fracaso”. El Señor se humilló y fue exaltado. Es por eso que Cristo mismo constituye un ejemplo para todas las mujeres con relación a la enseñanza que se expone en 1 Pedro 3.1–2. La palabra “Asimismo” se refiere a la entrega total de Cristo que se menciona en el capítulo anterior de esta cita (véase 1 Pedro 2.18–25). Por eso, de la misma manera que Jesús entregó su vida por los demás, quienes realmente no lo merecían, ustedes, amadas mujeres, permitan que el Espíritu Santo les llene y así puedan rendir sus vidas como sacrificio vivo por sus esposos.

¿Cómo es que esto se lleva a cabo? En este caso Dios es bastante claro y directo. Dios no las llama a sufrir en una cárcel como mártires (aunque en ciertas ocasiones pueda que suceda si es la voluntad de Dios), sino que les dice: “estad sujetas a vuestros maridos”. Como ya he tratado de explicar anteriormente, la sumisión va mucho más profunda que la obediencia. Hay quien obedece por temor, pero hay quien obedece por amor. Actuar en toda sumisión es obedecer por amor. La sumisión es una actitud del corazón. Y es en esa misma actitud que yace el poder para cambiar. Aquí Dios está revelando cómo la mujer puede influenciar mejor a su esposo.

La palabra sujetar quiere decir “adaptarse”. Mujeres, adapten sus vidas, sus pensamientos y sus deseos a los de sus maridos. ¡En esto existe gran poder e influencia!

La palabra adaptarse quiere decir “conformarse”. Mujeres, conformen sus vidas a las de sus maridos. Se puede decir que la mujer debe adecuar su comportamiento, su actitud y su voluntad a las nuevas circunstancias que aparecen cuando ella entra en una relación de matrimonio con el hombre que tiene por marido. De hecho, ella se nutre y se cubre de la vida de su esposo, adaptándose mucho más para conformarse a él.

Considera el poder que tiene tal sumisión. Es tan potente que Dios mismo dice que esa actitud tiene la capacidad de ganar al marido perdido para el Señor sin la necesidad de palabras. Muchas esposas que tienen por esposo a un hombre perdido en el pecado cometen el error humano de tratar de convertirlo haciendo uso de la mucha palabrería, predicándole, rogándole o quizá tratándolo mal. Algunas lo hacen con la esperanza de hacerlo volver. Por lo general, lo que esto hace es obrar de forma opuesta. Este tipo de comportamiento de parte de la esposa incita al esposo a irse de su presencia y en algunas ocasiones para siempre. En muchas situaciones, el motivo que incentiva tal comportamiento es equivocado. Amadas mujeres, pongámonos de acuerdo en algo. Si el poder de un espíritu sumiso es tan poderoso que puede ganar a los maridos que andan perdidos en el pecado, sin la necesidad de expresar palabra alguna, entonces, ¿cuántos cambios maravillosos podrás lograr en tu esposo creyente al vivir diariamente teniendo tal espíritu sumiso?

En muchas ocasiones, las mujeres que profesan la fe cristiana han seguido el ejemplo de las mujeres paganas y mundanas al maltratar a sus esposos o manipularlos con el fin de provocar un cambio en su forma de actuar. Sé que nosotros los esposos tenemos muchas faltas. En muchos casos, nosotros somos el producto de muchas generaciones de padres que han estado ausentes del hogar. Ya sea a causa de nuestra crianza o a causa de nuestro espíritu rebelde, tu modo de pensar no debe ser el que yo voy a cambiar a mi esposo, sino que deberá ser ¿cómo mejor yo puedo ser una ayuda idónea para él?

Vamos ahora a considerar el espíritu de sumisión y humildad que notamos en 1 Pedro 3.1–2. A continuación, yo voy a hacer notar algunos puntos de estos versículos:

1. Primero, nosotros tenemos el ejemplo de la sumisión de nuestro Señor Jesucristo. Es necesario que cada uno de nosotros sigamos e imitemos su ejemplo.

2. En segundo lugar, la palabra “sujeta” nos ilumina en cuanto a la actitud que una esposa virtuosa debe desarrollar en su vida diaria. La vida de ella debe adaptarse a la de su esposo.

