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La búsquede de una descendencia para Dios

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CAPÍTULO 15

La vara de la corrección es el amor

El que detiene el castigo, a su hijo aborrece;
Mas el que lo ama, desde temprano lo corrige.

Proverbios 13.24

En los dos capítulos anteriores se puso el cimiento para el uso de la vara en el hogar cristiano. El uso de la palabra “vara” se origine de versículos como Proverbios 22.15: “La necedad está ligada en el corazón del muchacho; mas la vara de la corrección la alejará de él”. Es necesario que nos demos cuenta que nosotros estamos tratando con principios que requieren que seamos equilibrados. Si todos estos principios se usan en unidad y en plena armonía con la Biblia entonces los mismos actuarán a nuestro favor de forma poderosa. No obstante, si no los aplicamos en la forma que debemos aplicarlos entonces los mismos nos harán tener resultados devastadores. Lo otro es que si tú tratas de poner por obra lo que hemos estado estudiando en los dos capítulos anteriores, pero niegas los capítulos siguientes, entonces vas a criar hijos necios e incontrolables, que no le servirán a Dios, y a ti te traerán vergüenza. En otras palabras y resumiendo lo que escribí anteriormente, si te niegas a relacionarte cariñosamente con tus hijos y todavía así los castigas con la vara, entonces tú vas a criar hijos que te despreciarán, aunque te obedezcan por temor y legalismo. Sí, ellos actuarán como androides en lugar de hijos amorosos que obedecen por amor.

Ahora bien, yo deseo expresarte el objetivo de este capítulo: Convencerte que el uso de la vara es una de las acciones más amorosas que puedes llevar a cabo para con tus hijos. Sí, es cierto, esta práctica disciplinaria está en la misma categoría de “muy amorosa” tal y como lo es visitar el zoológico con tus hijos o como decirles palabras positivas que eleven su autoestima. De hecho, yo trataré de convencerte que es pecado no usar la vara en la crianza de los hijos. La Palabra de Dios habla muy claramente sobre este asunto. Por ejemplo, al estudiar el versículo que encabeza este capítulo notamos que en el idioma hebreo la palabra que se tradujo “castigo” significa literalmente “vara”. Por lo tanto, se puede poner la palabra “vara” en Proverbios 13.24 en lugar de la palabra “castigo”. De modo que en este libro se utilizará la palabra “vara”. Según Proverbios 13.24, nosotros podemos llegar a la conclusión que no es una opción; o sea, uno no puede escoger entre usar la vara o no usarla. Más bien, no usar la vara es un pecado de omisión que conlleva a graves resultados. “Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos” (Hebreos 12.8).

En cierta ocasión nos visitó una amada familia que no creía en el castigo corporal por medio del uso de la vara. Para mí, aquello resultó muy interesante al observar la relación que se daba entre los padres y los hijos de esa familia, pues era la primera ocasión que yo conocía a alguien con tal creencia. Por ejemplo, los hijos de esa familia eran muy activos y siempre tocaban las cosas o los objetos que en mi casa no se debían tocar. Durante su visita, yo solamente fui un observador, mientras que los padres les rogaban calmadamente a sus hijos que se comportaran bien y se quedaran tranquilos. Lo interesante es que por un momento los hijos sí les obedecían, pero al rato se ponían de pie e iban en busca de algo para divertirse. Luego, los padres se les acercaban de nuevo, diciéndoles:

—Por favor, Susanna, cálmate y quédate quieta por un rato.

A mí me quedó bien claro acerca de quiénes fueron los jefes durante aquella tarde. Realmente, yo sentí mucha tristeza por esos padres y oré por ellos en mi corazón, porque de veras ellos no pudieron disfrutar su visita de forma calmada. Yo recuerdo que ellos me habían dicho decididamente:

—Nosotros no creemos que es bueno castigar a los hijos con la vara, pues hay otras maneras para motivar a los niños a la obediencia. —No obstante, yo sabía que ellos vivían en la ignorancia y anhelaba que ambos, tanto los padres como los hijos, pudieran ser librados de aquella ignorancia para tener gozo los unos con los otros.

Tres años después de aquella visita a nuestro hogar, una persona ajena a nosotros le entregó a esa amada pareja una copia de la grabación de mis sermones, The Godly Home (“El hogar piadoso”). Además, ya para ese tiempo el Señor les había dado otro precioso hijo y éste les estaba poniendo a prueba hasta el máximo en cuanto a su teología acerca de la crianza de los hijos. Por esta razón, esa pareja escuchó los sermones con un interés renovado, y al escuchar con un corazón abierto el sermón sobre la aplicación de la vara para disciplinar entonces se dieron cuenta de su error. De esta forma, el padre añadió el uso de la vara a sus otras maneras de demostrar cariño y luego dio el siguiente testimonio: “Mi vida hogareña se ha aprovechado mucho con la aplicación del uso de la vara”.

Cuando yo predico sobre la disciplina en la vida de los hijos siempre traigo conmigo al culto una vara. Mientras predico el sermón sobre la disciplina, de vez en cuando la muestro a la audiencia. Los distintos modos de responder a esta acción que veo en los muchos rostros que me observan detenidamente me son interesantes. Algunas personas ni desean mirar la vara y dirigen su vista hacia otro lado. Los niños generalmente escuchan ese sermón con mucha atención… ¡ellos quieren escuchar lo que el predicador dice acerca de castigar con la vara! Parece ser que ellos entienden que este sermón va a surtir efecto en su futuro.

