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La búsqueda de una descendencia para Dios

© 2004 por Denny Kenaston

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CAPÍTULO 10

Otros ejemplos promisorios

He aquí, herencia de Jehová son los hijos;
Cosa de estima el fruto del vientre.
Como saetas en mano del valiente,
Así son los hijos habidos en la juventud.
Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos;
No será avergonzado cuando hablare con los enemigos en la puerta.
(Salmo 127.3–5)

Antes de continuar nuestro estudio acerca de los ejemplos del hogar en el Antiguo Testamento, nosotros vamos a considerar algunos de los propósitos que Dios quiere llevar a cabo en nuestras vidas por medio de ellos. Es importante reconocer que en algunos de estos ejemplos existe muy poca instrucción clara y directa, lo cual hace que nos preguntemos: ¿Cuál es, pues, el propósito de Dios en darnos estos ejemplos?

Sin duda, su intención es la de concedernos una visión, o sea, un ejemplo inspirado por el Espíritu Santo que nos revela su voluntad para con nuestras familias. Además, Dios usa estos ejemplos para estimularnos a anhelar tener un hogar piadoso. Y una vez que el deseo se ha encendido, el corazón se abre a sí mismo para recibir la instrucción y corrección. A veces la instrucción nos hace sufrir, pero el nuevo anhelo nos motiva a seguir adelante para así conseguir más progreso en el aprendizaje.

De hecho, los primeros capítulos de este libro tienen este mismo propósito. Los capítulos siguientes contienen una abundante y muy detallada instrucción al respecto. Tal vez una parte de esa instrucción te va a abrumar. Es por eso que te escribo este mensaje de aviso antes de seguir adelante. Si la instrucción que sigue te parece demasiada pesada, vuelve a los primeros capítulos para prender de nuevo el fuego en tu corazón.

Saetas cuidadosamente preparadas

Dios ha insertado unas comparaciones potentes en los versículos que encabezan este capítulo. Yo te recomiendo que leas estos versículos en voz alta, lentamente. Mi propósito es que se graben en tu corazón todos estos versículos referentes al hogar para transformen tu vida por la gracia de Dios.

En el versículo tres, el Señor afirma su aprobación y el valor con respecto a cada uno de nuestros hijos, declarando que el “fruto del vientre” es su regalo especial para nosotros. Luego de esta emocionante revelación, Dios nos guía a considerar otras analogías dignas de meditar en ellas.

• Un enemigo en la guerra / Nuestros enemigos espirituales.

• Una guerra física / Nuestra guerra espiritual.

• Un hombre guerrero / Un padre piadoso y espiritual.

• Un arma de guerra / Un joven fiel y espiritual.

Para tratar de comprender estas analogías en el mismo sentido que lo comprendieron los israelitas, hay que considerar el contexto histórico. Para ellos, la guerra era algo normal, y a cada hombre se le exigía entrenarse y prepararse para la batalla. Además, se esperaba que cada hombre con un cuerpo sano saliera a enfrentarse con el enemigo, en pro de su patria.

En aquella época, las saetas (las flechas) en la mano de un hombre valiente eran consideradas armas muy eficaces. Hay que recordar que en aquel tiempo no existía una empresa que se dedicara a la fabricación industrial de estos productos. Es por eso que un guerrero debía ser capaz de fabricar sus propias flechas.

En los días de David y Salomón, los hombres de Israel estaban preparados para salir a la guerra. Desde su niñez se ejercitaban en el manejo de sus armas. Ellos se hacían tan diestros con el arco que algunos podían lanzar una flecha con tal exactitud que la misma casi siempre daba en el blanco. Por lo tanto era muy importante que las flechas fueran rectas para que hicieran el recorrido sin desviarse.

Como expliqué anteriormente, el hombre valiente que era experto con el arco siempre fabricaba sus propias flechas. Y él siempre las elaboraba con esmero, porque sabía que una flecha mal hecha no surcaría el aire rectamente y por lo tanto no daría en el blanco. Por eso, la fabricación de flechas fue un asunto bastante serio para el guerrero. La fabricación de flechas siempre se hacía con mucha precisión y cuidado.