3. En tercer lugar, esta actitud de sumisión se manifiesta en todas las áreas de la vida de la esposa, y su esposo lo nota.

4. En cuarto lugar, la actitud y las acciones de sumisión de parte de la esposa virtuosa se unen a un temor reverente hacia el esposo como al mismo Señor Jesús. Esa actitud impresiona poderosamente al esposo.

5. En quinto lugar, la vida de Cristo se manifiesta en ella desde lo profundo de su corazón para desear complacer a su esposo terrenal y a su Esposo celestial. Su testimonio diario se convierte en un imán que atrae mucho más al esposo a desear ser lo mejor para ella y para la familia.

6. En sexto lugar, se nos recuerda por medio de estos versículos que las mujeres piadosas de la antigüedad se ataviaron con un espíritu sumiso.

7. Y por último, a nosotros se nos da el ejemplo de Sara, cuyo testimonio virtuoso le enseñó a llamarle “señor” a su esposo.

Yo deseo repetir lo que expliqué antes y lo que pienso que nos dice la Biblia en este pasaje y es que el esposo puede llegar a ser influenciado tremendamente por una esposa virtuosa que no necesita decir muchas palabras, sino que vive una vida ungida y dirigida por medio del Espíritu Santo. Cada mujer tiene la capacidad de convertirse en una revelación viva de la Palabra de Dios en su hogar. Es más, yo pienso que es correcto decir que el Señor Jesucristo viene a vivir en tu casa por medio de tu conducta “casta y respetuosa”. ¡Aquí está el secreto que Dios te da para que logres atraer a tu esposo y que él se convierta en la clase de esposo que tanto deseas tener! ¿Acaso estás dispuesta a poner en obra lo que Dios te enseña en la Biblia? ¿Acaso crees de todo corazón lo que Dios te enseña para tu propio beneficio? Repito, tú nunca lograrás cambiar a tu esposo “haciendo” que él cambie ni mucho menos utilizando un lenguaje o algún método no descrito en la Palabra de Dios.

Terchafa

Muchos de ustedes han escuchado acerca de Carlos Spurgeon, el famoso predicador bautista que vivió en Inglaterra en el siglo XIX. Este hombre fue conocido como “el príncipe de los predicadores” a causa de su extraordinario don para exponer la Palabra de Dios. Lo cierto es que este hombre piadoso tenía una esposa notable. Ella es un verdadero ejemplo de lo que significa ser una mujer que actúa a la sombra de su esposo y que ha aprendido a adaptar su vida a la vida y los talentos de su esposo. La esposa de Carlos Spurgeon tenía un talento especial y además era muy inteligente. Ella conocía los idiomas hebreo y griego casi de la misma manera que tú conoces el idioma español. Yo estoy seguro que su vida hubiera alcanzado la fama del mundo sin haber estado casada con Carlos Spurgeon. No obstante, ella no buscaba esa fama, sino hacer la voluntad de Dios, adaptándose a la vida de su esposo. Ella era la esposa ideal para un predicador como él. Esta mujer piadosa ayudaba a su esposo a preparar los sermones que él predicaba con tanto poder y nunca nadie supo de esto en aquel tiempo.

Carlos tenía la costumbre de orar y así pedirle a Dios el texto bíblico para tomarlo como base y preparar su mensaje. Luego él llamaba a su esposa a su habitación de estudio para que ella hiciera uso de sus talentos. Carlos se sentaba en su sillón de estudio y ella buscaba todos sus libros escritos en hebreo y en griego de manera que pudiera asistirle mucho mejor en sus comentarios. Así era como él la escuchaba mientras ella leía en voz alta cada comentario que aparecía acerca del texto que Carlos deseaba estudiar. De esta manera, ella lo ayudaba a él a prepararse para el mensaje que luego predicaría con un poder extraordinario. ¿Acaso tú puedes imaginarte al señor Spurgeon sentado muy cómodo en su sillón de estudio mientras su esposa le leía durante varias horas seguidas? Después que él se sentía satisfecho con lo que tenía entonces se quedaba solo en su habitación de estudio y se entregaba en oración a Dios de manera que el Espíritu Santo lo capacitara para poner todas las ideas en orden en forma de un bosquejo y así estar listo para predicar el sermón. Es cierto que cada esposa puede ayudar a su esposo de formas diferentes, pero lo importante es que ella actúe y hable como su “ayuda idónea”. Tomando en cuenta la vida de Carlos Spurgeon entonces se puede decir que Dios le dio una ayuda que fue idónea para él.