Cierta madre me compartió su testimonio acerca de la reacción de su hijo al recibir un castigo con la vara. Ella había escuchado mi sermón grabado sobre la disciplina y se convenció que debía comenzar la práctica de aplicar castigos utilizando la vara. Bueno, el día llegó cuando ella se vio en la necesidad de poner por obra lo que había aprendido. Entonces ella agarró a su hijito y lo colocó sobre sus rodillas, listo para iniciar la aplicación que había aprendido en el sermón. De repente, su hijito le dijo en voz alta:

—¡Espere, Mamá! Tengo dudas acerca de ese hermano Denny. ¡Puede ser que él sea un falso profeta! —¡Que hijo tan inteligente! Pero su inteligencia no le sirvió de nada, pues la madre de todos modos le dio el castigo que él necesitaba.

Yo entiendo que la razón de ser en cuanto a los distintos modos de pensar acerca de la vara proviene de lo que cada uno ha experimentado acerca de ella en su niñez. Tal vez tu padre o tu madre la usaron erróneamente y es por eso que ahora tú tienes inquietudes acerca de su uso en la crianza de tus hijos. Bueno, es mi deseo y también el deseo de Dios que tú cambies tu modo de pensar por medio de la gracia de Dios. Yo deseo demostrarte con la ayuda del Espíritu Santo que el uso de la vara para castigar a los hijos no es una práctica mala ni mucho menos odiosa, sino que más bien es uno de los métodos más tiernos y amorosos que Dios ha ordenado para que guíes a tus hijos hasta que sean un testimonio piadoso en la tierra.

En nuestro hogar, nosotros utilizamos la vara para castigar. Una vara real. Una vara hecha de madera. La vara de la corrección. Por supuesto, la misma se utiliza más con los menores que con los mayores de edad. Y aunque les aplicamos castigos con la vara, nuestros hijos siguen amándonos. De hecho, mis hijos me aman y me honran más de lo que merezco; tanto que a veces me pongo a llorar de gozo a razón de la honra y el amor que me demuestran mis hijos. Yo estoy convencido que una de las razones de ellos amarme como lo hacen es porque yo les disciplino cuando ellos están haciendo algo malo o algo que no deben hacer.

Tal vez esto te sorprenderá, pero muchas veces después de castigarlos con la vara, mis hijos se me han acercado para decirme:

—Papá, gracias. Gracias por ese castigo que me diste con la vara. Yo lo merecía.

Recuerdo haber escuchado a Samuel decir a menudo, cuando él todavía era muy pequeño:

—No me gustan los castigos con la vara mientras los estoy recibiendo, pero me gusta lo que siento en mi corazón luego de recibirlos.

Un poco más adelante en este estudio, nosotros vamos a aprender la razón por la que los hijos vienen a decir “gracias” después de haber recibido un castigo con la vara. Tal vez tú no crees que mis hijos hagan esto, pero al terminar este capítulo yo te aseguro que vas a rechazar tus dudas.

La mentira del diablo

El diablo nos ha mentido y nosotros nos hemos tragado por completo su sutil falsedad. Esta mentira dice que castigar a los hijos con la vara es una forma negativa de disciplinar, cuando en realidad es una de las formas más positivas que existen. Sí, es cierto que existen otras formas de disciplinar y también vamos a tratarlas más adelante.

Se te sientes algo molesto al leer lo párrafos anteriores, a lo mejor debe ser porque tú has absorbido más de lo que pensabas de las filosofías del mundo. Si acaso es una realidad que has aceptado el modo de pensar y de actuar del mundo entonces te corresponde reconocerlo en tu corazón, diciéndole a Dios: “Dios, puede ser que yo no analizaba este asunto correctamente. Por favor, enséñame y muéstrame dónde he fallado.” Con tal actitud humilde, tu corazón se abrirá a la luz y las mentiras del diablo serán descubiertas.

¡Oh! ¡El misterioso poder de la vara en la disciplina! ¡Tantas maravillas hay en ella! La práctica correcta y bíblica del uso de la vara traerá orden donde antes había caos, paz donde antes había alboroto y confusión, libertad donde antes había esclavitud y celo de Dios donde antes había apatía. Al analizar esto aquí entonces se puede descubrir la razón del enemigo de nuestras almas de trabajar tan arduamente para lograr convencer al pueblo de Dios que castigar con la vara es malo. En realidad, más y más personas se están dejando engañar en el mundo actual por medio de su filosofía hueca. Si Dios no le concede un avivamiento a nuestra tierra, cambiando el rumbo de algunas de las leyes de nuestros países, nuestros ojos verán el día que será ilegal castigar a nuestros hijos con vara como lo manda la Biblia. En algunos países ya es ilegal castigar con la vara y algunos cristianos tienen miedo hacerlo, pues no quieren ir a parar a la cárcel.

Muchas personas reaccionan en contra de la enseñanza y práctica del castigo bíblico. El mundo dice: “Es crueldad; es opresión, el niño va a odiarte. Castigar con la vara resultará en rebelión en el corazón de tus hijos.” Y muchas personas del pueblo de Dios están coqueteando con tales declaraciones, entreteniendo ideas acerca de que castigar con la vara es demasiado severo. ¡No creas tales ideas! ¡Son grandes mentiras! Realmente, el uso correcto de la vara al castigar a tus hijos los hará ser niños felices y radiantes que te amarán y respetarán. Muchas veces los que se han negado al uso correcto de la vara son los que han sido llevados a un hogar para ancianos en su vejez (en lugar de ser cuidados por sus hijos). ¿Alguna vez has reflexionado sobre la conexión que existe entre los hijos malcriados y los hogares para ancianos? En los EE.UU., tales hogares para ancianos están llenos hasta no caber un anciano más. ¿Por qué sucede esto? ¿Quiénes están enviando a sus padres a tales hogares para que en muchos casos sean cuidados casi como se cuidan a los animales? Me pregunto cuántos de esos padres entienden que una de las razones de haber sido llevados a tales hogares es en parte como consecuencia de no haber castigado a sus hijos con la vara y por la falta de criar a sus hijos sin apoyarse en el modelo bíblico. ¡Qué tristeza da ver a esos hogares para ancianos llenos de personas solitarias y tristes que raras veces reciben las visitas de sus hijos!

