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La búsqueda de una descendencia para Dios

© 2004 por Denny Kenaston

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CAPÍTULO 14

El corazón de los padres
tiene que volverse

He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición.
(Malaquías 4.5–6)

En este capítulo, yo trataré un tema muy precioso para mí: el corazón de los padres. Yo deseo analizar casi cada palabra del versículo 6 citado arriba, pues para nosotros los varones del mundo actual, existen verdades poderosas y maravillosas en este versículo, las cuales deben hacernos temblar. Te animo a que leas todo el capítulo 4 de Malaquías en preparación para el estudio de este tema. Al leerlo, fíjate en el mensaje profético de este pasaje.

En estos momentos se está obrando un milagro en nuestras tierras entre muchos padres. Por su manera misteriosa, Dios está obrando “entre bastidores”, efectuando cambios. No son los casetes escuchados ni los seminarios que uno asiste, sino que es el mismo Espíritu de Dios el que está obrando en los corazones de los hombres para hacer cumplir las palabras del sexto versículo del capítulo 4 de Malaquías. Nadie puede explicar lo que está ocurriendo, sino solamente decir que esto es de parte de Dios. De hecho, él está haciendo latir los corazones de los hombres de una manera misteriosa, obrando en ellos algo que nunca antes se había visto. Para mí resulta maravilloso observar a doctores, abogados, gerentes de empresas, técnicos y a otros profesionales cambiar su manera de vivir. Muchos de estos hombres están dejando sus profesiones y compran pequeñas fincas en las áreas rurales. Y si se les pregunta acerca de por qué tal decisión, entonces ellos responden: “Es que deseamos invertir más tiempo en la crianza de nuestros hijos”.

Yo no he hecho mención de estas personas con el fin de poner en la cúspide a los doctores y abogados, sino que los uso como ejemplo porque tales personas han invertido mucho tiempo y dinero en su preparación para tales trabajos. Y ahora, algunos están dejando toda esa inversión para trasladarse a una pequeña finca en el campo y así poder trabajar viviendo más cerca de sus hijos. ¡Esto es un milagro!

Un gerente de empresa compartió conmigo cómo Dios lo trató con relación a sus hijos. Este hombre era un ingeniero en sistemas y ganaba $70.000,00 al año. Sin embargo, Dios empezó a tocarle su corazón, dándole una carga por sus hijos. Al inicio de este suceso, él no entendía lo que Dios le hablaba. Pero el “silbo apacible y delicado” (1 Reyes 19.12) se hizo más audible mientras este ingeniero en sistemas estaba sentado en el trigésimo cuarto piso de un rascacielos, tecleando su computadora. De continuo, Dios seguía diciéndole: “¿Qué de tus hijos? ¿Cómo van a ser vencedores? Ellos te necesitan.”

Esto continuó así durante muchos días hasta que por fin él tuvo que arreglar cuentas con Dios por el bienestar de sus hijos. Muchos de nosotros conocemos la batalla que libraba este hombre ya que de una manera u otra hemos pasado por algo similar. ¿Qué haría él si dejaba su carrera junto con toda la seguridad económica que le ofrecía tal ganancia? Sin embargo, al final el Espíritu de Dios prevaleció y ese hombre se rindió a la voluntad de Dios. Ahora, él trabaja gozosamente con sus hijos a su lado en una carpintería. Ya no gana tanto dinero, pero él está ganando para Dios algo que vale mucho más que el oro: sus hijos.

Antes de comenzar con nuestro estudio basado en Malaquías 4.6, yo deseo hacer un pequeño comentario acerca de cómo los versículos proféticos surten efecto en sus lectores. Dios emplea lo profético en varias maneras. Primeramente, él usó las profecías del Antiguo Testamento para hablarle a la gente de aquel entonces, pues las mismas fueron dadas en el contexto de las circunstancias que estas personas enfrentaban. Además es necesario notar que la profecía se aplica al futuro, haciéndola así algo verdaderamente misterioso. Yo me he dado cuenta de cómo tales profecías se cumplen una y otra vez en varias épocas de la historia. El segundo capítulo de Joel es un buen ejemplo de este cumplimiento repetido, porque aunque se cumplieron las profecías de este capítulo, aún se siguen cumpliendo sus palabras en las vidas de los hombres. Todo esto hace que el pueblo de Dios siga mirando hacia el futuro, anhelándolo y preparándose para el mismo.

Los versículos de Malaquías 4 son otro ejemplo de tal clase de profecía. Yo pienso que el cumplimiento total de esta profecía no ha llegado todavía. Esto es muy importante, pues va a ayudarnos a entender lo que pasa en nuestros días. Al leer el Nuevo Testamento, nosotros nos enteramos que el espíritu de Elías se derramó sobre Juan el Bautista, cumpliéndose en parte la profecía de estos versículos. Sin embargo, esto no quiere decir que la misma no pueda tener otro cumplimiento en el futuro con otras personas. De esta manera es que estos asuntos son misteriosos para nosotros, y pienso que es la voluntad de Dios que sea así.