Pienso que es importante conocer otro dato de esta mujer virtuosa que Carlos tomó por esposa. Ella llamaba a Carlos por medio de un nombre muy especial y que yo deseo compartir con las mujeres que lean este libro. Esta esposa virtuosa llamaba a su esposo utilizando una palabra griega que en español bien pudiera pronunciarse como “Terchafa”. Esto quiere decir que en las mañanas, al despertarse, ella lo saludaba de esta manera:

—¡Buenos días, mi Terchafa!

Quizá este nombre no tenga sentido para nosotros, pero para ellos dos era un nombre muy distinguido y apreciado. La verdad es que Carlos y su esposa conocían bastante del idioma griego y ella encontró que ese nombre expresaba lo que su corazón sentía hacia su esposo. Terchafa quiere decir en griego “Reverendo”. De manera que cuando ella lo saludaba en las mañanas o cuando ella lo llamaba durante el día lo que le decía era “mi Reverendo”. “¡Buenos días, mi Reverendo! ¿Cómo estás mi Reverendo?”

Estimadas mujeres que profesan piedad, ¿pueden ustedes percibir el espíritu detrás de estas palabras? La Biblia reconoce tal espíritu como “un espíritu afable y apacible que es de grande estima delante de Dios”.

Hermanos, los sobrenombres que nuestras esposas nos ponen llevan un mensaje. Por medio de un sobrenombre como el que estamos leyendo aquí la esposa demuestra una hermosa actitud de honor, de amor, de respeto y de reverencia hacia su esposo. Y les aseguro que en parte esta reverencia de esa mujer virtuosa fue lo que hizo que Carlos fuera “conocido en las puertas” de Londres y casi del mundo entero.

Nosotros conocemos por medio del testimonio bíblico que Sara llamó a Abraham “señor”. Yo me imagino que al ella encontrarse con él en las mañanas, le decía: “¡Buenos días, mi señor!” Ahora bien, esta palabra señor quiere decir “maestro, guía y líder”. En esa expresión se nota claramente la reverencia que Sara le tenía a Abraham.

Bueno, yo no sé cuál es el nombre que tú utilizas para saludar a tu esposo en las mañanas o para llamarlo o referirte a él durante el día. Pero es necesario que te informe que lo más importante es el espíritu y la actitud que se esconde detrás del nombre que utilices para llamar a tu esposo. Yo entiendo que entre la multitud de mujeres que existen en la tierra hay una gran diferencia en cuanto a la relación que cada una de ellas tenga para con su esposo. Puede ser que algunas no usen un nombre en especial para dirigirse a su esposo y que por medio de sus palabras y de sus acciones le demuestre que lo ama, que lo respeta y que lo admira por lo que es él y por quién es él. No obstante, yo deseo recordarles a todas que a causa de la enseñanza bíblica lo más importante es manifestar un espíritu de reverencia y de respeto hacia el esposo. Este tipo de relación de la esposa con su esposo debe manifestarse tanto en la actitud interna de la esposa así como en las palabras y las acciones de ella para con él.

¿Qué deseaba expresar la señora de Spurgeon al decirle a su esposo: “¡Buenos días, mi Terchafa!”? De acuerdo a lo que puedo discernir por medio de su actitud al ser su ayuda idónea, yo estoy seguro que ella le decía algo así como:

“Carlos, te amo.”

“Carlos, yo te estimo mucho.”

“Carlos, me importa todo lo que digas y lo que hagas.”

“Carlos, me gusta estar bajo tu autoridad. Tanto me gusta, que te voy a llamar con un nombre que exprese tu autoridad. Terchafa.”