Hace poco tiempo, alguien me preguntó acerca de lo que yo iba a hacer después de jubilarme. Yo personalmente no acepto la condición de “jubilarse”, pero entendí su pregunta. Entonces le contesté a esa persona, diciéndole con una gran sonrisa:

—Yo estoy invirtiendo mi vida en criar a mis ocho hijos. Y estoy seguro que ellos van a cuidarme cuando yo sea incapaz de cuidarme a mí mismo.

El amor natural y el amor espiritual

Existe un amor natural y existe un amor espiritual. Antes de continuar en nuestro estudio sobre el uso de la vara, nosotros debemos aprender a diferenciar más detalladamente entre estas dos clases de amor.

Es preciso tener ambos tipos de amor hacia nuestros hijos. Al decir “amor natural”, yo quiero decir nuestras emociones y la compasión que sentimos por ellos. Tal amor es hermoso y es preciso que el mismo mane de nosotros hacia nuestros hijos de manera que ellos puedan sentirlo diariamente. No obstante, es obvio que muchas veces castigar con la vara va en contra de nuestro amor natural. Tal vez tú dices: “Yo nunca podría aplicarles a mis hijos un castigo con la vara. No puedo soportar ver su dolor o verlos llorar.” Entonces esto quiere decir que tu actitud ante la práctica de la disciplina corporal hacia tus hijos está siendo motivada por el amor natural. En este caso, yo deseo confrontarte al decirte que veo que tienes una miopía espiritual, ya que no puedes ver los resultados a largo plazo al usar el castigo con la vara. Si nuestro amor natural nos detiene de castigar con la vara entonces debemos crucificar ese amor, reemplazándolo con el amor espiritual, que es lo mismo que el amor ágape. Este amor espiritual es el amor de Dios, que es amor que ama por principio y no por las emociones. No siempre nuestras emociones son el resultado de lo divino, sino de la carne. El Espíritu Santo ha inspirado unas palabras poderosas para animarnos a llevar a cabo este amor espiritual. La cuestión se resume en esta pregunta: ¿Qué deseas para tus hijos? La Biblia explica que si se usa la vara amorosa y correctamente, entonces resultará en lo siguiente:

  • Tus hijos recibirán sabiduría (Proverbios 29.15).
  • La maldad se lavará de sus corazones (Proverbios 20.34).
  • El amor se expresará en ellos (Hebreos 12.6).
  • Se producirá una conciencia limpia (Proverbios 20.34).
  • Detendrás a tus hijos de entrar al infierno (Proverbios 23.11).
  • Traerá un orden calmado y quieto a tu hogar así como también a la vida de tu hijo (Hebreos 12.11).
  • Alejará la necedad de tu hijo (¡Por naturaleza, todos los niños la tienen en su corazón!) (Proverbios 22.15).

Un mensaje silente de amor o de odio

El que detiene el castigo, a su hijo aborrece;
Mas el que lo ama, desde temprano lo corrige (Proverbios 13.24).

¿Cuál mensaje tú deseas transmitirle a tu hijo: “te amo” o “te odio”? Según el versículo arriba, nosotros tenemos la oportunidad de decidir cuál vamos a escoger. En realidad, sólo tenemos dos opciones; nuestros hijos recibirán una o la otra.

En el estudio de este versículo, yo haré resaltar cinco palabras. Tú debes hacer lo mismo, pues ellas son las palabras claves en este versículo y en lo que se refiere a la crianza de los hijos. Antes de ir más adelante en nuestro estudio, yo voy a definirte más ampliamente estas cinco palabras claves, agregándoles el significado que tienen en el idioma hebreo.

Detiene: Quiere decir “frenar”, “retener” o “tardar”. También puede ser “usar escasamente”.

Aborrece: Quiere decir “odiar” o “enfrentarse con el enemigo”.

Ama: Quiere decir “estar de pie con los brazos abiertos y listo para recibir”.

Desde temprano: Quiere decir “temprano en la vida” o “pronto, una y otra vez”.

Ahora bien, según lo que aparece en este versículo, si nosotros nos frenamos en usar la vara o la retenemos, entonces odiamos a nuestros hijos. Sé que tal sentencia parece ser muy pesada, pero Dios es quién la ha proclamado. Por cierto, si usar escasamente la vara para castigar es “aborrecer” a nuestros hijos, ¿cuánto más odioso es dejarla por completo? Dios, quien nos ha creado y conoce nuestras debilidades, nos está dando un aviso en este versículo. Él conoce la tendencia que tenemos de ser débiles en este ejercicio. Existen muchos razonamientos para negarnos al uso de la vara: estamos demasiado ocupados en el momento preciso; es una molestia; queremos escaparnos de este deber desagradable. Sea como sea, Dios proclama que detener el uso de la vara es odiar. “El que detiene (…) aborrece”.

Ahora vamos a tratar la palabra aborrece. En el idioma hebreo esta palabra muchas veces se expone juntamente con una descripción mental que se describe como algo que aturde o algo espantoso. El espíritu de esta descripción se revela patentemente cuando nos imaginamos a un hombre de pie, enfrentándose con su enemigo. Este hombre no dice nada porque no es necesario; el mensaje que demuestra el aspecto de su rostro se ve con bastante claridad. El enemigo entiende muy bien que él es odiado.

