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Lección 1

La fe de Jesús y los apóstoles

El apóstol Jacobo el Mayor decapitado en Jerusalén, 45 d.c.

-de Martyr's Mirror páginas 72-73

Propósito del estudio: Ver como murieron por la fe Jesús y los apóstoles.

Versículos de memoria: “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Efesios 2.19–20).

Escritura para estudiar: Hebreos 11 Escribe cómo los fieles del Antiguo Testamento dieron sus vidas por la fe (vv. 36–38).   

      Cuando Adán y Eva lo desobedecieron, Dios se retiró a los cielos y la raza humana no lo ha vuelto a ver. Nuestro Padre Dios ya no aparece para andar con nosotros “al aire del día” de la misma manera que andaba con Adán y Eva en el huerto del Edén. Pero nosotros sabemos tan bien como la primera pareja lo sabía que Dios existe y que lo vamos a ver después de la muerte.

      ¿Cómo es que sabemos que hay un Dios, aunque no lo hemos visto? La Biblia dice que la fe es “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11.1). Por la fe, pues, creemos en Dios: Dios el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo.

      Desde la creación los hijos de Dios han vivido por la fe. Por medio de la fe “conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros” (Hebreos 11.33–34). Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín. Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte. Por la fe Noé preparó el arca. Por la fe Abraham alcanzó la justicia de Dios y recibió la promesa de un Salvador.

      Muchos profetas y fieles creyentes en Dios murieron por su fe antes de la venida de Jesucristo, el autor y consumador de la fe (Hebreos 12.2). Pero en esta lección veremos sólo el ejemplo de Jesús y unos de sus primeros seguidores.

      Jesucristo: ejemplo de la fidelidad

      Aunque era Dios, Jesucristo andaba en el mundo como humano. Ya que soportaba tentaciones y vituperios aquí, necesitaba una fe grande y firme en Dios su Padre. No pecó ni una sola vez. Su propia familia y su propio pueblo lo rechazaron. Los líderes del pueblo judío lo persiguieron con odio durante todo su ministerio. Al fin, incitaron a los romanos a matarlo y éstos lo clavaron en la cruz.

      Pero Jesús nunca se desmayó. Por la fe tenía su mirada en “el gozo puesto delante de él”. Así ganó para nosotros la salvación eterna y “se sentó a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12.2).

      El diácono Esteban

      El primer mártir cristiano, Esteban, fue lleno de fe y del Espíritu Santo. Su poderoso mensaje convenció a los judíos incrédulos del pecado que había en sus vidas. Ellos se enfurecieron, crujiendo los dientes contra él. Gritaron, se taparon los oídos, y por fin echaron a Esteban fuera de la ciudad para apedrearlo. Pero Esteban vio el cielo abierto. Vio a Cristo a la diestra de Dios. Como Jesús, Esteban murió perdonando a sus ejecutores (Hechos 7.54–60).

      El apóstol Jacobo

      Poco después de la fundación de la iglesia, el rey Herodes decapitó a Jacobo (Hechos 12.1–2).

(Debe insertarse un dibujo aquí)

El apóstol Felipe recibió el Espíritu Santo el día de Pentecostés y ayudó en la iglesia en Jerusalén. Después de esto el Señor le llamó a enseñar el evangelio en Siria, Rumania, y en el Medio Oriente. Sembró la semilla de la fe en muchas ciudades. En Hierápolis (Turquía), Felipe chocó con una secta anticristiana, los ebianitas. Estos lo amarraron la cabeza a una columna y lo apedrearon en el año 54 a.d.

—de Martyrs Mirror páginas 73–74

      Jacobo, el hermano de Jesús

      Este Jacobo era anciano de la iglesia en Jerusalén para treinta años. Fue llamado “el justo” por su carácter ejemplar. Era un hombre de mucha oración. Bajo orden del sumo sacerdote Ananías, fue echado del pináculo del templo, apedreado, y matado a palo.

      Bernabé, compañero de Pablo

      Después de haber servido fielmente con Pablo, Bernabé regresó a su tierra nativa, la isla de Chipre, para animar a la iglesia allí. Por su testimonio fiel y por su obra evangelizadora que llevó a cabo en la isla, fue arrastrado del pueblito donde vivió y quemado vivo en la hoguera.

      Marcos, escritor del evangelio

      Marcos no sólo ayudó a Pablo, sino que también fue a la cárcel con ese apóstol. Marcos era amigo de Pedro, y escribió el libro de Marcos según lo que Pedro le contó de la vida de Jesús. Pedro lo envió a Egipto donde predicó hasta que murió a manos de los paganos. Fue arrastrado por las calles de Alejandría y jalado con cuerdas y ganchos hasta que murió.

