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La búsqueda de una descendencia para Dios

© 2004 por Denny Kenaston

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CAPÍTULO 17

El entrenamiento de
la voluntad

No rehúses corregir al muchacho;
Porque si lo castigas con vara, no morirá.
Lo castigarás con vara,
Y librarás su alma del Seol.
(Proverbios 23.13–14)

Alguna vez te has dado cuenta que en la Biblia Dios solamente les da dos mandamientos a los hijos? ¡Qué vida sin afanes tienen ellos, pues solamente tienen que guardar esos dos mandamientos mientras sean niños! Ahora bien, yo voy a mencionar los dos mandamientos de Dios para los hijos: Deben honrar a sus padres y serles obedientes (véase Efesios 6.1–2). Si ellos ponen por obra estos dos mandamientos, les irá bien y tendrán una larga vida sobre la tierra (véase Efesios 6.3). Mientras estudiamos los distintos aspectos que se relacionan con la crianza de los hijos, yo me referiré repetidamente a estos dos mandamientos. Ahora bien, yo deseo vincularlos con el aspecto de la disciplina. En el capítulo anterior, nosotros aprendimos acerca de algunos ejemplos de cómo aplicar un castigo con la vara. Ya conocemos en parte la importancia de este mandamiento divino para los padres en cuanto a la crianza de los hijos. Creo que tú estás de acuerdo que si estos aspectos se aplican correctamente, tales castigos les ayudarán a los hijos a reverenciar a sus padres.

V Ahora, consideremos más específicamente el aspecto de la obediencia. El propósito al disciplinar a nuestros hijos es llevar al niño a experimentar una obediencia con gozo hacia los padres y que en algún momento de sus vidas hagan lo mismo para con Dios. Lo que se debe hacer notar es la naturaleza correctiva de la disciplina. Repito, el propósito más importante al disciplinar a nuestros hijos no es castigar simplemente por la ofensa cometida, sino que es corregir al niño, pensando en su conducta futura. Concluyo que se puede decir que sólo maltratamos a nuestros hijos si no les enseñamos acerca de la obediencia, pues todas las bendiciones de Efesios 6.3 son condicionales: el niño tiene que obedecer a sus padres si quiere recibirlas.

Como padres, nosotros tenemos la responsabilidad de desempeñar un papel muy importante en todo este proceso. En los capítulos anteriores, nosotros pudimos aprender acerca del poder que representa tener una relación íntima y amorosa con nuestros hijos. Tal relación estimula de forma efectiva una actitud complaciente y obediente en el niño. No obstante, aunque una relación amorosa es efectivo y una herramienta esencial para motivar al niño a ser obediente, no es lo único que Dios nos ha dado para crear las bases durante la crianza de los hijos. Además de enseñarle al niño acerca de honrar a los padres, el castigo con la vara aplicado adecuadamente también puede guiarle a una obediencia gozosa y permanente. Por lo tanto, el castigo con la vara es una joya muy preciosa, pues puede llevar al niño a las bendiciones prometidas y a una vida fructífera sobre la tierra, ya que le preparará el camino para caminar con Dios en obediencia.

La obediencia es un asunto que mana de la voluntad. En su sabiduría, Dios creó al hombre con libre albedrío, o sea, la capacidad de escoger su destino por medio de su propia voluntad. Queda claro que los dos versículos que se citan al inicio de este capítulo enfocan la voluntad del niño. Pues, ya que Dios en las Sagradas Escrituras repite muchas veces lo que es muy importante para nosotros, entonces en estos dos versículos él reitera lo que ya había dicho muchas veces en los Proverbios: es preciso que corrijamos a nuestros hijos.

Ya conocemos acerca de la tendencia en el hombre natural de detener el castigo. Dios nos anima en Proverbios 23.13 a negarnos ante esta debilidad humana para así cumplir con nuestro deber de corregir al hijo que ha errado. La segunda parte del mismo versículo (“porque si lo castigas con vara, no morirá”) se puede interpretar de dos maneras distintas. Yo voy a compartir con ustedes las dos, pues ambas son dignas de considerar.