“Carlos, estoy aquí para servirte y el deseo de mi corazón es vivir para ti.”

¿Qué piensas tú acerca de la reacción que pudo mostrar Carlos al recibir tal respeto de parte de su esposa? Yo estoy seguro que él se sentía como un rey en su hogar. ¿Acaso no piensas que Abraham se sentía como un rey en su casa? Cada hombre debe experimentar tal reverencia de parte de su esposa. Por supuesto, el hombre espiritual recibe tal reverencia con mucha humildad y no se comporta de forma orgullosa y egoísta. Este tipo de comportamiento hace que el hombre espiritual desee en lo profundo de su corazón vivir como un “siervo” de su familia, aunque sea el rey de su hogar. No obstante, como ya he planteado anteriormente, desde el punto de vista de la mujer su esposo es el rey del hogar y él debe recibir el respeto y la reverencia de ella.

La señora de Juan Rice: un ejemplo de una mujer virtuosa

La esposa de Juan Rice ya ha partido hacia su galardón eterno, pero las memorias que tengo de su vida están vivas todavía en mi mente. Yo deseo compartir un poco acerca de ella, pues su vida constituye otro ejemplo de una mujer virtuosa. Juan R. Rice fue un hombre de Dios que se convirtió en un famoso evangelista bautista, redactor de una revista cristiana y autor de cincuenta libros. Este hombre piadoso se conocía como alguien que amaba mucho a su familia. Juan y su esposa tuvieron seis hermosas hijas que también escogieron servir a Dios.

La verdad es que Juan fue un hombre muy ocupado en la obra de Dios y es por eso que él viajaba con mucha frecuencia. Muchas veces, Juan se marchaba de casa durante algunas semanas para predicar en algún lugar y luego volvía sólo para pasarse una semana en casa y salir de nuevo a predicar en otro lugar. Así es la vida de un evangelista del Señor y para Juan éste fue el llamado de su vida. Es por esa razón que pienso que a él no le fue posible poner por obra todo lo que he escrito en este libro acerca de la crianza de los hijos. No obstante, no caben dudas que cuando Juan estaba en casa entonces él era un padre fiel y muy bueno con sus hijas y esposa. Sin embargo, Juan nunca permanecía mucho tiempo en casa con su familia. A pesar de esto, a Juan se le conocía como un gran hombre de familia y él se convirtió en un ejemplo para muchos padres. Pero Juan tenía una gran ventaja. Juan Rice tenía una esposa virtuosa que supo adaptar su vida a la vida de su esposo.

La esposa de Juan Rice lo honraba a diario delante de sus hijas. Cuando ella hablaba de “papá” lo hacía con amor, con admiración y con mucho respeto. Cuando él partía de casa para otro viaje de predicación, ella reunía a todas sus hijas en un círculo y juntas oraban por “papá”. Esas niñas escucharon a su mamá orar algo así como:

—¡Oh Dios! Bendice a papá. Te damos gracias por permitir que papá esté ganando almas para ti. Nosotras estamos muy agradecidas por el privilegio de tener por padre a un hombre que te ama y que se ocupa en tu obra para alcanzar a las demás personas que no te conocen. Por favor, protege a papá y dale sabiduría para que gane almas para tu gloria y tu honra.

De tal manera sincera y amorosa oraba la señora de Rice. Por otra parte, se entiende que cuando ella se refería a su esposo, ya haya sido con sus hijas o con las demás personas, lo hacía de una forma muy reverente y respetuosa. A ella no se le escuchaba quejarse de su esposo ni mucho menos proclamar sus faltas a los cuatro vientos. ¿Cuál fue el resultado de su comportamiento y de su actitud? ¡Las hijas aprendieron de ese espíritu de sumisión que tenía su madre!

Ellas nunca supieron que la realidad era que su padre se había convertido en un hombre demasiado ocupado en la obra del Señor y que él debía invertir más tiempo con su familia. De hecho, Juan fue tan celoso del ministerio que Dios le había dado que probablemente nunca se dio cuenta que debía permanecer más tiempo con su familia.