Muchos líderes cristianos en todas partes del mundo concuerdan que en los últimos tiempos Dios está moviendo los corazones de los padres hacia el bienestar de sus hijos. Es muy importante que lo reconozcamos para que podamos rendirnos a su voluntad. Dios está haciendo cumplir su Palabra; como siempre lo hace. Es preciso que nosotros veamos lo que él hace para que podamos ser copartícipes de su plan. De seguro seremos bendecidos al hacer esto.

Ahora, tratemos de mirar más a fondo lo que Dios está haciendo, buscando comprender el mensaje de Malaquías 4.6.

El arrepentimiento

En nuestros días, el Espíritu de Dios se está moviendo en los corazones de los padres ya que él es un “Dios celoso” (Deuteronomio 4.24); celoso por sus hijos y celoso por una descendencia piadosa. Durante la historia del género humano, Dios ha usado a varias personas para despertar la atención de los padres y en la actualidad él también está usando a varias personas con ese mismo objetivo. Es preciso que entendamos esto, ya que si podemos darnos cuenta de este asunto entonces a lo mejor comprenderemos la intensidad de la carga de esos pensamientos que surgen en nuestro corazón. Ese sentir en lo profundo de tu ser, esos pensamientos y esas inquietudes acerca de tus hijos son de parte del Señor. Es así como Dios está buscando que tu corazón tenga un amor celoso por tus hijos.

Lo que Dios quiere es hacer volver tu corazón hacia tus hijos. La palabra volver en Malaquías 4.6 es una palabra revolucionaria y radical que demanda acciones radicales. Realmente, lo que quiere decir es “arrepentirse”. El Espíritu de Dios batalla en los corazones de los hombres para hacerlos arrepentirse.

Por si quizá algunos de los lectores no comprendan el tema del arrepentimiento, yo lo voy a tratar de explicar. Arrepentirse es una palabra fundamental que hace obrar cambios duraderos en la vida de los que le permitan a Dios obrar en ellos. Arrepentirse quiere decir “un cambio completo del modo de pensar, lo cual produce un cambio de actuar”. El arrepentimiento actúa en la voluntad del hombre, haciéndole dar una vuelta de 180º. Para ser salvo, es preciso que uno se arrepienta. Uno se debe arrepentir de todo pecado y de andar en su propia voluntad. Luego, hay que creer y confiar en Jesús para ser salvo.

Así es la definición de “volver”. No obstante, en Malaquías, Dios no hace referencia a la salvación, sino a la manera de relacionarnos con nuestros hijos. Sin embargo, con esto no se quiere decir que se haya perdido la fuerza o el sentido de la palabra “volver”, porque Dios también nos llama a un cambio de corazón (modo de pensar y de actuar). Como siempre, Dios hace su parte y el hombre tiene que hacer la suya.

El arrepentimiento puede obrar en nosotros por las mañanas cuando estamos a solas con Dios en oración o meditación y así nos damos cuenta acerca del lugar al cual Dios nos está dirigiendo o lo que él desea que hagamos. De hecho, él nos dirige a un cambio total. Además, nosotros podemos tener la ayuda de los mensajeros que vengan con el espíritu y el poder de Elías para hacer restaurar o volver los corazones de los padres hacia sus hijos. ¡Qué maravilloso! ¿Acaso tú estás prestando atención a esto, amado padre?

El corazón: parte poderosa de nuestro ser

La próxima palabra que vamos a estudiar es corazón. A decir verdad, aquí está la palabra más importante del versículo, pues todas las otras dependen de ella. Es por eso que se hace necesario comprender hasta lo más profundo lo que Dios nos quiere decir con esta palabra.

El corazón es el centro de las emociones. Es con el corazón que nosotros mostramos amor, soñamos y visualizamos las cosas. En el corazón es donde se forman nuestras metas, las cuales fijan el rumbo de nuestra vida. Todo esto ocurre en el corazón y da como resultado la forma de actuar de nuestra voluntad. Para Dios es muy importante la condición de nuestro corazón, y al leer versículos como Proverbios 4.23 nosotros entendemos que: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida”.

Además, nuestros deseos y anhelos más profundos salen del corazón, ya que de allí sale la codicia por lo malo y el anhelo de hacer lo bueno (véase Mateo 15.18–19). Es cierto, el corazón es el centro del ser humano. Dios, nuestro Creador, entiende todo esto y es por eso que él dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón” (Mateo 22.37). Él quiere que la fuente de nuestras emociones y deseos se dirija hacia él, pues él es Dios.

Razona conmigo por un momento. Tú y yo sabemos que si un hombre se propone algo en su corazón, entonces puede realizar mucho. Los últimos cincuenta años de la existencia humana contienen la prueba de esto a partir de todos los descubrimientos científicos que se han hecho. ¿Qué vamos a conocer en el futuro por medio del avance científico del hombre? Dios sabía todo esto y es por eso que en medio del tiempo de la construcción de la torre de Babel, él confundió la lengua de los hombres, interrumpiendo así el llamado “progreso”.