Aquí yo les escribo la primera interpretación de la frase que leemos en el mandamiento de Dios, “porque si lo castigas con vara, no morirá”. Puede ser que tu hijo decida gritar como un loco al recibir el castigo con la vara, de tal manera que te parezca que él se va a morir. A pesar de que él actúe así, fingiendo que el castigo está quitándole la vida, si la vara se usa correctamente, el niño no va a morir. ¡Cuán delirantes pueden actuar los niños al recibir un castigo corporal! Sin embargo, nosotros tenemos que ignorar tales acciones fingidas y aplicar la disciplina apropiada, pues es lo mejor para el hijo desobediente.

Además, otra interpretación digna de considerar es la que aparece en Eclesiastés 7.17 en cuanto a que el hijo que ha sido castigado no morirá “antes de su tiempo” por haber vivido descarriadamente. Esta interpretación también concuerda con otras partes de la Biblia cuando se refiere a la crianza de los hijos.

Ahora estudiaremos el versículo 14 de Proverbios 23: “Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol”. Para mí, este versículo es bastante solemne debido a la última palabra, la cual nos hace pensar en la eternidad. Seol es el nombre hebreo del lugar al que llamamos “el infierno”. ¡Qué enorme responsabilidad nos ha sido encargada! Nosotros tenemos que jugar el papel de dirigir el alma de nuestro hijo a su destino eterno. Por esto, Dios nos instruye a que libremos su alma del Seol. ¿Cómo podemos cumplir este mandamiento? ¡Castigándolo con la vara! Si permitimos que nuestro amor natural nos impida aplicar el debido castigo con la vara, esto será una influencia negativa en el destino de nuestro hijo desobediente. Debido a esto, omitir un castigo con la vara, cuando el mismo realmente se debería aplicar, traerá resultados graves. Tal vez te formulas las siguientes preguntas: ¿Cómo puede ser eso? ¿Acaso un niño que no se castigue con la vara realmente irá al infierno? A pesar de cualquier opinión contraria, la Biblia dice que el castigo con la vara librará su alma del Seol. Por supuesto, el acto mismo de castigarlo con la vara no librará su alma, sino que es un paso positivo que le ayudará a dirigir su vida en el camino correcto.

Para entender las palabras del párrafo anterior, nosotros debemos estudiar la naturaleza de la fe salvadora. Es decir, nos es necesario no olvidar lo que se expuso en el capítulo 2 con relación a la conversión de la persona. La voluntad del hombre tiene un rol central en la conversión genuina de la persona: tener una buena voluntad de confesar sus pecados, arrepentirse de todo corazón por los pecados cometidos, dejar de cometer los pecados en los que se ha estado involucrado y rendir completamente su corazón y vida a Dios. Luego de tal cambio glorioso, entonces hay que consagrarse en todas las áreas de la vida y andar en pos de la convicción y la dirección que ofrece el Espíritu Santo. Todo esto requiere una voluntad rendida. Cuando la gracia de Dios y la voluntad rendida del hombre se unen entonces ocurre una conversión y transformación en esa persona. Desde ese momento, esa persona desea obedecer “de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados” (Romanos 6.17). No podrá ocurrir una verdadera conversión a menos que la persona esté dispuesta a rendir su voluntad de todo corazón a Dios. Sin tal entrega total, todo podrá ser simplemente una falsedad; una profesión, pero sin posesión.

Ahora quiero que nos enfoquemos en el entrenamiento de la voluntad del niño a través del uso de la vara. En el capítulo 15 se describió cómo un niño experimenta una limpieza de su conciencia por medio del castigo con la vara. Además, en ese mismo capítulo nos referimos al tema del corazón quebrantado del niño después de haber recibido el castigo con la vara. ¿Qué es un “corazón quebrantado” del cual habla el Salmo 34.18? Un corazón quebrantado es uno que se ha rendido por completo. Dios manda a su pueblo a rasgar su corazón, circuncidarlo y quebrantarlo. Todos estos mandamientos se refieren a una rendición incondicional de la voluntad humana a Dios. De igual modo, hacer rendir el corazón del niño a la voluntad de los padres es el propósito que nos guía a castigar con la vara al niño desobediente, pues el uso de la vara quebranta la voluntad del mismo, sujetándolo primeramente a los padres y al final a Dios quien lo creó. Al escribir “quebrantar” la voluntad, yo no quiero decir “destruirla”. ¡De eso nada! En realidad, la voluntad del niño debe seguir funcionando, pero ya rendida a otro jefe. No a su “Yo”, sino que ahora está rendida a los padres.