La señora de Rice fue una verdadera mujer virtuosa, quien sin quejarse logró resolver las necesidades de su hogar y siempre lo hizo respaldando, bendiciendo y honrando a su esposo. El Señor le dio a ella el privilegio de vivir hasta la edad de 94 años. El señor Rice partió de este mundo primero que ella. Durante los últimos años de su vida, la señora Rice viajó por muchas partes de los Estados Unidos. ¿Qué crees que fue a lo que ella se dedicó mientras viajaba? La señora de Rice se dedicó a tener conferencias con muchas mujeres para exhortarlas de acuerdo a lo que aparece en Tito 2. ¿Acaso tú puedes imaginarte lo que ella les decía a las demás mujeres? Ella las animaba a que amaran y se sometieran a sus maridos, a que amaran a sus hijos y a que edificaran sus hogares por medio de la Palabra de Dios.

¿Acaso la honra se basa en la perfección?

El Nuevo Testamento nos explica bastante acerca de la honra. Según las enseñanzas del Nuevo Testamento, nosotros debemos honrar a los reyes, a las autoridades, a los padres, a los esposos, a las esposas y también dice que “a todos” (1 Pedro 2.17). Ahora bien, yo deseo hacerte la siguiente pregunta: ¿Acaso se nos dice en la Biblia que nosotros sólo debemos honrar a quienes viven honorablemente? Tú y yo sabemos la respuesta. La honra se basa en la posición y no en la perfección de la persona.

Si te encontraras caminando por una de las calles de la ciudad donde vives y de repente un policía hace silbar su silbato y te indica que te detengas, ¿qué harías tú? Lo más probable sea que tú decidas detenerte y esperar para saber lo que ese policía desea que hagas. Y quizá mientras más se acerca a ti ese policía entonces te sobreviene una actitud de respeto hacia él. ¿Por qué? ¿Acaso es porque él es un hombre perfecto, o es porque él ocupa una posición de autoridad dentro de la sociedad? A lo mejor ese policía se emborracha cuando no está trabajando. Quizá ese policía actúa como tantos en la actualidad que aceptan algún soborno de otra persona que ha violado la ley. Sin embargo, a pesar de sus faltas personales, nosotros lo respetamos debido a la posición que desempeña en la sociedad.

Otro ejemplo que pudiera utilizar para ilustrar esta gran verdad en cuanto a la honra debido a la posición y no a la perfección de la persona es en el caso que el presidente de tu país un día viniera y tocara a tu puerta. De momento, tú te apareces y al abrir tu puerta te das cuenta que quien ha tocado es el mismo presidente. ¿Qué harías? Me imagino que a lo mejor él recibirá el mismo trato que recibió el Señor Jesús en la descripción que escribí anteriormente. Yo estoy seguro que tus palabras y tus acciones estarían llenas de honra hacia la persona que tienes delante de ti, aunque sepas que no es perfecto.

Resumiendo esta parte bien se pudiera decir que la honra no se basa en la perfección, sino en la posición. Estimadas mujeres, es preciso que ustedes incorporen esta verdad en su vida diaria para el bien de su hogar. Existen muchas personas que saben lo que significa dar honra cuando se encuentran frente a un oficial con autoridad o cuando obedecen a cierta ley de los gobernantes, pero olvidan que la honra también debe practicarse en el hogar. Y lo peor de todo es que con la boca se les dice a los hijos que honren “a tu padre y a tu madre”, pero no se les enseña a honrar al padre por medio del ejemplo de la esposa.

Sí, estimadas mujeres, no hay ninguno de nosotros los hombres que seamos perfectos. Ninguno de nosotros merecemos la honra de parte de ustedes. No obstante, Dios nos enseña que las esposas deben respetar a los esposos. Si tú eres de esas mujeres que vive quejándose de su marido cuando él no está en casa y lo haces delante de tus hijos entonces no te sorprendas cuando veas comportamientos en ellos que demuestren que rechazan a su papá, que no lo respetan y que hasta lo odian. Yo ruego a Dios que en ese momento tu misma conciencia te hable diciendo: ¡No debes pensar ni mucho menos hablar así de tu marido!