Pensemos un momento en las olimpiadas. Este tipo de evento es otro ejemplo de las proezas de los hombres hacia alcanzar las preseas cuando las personas fijan su corazón en algo. Si alguien pone su corazón en ganar una medalla de oro tal parece que nada ni nadie va a detenerle. Tal hombre no descansará en su espíritu hasta que obtenga la meta. A mí esto me parece absurdo, al razonar desde el punto de vista de lo eterno y conocer los verdaderos propósitos de Dios, pero así es el hombre. De hecho, para ganar la medalla, un hombre correrá como nunca antes ha corrido. Este mismo hombre será capaz de cambiar sus costumbres con relación a la alimentación, las actividades sociales y hasta sus horas de descanso. Sí, esa persona cambiará hasta su propio modo de vivir con tal de ganar esa medalla que ya ha visualizado. ¿Por qué actúa así? Porque ha puesto su corazón en ello.

Y es en este poderoso corazón que Dios fija el versículo que estamos estudiando. Su deseo es hacer volver la fuente de nuestro amor hacia él mismo. Luego, él desea que hagamos volver nuestro corazón hacia nuestros hijos, quienes son nuestros prójimos más cercanos. Me pregunto qué pasaría si nosotros los padres fijáramos nuestros corazones en criar a nuestros hijos del mismo modo que los deportistas se dedican en cuerpo y alma a ganar una medalla. Cuando el corazón anhela algo, entonces el sacrificio no es considerado excesivo.

Dios conoce el poder del corazón. Él sabe que en el cuerpo del hombre el deseo del corazón es fundamental para la crianza de los hijos. Consideremos un dato más: en los Estados Unidos existen más materiales para estudiar acerca del hogar que en cualquier otra parte del mundo. En este país hay más seminarios, proyectos grabados, libros y ministerios que se dedican al hogar que todo lo que tienen los demás países del mundo. Entonces, ¿cuál es el problema? ¿Por qué es que la sociedad de este país está más dividida cada día si se tienen todos esos materiales? ¡Porque es asunto del corazón! Muchos honran las enseñanzas del Señor con sus labios, diciendo: “Amén”. Pero su corazón está lejos de sus hijos. Nada cambiará hasta que se tenga un corazón dispuesto o fijado en la crianza de los hijos. “E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos” (Lucas 1.17). Parte de este secreto se descubre en el proverbio antiguo: “Dónde hay buena voluntad, se abrirá el camino”.

Cuando el corazón del padre comienza a enfocarse en la familia, entonces todos los puntos prácticos empezarán a obrar. Ya después que se inicie ese momento en la vida de la persona dejarán de ser necesarios los sermones o los libros, porque la Palabra de Dios será suficiente.

Padres, no se debe delegar la responsabilidad a otro

Ahora llegamos a la próxima palabra importante del versículo: “padres”. Aunque a veces parece ser injusto, nosotros los hombres tenemos que aceptar la realidad que la responsabilidad de criar a nuestros hijos está completamente puesta sobre nuestros hombros. Así lo ha ordenado Dios. Este versículo les habla a los padres, no a las madres. (La versión de la Biblia en inglés aclara esto, aunque la palabra “padres” en español puede incluir a las madres.) Dios sabe que si el padre vuelve su corazón hacia sus propios hijos, generalmente la madre hace lo mismo. Yo lo he visto muchas veces.

Los padres son la cura para el movimiento feminista. Todas esas mujeres que desean tomar en sus manos la autoridad y así guiar a la sociedad, lo que más hacen es crear problemas, porque no es la voluntad de Dios que una mujer usurpe el lugar que le fue dado al hombre. Sin embargo, la culpa no es totalmente de ellas. Nuestros padres han pecado al permitir que ellas se encarguen de la responsabilidad completa del hogar y ellos se han dedicado a buscar otras cosas. Y muchas mujeres simplemente están siguiendo la voluntad de sus maridos.

Muchos líderes cristianos se quejan del hecho que las madres no desean quedarse en casa, dedicándose al cuidado de sus hijos, sino que tratan de salir para así buscar “metas más altas”. Pero este no es el problema principal. La raíz del problema es que los padres abandonaron su responsabilidad hace ya algún tiempo y se han dedicado a enfocar sus energías en otras llamadas así “prioridades”. Parece ser que las madres se cansaron y por fin dijeron: “Vamos también tras ellos”. La solución está arraigada a los padres. Ellos son los que deben actuar para levantar la maldición que nos ha sobrevenido.

El hecho que muchas mujeres se han unido en la perversión de olvidarse de los afectos naturales del sexo femenino es alarmante. Y muchas de estas mujeres son madres. ¿Cómo una madre puede olvidarse de su hijo? No obstante, multitudes de ellas han tapado sus oídos al clamor de sus hijos por la ternura materna. ¡Oh, padres! ¡Escuchen la Palabra del Señor! Él los está llamando a ustedes para que se vuelvan a lo fundamental, a lo que realmente tiene valor: sus hijos.

¿Me permiten, amados padres, presentarles algunas aplicaciones prácticas en la crianza de los hijos? No vamos a progresar si nos quedamos en lo general o en lo superficial. Si no les propongo algunas aplicaciones prácticas entonces hasta aquí ustedes pueden decir: “Sí, hermano Denny, usted está en lo correcto. Debemos amar más a nuestros hijos.” Y todo se queda ahí. Es decir, con solo eso ustedes tratarán de escaparse de sus responsabilidades. No obstante, ustedes no deben olvidar que Dios está llamando a los hombres al arrepentimiento radical que cambia el modo de pensar y de actuar.