Eso quiere decir que ahora su voluntad es capaz de responder al llamado personal que dice: “Hijo[a] mío[a], sígueme”. Este llamado personal que hacen los padres a sus hijos también lo hace Dios a todos sus hijos. Ya que el niño que es corregido correctamente está acostumbrado a someterse a la autoridad que tiene sobre él, entonces le será más fácil responder al llamado del Señor, diciendo: “Sí Señor, te seguiré”. Al contrario, el niño consentido (véase Proverbios 29.15) irá por la vida con un corazón rebelde y una voluntad no sumisa. Cuando Dios le haga el llamado a este niño, diciéndole, “Hijo[a] mío[a], sígueme”, entonces no le seguirá. Es decir, cuando Dios llame al niño a que se rinda por completo a él y a que le dé todo su corazón y voluntad, entonces a este niño le será muy fácil responder: “No quiero. ¡Yo deseo hacer mi propia voluntad!” Como consecuencia, tal persona rebelde entrará al infierno. Aunque es intolerable pensarlo, así es el fin de los rebeldes.

Yo estoy seguro que esto mismo explica por qué abunda la carnalidad en las iglesias de hoy: el corazón de los hijos nunca se rindió completamente a los padres y ahora tampoco desean someterse a Dios. Libra a tu hijo de innumerables dolores y sufrimientos eternos. Hazle un favor a tu hijo; castígalo con la vara cuando ande desordenadamente.

El ejemplo de Susanna Wesley

Susanna Wesley fue la madre de Juan y Carlos Wesley. Juan se convirtió en el fundador de la iglesia metodista. Carlos llegó a ser el autor de muchos de los himnos que todavía se cantan en las congregaciones de esa denominación y en todo el mundo cristiano. Aunque la mayoría de ustedes que están leyendo este libro a lo mejor no son miembros de las congregaciones metodistas, yo pienso que es sabio informarles que estos dos hombres han impactado sus vidas en muchas ocasiones, pues la mayoría de nosotros en alguna ocasión hemos citado las palabras de ellos o nos hemos llevado por algunas de sus sabias enseñanzas o quizá hasta hemos cantado sus himnos. Muy bien, al escribir sobre la vida de Susanna Wesley, yo deseo que ustedes conozcan que ella fue madre de 19 hijos, de los cuales 9 llegaron a la adultez. Aunque muchas de las palabras de ella con relación a la voluntad de los niños realmente no son palabras bíblicas, las mismas son completamente veraces. Yo pienso que ella es una de las personas que más se cita con relación al asunto de la crianza de los hijos. A continuación comparto una de sus frases más célebres:

Mientras que el niño esté todavía muy joven, me esfuerzo en conquistar su voluntad. Luego, sigo sujetándola, hasta que esté totalmente rendida a Cristo.

Estas palabras deben formar una hermosa descripción ante los ojos de nuestro corazón. Queda bastante claro que esa amada señora tenía un propósito bien definido en su corazón y en sus manos con respecto a la crianza de sus hijos. De hecho, se nota claramente que no había nada de apatía o indiferencia en su método de criar a sus hijos. Con visión y propósito, ella se movía del punto A hacia el punto B.

Tal vez el uso de la palabra “conquistar” te parezca violento, pero hay que recordar que cada niño nace pecador. Lo cierto es que él es “corto de días, y hastiado de sinsabores” (Job 14.1). Todos los padres sabemos que constantemente hay una “guerra de voluntad” en cada hijo, hasta que él aprenda que los padres son los que tienen la autoridad. Es necesario e imprescindible utilizar maneras espirituales para realizar la conquista de la voluntad de nuestros hijos, y no debemos olvidar que esto es un deber de cada padre. En realidad, yo no puedo ver cómo podría criarse correctamente a un hijo sin conquistar su voluntad. Por eso, nosotros debemos seguir el ejemplo de Susanna Wesley y empezar desde temprano a conquistar la voluntad de cada uno de nuestros hijos. Y debemos hacerlo siempre pensando en la última meta: la entrega total a Cristo.