      El apóstol Pablo

      Pablo era judío educado, fariseo estricto, y perseguidor de la iglesia. Se convirtió cuando viajaba a Damasco para prender a los cristianos. Fundó muchas iglesias. Posiblemente fue el apóstol más perseguido de todos. Unos funcionarios del gobierno romano lo decapitaron en Roma por orden del emperador Nerón.

      Algunos compañeros de Pablo

      Aunque no sabemos la manera exacta en que fue muerto cada uno, los siguientes compañeros de Pablo murieron mártires por la causa de Cristo: Epafras, Aquila y Priscila, Andrónico, Junias, y Silas. Aristarco fue comido de leones. Onesíforo y su colaborador Porfirio fueron amarrados a caballos silvestres y descuartizados por ellos.

      El apóstol Andrés

      Andrés predicó en muchas partes e hizo señales notables. Al fin fue crucificado en la ciudad de Patros, Grecia. Se quedó tres días en la cruz antes de morir, durante los cuales exhortaba a los creyentes.

      El apóstol Bartolomé

      Bartolomé llevó el Evangelio de Mateo hasta la India donde lo enseñó a los indios en su lengua nativa. Multitudes de los indios fueron convertidos de la idolatría. Después de su fiel trabajo Bartolomé murió una muerte cruel en la cruz. Los paganos lo torturaron, lo azotaron con varas, lo clavaron a la cruz cabeza abajo, y lo degollaron. Al fin lo decapitaron con un hacha.

      El apóstol Tomás

      Este apóstol predicó en Irán, la India, Etiopía, y muchos países más. Al principio no quiso ir a las tribus más salvajes de la India oriental, pero el Señor lo animó y, gracias a Dios, se convirtieron muchos. Esto atrajo la ira de los sacerdotes y del rey de los paganos. Tomás sufrió tormentos de hierros calientes y al fin fue lanzado en un horno de fuego donde lo traspasaron con lanzas hasta que murió.

      El apóstol Mateo (o Leví), escritor del evangelio

      Después de escribir su evangelio, Mateo viajó a Etiopía, un país de África. Aunque era judío y predicó primeramente a los de su raza, Dios lo ayudó a presentar el evangelio a los africanos también. El rey etíope, Aeglipo, protegió a Mateo. Pero cuando murió este rey, el tirano Hytaco subió al poder. Hytaco persiguió a la iglesia y mató a Mateo. Lo clavaron a la tierra y lo decapitaron.

      Los apóstoles Simón Zelotes y su hermano Judas

      Simón Zelotes viajó y predicó en Egipto, Libia, Mauritania, y algunos creen hasta las islas de la Gran Bretaña. Al fin, fue crucificado en una manera bárbara por el gobernador de Siria.

      Judas escribió la epístola de Judas en la cual consuela y advierte a los creyentes. Él viajó y predicó en Mesopotamia, Siria, Arabia, y Turquía. En Persia (el Irán actual), después de haber condenado el culto pagano, fue matado a porrazos por los sacerdotes idólatras.

      Matías, el apóstol que tomó el lugar de Judas el traidor

      Después de un tiempo en Judea, Matías viajó a las partes interiores de África, donde muchos se convirtieron a la verdad. Volvió para predicar en Judea, Samaria, y Galilea. Allí fue crucificado, apedreado, y decapitado.

      Lucas, escritor de Lucas y de Hechos

      Lucas era un médico, nativo de Siria, y un compañero fiel de Pablo. Sufrió las mismas persecuciones que Pablo. Finalmente, después de haber predicado muchos años en Grecia, los impíos lo ahorcaron a Lucas en un olivar verde.

      Antipas

      Cristo dio un buen testimonio de Antipas cuando dijo al ángel de la iglesia en Pérgamo “Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de Satanás; pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe, ni aun en los días en que Antipas mi testigo fiel fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás” (Apocalipsis 2.13).

      Algunos dicen que los paganos echaron a Antipas en un toro de bronce caliente, donde murió con gran dolor.

      El apóstol Juan

      Juan aguantó muchas pruebas en las provincias romanas. Una vez lo echaron en una olla de aceite hirviente, pero el Señor le preservó la vida. Lo abandonaron en la isla de Patmos, pero no murió allí. Después de ser rescatado de Patmos, Juan fue obligado a tomar veneno, el cual no le hizo daño. Murió pacíficamente en Éfeso a la edad de más de ochenta años.