Si el deseo de Dios es hacer volver los corazones de los padres hacia sus hijos, yo pienso que es razonable concluir que estos corazones están enfocados en otras cosas que no son los hijos. En esto mismo radica el problema: los corazones de los padres han dejado de enfocarse en las necesidades de los hijos y han puesto sus prioridades en cosas que consideran “mejores”. ¡Sí, la verdad es que ese corazón que está ahí para amar a sus hijos está amando cosas muy inferiores! ¡Ese corazón que tiene la capacidad para soñar y visualizar una descendencia para Dios está soñando y visualizando otras cosas sin importancia eterna! En esto radica el dilema.

Amados padres, si sabemos que estamos siendo negligentes con nuestras familias entonces hay que hacerle caso a las cuestiones prácticas de la vida cotidiana con relación a la crianza de nuestros hijos. ¿Qué es lo que más te interesa? ¿Acaso tú deseas tomar esta pregunta como un desafío en tu vida? Entonces detente en lo que haces, inclina tu cabeza y pídele al Espíritu Santo que te convenza de las faltas y necesidades en tu vida. Pídele que te dé respuesta a la pregunta: “Señor, ¿en qué tengo enfocado mi corazón?”

¿Me permites sugerirte algunos desafíos radicales? Considera los siguientes:

El materialismo: Muchos hermanos se han desviado al buscar la riqueza y lo que el dinero puede comprar. Ellos son siervos o esclavos de las riquezas. Padres, ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo y perdiere las almas de sus hijos? Aunque es triste confesarlo, muchos padres están haciendo esto exactamente. Al final de sus días en la tierra, a lo mejor ellos van a tener muchas “cosas” para dejarles a sus hijos, pero para lograrlo, primero tendrán que dejarlos a ellos a un lado. Además, lo que sí pudiera suceder es que algunos de estos padres pudieran perder su propia alma y la de sus hijos.

• Un seguimiento al rumbo que lleva la sociedad: Algunos de nosotros ciegamente estamos siguiendo el mismo rumbo de nuestros vecinos. Miramos alrededor nuestro y decimos: “Bueno, si mis vecinos hacen así, entonces yo también deseo hacerlo igual”. De esta manera, nosotros llegamos a ser como ovejas perdidas en una montaña y que simplemente están siguiendo a las demás que también están perdidas. Construimos una casa nueva sin tener la mayor necesidad de hacerlo, procuramos comprar un auto mucho más moderno o confortable sin pensar que el que tenemos es suficiente, trabajamos como locos para comprar otro terreno o para hacer todos los pagos que poco a poco nos hemos visto “obligados” a hacer, etc. Y por supuesto, todo esto requiere mucho dinero y es aquí cuando algunas esposas deciden que es mejor que ellas también tengan un trabajo que les proporcione algo de dinero. ¡Que Dios nos ayude!

• Los préstamos y las tarjetas de crédito: Estos han destruido a muchos hogares que antes eran felices. Tú necesitas algo y lo quieres ahora. Bueno, el banquero te dice: “No hay problema. Yo puedo ayudarte a lograr tu sueño. Firma aquí, nada más.” Pero, por supuesto, él nunca te informará que el contrato tiene escondida una cadena y que muchos ya se han enredado en esa trampa y no pueden salir de ella por muchos años. Y si ellos despiertan alarmados en cuanto a su condición de esclavitud y tratan de cambiar sus prioridades, el amistoso banquero, quien ya se ha convertido en un guardia de la cárcel de sus deudas, les dice de forma amenazante: “¡Tú no puedes hacer eso porque entonces yo…!” Hermanos, no contraigan deudas, a menos que venga una necesidad inevitable.

• Mi profesión: No existe nada de malo en tener una profesión o un buen trabajo. No obstante, a la mayoría de las empresas de la actualidad no les importa el bienestar espiritual de tu familia ni el de tus hijos. Si tú deseas seguir subiendo “la escalera del éxito” entonces tienes que ser un “empresario” o un “ejecutivo”. Lo que esto quiere decir realmente es que la empresa tiene que tener el primer lugar en tu vida.

• El mundo de la diversión: Yo no veo nada malo en tener diversiones familiares. Sin embargo, la mayoría de lo que el mundo nos ofrece en la actualidad no es diversión familiar. O sea, el mundo por lo general no nos ofrece una comunicación cordial y relaciones íntimas entre la familia. Meditemos en esto por un momento. La televisión, los videos, los juegos de computación y los parques de atracciones: ¿qué hace la persona con estas cosas? En todas estas cosas, la persona no hace nada sino sólo mirar una máquina, o reírse y gritar. Ninguno de estos juegos ayuda realmente a edificar relaciones que tengan valor. Me pregunto cuántas horas de un precioso tiempo familiar han sido malgastadas por los padres que se sientan a mirar la televisión o a jugar con una computadora.

• Nuestros pasatiempos: Ahora se considera “normal” que un padre tenga varios pasatiempos o aficiones. Tal vez es algún deporte o la cacería. Existen tantos de este tipo que casi no hay espacio para mencionarlos aquí. Lo que deseo hacer notar son las cosas que le restan tiempo al padre para ministrarles a las pequeñas almas que viven bajo su techo.