Una triste historia del pecado
que se repite

Yo vivo en el condado de Lancaster en el Estado de Pensilvania. Este lugar es muy único en los Estados Unidos ya que aquí existen ciertas familias que por generaciones han vivido en la misma región durante 250 años. Es algo común encontrar a cuatro generaciones sucesivas de la misma familia que vivan muy cerca unas de otras. Yo me deleito cuando observo los rostros de las personas que integran cualquiera de estas familias y veo una semejanza en el parecer de su fisonomía. Además, me gusta conocer que de una generación a otra estas familias han sido capaces de preservar los oficios de trabajo y algunas buenas costumbres en el modo de vivir. Sin embargo, yo he encontrado que hay comportamientos que no son tan hermosos en algunas de esas familias. Es por eso que he decidido compartir en esta parte acerca de una triste historia. Yo deseo que sepas que esta historia es completamente verídica.

Había una vez una esposa muy malhumorada que vivía en el condado de Lancaster. Esta mujer no tenía por esposo a uno de esos hombres de Dios que se hacen sentir y que son conocidos en las puertas. Es más, ella lo deshonraba de forma constante. Esta esposa malhumorada siempre vivía quejándose de su esposo y lo único que hacía era darle problemas en lugar de ser parte de la solución de los mismos. A veces, ella le decía:

—Tú eres un estúpido y no puedes hacer nada. Jamás en mi vida he visto alguien tan torpe e inútil. —De ese modo degradante y deshonroso era que ella trataba a su esposo. Esta mujer pensaba que al tratar a su esposo de esa manera entonces a lo mejor podría cambiarlo. Sin embargo, lo único que ella logró fueron resultados negativos.

Esta mujer tenía hijas. Sus hijas veían este tipo de comportamiento en su madre durante su niñez. La madre de estas niñas no cuidaba su manera de hablar de su esposo delante de la presencia de ellas. Por supuesto, todas estas niñas amaban mucho a su madre. Ellas observaban todo lo que su madre hacía y decía y tal y como las niñas piensan en esa etapa de vida también estas hijas lo pensaban: Yo quiero ser tal y como es mi mamá cuando sea grande. Esto quiere decir que estas hijas veían con cierta admiración la forma cruel y carnal con la que su madre destruía a su padre día tras día.

El tiempo fue pasando y estas niñas llegaron a ser adolescentes y luego se convirtieron en jóvenes. Cuando las cosas no salían de acuerdo a sus deseos, ellas sintieron la libertad de hacerle saber a su padre las faltas que él cometía. ¡Qué gran dolor eso le causaba al corazón de ese padre al darse cuenta que sus propias hijas lo trataban tal como su esposa lo hacía! Estas muchachas comenzaron a tener la costumbre de corregir a su padre, de hacerle pucheros incluso delante de otras personas, de criticarlo por todo lo que hacía y de destruir por completo la poca capacidad de liderazgo que él tenía en su hogar. Lo cierto es que esas mismas muchachas ya maduraban en edad y comenzaron a tratar a su madre del mismo modo. Por supuesto, este comportamiento no era del agrado de aquella madre malhumorada. Ahora esta señora les decía a sus amigas de la congregación:

—No sé qué está pasando con mis hijas. ¡Ellas están tan rebeldes! A lo mejor es porque ellas están atravesando los años problemáticos de la juventud. —Así fue la vida de ese hogar durante la niñez, la adolescencia y la juventud de esas muchachas.

Los años continuaron pasando y esas muchachas se casaron. Antes de ellas casarse entonces se vistieron con faldas de colores más brillantes, se comportaban en una forma zalamera cuando estaban en la presencia de algunos jóvenes y así fue como encontraron a sus maridos. La madre también ponía una gran sonrisa cuando los jóvenes vinieron a su casa durante el tiempo de las citas del noviazgo. Entonces poco a poco fueron llegando los días de las bodas de cada una de ellas y todos los invitados se manifestaron agradecidos y muy felices por la dicha que les había llegado a sus conocidas.