Este es el mismo mensaje que les mostramos a nuestros hijos cuando detenemos el uso de la vara en los casos que realmente se necesita. Quizá tú digas: “Pero yo no siento tal odio en mi corazón hacia mi hijo”. Yo estoy seguro que tú estás diciendo la verdad; sin embargo, Dios dice que detener el uso de la vara es aborrecer. El punto principal de este caso se fundamenta en la negligencia por parte de los padres. Aunque no lo quieras creer, nuestra negligencia en castigar “desde temprano” les emite un mensaje silencioso de odio hacia nuestros hijos. Anteriormente, me referí a la negligencia de la instrucción correcta y a la confusión que esto obra en nuestra relación con nuestros hijos. Ahora bien, a continuación expongo una aplicación práctica de cómo eso obra: no castigar con la vara o castigar escasamente resultará en muchas “correcciones” frustradas de parte de los padres, lo cual luego resultará que el hijo nunca se sentirá limpio en su corazón a causa de sus errores. Y todo esto resultará en un obstáculo en la relación entre el padre y el hijo.

En cambio, si el padre administra el castigo apropiado, entonces tiene lugar la limpieza de conciencia que esto conlleva, enviando un mensaje de amor que el hijo es capaz de recibir con gratitud. Créalo o no lo crea, Dios ha diseñado que el corazón de su hijo sienta gratitud cuando usted le aplica una disciplina, quitándole al niño el sentimiento de culpa que había tenido al haber hecho algo que no debía hacer.

Al igual que la palabra aborrece, la palabra hebrea que se tradujo como ama es una palabra que representa otra descripción: una persona de pie con los brazos abiertos y lista para recibir. En la época cuando mis hijas Hannah y Esther eran muy pequeñas todavía y yo regresaba de algún viaje de predicación en algún lugar lejos de casa, ellas corrían a mi encuentro para saludarme. Yo siempre me arrodillaba para ponerme a su nivel y alargaba mis manos para recibirlas con un fuerte abrazo. Aquí se puede ver la descripción de la palabra hebrea ama.

A muchas personas les es difícil entender cómo castigar con la vara puede ser una expresión de amor. Por lo general, tales personas han experimentado una experiencia desagradable en cuanto a la disciplina durante su niñez. En mi caso, yo me siento muy triste al reconocer que la generación actual de estadounidenses pertenecemos a una tercera generación seguida que no recibimos el castigo correcto. Pienso que a lo mejor a esto se debe la razón de imponer leyes en contra del uso de la vara como castigo corporal en la crianza de nuestros hijos. Pero, ¿qué debemos hacer ahora? ¿Acaso debemos conformarnos al espíritu mundano y desobediente de este siglo, o debemos hacer caso a los principios eternos de la Palabra de Dios? Dios dice que castigar con la vara es una expresión de amor. De hecho, al castigar correctamente a nuestros hijos, les decimos: “Te amo”. En el capítulo siguiente, yo voy a explicar un poco más el modo que usamos para castigar con la vara. Oro para que tú, al leer esto, estés de acuerdo que el castigo bíblico es una expresión de amor y una piedra fundamental en la edificación de una relación amorosa entre el padre y su hijo.

Ahora vamos a enfocarnos en las palabras desde temprano. Esta frase quiere decir “temprano” o “en el inicio de la vida”. Una pregunta que a menudo se me hace es: “¿Cuándo debo comenzar a aplicarle a mi hijo el castigo con la vara?” Bueno, al leer este versículo queda claro que debemos comenzar temprano en la vida de un niño. Pero, es bueno reconocer que es necesario ajustar el castigo según el tamaño y la edad del niño. Yo deseo tocar este punto con muchos más detalles más adelante en nuestro estudio. Otra manera de definir la frase desde temprano es decir “pronto, una y otra vez”; o sea, “repetidamente”.

Ahora pues, vamos a parafrasear este versículo, juntando todas las definiciones ampliadas. “El que usa escasamente la vara para castigar a su hijo, le manifiesta un espíritu de odio, pero el que quiere manifestar un espíritu de amor hacia él, la aplicará pronto y correctamente, una y otra vez”.

Hijos sin padre

Existen muchas promesas en el Nuevo Testamento, las cuales Dios le ha dado a su pueblo. Nos regocijamos por todas ellas. No obstante, para mí, la más importante es la que dice que él va a ser nuestro Padre. “Y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2 Corintios 6.18). Esta promesa del Padre es una promesa extensa, pues contiene todas las otras promesas en sí misma. Nos regocijamos en la cobertura consoladora del amor del Padre. Pero tenemos que reconocer que una parte de esta cobertura amorosa implica recibir el castigo o la disciplina que viene de parte de él cuando nos descarriamos. Hebreos 12.5–13 nos recuerda que nuestro Padre celestial castiga a sus hijos; los castiga “desde temprano”. El asunto queda bien claro: castigar con la vara es una expresión tierna del amor del Padre hacia nosotros, y si no se nos aplica el castigo o la disciplina entonces somos hijos e hijas sin padre. La Biblia lo llama hijos “bastardos”.

Amados padres y madres, pongámonos de acuerdo otra vez en cuanto a este asunto sumamente importante. Nosotros los padres representamos a Dios ante nuestros hijos. La percepción de nuestros hijos con respecto a Dios se ve muy impresionada por lo que ellos experimentan a diario con nosotros. Si rehusamos castigarlos con la vara o si nos refrenamos de aplicarla lo suficiente o si la aplicamos severamente y con enojo, entonces, ¿cómo impresionaremos con esto la percepción de Dios que van a tener nuestros hijos? Además, nosotros debemos considerar lo siguiente: si les negamos el uso de la vara, nuestros hijos son como hijos sin padre, aunque su padre viva en la misma casa. Quizá se puede decir que tales hijos tienen un padre que no los ama; son como los bastardos, los hijos ilegítimos.

Porque el Señor al que ama, disciplina,
Y azota a todo el que recibe por hijo (Hebreos 12.6).