Se le puede enseñar a un niño de tal manera que él voluntaria y gozosamente obedezca a tu primer mandato, sin vacilar. Yo no estoy soñando ya que entiendo que Dios tiene el mismo deseo para con todos sus hijos. Dios también desea que sus hijos le obedezcan desde la primera vez que ellos entienden sus mandamientos. A nosotros como padres nos corresponde visualizar esto, creerlo y empezar a materializarlo en las vidas de nuestros hijos. Nosotros debemos aprender a confiar en Dios, nuestro Padre celestial, creyendo que él está colaborando con nosotros en esta tarea tan importante.

Tú, como padre, debes ser la autoridad en tu hogar. No obstante, es necesario que conozcas que para establecer tal autoridad en tu hogar debes hacerlo de la manera que Dios nos ha revelado por medio de su Santa Palabra. De esta forma tu familia prosperará al vivir bajo tu autoridad, pues esa autoridad los cubrirá como si fuera un manto de bendición y protección. Mi corazón se ha entristecido muchas veces al observar cierta escena, ya sea en una tienda o cualquier otro lugar público, donde un niño de tres años de edad termina gobernando a su padre o a su madre de acuerdo a su voluntad y a su antojo. Por supuesto, yo estoy seguro que tú alguna vez has visto lo mismo. Es triste decirlo, pero esto mismo ocurre también en muchas familias del pueblo de Dios.

En cierta ocasión, yo fui testigo ocular de un pequeño niño que viajaba en avión y que controló y molestó las vidas de alrededor de 20 personas durante dos horas de vuelo. ¡Tal escena me entristeció tanto! Lo difícil de la situación fue que desde hace mucho tiempo las reglas de la aviación dicen que cada pasajero debe estar sentado mientras el avión despega. Pero, en esta ocasión el niño no quería estar sentado y los padres no podían hacerlo obedecer. Por eso, el avión no pudo salir del aeropuerto durante dos horas, mientras los frustrados padres trataban de animar al niño a sentarse. Si el incidente hubiera ocurrido en una tienda, a lo mejor los padres hubieran podido comprarle algo al niño para satisfacer sus demandas. Pero ya ahora en el avión no había mucho que esos padres pudieron hacer. La realidad de su fracaso fue revelada en un tiempo inoportuno. Mi corazón se constriñe a causa de esos padres que enfrentan este tipo de situaciones en público. En ocasiones, yo me atrevo a darles un número telefónico para que puedan llamar si desean recibir mensajes sobre la vida hogareña.

¿Acaso esta experiencia que acabo de compartir sea semejante a lo que tú experimentas con tus hijos? Tales experiencias me hacen pensar en la maldición que se revela en Isaías 3.4: “Y les pondré jóvenes por príncipes, y muchachos serán sus señores”. En el versículo 5, dice que “el joven se levantará contra el anciano”. Esta maldición es el resultado de generaciones de hombres que se han apartado de Dios para buscar otros amores. Debido a esto, los padres pierden la autoridad y los hijos se comportan desenfrenadamente y gobiernan a los padres debido a la ignorancia de los mismos.

La obediencia 101

El número “101” en los estudios superiores significa el primer curso, o se puede decir que es la introducción o el nivel para iniciar una carrera universitaria. Para nosotros los humanos nos es muy natural estropearlo todo y el asunto de la obediencia no es una excepción. Por otra parte, es muy natural pensar que debemos esperar hasta que un niño haya madurado un poco antes de empezar con su entrenamiento. Pero esto no es cierto. Es cierto que hay niveles más altos de obediencia que el niño debe aprender y que los mismos tienen que enseñarse a una edad más avanzada, pero es preciso recordar que si lo básico no se ha aprendido, entonces lo profundo será mucho más difícil asimilar. La realidad es que es muy fácil entrenar a un niño en algunos aspectos de la obediencia con lecciones muy sencillas. Nos es necesario recordar el principio de “lo pequeño y lo grande”. Si el niño aprende a ser fiel en las lecciones pequeñas de la niñez, entonces le será mucho más fácil ser fiel en las que estarán por venir.