Sin embargo, al pasar muy poco tiempo estas jóvenes ya casadas comenzaron a mostrar señales acerca de su infelicidad. A ninguna de ellas les agradaba la manera que sus maridos dirigían sus hogares. Ahora las sonrisas de antes del noviazgo se convirtieron en gestos de desaprobación. Las palabras que salían de sus bocas casi a diario comenzaron a ser más dominantes y degradantes. Y llegó el día que del mismo modo que su madre le hablaba a su padre entonces ellas les hablaban a sus propios maridos.

Luego, Dios les dio hijas a esas mujeres malhumoradas. Ahora ellas eran madres y estaban encantadas por sus hijas. Estas madres tenían muchos sueños y esperanzas por el futuro de sus hijas. Por supuesto, estas niñas inocentes observaban el comportamiento de sus madres y no dejaban de pensar como piensan las niñas en esa etapa. Cuando sea grande, yo quiero ser tal y como es mi mamá. Entonces ya podemos llegar a la conclusión de lo que pudo haber pasado con ellas en el futuro al conocer el pasado de sus propias madres.

En algunos casos, historias tan tristes como la que acabas de conocer continúan repitiéndose por muchas generaciones. Lo cierto es que debido al hecho que muchas generaciones de una misma familia viven en este condado y hasta residen cerca de donde yo vivo entonces ya no sólo son los rasgos físicos y la enseñanza de los oficios de trabajos los que veo que se pasan de una generación a otra y que son tan visibles en estas personas por muchos años. Es muy común ver en muchas de estas personas la actitud de una misma personalidad que se ha trasmitido de una generación a otra. Yo hasta he escuchado a otros ministros de las iglesias manifestar su desaprobación y dolor al decir:

—Así han sido las mujeres de esa familia durante muchas generaciones.

¿Quién va a romper el ciclo para terminar con ese pecado? Amados padres, nuestras hijas están observando y copiando de sus madres y ellas piensan lo mismo que pensaron las niñas de la historia verídica que acabamos de ver: Yo quiero ser como mi mamá. Y un día no muy lejano, nuestras amadas hijas se van a casar. ¿Qué clase de hogar tendrán ellas? ¿Qué pensarán sus esposos luego que las sonrisas de antes de la boda se hayan ido? ¡Es hora ya que se acabe con este ciclo de pecados!

Estimada lectora, si esta historia te ha servido de advertencia entonces es necesario que despojes este pecado de tu vida ahora en tu generación para que así la siguiente generación sea librada de esa maldición. Y en el caso que exista alguna que no desee tratar con este pecado en su vida, por favor, hágale saber al joven que quiera casarse con su hija que ella ha recibido esta clase de educación y que es por eso que tratará de gobernarlo y traerá mucha confusión a su hogar. ¡No es correcto darle una sonrisa de paz y de amor a este joven si su hija esconde tal carácter malhumorado de usted! Yo pienso que el joven que quiera casarse con su hija tiene el derecho de saber la verdad.

Proverbios 14.1 dice: “La mujer sabia edifica su casa; mas la necia con sus manos la derriba”. La mujer sabia es la que une su corazón al corazón de su marido para edificar a sus hijos. La mujer necia destruye su hogar al vivir peleando contra la unidad del mismo. Las mujeres descritas en los párrafos de la historia anterior son consideradas como necias, pues destruyeron a sus maridos y también a sus hogares.

Una mujer sabia se rinde completamente al Señor y a su marido para dejar que Dios edifique su hogar, su familia y su matrimonio. Si una mujer no tiene la voluntad de someterse en algunas de las pequeñas cosas de la vida entonces mucho menos lo hará cuando soplen los vientos de las vicisitudes y es por eso que jamás logrará edificar su hogar. Desafortunadamente, yo he visto muchos hogares edificados sobre la arena, tal y como lo he descrito anteriormente. En la mayoría de los casos los padres de estas parejas tampoco se sometieron al señorío de Jesús ni se entregaron el uno al otro en el vínculo del amor y la obediencia. Entonces la casa que fue edificada sobre la arena “cayó, y fue grande su ruina” (Mateo 7.27).