De seguro que nosotros podemos aplicar este versículo en nuestros hogares. Todos los hijos e hijas que vivan bajo el cuidado y la bendición de un padre recibirán castigo de él. Los hijos que no reciben corrección de su padre no son amados por él, pues el padre castigará al que ama. Un padre o una madre castigan a su hijo por su propio bien, demostrando así su amor por su hijo.

Al yo hacer estas afirmaciones en ninguna manera estoy tratando de tergiversar la interpretación o la aplicación de estos versículos. ¡Hermanos! Ahora y hoy es el tiempo para despertar ante la gran responsabilidad que debemos llevar como padres y así evitar que vengan las terribles consecuencias a causa de la desobediencia. Nosotros somos responsables de nuestra propia negligencia y tendremos que darle cuenta a Dios, quien nos ha dado por un tiempo a nuestros preciosos hijos. Además, hay que tomar muy en cuenta la opinión y el sentir de nuestros hijos. Es sabio conocer lo que nuestros hijos piensan que nos hace falta en nuestras vidas, así como lo que falta en sus propias vidas. Si ellos no están recibiendo el castigo de amor por medio de la vara entonces les hace falta una de las experiencias más tiernas y provechosas que tendrán durante toda su vida. Y ustedes los padres que rehúsan darles estas experiencias estarán perdiéndose algo divino que sólo Dios nos da al serle fiel en la práctica y obediencia de sus principios.

Reflexiona sobre el dilema actual que hay en muchos de nuestros países. Hay millones de hijos que se están criando sin padres. ¡Es una tragedia! ¿De dónde vino esta maldición? ¿Será que es el fruto de tener varias generaciones de hijos que se criaron con un padre que estuvo ausente casi todo el tiempo? Yo creo que sí, pero, ¿quién va a romper el ciclo, la cadena de la irresponsabilidad? El diablo nos ha cegado y lo ha hecho con mucha sutilidad, pues él sabe qué tremendos resultados puede traer a la siguiente generación este tipo de libertinaje. Es necesario que nosotros hagamos volver nuestro corazón hacia nuestros hijos antes que se pierda otra generación.

Una paradoja

La disciplina bíblica produce un amor maravilloso y completo entre el padre, la madre y el hijo. Puede ser que este concepto sea difícil de entender para algunos que no lo hayan experimentado, pero es verídico. Yo he servido de consejero a muchos jóvenes en los servicios de las campañas para jóvenes que nuestra iglesia organiza anualmente. Durante tales horas de consejerías, yo he escuchado una declaración muy a menudo de parte de estos jóvenes que están pasando pruebas difíciles. La declaración es la siguiente: “Nunca he podido relacionarme bien con mi padre. Nosotros no podemos compartir nuestros corazones el uno al otro y me siento como si fuera un extraño con él.” ¿Acaso has escuchado alguna vez algo similar? ¿Qué dirían tus hijos jóvenes si alguien les preguntara acerca de su relación contigo?

Yo estoy seguro que existen muchas razones por las que un hijo se sienta como un extraño ante sus padres, pero es claro que la falta de una disciplina amorosa es una de ellas. La disciplina amorosa produce una relación íntima entre quienes la experimentan; es decir, los padres y los hijos. Mis hijos son también mis amigos y nosotros podemos platicar abiertamente sobre cualquier asunto. Cuando nos vemos en la necesidad de castigar con la vara, el corazón de mis hijos y el mío se unen mucho más. Sé que esto te puede sonar muy extraño al escucharlo por primera vez, ¡pero es verdad! Sí, es una de las paradojas bíblicas. Los caminos de Dios no son los caminos del hombre (véase Isaías 55.8). Lo que les he escrito es una paradoja fascinante que no tiene sentido en la mente carnal o en una mente que no ha sido renovada por medio del Espíritu Santo. Al igual que la Biblia nos enseña que la mejor manera de subir es bajar, entonces de igual forma se edifica una relación íntima con tus hijos cuando se aplica el castigo con la vara de la forma que lo prescribe la Biblia.

Ahora, consideremos otro versículo:

Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza;
Mas no se apresure tu alma para destruirlo (Proverbios 19.18).

Dios comienza este versículo con el mandamiento de “Castiga a tu hijo”. No creo que sea necesario abordar mucho más en cuanto a esta frase, pues ha quedado lo suficientemente clara. De todas formas, yo deseo que nos enfoquemos en dos puntos claves en el resto de este versículo.

Primero, analicemos la frase que dice: “En tanto que hay esperanza”. Lo que significa o lo que quiere decir esta frase es que llegará un tiempo cuando ya no habrá esperanza. Quizá se pueda decir que llegará el día cuando castigar con la vara no producirá los resultados deseados. Por tanto, Dios nos ha dado este versículo para motivarnos. Él está diciéndonos: “Castiga a tu hijo con la vara en tanto que ellos puedan ser castigados y que todavía se les pueda enseñar”. Es como el vástago: se puede ayudar a que crezca recto mientras el mismo es pequeño. Pero cuando ya haya llegado a los cinco años de edad entonces no se podrá enderezar. Esto quiere decir que ya no hay esperanza y entonces habrá que vivir teniendo un árbol torcido.

Por favor, entiende esto, Dios nos está diciendo que castiguemos a nuestros hijos cuando sea necesario desde temprano en su vida y en tanto podamos hacerlo para su propio bien. Es preciso que nos demos cuenta desde ahora de lo que este versículo trata de decirnos, pues llegará el día cuando ya no podrás corregir a tus hijos con la vara.