Nosotros comenzamos a entrenar la voluntad de nuestros hijos antes que lleguen a la edad de un año. Por ejemplo, les damos lecciones acerca de “venir”. Esto lo hacemos tan pronto como entienden la palabra “ven”. Por supuesto, lo hacemos también tan pronto como sus piernitas los puedan transportar sobre el piso. Es en este preciso momento que comenzamos a darles las lecciones de “venir”. Estas lecciones se dan con mucho propósito y las mismas nos ayudan a observar la voluntad del niño.

Como forma de un ejemplo de cómo impartimos estas lecciones, yo relataré de la manera que lo hicimos en el caso de mi hija Hannah. En cierta ocasión mientras ella se encontraba en el otro extremo de una de las habitaciones de la casa, yo le dije:

—Hannah, ven donde está papá. —Y ella vino. Al ella llegar, yo la alabé, diciéndole: —¡Qué buena hija eres tú! ¡Gracias por venir!

Luego, yo le ordené ir hacia el otro lado de la habitación para luego llamarla nuevamente. En esa ocasión también le dije:

—Ya estamos aprendiendo el concepto del venir cuando papá te llama. Muchas gracias por venir. —Luego de repetirle este ejercicio unas cuantas veces, la envié a otra habitación para que ella esperara mi llamado. Yo esperé un momento y luego la volví a llamar: —Hannah, ven donde está papá. —Y ella llegó hasta donde yo me encontraba lo más rápido que pudo.

Yo deseo que sepan que al ella llegar a mí, siempre llevaba una gran sonrisa, porque sabía que de esta forma agradaba a su papá. Yo siempre le dije:

—¡Qué buena hija eres tú! ¡Qué hija tan maravillosa! —Entonces le daba un abrazo y le repetí la lección, enviándola de nuevo a otra habitación de la casa.

¿Acaso me hago entender en cuanto a lo que trataba de hacer con mi hija? Noten que mi hija se divertía mucho en cada una de sus lecciones, sin entender que estaba recibiendo un entrenamiento que le serviría para el resto de su vida. Yo le continué repitiendo estas lecciones hasta que Hannah aprendió correctamente el concepto de venir cuando yo le decía “ven”.

Más adelante le impartí una lección que fue una de las más difíciles para Hannah. Sé que algunas personas piensan que fui cruel al haberlo hecho, pero eso no me afecta. Yo esperé con paciencia y con propósito hasta que ella estuvo muy ocupada jugando con su juguete favorito. Entonces la llamé:

—Hannah, ven donde está papá. —No quería dejar sus juguetes para ir a donde estaba su papá.

Ahora bien, yo sabía que esto iba a ocurrir y es por eso que ya estaba planeando una corrección. Mientras nuestros hijos son todavía muy pequeños los castigamos con la mano o con los dedos. No obstante, al crecer el niño entonces la vara igualmente crece en tamaño.

A tales ocasiones u oportunidades yo les llamo “lecciones de entrenamiento”. Es como el entrenamiento de una mascota, ¿verdad? Es muy triste, pero muchas personas entrenan mejor a sus perros que lo que entrenan para la vida a sus hijos, quienes verdaderamente tienen un alma eterna. ¿Me entiendes lo que quiero decirte? Cuando uno dice que va a entrenar a su perro, lo hace con un propósito. En el entrenamiento de un perro todo está bien planeado. Existen personas que invierten diariamente media hora en este tipo de actividad. Y cada lección está bien organizada, con expectativas de lo que el perro puede lograr en cada una de ellas. Muchas veces se desea enseñarle a un perro a sentarse, ir a buscar algo, dar vueltas, no morder, etc. ¿Sabes qué? ¡Los perros aprenden todo esto! Aunque puede parecer como algo cruel para algunas personas, el mismo tipo de entrenamiento es el que debemos utilizar para con nuestros hijos.