¿Puedes imaginarte la visión en la que el artífice meditaba al fabricar sus flechas? Nosotros conocemos bien esta respuesta: el guerrero pensaba en el campo de batalla donde se enfrentaría con el enemigo. De hecho, mientras él las fabricaba estando en su casa, su mente pensaba en cosas lejanas a su tranquilo hogar. Al pulirlas poco a poco, él las contemplaba repetidamente, porque estaba preparando una flecha para la guerra y era preciso que volara sin desviarse de su trayectoria. Mientras trabajaba, el artífice mantenía la visión del blanco en su mente.

¿Puedes visualizar la analogía plasmada en estos ejemplos del Antiguo Testamento acerca de un hogar piadoso? Cada uno de ellos está repleto de enseñanzas espirituales y promesas motivadoras. Ahora, si lo deseas, lee otra vez las cuatro analogías mencionadas anteriormente. Primero, se nota a un padre piadoso que anda con Dios. Ese padre ve más allá de lo común para adentrarse en lo eterno; ve una guerra espiritual por causa de la justicia y por las preciosas almas de sus hijos. Para él, esta guerra es muy real y sabe que la misma tiene consecuencias eternas. En el otro bando aparece un enemigo feroz y un reino malo.

Ese padre piadoso también ve lo que está a su lado: sus hijos. Ellos son “como saetas en mano del valiente”, fabricadas con mucho afán para dirigirse rectamente hacia el blanco, el territorio enemigo. Estos jóvenes espirituales son armas bien preparadas para la batalla que está por estallar.

El padre se llena de gozo al soñar con el día cuando su aljaba esté repleta de tales flechas muy bien fabricadas. Con esta visión de inspiración, él, junto con su esposa, comienza el trabajo de formar “una aljaba” llena de hijos fieles para la gloria de Dios. De hecho, no es una faena sencilla y fácil, sino una que requiere cerca de treinta años para terminarla. Así los padres cumplen su tarea, dándole a cada hijo la instrucción y los cuidados especiales necesarios para que “las flechas” puedan volar sin errar el blanco.

¿Acaso existía algo de más valor para un guerrero judío que una flecha que no se desviara? ¡Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos! No sé lo que tú estás haciendo, ¡pero yo estoy fabricando flechas! Y por la gracia de Dios, yo voy a lanzarlas. Además, yo estoy haciéndolo de tal modo para que las mismas no fallen el blanco. En mi propio hogar, yo levanto el asta de la flecha, inspeccionándola y puliéndola un poquito más, por aquí o por allá, una y otra vez. A veces sí me aflijo un poco en este trabajo tan exigente, pero recuerdo enseguida que me encuentro fabricando flechas para que den en el blanco. “Como saetas en mano del valiente, así son los hijos habidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos.” ¡Saetas meticulosamente fabricadas para que den en el blanco!

Hermanos, hagan que vuestras flechas vuelen sin desviarse. Yo a menudo he escuchado las palabras: “Bueno, creo que mi hijos saldrán más o menos”. Estas palabras hacen doler mi corazón. Yo entiendo lo que tratan de decir, pero tales palabras son palabras indiferentes. Yo tengo un objetivo, una meta, más allá de lo común. Jesús dijo: “Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. (…) Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros [saetas] a su mies” (Juan 4.35; Mateo 9.38). Fabriquemos flechas que venzan al enemigo. ¡A nosotros nos toca fabricarlas!

Un cimiento de muchas generaciones

Isaías capítulo 58 es uno de los capítulos del Antiguo Testamento que trata de una vida llena del Espíritu Santo como lo experimentamos en el Nuevo Testamento. En este capítulo, el Señor define lo que es el ayuno bíblico. Al leerlo, nosotros empezamos a comprender el propósito de ayunar: acercarse a Dios con un corazón contrito y quebrantado. Aquí en este capítulo aparecen varias promesas condicionales que describen la vida que rebosa sobreabundantemente con gracia. No obstante, como ya he escrito, estas promesas son condicionales, y por eso el Señor usa varias veces esa pequeña, pero importante palabra: “si”. Después de esa pequeña palabra casi siempre aparece otra: “entonces”.

Dios es Jehová, el Dios que cumple sus pactos. Todo el capítulo es digno de una larga meditación. No obstante, para no alargar el estudio, nosotros vamos a enfocarnos solamente en lo que se refiere al hogar piadoso.

Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad;

Si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida,
Entonces, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía.

Entonces, Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma.

Entonces, dará vigor a tus huesos.

Entonces, serás como huerto de riego,

Y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan.

Entonces, los tuyos edificarán las ruinas antiguas;

Los cimientos de generación y generación levantarás (Adaptado de Isaías 58.9–12).

Yo deseo que nos enfoquemos en tres verdades notables encerradas en estos versículos. La primera es nuestra relación con Dios. Es sumamente importante que nosotros estemos a cuentas con Dios. Nosotros debemos arrepentirnos de cada pecado, ya sea pecado de hecho o de omisión. Este es uno de los objetivos al ayunar. Santiago dijo: “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros” (Santiago 4.8). Es preciso que nuestra relación con Dios no tenga ningún obstáculo. Cuando nos acercamos al Señor sin pretextos entonces la gracia de Dios comienza a fluir hacia nuestros corazones. Tal experiencia está claramente descrita en Isaías 58. El resplandor de Dios, su voz que nos guía, sanidad para el cuerpo, agua viva, un manantial de aguas que nunca faltan: ¡todas estas bendiciones son nuestras! ¡Gloria a Dios! ¡Busquémoslas de todo corazón!

El resultado de esta influencia divina en nosotros es que la misma gracia empieza a manar de nuestras vidas. En esto se fundamenta el verdadero ministerio, porque sin esa influencia de gracia celestial no se verá nada de un ministerio efectivo. El versículo 12 describe cómo esa gracia mana de nuestras vidas. Uno de los frutos de tal vida poderosa y llena del Espíritu Santo es un verdadero cimiento para muchas generaciones en nuestro hogar.

Ahora, consideraremos otro ejemplo del Antiguo Testamento con relación a un hogar piadoso. En el capítulo anterior, nosotros visualizamos la construcción de una casa. Pero a continuación nos enfocaremos en el cimiento de la casa.

Todos sabemos que el cimiento es la verdadera base fundamental de un edificio. Si la base no es firme y de buena calidad entonces la casa no durará y se caerá. Los rascacielos son excelentes ejemplos de la necesidad de un buen cimiento. Antes de construir un edificio rascacielos se tiene que cavar muy profundo para sentar el cimiento sobre algo firme y sólido. De lo contrario el viento o un terremoto lo derribarán.

Los israelitas entendían este principio. En Israel, los judíos tenían que cavar profundo y sacar toda la arena para poder fundir el cimiento de su casa sobre la roca. Esto les costaba una gran cantidad de tiempo y esfuerzo, pero valía la pena tener una casa con cimiento firme. Fíjate en el contexto del capítulo 58 de Isaías. Este capítulo se escribió durante un tiempo cuando las casas (los hogares) en Israel estaban cayendo a causa de la apostasía. Esta analogía se hace aun más significativa al tomar en cuenta las condiciones existentes en Israel cuando fue escrita.

Nosotros podemos aprender varias lecciones a partir de un análisis de esta comparación. Primero, hay que decidir qué clase de casa deseamos construir y de esa manera podemos decidir qué tipo de cimiento necesitamos. Si tú vas a construir una pequeña choza de palos, tú puedes cavar un poco y luego echar en el agujero una pequeña cantidad de concreto alrededor de los postes. Pero ahora te hago la pregunta: ¿Por cuántas generaciones deseas que dure tu cimiento? ¿Acaso has comprendido que eres el cimiento para la siguiente generación? Sí, ¡la siguiente generación de hijos crecerá fundada sobre tu vida! Pues cada generación es el cimiento para la siguiente y es por eso que se hace sumamente importante que seas realista y genuino en tu relación con Dios.

Voy a recalcar lo anterior al formular otra pregunta: ¿Qué clase de cimiento estás haciendo? ¿Cómo vives? Cuando la nación de Israel estaba en su momento más glorioso y poderoso, o sea, cuando su vida era fuerte, ella sentó un excelente cimiento para muchas generaciones. Recuerda los ejemplos citados en el capítulo 6 de este libro: las familias Booth, Taylor y Edwards. Por medio de una vida poderosa y llena del Espíritu Santo, ellos también afirmaron un cimiento duradero para su descendencia.