Ahora vamos a tratar la segunda frase clave de este versículo. Nosotros tenemos un Dios sabio y amoroso que nos conoce hasta lo más profundo de nuestro ser. De manera que es por ello que nosotros debemos comprender la razón de él permitir que aparezca un versículo como éste en la Biblia. Además, Dios sabe que estamos hechos de carne, con un amor natural hacia nuestros hijos. No es malo tener amor natural hacia nuestros hijos, pero este amor necesita ser respaldado con el amor espiritual, el amor ágape descrito en 1 Corintios 13. Así que, Dios termina el versículo de la cita con un recordatorio bastante directo para nuestro corazón: “no se apresure tu alma para destruirlo”. ¿Cómo podemos apresurarnos para destruir a nuestro hijo? Una manera que existe de “destruir” a nuestro hijo es al aplicar el castigo muy apresuradamente o hacerlo a medias. Realmente desconsuela mucho ver a un niño llorar cuando decidimos terminar antes de tiempo con el castigo que el niño merece, aunque sabemos que los niños empiezan a llorar aun antes de recibir el castigo. Quizá sea por eso que Dios nos ha dado esta frase para animarnos a cumplir con el castigo hasta el final.

Es de saber que unas cuatro o cinco nalgadas a la ligera no sirven; se debe aplicar un castigo suficientemente recio de manera que el niño aprenda a obedecer desde el primer momento. En el siguiente capítulo, yo voy a tratar con más detalle el asunto de cómo aplicar un castigo con la vara. Lo cierto es que hay niños que son muy inteligentes y que saben que si se da un fuerte grito, como que si estuviesen a punto de morir, muchas veces los padres terminarán el castigo antes que realmente se haya efectuado algo positivo en la voluntad del hijo. No obstante, Dios es más inteligente que los niños y él sabe que ellos necesitan el castigo. Así, él nos ha dado esta instrucción a nosotros los padres: No destruyas a tu hijo, haciendo caso a sus engañosos gritos.

Cuando les predico este mensaje a un grupo de personas, yo a veces les pregunto a los niños si ellos gritan como locos para evitar el castigo con la vara. ¡Siempre afirman que sí, lo hacen! La razón de ver a tu hijo llorando no es una buena razón para detener un castigo merecido. Sé que esto puede parecer como algo lleno de malicia o perversidad, pero no lo es. Dios nos ha revelado en su Palabra que es correcto aplicar un castigo merecido, aunque el niño esté llorando, para así no destruir a nuestros hijos.

Dale a tu hijo un avivamiento

Los azotes que hieren son medicina para el malo,
Y el castigo purifica el corazón (Proverbios 20.30).

Por si no lo sabías, el uso apropiado de la vara en la disciplina es uno de los métodos de Dios para limpiar la conciencia de tus hijos. Me parece que es muy importante que nos enfoquemos en este aspecto de la disciplina. Tal vez esto sea algo nuevo para ti. Ten paciencia conmigo mientras trato de explicarte cómo obra el uso de la vara en la limpieza de la conciencia o la purificación del corazón de tu hijo. Yo pienso que luego de haber leído mi explicación entonces lo más probable sea que estés de acuerdo conmigo.

¿Alguna vez has experimentado un avivamiento en tu vida personal? Yo entiendo que muchos de los lectores de este libro sí conocen la dulce experiencia de responder a los llamados de Dios, ya sea porque se entregaron en una campaña de avivamiento o que Dios les llamó estando en sus propias casas. Lo que sí es de notar es que cada persona que ha respondido al llamado de Dios conoce lo que es permitirle al Señor que quebrante su corazón. En tales ocasiones, él nos muestra nuestras fallas y nosotros respondemos ya sea con un llanto profundo de tristeza a causa de nuestro pecado o por medio de una confesión de todas nuestras iniquidades. Entonces teniendo un corazón contrito, nosotros clamamos a Dios para que nos perdone y nos limpie por medio de la sangre de Jesús. ¡Qué limpieza! ¡Qué quebrantamiento y cuánta dulzura hay en nuestro corazón luego de tal avivamiento! ¡Cuánto gozo, bendición, ternura y obediencia empiezan a obrar en nuestro ser!

Ahora bien, amados hermanos y hermanas, usar la vara en la disciplina de tus hijos es el método dado por Dios para producir esto mismo en ellos. Los niños no entienden nada acerca de cómo arreglar sus cuentas con Dios. Ellos tampoco entienden el poder de la sangre de Cristo para limpiarnos y purificarnos. No obstante, Dios ha provisto un camino para producir un cambio de actitud en ellos del mismo modo que nosotros lo recibimos al nacer de nuevo. Es bueno aclarar que este cambio de actitud no será permanente, pues solamente el nuevo nacimiento puede efectuar tal cambio; pero en sí, el castigo con la vara efectúa un tipo de cambio en la actitud de tu hijo. Además, este tipo de cambio ablanda su corazón y limpia su conciencia, pues el niño desobediente sabe que merece el castigo. Al recibir su castigo merecido, el niño se siente librado, pues ya ha recibido su debida “paga”. Voy a repetir lo que escribí de otra manera: esta limpieza de conciencia no es nacer de nuevo. Es por eso que el niño tendrá que experimentar esta situación una y otra vez hasta que sea lo suficientemente maduro para comprender su responsabilidad personal ante Dios. Al aplicar un castigo apropiado, utilizando la vara en tu hijo, aunque te cueste trabajo creerlo, el niño experimenta un tipo de avivamiento que lo hace feliz. Dios desea usarte de manera que tú seas su instrumento y que tu hijo experimente este avivamiento en su vida.

Este tipo de avivamiento, que es como una sensación de libertad, de gozo y de limpieza, es exactamente lo que describe Proverbios 20.30. Cuando nuestros hijos yerran al desobedecer nuestras reglas, sus conciencias se sienten culpables. Dios diseñó la conciencia para que funcionara de este modo. Cuando su conciencia se siente culpable, entonces es como si una nube descendiera sobre su semblante. Si tú eres un padre que discierne estas cosas, bien podrás notar esto en el rostro de tu hijo. En algunas ocasiones el niño puede limpiar su consciencia, confesando su error a sus padres. No obstante, hay casos cuando el niño elige guardar silencio en cuanto a su rebeldía. En tales casos, si no se aplica el método de Dios para librar de culpa a ese niño, por lo general, la nube se queda sobre su vida y lo más probable sea que este niño se meta en más problemas.