• Mi ministerio: Este punto es muy sutil, pues es algo santificado y algunas bien intencionadas personas nos animan a trabajar en el mismo. No me mal interpretes; nosotros debemos ocuparnos en la obra del Maestro, pero sin negarnos a nuestras responsabilidades con respecto a nuestros hijos. Los programas de la iglesia pueden arruinarte a ti y a tu familia. Tú puedes estar tan ocupado en tu ministerio que no tienes tiempo para edificar y fortalecer las relaciones familiares de tu hogar y quizá ni para realizar los cultos familiares.

Bueno, tal vez lo que he escrito aquí no te agrade, pero es necesario que nos pongamos de acuerdo en este punto esencial, pues tales motivos son la causa por la que muchos padres dejan de llevar a cabo las responsabilidades que tienen en el hogar.

Yo deseo confesar lo que pasó conmigo con relación a este mismo tema. Al comienzo de mi andar con Cristo, mi corazón tuvo como objetivo tener un ministerio exitoso. Yo experimenté una conversión definitiva y luego asistí a una escuela bíblica para estudiar. Esto lo hice teniendo un deseo interno de convertirme en un predicador famoso. Sucede que reconozco que yo no estaba bien enfocado en las cosas de Dios. No obstante, una parte de mis ambiciones era de carácter puro, pues en verdad sí deseaba servir a Dios de todo corazón.

Mientras estuve en la escuela bíblica, yo casi siempre ministraba desde muy temprano en la mañana hasta muy tarde en la noche. Jackie y yo no teníamos mucho tiempo de estar casados y recién habíamos empezado a tener hijos. Durante esa temporada, yo compartí diariamente lo que llamo un “tiempo de calidad” con mis hijos, pero mi corazón estaba lejos de ellos. No es que yo los menospreciara, pues sentía mucho amor hacia ellos, pero el tiempo no me alcanzaba para darles mucha atención. Ahora, al mirar atrás, yo tengo que decir que mi condición era la de un ciego. De alguna manera, en la escuela me fue implantada la idea que no es necesario invertir mucho tiempo en los hijos, si el tiempo invertido es “tiempo de calidad”. Así fue como diariamente yo les di a mis hijos sólo unos 15 minutos de “tiempo de calidad”. ¡Oh, qué gran remordimiento siento ahora a causa de esto!

El Señor tuvo que despertarme a la realidad, permitiendo que ciertas circunstancias me forzaran a quedarme en casa con mis hijos durante todo el día y por casi un año. Al estar “cara a cara” con ellos durante todo el día, yo me di cuenta que ellos realmente me eran una molestia en lugar de ser una bendición. De hecho, me sentía distraído y algo fastidiado con ellos.

Al darme cuenta acerca de la condición de mi corazón para con mis hijos, yo casi no podía creer mi modo de valorarlos. Pronto, me postré y me arrepentí, sabiendo que mi actitud no era correcta. Tan pronto me arrepentí, mi corazón empezó a volverse hacia ellos. ¡Ya deseaba estar con ellos, hablarles, ir de paseo y jugar con mis hijos! Estoy muy agradecido que Dios me transformó antes que mis hijos se volvieran unos amargados debido a su muy ocupado papá predicador. Al pasar el tiempo, yo me di cuenta que muchos de mis sueños y aspiraciones más profundas estaban siendo motivadas por mi propio orgullo; el orgullo de ser alguien importante.

¿Cuál es tu situación? ¿En qué pensaste al leer y meditar sobre estas palabras? Lo más probable sea que precisamente en eso que Dios te hizo pensar es lo que él desea cambiar en tu vida. ¿Acaso le permitirás entrar a tu vida para que él obre en lo íntimo de tu corazón?

Los hijos

La próxima palabra a estudiar es hijos. Esta hermosa palabra se usa dos veces en los versículos de la cita. Sin embargo, yo voy a personalizar el versículo 6 para decir “mis hijos”: “El hará volver [mi] corazón [de muchas otras cosas] hacia [mis] hijos”. Nuestros hijos son hueso de nuestros huesos y carne de nuestra carne.

¿Recuerdas cómo te sentiste al momento de nacer cada uno de tus hijos? ¿Recuerdas cómo los recibías gozosamente, extendiéndoles tus brazos y abriéndoles tu corazón? Por favor, piensa en tus hijos por un momento. Yo he decidido con un propósito definido guiar tu mente hacia tus hijos en este capítulo. Para mí es un gran placer visitar a los cónyuges jóvenes que recientemente hayan recibido a su primer hijo. ¡Ellos siempre están maravillados y llenos de un gozo casi solemne! ¿Puedes tú recordar cómo fue contigo?

¿Cómo pueden los padres olvidar tal escena santa para ir tras la negligencia o la molestia? Pero muchos lo hacen, apagando la llama del primer amor, con tal de cumplir sus sueños de una vida cómoda. El Espíritu de Dios está redarguyendo a los padres de todas las partes de la tierra, diciendo: “¿Qué de tus hijos?” Su propósito es hacer volver sus corazones hacia sus hijos. ¿Qué recompensa darás tú por las almas de tus hijos? ¿Tal vez una finca? ¿un buen negocio? ¿un buen trabajo? Estas pocas preguntas deben conmover tu alma.