Pero mi marido no anda correctamente…

Estimadas esposas, yo ruego a Dios que él las bendiga y las guíe a diario. Algunas de ustedes probablemente se sienten un poco abrumadas en este momento, pues ya han leído tres capítulos seguidos que tratan acerca del papel que juega la mujer en el hogar y la familia. Yo deseo que sepan que en lo más profundo de mi corazón yo nunca he sentido que la culpa de todo el caos que se vive en los hogares de hoy o de ayer es de ustedes. Yo también les he dirigido algunas palabras de exhortación y de confrontación a sus maridos en algunos de los capítulos anteriores, pero les aseguro que todavía tengo mucho más para ellos. Yo me dirigiré más a ellos en algunos de los capítulos posteriores. Sé positivamente que algunos de nosotros los hombres no nos comportamos correctamente. Mi intención nunca ha sido condenarlas, sino que deseo que todas ustedes conozcan acerca de la voluntad de Dios para el hogar. Pero también sé que ninguno de nosotros vamos a alcanzar la meta a menos que comencemos a caminar en la senda de Dios. Ha sido debido a todo esto que yo he decidido escribir estos capítulos para ustedes. Les confieso que sus esposos están muy necesitados de su apoyo. La aplicación de los principios que les he enseñado por medio de lo que dice en la Biblia es capaz de dirigir sus pasos por un excelente camino que conduce a una vida hogareña gozosa. Como una conclusión para esta parte del capítulo, por favor, no traten de cambiar a sus esposos. Lo más sabio y bíblico es estar “sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas” (1 Pedro 3.1). ¡Sean una unidad indisoluble con sus esposos y juntos edifiquen su hogar!

Bueno, les confieso que yo he conocido de casos donde la esposa es mucho más estable y mucho más espiritual que el esposo. Es muy posible que tu caso también sea así. En la actualidad es muy común que algunas mujeres sean más firmes que los hombres. Yo lo veo por todos lados en la sociedad actual. Me es necesario informarte que la manifestación del carácter de muchos hombres débiles que se conocen a diario es la evidencia de la existencia de una maldición que está relacionada con la apostasía. ¿Eres tú de un carácter mucho más fuerte que tu esposo? ¿Eres más valiente y más decidida que él? ¿Se te conoce por ser mucho más espiritual que el hombre que tienes a tu lado? Para mí no es una vergüenza testificar que muchas veces me he dado cuenta que la mujer está más alerta que el hombre. Yo he conocido y hasta he escuchado testimonios inspiradores de esposas que oran más que sus esposos, que siempre están más dispuestas que sus esposos para testificar y vivir para Dios y que han sido el cimiento firme de su hogar para muchas generaciones. ¡Y yo alabo a Dios al saber que existen tales mujeres en la tierra! Sin embargo, estimada lectora, yo también deseo que sepas que en ningún momento Dios te ha dado esas bendiciones para que seas la enemiga o la adversaria de tu esposo. Dios no te ha dado tales dones para que tú domines a tu esposo o para que socaves su autoridad en el hogar. La fuerza o el poder espiritual que Dios te ha concedido son para que puedas someterte a tu esposo de manera que vivas para él y con él, como su ayuda idónea.

El Espíritu de Dios nunca ha dejado de inspirar a las mujeres para que ellas crean y obedezcan la Santa Palabra de Dios y para que haciéndolo, puedan cosechar las bendiciones de tener un esposo transformado y un hogar piadoso.

Oración

Padre celestial, santificado sea tu nombre. Venga tu reino y hágase tu voluntad en la tierra, en cada uno de nuestros hogares y en nuestros corazones tal y como se hace en el cielo. Padre, ayuda y dirige a las amadas hermanas que te aman y que anhelan tener un hogar piadoso, un hogar donde el padre de familia sea alguien completamente dedicado a tu voluntad. ¡Concédeles el deseo de sus corazones, Señor! Por favor, muéstrales el arte santo de convertirse en una mujer virtuosa. Señor, concédeles una visión clara y una fe viva para creer todo lo que tú dices en tu Palabra Santa. En el nombre del Señor Jesucristo, amén.