Dios en su sabiduría divina nos ha dado el principio y el mandamiento de castigar con la vara en tales casos de trasgresiones no confesadas. El hijo que elige esconder su pecado necesita un buen castigo con la vara para librarle su conciencia. Algunos padres dejan que la nube cubra a su hijo durante varios días seguidos. Este es un grave error para todos, pues el espíritu del hijo y su conducta atormentan todo el hogar. No hay tranquilidad en tal hogar que tiene a un niño con una conciencia nublada. En vista de esto, nos toca a los padres administrarle una amorosa y divina disciplina al hijo errante. De hecho, la disciplina es una parte de la acción de dirigir un hogar. Analiza las palabras tan claras y de peso que Dios utilizó en el versículo que estamos analizando. Dios dice que los “azotes (…) son medicina” y “el castigo purifica el corazón”. En realidad, este versículo describe la obra profunda que ocurre en la conciencia del niño. Un castigo apropiado limpia la conciencia de toda maldad; la limpia de cualquier deseo malicioso o de la culpabilidad que trae consigo violar las leyes de los padres. ¡Esto es hermoso! Amados padres, ¿acaso ahora pueden visualizar el poder que existe en el principio de castigar con la vara para el provecho de sus hijos? El castigo aplicado de la manera correcta por medio de la vara puede traerles a tus hijos libertad, gozo y bendiciones, las cuales son dádivas de Dios para ellos. Y en un sentido, tú y yo somos los administradores de tal vida bendecida; eso sí, si seguimos los principios de Dios.

Un niño que tiene una conciencia limpia llevará en su rostro un aspecto hermoso. Este principio se aplica a los niños así como también a nosotros los adultos. Un niño con una conciencia limpia tiene un aspecto lúcido y feliz. Y esto es precisamente lo que Dios desea para él. Muchas personas me han dicho: “Hermano Denny, tus hijos tienen un aspecto tan lúcido”. Y es verdad, pero esto no debe ser algo especial, pues cada niño debe tener este semblante.

Yo puedo discernir si un niño está recibiendo la disciplina apropiada en su hogar al mirar su rostro. Un niño que es disciplinado correctamente tiene una conciencia limpia, su corazón es suave y su voluntad está sujeta a la de sus padres. Sí, a través de tales señales, discernir la clase de disciplina dada por los padres a sus hijos es muy sencillo. Tal vez tú tengas dudas y quieras formularme la siguiente pregunta: “Bueno, espera un momento hermano Denny. ¿Cómo puedes tú ser tan atrevido para decir esto?” Bueno, tú debes recordar la ilustración del constructor y el agricultor. Debido al conocimiento tan ejercitado de estos hombres, ellos pueden discernir lo que se necesita para la construcción de una casa o la preparación de un huerto desde el primer momento. Y ninguno de nosotros se quedaría sorprendido de su sagaz discernimiento; pues, ellos son especialistas en su trabajo. Del mismo modo, Dios desea que nosotros seamos así de sagaces en la crianza de nuestros hijos. Al aprender nosotros los principios de Dios, entonces los mismos se harán una parte instintiva de nuestro pensar en la crianza de nuestros hijos y de esa forma llegaremos a discernir, tal como el agricultor o el constructor discierne.

Nosotros tenemos a nuestro alrededor una generación de hijos que se están destruyendo a razón de la falta de este tipo de discernimiento. Amados padres, ¡es tan sencillo entender esto que escribo! Sé que existen casos más difíciles que requieren de un mayor cuidado, pero la mayoría de las necesidades en la vida hogareña pueden ser suplidas por padres que conocen la Palabra de Dios y que la obedecen.

Otras formas de disciplinar

Ahora bien, yo voy a exponer aquí otras formas para disciplinar a nuestros hijos que el mero hecho del uso de la vara. Voy a mencionar algunas que nosotros utilizamos en nuestro hogar, y cómo los aplicamos.

• Que se pongan de pie en una esquina de alguna habitación de la casa. Como una reprensión leve y una advertencia, nosotros hacemos que el hijo desobediente se ponga de pie por un rato en una esquina de una de las habitaciones de la casa. Le decimos: “Si te comportas bien luego de este castigo, entonces no vas a recibir otra disciplina. De lo contrario, te vas a enfrentar con un castigo mucho más fuerte.”

• Quitarles los privilegios. Si al hijo desobediente le gusta mucho cierta actividad (por ejemplo, nadar en el río), nosotros le quitamos por un tiempo el privilegio de participar en esa actividad. Perder su privilegio en tales casos puede ser una advertencia efectiva y una buena reprensión.

• No permitir que juegue con cierto juguete. Cuando un hijo demuestra mezquindad con algunas de sus posesiones, quitarle tal posesión por un tiempo le enseña una lección. Así aprende a compartir con otros.

• Apartarle su comida para más adelante. En el proceso de enseñar al hijo que se debe comer todo lo que está servido en su plato es sabio apartar lo que él dejó de comer para la siguiente comida del día. Luego, en la siguiente comida, el hijo tendrá que comerse lo que dejó de la comida anterior. Esta acción puede llegar a ser más útil que el uso de la vara. Mirar nuevamente los mismos frijoles en su plato (¡ya fríos!) es algo convencedor.

• Darle unas palmaditas en la mano. A veces, sobretodo en el caso de un hijo que es todavía muy pequeño, nosotros optamos por darle unas palmaditas en la mano. En tales casos, muchas veces una o dos palmaditas en la mano quebrantará la voluntad del niño y todo se arreglará.