En el caso de la palabra “volver” en Malaquías 4.6, ya notamos que se refiere a la acción del corazón y es más que la mera decisión del padre de comenzar a llevar a cabo los cultos familiares: es algo mucho más profundo. De hecho, los cultos familiares son un deber, una ley; o sea, una obligación del padre. No obstante, Dios busca algo mucho más profundo que una mera obligación. Malaquías 4.6 dice “hacia los hijos” y no “hacia los deberes que le corresponden con relación a los hijos”. Lo que Dios procura hacer es unir el corazón del padre al de los hijos. Una vez que esto se logra entonces se podrán ver muchos resultados positivamente prácticos y de carácter amoroso en la relación padre-hijo o viceversa.

Dios todavía está obrando tal y como lo prometió en Malaquías, rogando a los corazones de los padres y convenciéndoles para que se vuelvan a sus hijos. Sí, ¡Dios es Dios celoso en cuanto a nuestros hijos!

El poderoso corazón de un niño

Yo deseo que tratemos nuevamente acerca del corazón, una parte poderosa de nuestro ser, el centro de nuestras emociones. Sin embargo, ahora dejaremos el asunto del corazón del padre y estaremos enfocándonos en el corazón del hijo. No obstante, nosotros debemos tener presente que los dos son iguales; es decir, el corazón de uno o del otro es la base de las emociones, el lugar donde se maquinan todas las decisiones. Todo lo que hemos considerado en cuanto al padre se aplica también al hijo. ¡Qué bendición es cuando un corazón ha sido guiado desde la niñez! Pero qué pesar es cuando el mismo anda a la deriva. ¡Qué Dios nos enseñe al estudiar acerca del corazón de un niño! Vivimos en un tiempo peligroso en el cual los corazones de los hijos se fijan en cualquier otra cosa, pero no en el corazón de su padre. Además, en nuestra tierra existen montones de “cosas” que fácilmente atraen los corazones de los hijos, en lugar de atraerlos hacia los padres. ¡Ya es tiempo de esforzarnos en la obra! Si no, vamos a llorar y a lamentarnos en el futuro.

No obstante, yo deseo que sepas que el milagro de gracia que hemos estado estudiando y que ha estado ocurriendo en los corazones de los padres también está ocurriendo en los corazones de los hijos. Padre, ¡regocíjate! Dios está atrayendo a tus hijos hacia tu corazón. Por esta razón, hay esperanza para tu hogar a pesar de los errores que has cometido. No obstante, nosotros debemos darnos cuenta de los obstáculos que estamos enfrentando.

1. Los corazones de los hijos están enamorados o están siendo atraídos por otras cosas.

2. Los padres podemos estar demasiado ocupados para dedicarles tiempo a nuestros hijos y es entonces cuando ellos buscan otros “amores”.

3. El deseo natural de complacer a los padres se ha apagado a causa de la negligencia.

4. De la forma que piensan y actúan los demás se hace de más valor para muchos hijos que la forma de pensar y de actuar de los padres.

Pese a tantas dificultades, yo estoy seguro que es el deseo de Dios cambiar todo esto si nosotros nos arrepentimos. Es la voluntad de Dios que cada padre sea muy estimado en su hogar por parte de sus hijos. Aunque nos es una gran tristeza darnos cuenta de la cruda realidad que en muchos hogares existen padres con corazones apartados de Dios y de sus propios hijos, nosotros debemos animarnos con la posibilidad de lo que Dios puede obrar en esos hogares.

Al igual que en los padres, el corazón de un niño es el lugar de donde mana la honra y el respeto. El corazón de tus hijos es el lugar donde antes existía el deseo de complacer a los padres. Además, el corazón es el lugar donde los hijos escogen obedecer y ceder sus derechos a los padres. Estas son actitudes preciosas que los padres pueden encontrar manando del corazón de su hijo. Recuerda, Dios sigue obrando por medio de su Espíritu Santo y siempre tratará de hacer volver el corazón de tu hijo hacia ti. Nosotros podemos colaborar con el Señor en hacer cumplir su deseo. A ti te corresponde poner de tu parte para hacer volver tu corazón hacia ellos. Si lo haces, tú verás resultados hermosos; el corazón de ellos se volverá hacia ti. No es correcto que los padres que tienen sus corazones dirigidos hacia otras cosas y que mantienen una relación bastante pobre con sus hijos, les digan a ellos: “¡Honren a su padre!” ¡Eso no es correcto! No es justo.

Una bendición misteriosa

Quizá ya te has dado cuenta al meditar sobre Malaquías 4.6, que la segunda parte es el resultado de la primera. ¿Lo has visto obrar así? Primero, el padre hace volver su corazón en arrepentimiento y luego el hijo también hace volver el suyo. Existe una bendición misteriosa en este principio, al igual que también la existe en cada uno de los principios bíblicos. Esta bendición está escondida de tal manera que tú no vas a encontrarla ni experimentarla hasta que pongas por obra lo que te toca hacer. Quizá tú ya te has dado cuenta por medio de la lectura de este libro que has perdido el corazón de tu hijo: no hay honra o respeto hacia ti, así como tampoco un deseo genuino de ser agradecido por lo que has hecho. Tal vez te has preguntado en tu corazón la razón por ello. Bueno, Dios está ofreciéndote la respuesta. No debes desanimarte. ¡Hay un camino para cambiarlo todo!