Se pueden planificar las lecciones de entrenamiento. Por ejemplo, durante el tiempo que alguno de mis hijos era todavía muy pequeño, yo esperaba el momento oportuno cuando él no quería comerse alguna comida que no le gustaba. En mi mente, yo pensaba: Bueno, ya llegó el tiempo para entrenar a este hijo a comerse toda su comida. ¿Me doy a entender? No es que yo haya estado enojado con él; es que he estado esperando tal momento para aprovechar la oportunidad y así entrenar su voluntad. Yo le estoy entrenando su voluntad para Dios, para que un día ese mismo niño, ya hecho un adolescente o un joven, le entregue esa voluntad a Dios.

Además, cuando el niño es todavía pequeño, nosotros le damos lecciones que le enseñen que es hora de irse a dormir. Nosotros le impartimos estas lecciones al decirle: “Hijo, baja la cabeza y duérmete, por favor”. Entonces con mucha delicadeza le acomodamos su cabecita sobre la almohada. Al repetir nosotros esta actividad en diferentes ocasiones, el niño muy pronto aprende qué quiere decir: “Baja la cabeza y duérmete, por favor”. Ya el niño se acostumbra a hacerlo.

Nuestra hija Esther estaba aprendiendo esta lección al mismo tiempo que Hannah estaba aprendiendo cosas más complejas. Bueno, en este caso muy pronto Esther decidió ponernos a prueba. Ella empezó a no querer bajar la cabeza para dormirse. Recuerdo que con una gran sonrisa ella nos miraba como tratando de convencernos que ella era muy “dulce” como para obedecer. A la edad que ella tenía en ese tiempo, nosotros castigábamos a nuestros hijos azotándole la pierna con dos dedos. En aquella ocasión, Esther tenía ocho meses. Al aplicarle el castigo con los dos dedos, le dijimos: “Baja la cabeza y duérmete, por favor”. Ella empezaba a llorar, pero aprendió la lección.

Tales lecciones son sencillas, y aplicarlas durante los primeros años del desarrollo del niño es muy sabio. ¿Por qué esperar hasta que el niño tenga diez años de edad cuando aprender le será mucho más difícil? Es mucho más fácil enseñarles a los niños lo fundamental de la obediencia en la niñez al enseñarles a comerse toda la comida, venir a donde esté papá, compartir sus juguetes, etc.

Al aprender a gatear, Esther recibió su lección acerca del concepto del “no”. Nosotros nunca guardamos objetos frágiles fuera del alcance de nuestros hijos están aprendiendo a gatear. Al contrario, tal tiempo es una buena oportunidad para el comienzo de las lecciones acerca de “no”. Para iniciar este tipo de lección, yo le apartaba la mano de Esther del objeto prohibido que ella trataba de tocar y le di un ligero golpecito seguido por la palabra “no”. Mientras repetía una y otra vez la lección, ella aprendió lo que yo quería cuando decía “no”. Por alguna razón, los libros en los estantes del librero le llamaban mucho la atención a Esther. En diferentes ocasiones, ella se acercaba al librero, lista para tomar un libro de alguno de los estantes. Sin embargo, al mismo tiempo que extendía su mano para tomar un libro, Esther miraba a su madre porque sabía que tomar un libro era un “no”.

Me parece que son muchas las posibles lecciones que existen y no creo que pueda mencionarlas todas. Solamente trato de darles algunas ideas. De todos modos, tú tienes que preparar tus propias lecciones. Además, es bueno que todos aprendamos a preparar nuestros propios métodos y lecciones para entrenar la voluntad de nuestros hijos. Lo que yo deseo recalcar es que todas las lecciones se deben dar con un propósito definido. Si nosotros empezamos muy temprano entonces vamos a darles a nuestros hijos una ventaja de diez años en su vida. Eso quiere decir que ellos tendrán el privilegio de aprender en la niñez temprana lo que muchos otros niños tienen que aprender en la adolescencia o en la juventud o incluso mientras ya se han convertido en adultos.