¿Puedes visualizarlo? ¿Cuán firme y estable es tu cimiento, y cuán profundo has cavado para poder hacer un cimiento firme para tus hijos? Ya es tiempo de examinar el cimiento de nuestros hogares. Para ilustrar lo que trato de decir, yo voy a compartir contigo algo de nuestro testimonio personal.

Hace más de veinte años empecé a darme cuenta que algo andaba mal en muchos hogares de los cristianos evangélicos. Aun las mejores iglesias estaban perdiendo a sus jóvenes en el mundo. Mi evaluación de esto abarcaba varias denominaciones: Bautista, Alianza Cristiana y Misionera, los carismáticos y otras congregaciones evangélicas. Muchas de estas congregaciones perdían a sus hijos en el mundo, o sea, estos no entraban en una verdadera relación con Cristo. Muchos se hacían miembros de la iglesia, pero eran muy mundanos. Otros se fueron a vivir tal como lo hace el mundo, viviendo como paganos. En las mismas congregaciones las jóvenes se vestían sensualmente y los jóvenes llevaban un noviazgo al modo del mundo. El resultado de esto fue, por supuesto, mucha fornicación.

Fue en aquella época de mi vida que yo empecé a darme cuenta que el cimiento en la vida hogareña de muchos “cristianos” no estaba fundado muy profundamente. Si cimiento ni duraba una sola generación.

A primera vista quizá alguien pueda pensar: “Bueno, así es hoy en día”. No obstante, al estudiar cuidadosamente la gran cantidad de versículos que tratan acerca de la vida familiar, yo me convencí que Dios deseaba algo mejor. Según Dios, “lo normal” no es perder a los hijos en el mundo, sino que más bien es que ellos se mantengan puros y se levanten para consagrarse a sí mismos a Dios. ¡No debe ser que “lo normal” sea perder a nuestros preciados jóvenes en el mundo! ¡Falta algo en nuestro cimiento!

Jackie y yo dijimos en nuestros corazones: “¡No! No vamos a perder a nuestros hijos en el mundo. ¡No!” Así fue el clamor que surgió desde lo profundo de nuestro ser y fue entonces cuando empezamos a buscar a Dios para que él nos concediese respuestas y ejemplos para seguir. Por esta razón, la familia Gerber me cautivó tanto la atención, ya que encontré un hogar que tenía a todos los hijos con un celo puro para las cosas de Dios. ¡Yo estaba listo para aprender de ellos!

Amados padres y madres, yo sé que estoy animándoles a seguir una meta muy por encima de “lo normal”. Para esto se necesita tener una vida llena del Espíritu Santo. En este mismo momento, Dios nos está llamando a una plena consagración. Seamos honestos con nosotros mismos. ¿Qué clase de cimiento hemos sentado? ¿Cuántas generaciones después de nosotros deseamos que sigan al Señor de todo corazón? ¿una sola generación? ¿O deseamos que sea “de generación y generación”?

La Norteamérica de hace 200 años

Hace algunos años, yo leí un artículo acerca de las metas y aspiraciones de los educadores de Norteamérica hace 200 años. Para mi mente moderna, yo declaro que este artículo fue muy revelador. ¡Cuán profundo hemos caído! Tanto hemos resbalado y lo peor es que la mayoría ni tiene idea de cuánto lo hemos hecho. Ahora vamos a considerar varios de los puntos más importantes del artículo a la luz de fundar un cimiento para muchas generaciones.

Hace 200 años, en Norteamérica:

• A los 6 años de edad los niños empezaron a aprender el griego y el hebreo para poder estudiar la Biblia en los idiomas originales cuando fuesen más maduros.

• A los 10 años de edad, los niños habían dejado atrás las nimiedades y se preparaban para la vida real.

• A sus 12 años de edad, los jóvenes que se preparaban para el ministerio entraban a estudiar en las escuelas bíblicas.

• Estos jóvenes tenían que ser capaces de identificar los sustantivos, los verbos, los adverbios, los adjetivos, los pronombres, etc., en griego, en hebreo y en latín. Esta era una parte del examen de admisión en las escuelas bíblicas.