Existe algo misterioso que empieza a obrar en el corazón de un hijo cuando él siente en lo profundo de su ser que su padre lo ama y que la vida de su padre está enfocada en vivir por el bien de él. Cuando un hijo se da cuenta que su padre realmente tiene un interés genuino en él entonces hará lo que tenga que hacer con tal de agradecerle a su padre. Es cierto, existe algo misterioso que empezará a obrar en el corazón de un hijo cuando éste siente tal interés; a partir de ese momento se verán cambios en su vida. De repente, el corazón del hijo empezará a volver de sus otros “amores” que atraían su atención, hacia el corazón del padre. Y el deseo por reestablecer una relación con su padre, la que había sido destruida desde hacía mucho tiempo, empezará a brotar nuevamente.

Yo voy a usar el ejemplo de llevar a cabo la educación en el hogar para ilustrar este principio. Jackie y yo durante más de veinte años hemos instruido a nuestros hijos en nuestro propio hogar. Durante este mismo tiempo, nosotros hemos visto a muchos padres comenzar a educar a sus hijos en el hogar. A pesar de que esto implica un gran sacrificio de parte de los padres, yo he notado algo glorioso en esas experiencias. Después de empezar a enfocarse mucho más en los hijos, vertiendo sus vidas, su tiempo, sus emociones y sus oraciones en ellos, ocurre algo maravilloso: los corazones de los hijos se vuelven hacia los padres. Tantas veces he escuchado un testimonio como el que escribiré a continuación: “¡Ahora mis hijos me aman más que nunca!” Ahora bien, realmente es una gran labor y representa un gran sacrificio darles la educación adecuada a los hijos en el hogar para que ellos vean y sientan que sus padres se han dedicado a su crianza hasta en los asuntos de la educación escolar. Y al ellos darse cuenta de esto, entonces el amor y el respeto se elevan desde sus corazones. Cuando el corazón de los padres se vuelve hacia los hijos, el corazón de los hijos hace lo mismo. ¡Alégrense padres y madres! ¡Hay esperanza para ustedes!

Dios es bien celoso en cuanto a las relaciones entre los padres y los hijos. Dios valora este tipo de relación como algo muy precioso. Él sabe que la crianza de los hijos no saldrá bien si los corazones de los padres y los corazones de los hijos no están en armonía el uno hacia al otro. De parte del padre debe fluir amor, preocupación, disciplina y enseñanza. Y de parte del hijo debe fluir amor, honra, reverencia y obediencia. Los dos juntos producen una descendencia para Dios en la tierra. Y esto es exactamente lo que Dios busca, de manera que su nombre sea glorificado.

Una dolorosa lección

Les compartiré otro de los fracasos que tuvimos en nuestro hogar. Pues, yo pienso que esto debe darte ánimo en tu situación y, además, tú puedes sacar provecho de nuestros fracasos de manera que no los tengas que experimentar. Con todo, yo se los voy a compartir para demostrarles la causa y el efecto de lo que he escrito en los párrafos anteriores.

Hace unos años, nosotros pasamos algunos tiempos difíciles con nuestros hijos mayores. Rebekah, Daniel y Elisabeth ya eran unos jóvenes y nosotros como padres estábamos pasando por la experiencia de criar niños a criar jóvenes. Pero, en aquel momento, Jackie y yo no nos dimos cuenta de esto. Solamente nos dimos cuenta que el nivel de respeto hacia nosotros de parte de estos tres jóvenes había decaído. Sí, ellos nos obedecían, pero podíamos sentir que sus corazones no estaban en completa obediencia y armonía. De hecho, nosotros dos estuvimos tentados a pensar que ya habían llegado los “terribles años de la juventud”.

Luego de mucha oración, Jackie y yo nos reunimos con nuestros jóvenes para tener una “charla familiar”. Estoy seguro que yo hubiera podido forzar la obediencia usando la autoridad, censurándoles y diciéndoles: “¡Compórtense bien!” No obstante, yo escuché la voz del Señor diciéndome: “Ve por la senda de la humildad”.

Fue entonces que decidimos hacerles la pregunta:

—¿Qué hemos hecho mal? Por favor, nosotros deseamos saberlo.

Al inicio, ellos demostraron cierto nivel de inseguridad, desconociendo si resultaría bueno o malo compartir lo que estaba en sus corazones. No obstante, ellos nos lo compartieron con reverencia y respeto. Nosotros les escuchamos con un corazón atento. El centro del problema era nuestra forma de relacionarnos: mamá y yo estábamos demasiados ocupados para relacionarnos con ellos.