Ahora yo voy a exponerte otro ejemplo y en este caso usaré algo que nos sucedió con Hannah. Yo estoy seguro que aun los más pequeños pueden aprovechar mucho de esta lección. Yo siempre llevo en el bolsillo de mi camisa un lapicero y una libreta. Tú te imaginas lo que sucede con un niño cuando lo tomas entre tus brazos y tienes un lapicero y una libreta de apuntes en tu bolsillo de la camisa. Casi siempre el niño quiere jugar con las cosas que uno tiene en su bolsillo. Ellos no solamente quieren jugar con esas cosas, sino que además quieren llevárselas a su boca. Para mí está bien que uno de mis hijos se lleve mi lapicero a su boca, pero no está bien que se lleve mi libreta a su boca. Realmente, aquí hay una lección bastante sencilla, y cualquier persona puede enseñarla a su hijo. Ahora bien, la instrucción comienza cuando tomo al niño en mis brazos y él o ella se da cuenta que hay algo en el bolsillo de mi camisa. En este caso, muy pronto Hannah aprendió que podía jugar con el lapicero, pero no con la libreta. Mucho tiempo después de aprender la lección, Hannah se sentaba en mi regazo, señalaba mi libreta y decía: “No, Papá, no”.

La vara y la corrección dan sabiduría;
Mas el muchacho consentido avergonzará a su madre (Proverbios 29.15).

Muy bien, nosotros estamos aprendiendo a cómo sujetar la voluntad del niño a la voluntad de sus padres. Es bueno que sepas que nosotros les hacemos un gran favor al hacer estas cosas con ellos, pues su corazón se llena de sabiduría; una sabiduría muy práctica que les ayudará mucho en la vida. Por supuesto, obedecer con gozo a tu primera voz de mando deberá ser la ley en tu hogar: una ley en la que tú invertirás mucho tiempo en enseñar, y mucho amor. Dar un mandato y dejar que el niño no te haga caso es enseñarle a desobedecer. Un hijo consentido es un hijo no amado por sus padres.

El contexto de Proverbios 29.15–18 es bastante abrumador. Sin embargo, estas cosas se ven mucho más abrumadoras cuando se comparan con lo que está ocurriendo en la actualidad y a nuestros alrededores, ya que se ven por todos lados los “escombros de muchas generaciones” (Isaías 61.4).

No es necesario que yo haga una lista de todos los problemas que veo que enfrenta la sociedad actual. Parece ser que todo abunda, menos el avivamiento en el hogar. Las cárceles están repletas, los hogares de ancianos están llenos y los problemas mentales abundan de tal manera que se hace casi imposible enumerarlos. ¿Acaso la negligencia en la vida hogareña sea la raíz de muchas cosas relacionadas con estos problemas actuales? Nota de nuevo Proverbios 29.15–18. Dios dice que si disciplinamos a nuestros hijos, entonces ellos van a aprender a vivir correctamente, pero que si no les enseñamos entonces ellos nos van a avergonzar. El siguiente versículo habla más acerca de la negligencia: “Cuando los impíos son muchos, mucha es la transgresión; mas los justos verán la ruina de ellos” (Proverbios 29.16). Espero que sepas que donde no existe la disciplina para los niños, los impíos se multiplican y el pecado abunda. Esto es lo que vemos a nuestros alrededores, ¿verdad?

Consideremos juntos los dos versículos descritos a continuación:

Corrige a tu hijo, y te dará descanso,
Y dará alegría a tu alma.
Sin profecía el pueblo se desenfrena;

Mas el que guarda la ley es bienaventurado (Proverbios 29.17–18).