• Era normal que un muchacho de 12 años dirigiera el negocio de su padre mientras éste salía por otros negocios.

• Había muchas jóvenes que podían manejar todo el trabajo de la casa si la madre se ausentaba por algún motivo.

• Aunque existían otros libros, por lo general se leían tres: La Biblia, El progreso del peregrino y El libro de los mártires.

Al leer la lista anterior se hace muy fácil exclamar con preocupación acerca de cuán profundo ha caído la educación norteamericana. Pero, en lugar de apedrear al sistema educacional norteamericano, nosotros debemos preguntarnos: ¿Qué tal de nuestros propios ideales en la crianza de los hijos?

Nosotros los padres y las madres cristianas igualmente hemos resbalado. Tal vez no hemos caído tan profundos como lo ha hecho el mundo; no obstante, nosotros estamos lejos de las aspiraciones y de la visión de los puntos que se mencionan arriba. Para dar prueba de esto, yo formulo la siguiente pregunta: ¿Acaso pensamos hoy día que los niños deben dejar atrás las nimiedades antes de llegar a los 10 años de edad?

Sé que nuestra sociedad ha cambiado y que en la actualidad la mayoría de las personas viven en la ciudad, donde no existe mucho trabajo provechoso para los jóvenes. En una finca, existe mucho más de lo serio y “real”, y toda la familia tiene que ayudar en los quehaceres cotidianos. Me pregunto si entendemos cuánto de la vida sana hemos desechado en la actualidad. ¿Qué de los métodos para lograr una buena memorización que se practicaban en el pasado? El griego, el hebreo y el latín no son idiomas que pueden ser aprendidos sin un estudio riguroso y muchas horas de fuerte memorización. ¿Por qué no hay muchos jóvenes de 12 años que puedan manejar el negocio o el hogar en la ausencia de sus padres? En algunas comunidades esto todavía se ve, pero por lo general es algo del pasado.

¿Pudiera ser que hemos dado lugar a las filosofías del mundo con respecto a la crianza de los hijos? Todo esto me espanta al contemplar los libros necios y absurdos que muchos niños modernos están leyendo en lugar de la Biblia. La idea del mundo es que la niñez debe ser un tiempo de puros juegos, y que la misma se debe extender lo más posible en la vida del niño. Pero nuestros antepasados no pensaban así y ellos lograron producir niños serios y maduros mucho antes que estos llegaran a cumplir los 12 años de edad.

La meta no es la niñez, sino que los niños lleguen a alcanzar el carácter que se requiere para que se desarrollen en personas que agradan al Señor. La meta debe ser criar a los hijos de manera que cuando lleguen a la adolescencia ya actúen y hablen como personas maduras (véase 1 Corintios 13.11). ¡Oye, hermano o hermana, tú y yo estamos criando a adultos, no a niños! ¡Basta de esos “niños” que tienen 21 años o más, quienes siguen pensando en el juego, en hablar siempre en forma de chiste y en actuar con toda informalidad! De hecho, yo mismo soy un buen ejemplo de esto, porque siento que no maduré hasta los 23 años de edad. En aquella época de mi vida, después de convertirme, de repente yo me di cuenta que existía una vida real allá afuera. Por esto, yo siempre me siento atrasado como unos diez años. Sin embargo, para nuestros hijos nosotros hemos propuesto algo más noble. Y por medio de la gracia de Dios es que sabemos que podemos lograr nuestra meta.

Oración

Amado Padre y Dios, otra vez clamamos a ti en el nombre de Jesucristo. ¡Concede el avivamiento a nuestras tierras antes que sea demasiado tarde! Abre nuestros ojos, Señor, porque estamos enfermos de los ojos y no lo sabíamos. Danos el avivamiento, Señor, y que éste empiece en cada uno de nuestros corazones de manera personal. Somos el cimiento para la siguiente generación y nuestros hijos van a imitarnos. ¡Ten misericordia y despiértanos de nuestra apatía! Ayúdanos a visualizar la guerra espiritual en la que estamos peleando. Sí, quítanos el velo de nuestros ojos antes que sea demasiado tarde y así ganaremos para ti la siguiente generación. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, amén.