Nuestra congregación había crecido rápidamente y, como pastor de la misma, tenía que atender muchas necesidades. Así, el T-I-E-M-P-O había llegado a ser un problema para nuestros hijos: no teníamos tiempo para charlar, compartir, hacer o contestar preguntas. A pesar de todo, Jackie y yo nos dimos cuenta que el problema estaba en nuestros corazones: nosotros nos estábamos enfocando en las necesidades de la iglesia y no en nuestros hijos. Después de reconocer nuestro fracaso entonces nos arrepentimos en aquella misma reunión familiar y les pedimos perdón a nuestros hijos.

Ya todo estaba arreglado. Sin embargo, no nos quedamos estancados ahí. El Señor me guió a dejar las responsabilidades de la iglesia en las manos de los otros pastores durante seis meses. ¡Toda la responsabilidad! Y durante seis meses me enfoqué sólo en mi familia. Mis hijos se dieron cuenta de este cambio radical y lo tomaron como un gran sacrificio de nuestra parte. ¿Puedes adivinar lo que pasó luego? ¡Los corazones de los hijos se volvieron hacia su padre y todas las actitudes cambiaron radicalmente!

¿Sabes qué? Yo he reflexionado muchas veces sobre los acontecimientos de aquel día. Nosotros pudimos fácilmente haber escogido otro camino con relación a nuestros hijos. Este camino es el de la autoridad que tenemos como padres. Hubiéramos podido demandar el respeto y la obediencia de parte de nuestros hijos y obligarles a obedecer nuestra voluntad. De hecho, a veces es necesario usar tales prácticas. No obstante, en nuestro caso, si hubiéramos actuado así en aquella situación, puede ser que el resultado habría sido muy diferente ya que muchos jóvenes se vuelven amargos y rebeldes cuando los padres los obligan a hacer su voluntad sin tomar en cuenta sus propios fracasos. ¡Esto es un grave error! En muchas ocasiones somos nosotros los padres los que estamos errados y necesitamos arrepentirnos, aunque sea delante de nuestros hijos.

Heridos con una maldición

Ahora vamos a estudiar otra palabra más antes de terminar este capítulo. Esta es la palabra maldición. Dios ha declarado que nos herirá con una maldición si no le hacemos caso a los ruegos del Espíritu Santo. A mí me parece que esta maldición tiene mucho que ver con la desobediencia de los hijos, al igual que estoy seguro que la bendición está en la obediencia. Amados padres y madres, nosotros vivimos en tierras que están sufriendo bajo esta maldición; sufrimos los resultados de muchas generaciones de padres o de madres que han estado ausentes de sus hogares y que ahora sus hijos hacen lo mismo con sus propios hijos. ¿Cuándo vamos a despertarnos para darnos cuenta de esto antes de tener que lamentarnos? La maldición es tan grave en la actualidad que en muchos lugares los jóvenes no pueden salir a las calles por la noche, ya que de adentro de cualquier auto se puede escapar una bala que le acabe la vida a uno de ellos. Así vivimos en nuestras tierras hoy día. ¿Quiénes son los responsables de toda esa maldad? En la mayoría de los casos la responsabilidad recae sobre las generaciones de padres que han abandonado a sus hijos; hijos que anteriormente eran tiernos, abiertos a la enseñanza, inocentes y dulces, pero ahora están endurecidos y amargados porque se criaron sin papá o mamá en el hogar.

Hace un tiempo atrás, yo leí un artículo escrito por un evangelista que trabajó durante muchos años en las cárceles. Luego de ministrar a decenas de miles de encarcelados, él declaró algo que todavía hace eco en mis oídos. Él escribió: “Casi todos los que están encarcelados odian a sus padres”. ¡Qué afirmación tan espantosa! ¿Qué ha pasado? ¿Por qué casi todos odian a sus padres? ¿Acaso tú sabes la respuesta? Dios quiera que la sepas, porque si no la sabes entonces yo he fracasado al escribir este capítulo.

Analiza que si los hijos están encarcelados y ellos odian a sus padres, entonces bien cabe hacernos la pregunta: “¿Quién más debe estar allí a su lado en la cárcel?” ¡Su padre! Quizá también su madre. Sí, muchos padres han arruinado a sus hijos a causa de su negligencia. Entonces los hijos voltearon sus corazones hacia otros amores y se equivocaron. Ahora ellos están encarcelados.

Hermanos y hermanas, nosotros hemos pecado y nuestros padres han pecado. ¿Acaso no estamos siguiendo el mismo rumbo en el cual ellos anduvieron? Si esto es así, entonces es hora para hacer cambios radicales. Yo estoy seguro que si alguno tuviera un cáncer, haría todo lo que tuviera que hacer con tal de sanarse. Amados hermanos y hermanas, hagamos lo mismo contra el cáncer de esta maldición que está extendiéndose por nuestras tierras. Cada maldición puede ser rota en el nombre de Jesucristo por medio del “poder de su fuerza” (Efesios 6.10), pero esto sucede sólo cuando nos arrepentimos.

Oración

Padre Celestial, ten misericordia de nosotros. Nosotros y nuestros padres hemos pecado contra ti y contra los hijos que tú nos has dado. Concédenos un corazón blando y una actitud de un arrepentimiento genuino. Estamos bajo la maldición de las generaciones anteriores. Por favor, líbranos de ella. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, amén.