Ya nosotros estudiamos anteriormente la palabra “desenfrenar”. En el contexto de estos dos versículos, esta palabra desempeña un papel muy significativo. Quiere decir “desnudo, sin freno, salvaje y disperso”. ¡Esto es exactamente lo que podemos ver a nuestro alrededor! Pero, ahora les formulo una pregunta: ¿Cómo es que llegamos a tal condición? Estos mismos versículos nos dan la respuesta a esta pregunta. Nota el contexto. Dios nos está rogando que tengamos una visión, una visión que tiene sustancia. Aquí no sirve la visión de sueños imaginarios, pues la acción que proviene de la visión debe ser la que sirve para el entrenamiento de la siguiente generación. La vara y la corrección le darán sabiduría a la siguiente generación y la sabiduría produce acciones correctas. Las acciones correctas producen personas justas, y por esta razón todos pueden descansar y estar alegres.

Ahora a continuación les voy a parafrasear estos dos versículos con las aplicaciones necesarias para la crianza de los hijos:

Aplícale castigos y entrena a tu hijo con una visión de orden y justicia

Y la vida ordenada de tu hijo te dará descanso y llenará tu corazón de alegría.

Cuando tal visión de orden y justicia se niegue,

El resultado es una sociedad sin freno y salvaje, rumbo a la destrucción.

Si guardas esta ley, y se la enseñas a tu hijo para que la guarde, serás muy feliz.

Yo he visitado ciertos hogares que son lo opuesto a lo que significa descanso y orden. Los hijos se comportan como salvajes que no tienen frenos para nada y los padres siempre se notan frustrados. Yo deseo que sepas que los hijos pueden ser uno de los gozos más hermosos que uno pueda tener antes de llegar al cielo, pero algunos padres están tan frustrados a causa de ellos que no desean tener más de uno o quizá dos. En ciertos casos, debido al comportamiento de los hijos, no les echo la culpa por no desear tener más. ¿Acaso se entienda que la razón de todo esto es por no haber aplicado las leyes de Dios?

Mis hijos traen mucho gozo a mi hogar y a mí especialmente. Hay muchas ocasiones que estoy sentado en mi casa y me siento como un rey, con un corazón que rebosa de gozo a causa de cada uno de mis hijos. Tú puedes experimentar lo mismo, si pones por obra los principios de Dios; tú puedes experimentar el descanso y la alegría en tu hogar. Por favor, te animo a que ores la siguiente oración a diario y de todo corazón: “Oh Dios mío, hazme ser un estudiante de cómo entrenar a mis hijos”. Al orar con toda sinceridad y con un deseo interno en tu corazón de hacer la voluntad de Dios por el bien de tus hijos, Dios te dará lo demás, ya que es un Maestro para todos los que se lo pidan con un corazón humilde. De hecho, les confieso que yo no recibí mucha instrucción de parte de otros hombres acerca de cómo entrenar a mis hijos. En muchas ocasiones he anhelado mucho que alguien me enseñe. En tales ocasiones, simplemente oré: “Dios, no sé cómo entrenar a mis hijos. Por favor, enséñame tú.” Dios no hace acepción de personas. Lo que ha hecho por otro, lo hará para cualquiera y mucho más por ti.

Oración

¡Oh, Padre Celestial! Acudimos a ti en el nombre de Jesucristo, nuestro Señor. Nos acercamos con gratitud a ti. Oh Dios, mi corazón rebosa: ¡la clave para instruir a nuestros hijos es tan sencilla y tan clara! Por favor, concédenos un ferviente deseo que nos hará levantarnos a la búsqueda de cómo criarlos. Oh Padre, hay gran hambre en nuestras tierras a causa de la falta de una generación que te sirva. La maldad abunda por todos lados. Dios, te pido que levantes a miles de familias piadosas. No dejes caer a la tierra ninguna de tus palabras, sino que ellas cumplan lo que deseabas que cumplieran. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, amén.


 

Meditaciones

El liderazgo espiritual

Cuando un hombre gobierna a su familia
En justicia y en el temor de Dios,
Es ungido con la autoridad espiritual.
Su influencia resplandece sobre ella
Como la luz de una mañana sin nubes.
Su familia prosperará como la hierba
Que hacen brotar las lluvias.
Su vida ejemplar cae sobre su familia
Como el rocío que destila sobre la tierra,
Y su justa familia prosperará,
Y en su casa prevalecerá la paz.

2 Samuel 23.3–4

Salmo 72.6–7

Adaptados por el hermano Denny