Pues bien, existen otras formas de disciplinar a un niño, y tú puedes usar tu imaginación para instruir a tu hijo en la disciplina que le trae gozo. Yo decidí mencionar estas formas sólo para ponerte unos ejemplos. Te advierto que la lista no está completa, ya que nosotros todavía estamos en el proceso de criar a nuestros hijos y seguimos aprendiendo.

Los principios de Dios dan buenos resultados

Hace muchos años estuve trabajando en la ciudad de Chicago. En ese entonces Dios me permitió experimentar algo que nunca podré olvidar. La congregación a la que asistía tenía autobuses propios para recoger a los niños que asistían a la escuela dominical, y yo conducía uno de ellos. En la ruta que yo recorría había una madre soltera que tenía cuatro hijos. Ella no era una buena madre, pues nunca se había casado y además era alcohólica. Por otra parte, muchas veces ella se negaba a cuidar a sus hijos, los cuales eran casi incontrolables. Yo la visitaba todos los sábados, pues llevaba una carga en mi alma debido a su situación. Dos de sus cuatro hijos eran gemelos y ellos se comportaban como salvajes.

Cierto sábado, mientras visitaba a las familias de mi ruta, esa madre me abrió la puerta y se veía completamente frustrada. Los gemelos se habían comportado bastante mal durante esa semana y ya ella estaba por deshacerse de ellos por completo. Su deseo tocó fuertemente a mi corazón, pues sentí en mi alma una carga por ellos. De hecho, yo era, en cierto sentido, el único hombre a quien ellos podían considerar como un padre. En medio de toda la situación, la madre me dio una sola opción, diciéndome: “Si tú quieres llevártelos para tu casa durante una semana para educarlos entonces hazlo”. Pues como era un período de vacaciones y yo sabía qué iba a hacer en mi casa toda la semana siguiente, así mismo lo hice. De manera que me llevé a esos gemelos para mi casa. (¡Qué sorpresa fue aquello para Jackie!)

Durante los dos días siguientes, Jackie y yo los seguíamos a dondequiera que ellos iban. Les impartimos instrucción y guía acerca de las reglas del hogar y les advertimos que recibirían un castigo con la vara si no las obedecían. Por supuesto, ellos desobedecieron, ya que nunca habían sido entrenados de tal manera. Yo tuve que darles un castigo de amor, una y otra vez. Ellos nunca habían recibido tal forma de disciplina; solamente se les había impartido un castigo corporal cargado de enojo por parte de quien impartía el castigo.

Esos dos niños llegaron a convertirse en mis íntimos amigos y amaban con todo respeto al “señor Denny”. Luego de dos días de un entrenamiento consecuente y lleno de amor, ellos ya habían aprendido mucho. Al terminar la semana, se habían convertido en niños muy obedientes. Ya se comían toda su comida y se sentaban con mucha tranquilidad, comiendo con una cuchara en lugar de usar los dedos. Además, aprendieron a decir “por favor” y “gracias” al pedir algo. ¡Sí, ellos se convirtieron en niños que se comportaban muy bien!

Al terminar la semana, yo se los llevé a su madre y de allí me fui a visitar a otros niños de la ruta. Entonces pasó una semana más y volví a visitarles nuevamente. Al abrir la puerta, la madre me miró por un rato sin decir nada y luego me preguntó:

—¿Qué les hiciste a mis hijos? ¡No puedo creerlo! Ahora se comportan bien. ¿Qué les hiciste?

Esa madre casi no podía creer el cambio efectuado en sus hijos. Ella había estado abusando de ellos desde muy pequeños al pegarles fuertemente por las mejillas, echarlos de la casa a cualquier hora, golpearles despiadadamente y gritarles con mucho enojo. Lo único que ella conseguía era que ellos se comportaran peor. Ella no entendía que ella misma era quien empeoraba el problema. Solamente una semana de la amorosa disciplina con la vara había cambiado la manera de comportarse de sus hijos. De hecho, ellos eran unos niños maravillosos y yo deseaba adoptarlos. Yo creía que ellos podían llegar a ser buenos hijos.

En ningún momento yo deseo que alguien me dé alguna gloria; yo no hago nada especial. El secreto no está en mí, sino que está en los eternos principios de Dios. A mí me han compartido otros testimonios parecidos a lo que les he escrito en los párrafos anteriores; historias de niños problemáticos que fueron llevados a un hogar piadoso para ser educados por medio de los principios de Dios. Los padres de esos hogares piadosos simplemente aplicaron las “tácticas de cultivo para niños” y, como resultado, recibieron los frutos positivos al aplicar las leyes eternas de Dios. ¡Esas leyes producen resultados positivos! Tus hijos no son diferentes a los hijos de los demás. Si tienes hijos problemáticos, generalmente es asunto de aprender cómo criarlos según los principios de Dios, y luego poner por obra lo que has aprendido.

Un niño disciplinado tiene paz en su corazón, una paz que se demuestra en su aspecto físico y que toca cada área de su vida. La realidad es que el corazón limpio y feliz de un hijo es una dádiva divina que es dada por medio de los padres que aplican los principios de Dios en la crianza de sus hijos. De hecho, es una dádiva de amor.

Oración

Señor, ábrenos los ojos del corazón. Estamos infectados con el espíritu de la era actual. Perdónanos a causa de nuestra desobediencia. Sabíamos tu voluntad, pero no hemos obedecido. Santifica y purifica nuestro corazón hasta que seamos motivados por el amor espiritual en la crianza de nuestros hijos. Amado Padre, hemos reaccionado ante los fracasos de nuestros padres. Perdónanos, cámbianos y sánanos para que podamos desarrollarnos y madurar en la fe. En el nombre del Señor Jesucristo, amén.

Capítulo 16 - Un ejercicio sagrado

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© 2004 por Denny Kenaston